Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El 23 de julio de 2010 Egipto celebra el 58 aniversario de la caída de la monarquía sobre un fondo de competición electoral, legislativa y presidencial que podría pasar la página de la era Mubarak.
Cuarto presidente de Egipto desde la caída de la monarquía en 1952, Hosni Mubarak lleva treinta años en el poder, un récord de longevidad política en Egipto.
De 82 años, este ex-jefe de la aviación ascendido a presidente, sucedió en 1981 a Anuar el Sadat, que había sido asesinado. Desde entonces Egipto vive bajo el estado de urgencia.
Vuelta al balance del presidente Hosni Mubarak, sucesor lejano de Gama Abdel Nasser, fundador del Egipto moderno.
ارفع رأسك يا أخي Levanta la cabeza, hermano mío
[Palabras de] Gamal Abdel Nasser (Alejandría, 15 enero 1918 – El Cairo, 28 de septiembre 1970), la persona que derrocó la monarquía egipcia a la cabeza del grupo de los «oficiales libres», fundador del Egipto moderno (1954-1970), jefe del combate del nacionalismo árabe, uno de los principales dirigentes políticos árabes de la historia moderna.
Este artículo está dedicado del general Abdel Moneim Riyad, comandante en jefe de las fuerzas armadas egipcias, artífice del plan de la batalla de reconquista del Sinaí, al que mató un misil israelí cuando sobrevolaba las líneas egipcias sobre el frente de Suez durante la guerra de usura (1968-1970), y a su fiel lugarteniente, el general Saad Eddine Chazli, jefe del Estado mayor egipcio durante la guerra de octubre de 1973, artesano de la apertura del Canal de Suez y de la destrucción de la Línea Bar Lev, el 6 de octubre de 1973, durante la «Batalla Al Badr», nombre de código de la ofensiva por referencia a la conquista árabe.
1 – Bajo Mubarak, Egipto camina con la cabeza
París, 23 de julio 2010 – Bajo Mubarak, Egipto camina con la cabeza y reflexiona con los pies, pirámide invertida de tantas negaciones y renuncias.
Misr Um ad Dunia, Egipto, Madre del mundo, Egipto, cuya historia se ha confundido durante mucho tiempo con la epopeya, ya sólo es la sombra de sí mismo, un país irreconocible que ha interiorizado su derrota, consagrado al poco glorioso papel de subcontratista de la diplomacia estadounidense en el plano regional, de factotum de los imperativos de seguridad de Israel, el punto débil del mundo árabe, su gran cuerpo enfermo.
Situado en el centro geográfico del mundo árabe, ahí donde se articulan su orilla asiática y su orilla africana, sede de la mayor concentración industrial en una zona que va desde el sur del Mediterráneo a los confines de India, y controlador además, de manera exclusiva, de los dos principales ejes de comunicación del mundo árabe, el Nilo hacia el continente africano, el Canal de Suez hacia el golfo petrolífero, Egipto ha sido durante mucho tiempo la punta de lanza del combate nacionalista árabe. Centro de la diplomacia árabe, ha asumido sin descanso el papel del hermano mayor protector, el regulador de sus turbulencias, el padrino de sus acuerdos, como fue el caso del acuerdo líbano-palestino de El Cairo del 3 de noviembre de 1969 que puso fin a la primera guerra civil líbano-palestina o del acuerdo jordano-palestino del 27 de septiembre de 1970, inmediatamente después del Septiembre Negro jordano.
Pero el país árabe más grande, durante mucho tiempo pesadilla de Occidente, ha resultado ser bajo Mubarak un enano diplomático, el títere díscolo de la estrategia israelo-estadounidense, curiosa mutación de este país en medio siglo, de Nasser a Mubarak, ilustración patológica de las derivas del mundo árabe, de la confusión mental de sus dirigentes y de su servilismo al orden occidental.
La punta de lanza del movimiento nacional árabe es en adelante el acróbata de vanguardia de las maquinaciones israelo-estadounidenses en Oriente Medio; el artesano de la primera nacionalización victoriosa del tercer mundo, la nacionalización del Canal de Suez (1956) es el principal suministrador de energía a Israel; el destructor de la Línea Bar Lev (1973), la línea de fortificación israelí en el Sinai, es quien ha levantado el muro que encierra a los palestinos de Gaza.
