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Egipto, Mubarak se despide con un baño de sangre

Fuentes: Rebelión

Lo sucedido hasta ahora en Egipto, con el presidente Mubarak nombrando vicepresidente al jefe de los Servicios de Inteligencia, general Omar Solaiman, y al hasta ahora ministro de Aviación Civil y ex-jefe de la Fuerza Aérea egipcia, Ahmad Sha fiq, primer ministro, supone la primera parte de una salida diabólica del gigantesco atolladero en el […]

Lo sucedido hasta ahora en Egipto, con el presidente Mubarak nombrando vicepresidente al jefe de los Servicios de Inteligencia, general Omar Solaiman, y al hasta ahora ministro de Aviación Civil y ex-jefe de la Fuerza Aérea egipcia, Ahmad Sha fiq, primer ministro, supone la primera parte de una salida diabólica del gigantesco atolladero en el que está metido ese régimen a consecuencia de la rebelión popular sin precedente que vive el país. Se trata de una salida que ha puesto en marcha el régimen militar egicpio, con sus servicios de Inteligencia a la cabeza , en obediencia castrense a sus amos en Washington.

Hay un dato que se debe tomar en cuenta y es que Egipto vive bajo el yugo de la ley de estado de emergencia desde la llegada al poder de Mubarak, en 1981, tras el asesinato del entonces presidente, Anwar El Sadat.

Pues bien, la segunda parte de esta salida, diabólica, consistió en las ordenes cursadas por el gobernador militar de la república, cargo que sustenta el propio Mubarak, gracias a la mencionada ley, a las fuerzas del orden para que se retiren de las calles. Al mismo tiempo el ministerio del Interior ordenaba a todas las comisarías, cuarteles de policía y cárceles, que soltaran a los detenidos y presos que se encontraban en sus dependencias y que dejaran la mayor parte de estas comisarías, cuarteles y carceles vacías y abandonadas. Así, miles de maleantes y criminales se vieron liberados y con instrucciones precisas para que siembren el pánico en calles y barrios.

La tercera parte de esta solución ha sido sacar los tanques a las calles, pero en son de paz y a la espera de que las bandas de maleantes hagan de las suyas y que corra la voz de que la población y las propiedades privadas y públicas se encuentra desprotegidas y en grave peligro.

Se trata de un escenario calcado de lo acaecido dos semanas antes en Túnez, cuando bandas de criminales atemorizaban a los habitantes de los distintos barrios de la capital, robando y agrediendo a las personas para luego justificar el uso de la fuerza bruta por parte del Ejército. Sin embargo, el Ejército tunecino dió la espalda al dictador Ben Ali, quien no tuvo más remedio que huir del país.

Una vez entregado todo el poder al Ejército, en la persona del general de brigada, Omar Sulaimán, un hombre nítidamente americano y proisraelí, como vicepresidente, y al general de división Ahmad Shafiq, como primer ministro, el cuarto episodio de la perversa solución egipcia consistió en dar carta blanca a los militares para que utilicen la fuerza con el fin de controlar la situación en la calle.

Así, decenas de miles de soldados, muchos con uniforme y pertrechos de antidisturbios, han hecho presencia en las calles de muchas ciudades egipcias, el 29 de enero por la noche, mientras otro general de brigada, Ismail Ozman, portavoz del Ejército, advertía de que los militares «tratrán con extrema dureza a quellos que salten el régimen de toque de queda» impuesto desde hace 3 días por orden del gobernador militar, Mubarak.

El mismo día 29 de enero el toque de queda fue ampliado para que entrara en vigor a las 2 de la tarde en lugar de las 7 de la tarde como era antes. Los manifestantes, en muchas ciudades egipcias, hicieron caso omiso a las ordenes de toque de queda y las protestas arreciaron provocando nuevas muertes y cientos de heridos.

Con sus cuatro fases bien estructuradas, la solución que se quiere imponer al pueblo agipcio hizo que el escenario de intenciones quede bien claro y cristalino. No hay duda. El régimen de Mubarak quiere convertir al pueblo egipcio en rehén de su Ejército.