Nasser pasó a la posteridad por haber sido el hombre de la alta presa de Asuan, que construyó con ayuda soviética desafiando las iras estadounidense, para alimentar a su pueblo. Mubarak será el hombre de la barrera baja*, la barrera vil, que edificará anticipándose a una solicitud israelo-estadounidense que tenía el objetivo de hacer hermético el bloqueo de Gaza, a la que los israelíes han destruido y matado de hambre.
Nasser, el hombre del cierre del Canal de Suez, desafiará en 1956 el derecho marítimo internacional para cortar el avituallamiento energético del Occidente culpable de alineamiento pro israelí; Mubarak será el suministrador de energía a Israel a precios ventajosos en una transacción que por su coincidencia parece una prima por su destrucción del enclave palestino de Gaza.
Nasser, el socio de la guerra de independencia de Argelia, asumirá sin rechistar las consecuencias de su apoyo a la revolución argelina, una agresión tripartita de las potencias coloniales de la época, Francia y Gran Bretaña, y de su pupilo Israel, la expedición punitiva de Suez en noviembre de 1956. Mubarak reivindicará como único título de gloria de su largo reinado una triste proeza chovinista, el apedreamiento de futbolistas del equipo nacional de Argelia (diciembre de 2009 – enero de 2010), su antiguo compañero de combate de liberación nacional árabe.
Nasser escandió el enderezamiento árabe con su legendario grito de adhesión » ارفع رأسك يا أخي» Irfah Ra’sak Ya Akhi- Levanta la cabeza, hermano mio»; el lúgubre Mubarak será el hombre que se arrastró antes los ucases israelíes y estadounidenses. Cuando el carisma de Nasser inflamó a las masas del planeta multicolor hasta el punto de hacer que pesara una amenaza de implosión de la Commonwealth británica inmediatamente después de la expedición de Suez, Mubarak aparta a las masas por medio de su derrotismo y su vasallaje reivindicado, al igual que «la vaca que ríe», el mote tomado de una marca de quesitos para designarlo, que se le va como anillo al dedo desde el inicio de su reinado para subrayar su cinismo falsamente memo.
Por último, Nasser tenía por interlocutores a figuras de leyenda: Chu en Lai (China), Ho chi Minh (Vietnam), Nehru (Indias), Tito (Yugoslavia), Sukarno (Indonesia), De Gaulle, con el que procedió a la reconciliación franco-árabe tras la ruptura de Suez. Mubarak ha tenido como socio a Nicolas Sarkozy con quien lanzó el proyecto que nació muerto de la Unión para el Mediterráneo.
2 – El síndrome de elefantiasis diplomática
Su superioridad parece desmoronarse incluso en el dominio privilegiado de su supremacía que captó el imaginario y la adhesión de las masas durante medio siglo, el dominio cultural. Testimonio de esta desaprobación es el fracaso de Egipto en aspirar al puesto de Director General de la Unesco en mayo de 2009 con la candidatura de su ministro de Cultura Fouad Hosni a pesar del apoyo de su socio francés y del más inesperado de Israel, da.
Primer exportador de cassettes de vídeo, de películas y de telefilmes en el mundo árabe, Egipto disponía de un magisterio cultural sin igual que se articulaba sobre tres pilares: el carisma de su jefe, Nasser; su prestigioso ramillete de vedettes de gran talento, Um Kalsum y Abdel Wahab, sus grandes escritores Taha Hussein, Naguib Mahfuz y el poeta contestatario Cheikh Imam, Tahia Karioka y Nadia Gamal en el plano de la industria del entretenimiento y del espectáculo; y por último, en el plano de la comunicación, el tandem formado por el periódico Al-Ahram, el principal diario árabe, y Radio El Cairo, la decana de las radios árabes.
Séptimo difusor internacional por la importancia de su programación radiofónica semanal, Radio El Cairo emite en 32 lenguas que cubre un amplio espectro lingüístico (afar, bámbara, pastún, albanés). Constituía un poderoso vehículo de promoción de la visión egipcia de los conflictos del cuarto mundo. Pero ahora su primacía cultural se resiente por el renacimiento de Beirut, el punto de fijación traumática de Israel, capital cultural contestataria del mundo árabe y del fulgurante avance de las cadenas transfronterizas árabes, en particular al-Jazeera, en adelante indestronable debido a su profesionalidad.
El activismo diplomático tardío desplegado por El Cairo no modificará en nada la crueldad de la constatación: la retaguardia de los principales movimientos de liberación del mundo árabe y africano, desde Argelia hasta Yemen del Sur y el Congo de Patrice Lumumba, y el país que exorcizó el complejo de inferioridad militar árabe en relación a Israel parece afectado de elefantiasis diplomática a juzgar por su comportamiento vergonzosamente pusilánime durante las dos últimas confrontaciones israelo-árabes: la guerra de destrucción israelí de Líbano en julio de 2006 y la guerra de destrucción israelí de Gaza, dos años después, en diciembre de 2008.
Su primacía diplomática es puesta en tela de juicio por la emergencia de dos potencias musulmanas regionales no árabes, Irán y Turquía, que suplen la incapacidad diplomática árabe, principalmente de Egipto y, sobre todo, de Arabia Saudi, que permaneció muda durante las tres semanas de la destrucción israelí de Gaza (diciembre de 2008 – enero de 2009). Lo mismo ocurre con su primacía militar, relegada al olvido debido al relevo rebelde de los artesanos victoriosos de la nueva guerra asimétrica contra Israel, el chií Hizbolá libanés y el sunní Hamás palestino, lo que hace obsoleta la falsa querella que tratan de impulsar Arabia Saudi y Egipto entre las dos ramas del Islam en el espacio árabe.
La entrada en juego de Turquía y Brasil en la transferencia de combustible nuclear iraní para su enriquecimiento en países occidentales el pasado 18 de mayo acentuó el descalabro egipcio en tanto que actor diplomático de dimensión regional. El tributo de sangre que pagó Turquía dos semanas después para romper el bloqueo a Gaza con el envío de una flotilla humanitaria, obligó a Egipto a reabrir el paso de Rafah bajo popular. De este modo, gracias a su diplomacia neo-otomana Turquía ha logrado arrebatar a Arabia Saudí y Egipto el liderazgo del mundo sunní que tradicionalmente ejercía estos dos países árabes.
Infamia suprema para la diplomacia egipcia, su fracaso en un dominio que constituye uno de sus campos de acción privilegiada, Africa. La conferencia de los países ribereños del Nilo del 14 de abril de 2010 consagrada al reparto de las aguas de este gran curso de agua africano entre sus siete países ribereños acabó en fracaso debido a la oposición de tres países africanos pro israelíes (Etiopía, Kenia y Uganda), hostiles al plan de reparto de las aguas del Nilo, concebido en 1929 y reconducido en 1959. Más grave y amenazante para Egipto y para su supervivencia económica hasta el punto de que se cierne el riesgo de que Egipto pierda «la batalla del Nilo» el acuerdo concluido a este sujeto un mes después, el 18 de mayo, en Entebbe preveía el reparto de las aguas del Nilo, alimentado el 58% de las aguas del Nilo Azul, entre los países africanos, excluyendo a Egipto y Sudán, con la participación de Tanzania y Etiopía, punta de lanza de Estados Unidos en el Cuerno de África.
El país mayor y más poblado del mundo árabe con 80 millones de habitantes está al borde de la implosión social con un 34 % de egipcios que viven por debajo del umbral de pobreza, con menos de dos dólares al día. Desde el viraje pro estadounidense del presidente Anuar el Sadat en 1978 y su tratado de paz con Israel hace treinta años, Egipto funcionaba de un modo binomio, por medio de un reparto de tareas entre el poder político administrado por la burocracia militar, mientras que la gestión cultural de la esfera civil se confiada al celo de la organización de los Hermanos Musulmanes, cuyo proselitismo se materializó en el restablecimiento del crimen de apostasía. Así, bajo la amenaza islamista Egipto navega entre corrupción, regresión económica y represión, con 1,3 millones de policías a cargo del ministerio del Interior y varios miles de presos políticos, bajo la férula de una oligarquía siete de cuyos miembros, todos ellos millonarios, ocupan puestos clave en el seno del gobierno egipcio o del partido en el poder, el Partido Democrático, y el 50% del hit parade de las cien primeras fortunas egipcias pertenece a las instancias dirigentes del país, algo nunca visto desde la época de la monarquía (1).