Pues bien, si el régimen egipcio y la cúpula de su Ejército siguen empeñados en enfrentarse al pueblo y resistirse a su voluntad habrá seguro un baño de sangre sin precedentes en Egipto.

Según los corresponsales de televisiones que emiten en lengua árabe en directo desde El Cairo y según comunicaciones telefónicas realizadas por estos medios con testigos presenciales en distintos puntos de Egipto, la matanza ya está en marcha. Médicos desde distintos hospitales de El Cairo y Suez pedían en directo que se pare la matanza, que la llegada de muertos y heridos a sus centros hospitalarios es incesante.

Corresponsales, testigos presenciales, y observadores profesionales sobre el terreno han señalado que el Ejército y la policía están representando una trágica obra de teatro en la que las bandas criminales que van sembrando el caos en las calles y barrios están en realidad formadas por maleantes y miembros de la policía mientras que el Ejército está disparando a los manifestantes con el pretexto de que están luchando contra los malhechores.

Estas cuadrillas están fuertemente armadas, lo que no se concibe en un país como Egipto donde las armas son prácticamente inexistente en manos de los civiles y donde el crimen organizado nunca tuvo una presencia notable. Mientras, los francotiradores de la policía o del Ejército reaparicieron y varios civiles cayeron a consecuencia de sus disparos realizados desde azoteas y terrazas, especialmente en las inmediaciones de la sede del ministerio del Interior, donde se han concentrado decenas de miles de manifestantes.

Sin embargo, cualquiera que sea el resultado que pueda tener la actual «intifada» egipcia incluirá la salida forzosa y vergonzosa de Mubarak del poder y la eliminación de cualquier esperanza suya de que su hijo, Jamal, vicepresidente del gobernante Partido Nacional Democrático,vaya a sucederle en la jefatura del Estado, lo que antes del inicio de la «intifada» egipcia, hace solo 5 días, se daba por indudable y garantizado.

Ya seguro de su inminente abandono del poder, el dictador no tuvo más remedio que nombrar un vicepresidente, mediada esta que se resistió a adoptar desde su instalación en la jefatura del Estado hace 30 años. Tres décadas en el poder sin nombrar un vicepresidente, y si ahora lo hace es porque así lo ordena y manda la Casa Blanca que acepta, a regañadientes, la pérdida de Mubarak, su hombre clave en el mundo árabe, pero que defenderá con los dientes a su régimen, que ahora va a ser custodiado por su nuevo hombre fuerte, Omar Solaiman. Estados Unidos, muy al contrario de lo declarado por la secretaria de Estado, Hilary Clinton, y por el presidente Barak Obama, pidiendo en público la no utilización de la violencia contra los manifestantes, en realidad, lo que han pedido al régimen egipcio, a juzgar de lo que está sucediendo, es que se mantenga en el poder aunque cueste masacrar a miles de ciudadanos egipcios, cosa que ya está en marcha. Pues la existencia del régimen de Mubarak, aunque encabezado en el próximo fituro por Solaiman, es primordial para la seguridad de Israel.

Al parecer, la cúpula del Ejército egipcio está absolutamente controlada por Estados Unidos mediante el típico método utilizado por Washington reiteradas veces, en Irak, Afganistán y otros muchos países del mundo: el soborno y la compra de voluntades. En la cúpula del ejército como en la del régimen, están colocadas unas personas y unas mafias vendidas a Estados Unidos cuyo único fin es de servir los intereses de Estados Unidos e Israel y alargar todo lo posible la criminal existencia del Estado sionista.

Así vemos como el Ejército egipcio, heroico en el pasado, derrotando a Israel en 1973 y recuperando el canal de Suez y parte del Sinaí (que luego fue recuperada entera mediante los vergonzosos acuerdos de Camp David, firmados por Sadat y que le costaron la vida) se ha convertido ahora en protector de Israel y enemigo del pueblo egipcio.

Sin embargo, es una situación contranatura que no puede durar en el tiempo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.