La pasividad egipcia ante el baño desangre israelí en Gaza, su letargo diplomático ante el activismo de los países latinoamericanos (Venezuela, Bolivia, Nicaragua) y del sur de África con la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Israel ha suscitado una protesta generalizada de los Hermanos Musulmanes que llevó a la cofradía a cesar toda oposición a Siria, lo que hizo caduca su colaboración con el ex- vicepresidente sirio Abdel Halim Khaddam, el tránsfuga baathista refugiado en París. Por medio de un increíble cambio de dirección de la alianza que da testimonio del estrabismo estratégico de Egipto, es Siria, su ex-socio árabe en la guerra de independencia, y no Israel quien constituye en adelante su bestia negra. Es Gaza, al borde de la apoplejía, la que se mantiene bajo bloqueo y no Israel, al que suministra energía a precios ventajosos que desafían toda competencia, sin duda para galvanizar la máquina de guerra israelí contra un país bajo ocupación y con perfusión, Palestina.
Indicio de su servidumbre respecto a Estados Unidos, la menor iniciativa de Egipto es tributaria de la contrafirma estadounidense, ya sea en el dominio de la tecnología nuclear obtenida en 2005 después de que Irán iniciara su carrera atómica y para hacer de contrapunto a ella, o ya sea en el dominio diplomático. Egipto se beneficia, es cierto, de una renta estratégica materializada en una ayuda estadounidense de tres mil millones de dólares al año. Pero para muchos observadores este óbolo es una especie de denario de Judas, que a ojos de la opinión pública del tercer mundo, base de la potencia diplomática egipcia, no puede compensar los efectos devastadores de esta indolencia tanto en el plano del prestigio internacional de Egipto como en el plano de la protección del espacio nacional árabe.
Anuar el Sadat recuperó el Sinaí pero marginó a su país por medio de la firma de un tratado de paz solitario con Israel (1979). Mubarak, por su parte, pasará a la historia por haber sido el dirigente egipcio sin la menor hazaña en su haber, como no sea reintegrar a su país en la Liga Árabe para convertirlo en una renta de situación con el efecto de respaldar todas las intervenciones militares estadounidenses contra los países árabes, ya sea durante la primera guerra del Golfo contra Iraq en 1990 o una vez más trece años después durante la invasión estadounidense de Iraq en 2003, o, por último, a contrapié del Hizbolá libanés (2006) o del Hamás palestino (2008-2009).
Peor, la gran obra diplomática del tandem franco-egipcio (la Unión por el Mediterráneo) ha resultado ser una absoluta catástrofe diplomática (2). Su principal realización, la destrucción de un Estado miembro (Gaza, Palestina) por otro Estado miembro (Israel) bajo la mirada cómplice de los dos países fundadores de la organización ha acentuado el muro de desconfianza entre árabes y europeos, un resultado a las antípodas de los objetivos de los promotores.
El alto el fuego bilateral israelí en la franja de Gaza que se alcanzó a raíz de un acuerdo entre dos gobiernos moribundos, el revanchista israelí Ehud Olmert mal recuperado de la derrota frente al Hizbolá libanés en 2006 y el títere estadounidense George Bush, tuvo repercusiones como un desaire hiriente tanto para el nuevo presidente estadounidense Barack Obama c omo para el mediador egipcio y para su alter ego francés, el inquieto e inoperante co-presidente de la Unión para el Mediterráneo.
El hecho de que sus dos socios del Tratado de Paz de Camp David eludieran a Egipto en los acuerdos de seguridad concernientes al enclave palestino fronterizo con él puso cruelmente en evidencia el papel de sirviente, y no de socio, de los Estados árabes en el seno de la diplomacia occidental.
El ballet diplomático orquestado el domingo 18 de julio en El Cairo por Hosni Moubarak para sus concertaciones con los principales protagonistas del conflicto (el emisario estadounidense George Mitchell, el presidente palestino Mahmud Abbas y el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu) era muestra de un ejercicio de gesticulación destinado en primer lugar a disuadir las especulaciones sobre su estado de salud tras la extirpación de un tumor maligno en Alemania en marzo de 2010 y a demostrar su viabilidad tras meses de convalecencia y dar la ilusión de un activismo diplomático cuando unos atributos de la potencia de Egipto ya sólo disponen de poder de perjuicio.
En la búsqueda desesperada de una nueva respetabilidad dedicada a su proveedor de fondos estadounidense, Egipto participó en la construcción de una barrera contra Gaza, acogió con gran pompa en junio de 2010 al jefe de las milicias cristianas libanesas, Samir Geagea, que tiene un balance sanguinario, e infligió al mismo tiempo una fuerte pena de prisión a tres combatientes del Hizbolá libanés por su apoyo a la lucha del pueblo de Gaza. Semejante disparidad de tratamiento penal entre israelíes y árabes, que contrasta con el laxismo observado en relación al espía israelí, el druso Azzam Azzam, liberado tras siete años de detención en 2004, ha terminado de empañar la imagen de Egipto en el cuarto mundo.
Egipto padece síntomas de elefantiasis a imagen de su viejo presidente (82 años), un personaje de tez cérea, en vías de momificación por medio de casi treinta años de un poder autocrático esquizofrénico, ultrarrepresivo en el plano interno, letárgico en el plano internacional, aferrado a su poltrona en la espera de una sucesión filian, más preocupado por su sucesión biológica que por la perennidad de Egipto, uno de los focos de civilización más antiguos del mundo.
En lo que concierne a la historia, la única hazaña de Mohamad Hosni Mubarak habrá sido su longevidad. Nasser gobernó 18 años y falleció el 28 de septiembre de 1970 de una crisis cardiaca tras una cumbre árabe dedicada a la reconciliación jordano-palestina, inmediatamente después del Septiembre Negro jordano. Sadat reinó 11 años, asesinado en connivencia con Israel, el enemigo oficial del mundo árabe, el 6 de octubre de 1981 durante el desfile que conmemoraba la destrucción de la Línea Bar Lev, primera hazaña militar egipcia de la historia contemporánea. Mubarak, por su parte, preside desde hace treinta años tras escapar a una veintena de atentados, récord mundial absoluto de todos los tiempos.
Su exuberancia material, fruto de su alianza matrimonial y financiera con las más adineradas de las mayores fortunas de Egipto, que contrasta con la sobriedad ascética de Nasser, ha catapultado la candidatura de Mohamad al Baradei al rango de nuevo salvador del país y ha agitado el letargo ambiente de un fin de reinado crepuscular.
El acercamiento sirio-saudí a causa de la guerra entre los dos Yemen, materializada por la visita a Damasco del nuevo jefe del gobierno libanés Saad Hariri, hijo del asesinado primer ministro libanés Rafic Hariri, ha marginado Egipto y su fracaso en la conferencia de países ribereños ha acentuado su soledad, reveladora de la necrosis diplomática egipcia.
La aparición del que fuera el señor Átomo de la ONU en la escena política egipcia después de estos dos acontecimientos hace que en adelante planee sobre Mubarak el «síndrome del shah de Irán», en referencia a la experiencia del ex-soberano iraní (1979), persona fiel por excelencia a los estadounidenses, calificado de «obsoleto» del día a la mañana a causa de los reajustes estratégicos de su protector.
El faraón de Egipto está desnudo, lo han desnudado sus nuevos aliados: el primus inter pares (3) de los árabes es en adelante «el que pasa las bandejas» oficial de la diplomacia israelo-estadounidense. Triste destino para El Cairo, Al-Kahira, la victoriosa en árabe, rebajada en adelante al rango de jefe de filas del «eje de la moderación árabe». El ex-jefe de filas del combate independentista árabe, amorfo y átono, asume en adelante sin vergüenza el papel de jefe de filas de la sumisión y de la corrupción….el eje de la resignación y de la capitulación…el eje a la traición a los ideales del esfuerzo de Nasser.
Bajo Mubarak Egipto ha caminado con la cabeza y pensado con los pies, pirámide invertida de todas sus negaciones.
Notas:
* N. de la t.: el autor hace un juego de palabras entre «haut barrage» y «bas barrage», con los dos significados de la palabra «barrage», presa y barrera, unidos a los adjetivos «alto» y «bajo», respectivamente.
1-Siete millonarios egipcios ocupan puestos de responsabilidad ya sea en el seno del gobierno o en el seno del partido dominante, Partido Nacional Democrático (PND) del presidente Hosni Mubarak. Cf. Al Qods Al-Arabi, 22 de mayo de 2010.
-Ahmad Ezz, ingeniero y hombre fuerte del partido en el poder, presidente del comité de planificación en el parlamento egipcio. Tercera fortuna de Egipto y la fortuna número 46 árabe con un patrimonio que se calcula en 1.500 millones de dólares. Denominado emperador de hierro, controla el 60% del mercado egipcio y el 40% de las exportaciones de productos ferruginosos de Egipto.
-Mohamad Abou Al Aynayne, jefe del grupo parlamentario del PND. Sexta fortuna de Egipto y presidente del holding «Cerámica Cleopatra».
-Ahmad Maghrebi, séptima fortuna de Egipto. Presidente del grupo hotelero franco-egipcio Accor, asumió las funciones de ministro de Turismo en un dominio en el que planeaba el riesgo de confusión de géneros. Desde entonces cambió su cartera por la del Hábitat.
-Mohamad Farid Khamis, décima fortuna de Egipto, miembro del Senado, presidente de los «Tejedores orientales», un holding que agrupa a empresas de tejidos y de la petroquímica.
-Mohamad Loutfi Mansour, ex-ministro de transportes, director de un holding complejo que agrupa empresas de automóviles estadounidenses y europeas (Chevrolet, Oldsmobile y Opel), la empresa de material agrícola Caterpillar, la cadena de comida rápida Mac Donald y el tabaco Marlboro
-Mohamad Rachid, doceava fortuna de Egipto, ministro de Comercio e Industria, presidente del holding Fine Foods Unilever, encargado precisamente de la comercialización de los productos que tienen que ver con el comercio y la industria, la marca de té Lipton y los productos cosméticos Rexona, Sunsilk, Dove y OMO ;
-Por último Hicham Taal’at Moustapha, cuarta fortuna de Egipto y la número 48 árabe, millonario emprendedor y miembro influyente del PND, el cual acaparó en 2009 las portadas jurídico mundanas por su implicación en el asesinato en Dubai de la artista libanesa Suzanne Yammime.
2- El proyecto de la Unión por el Mediterráneo sirvió de biombo al presidente francés para erradicar toda sensibilidad pro árabe en el seno de la administración prefectoral y del dispositivo audiovisual francés, y la promoción concomitante de personalidades notoriamente pro israelíes. Es larga la lista que va desde Bernard Kouchner (Quai d’Orsay), arrollador ministro de Asuntos Exteriores con un inicio obligado a una vergonzosa normalización con el genocida de Ruanda, Paul Kagamé, después de las revelaciones de sus conexiones especuladoras con los dictadores africanos, hasta Dominique Strauss Khan (FMI), que cada vez que se despierta se pregunta qué puede hacer por el bien de Israel y no de Francia, cuya nacionalidad tiene, hasta Arno Klarsfeld (Matignon), reservista del ejército israelí, hasta Pierre Lellouche (Asuntos Europeos), hasta François Zimmeray, ex- vice-presidente de la comisión de estudios políticos del CRIF [Consejo Representativo de las Instituciones Judías en Francia], embajador para los derechos humanos, pasando por Christine Ockrent (polo audiovisual exterior), Philippe Val (France Inter), Valérie Hoffenberg, directora para Francia del Comité Judío Estadounidense, representante especial de Francia en el proceso de paz en Oriente (un miembro completamente reciente), Dov Zerah, presidente del consistorio israelí de París y secretario general adjunto de la Fundación Francia Israel, promovido al frente de la Agencia para el Desarrollo encargada de la ayuda a África. Una promoción que va acompañada paralelamente de apartar a Bruno Guigue (administración prefectoral), de poner en la lista negra al universitario Vincent Geisser y de la exclusión tanto de Richard Labévière (Média) como de Waheeb Abou Wassil, el único palestino del dispositivo mediático exterior.
3- Primus inter pares: el primero entre quienes son similares a él.
Fuente: http://www.renenaba.com/?p=2705