El 6 de abril se convocó una huelga general en Egipto. Un mes más tarde, el 7 de mayo, otra en Líbano. Los motivos en los dos países fueron los mismos: el aumento del salario mínimo y una mejora en las prestaciones sociales de los trabajadores, así como una protesta contra las actitudes políticas neoliberales, […]
El 6 de abril se convocó una huelga general en Egipto. Un mes más tarde, el 7 de mayo, otra en Líbano. Los motivos en los dos países fueron los mismos: el aumento del salario mínimo y una mejora en las prestaciones sociales de los trabajadores, así como una protesta contra las actitudes políticas neoliberales, fondomonetaristas y prooccidentales de los respectivos gobiernos. La actitud de los gobiernos egipcio y libanés fue la misma, aunque con diferentes resultados: intentar desactivar la protesta con la represión, enfrentando a la población y aumentando in extremis el salario mínimo. El reflejo de las dos iniciativas sindicales en la prensa fue la misma: minimizar los efectos en los medios gubernamentales (e internacionales) y reflejar el éxito de las convocatorias en la (poca) prensa que se puede calificar de independiente en estos países.
Egipto
Los trabajadores egipcios vienen manteniendo una serie de protestas contra el régimen neoliberal, fondomonetarista y prooccidental de Hosni Mubarak desde hace tiempo. En el mes de abril tuvo lugar una huelga general que quiso ser impedida con el arresto «preventivo» de los principales líderes sindicales y de significados dirigentes de organizaciones políticas como los Hermanos Musulmanes, medidas acompañadas de un impresionante despliegue policial que, no obstante, no evitó que en localidades como Al-Mahallah Al-Kubra, población situada en el Delta del Nilo y cabeza visible de las protestas obreras en Egipto desde hace años, la huelga se mantuviese durante tres días.
Junto a la represión directa (los detenidos fueron centenares, comenzando los encarcelamientos casi un mes antes de la convocatoria de huelga, y presencia policial en las principales calles y plazas de las principales ciudades, como El Cairo y Alejandría) se actuó en tres frentes: el laboral, con la amenaza directa a los trabajadores de la Administración Pública de Egipto con serias sanciones si seguían la convocatoria, incluyendo el despido; el estudiantil, obligando a las universidades a colocar exámenes ese día para desactivar a la protesta en las calles y que se sumasen a los obreros; y el mediático, donde periódicos, emisoras de radio y de televisión oficiales y partidarios del régimen unieron esfuerzos difamando y ridiculizando a los organizadores de la protesta.
La convocatoria de huelga se hizo casi por medios artesanales, desde los tradicionales panfletos hasta el boca a boca y los correos electrónicos para eludir la represión. Pocos medios oficiales o partidarios del régimen se atrevieron a informar sobre cuáles eran las reivindicaciones. Se protestaba contra la neoliberal y fondomonetarista del gobierno y se ponían de manifiesto las razones, sociales y políticas, de la huelga. Entre las primeras, «rechazo a los aumentos de precio, educación para nuestros hijos, transporte apto para seres humanos, hospitales que cuiden de nuestra salud, medicamentos para nuestros bebés, un sistema judicial justo». Entre las segundas, se podía leer «no queremos funcionarios policiales matones, ni tortura en las estaciones de policía, ni más arrestos, ni corrupción, ni soborno».
A pesar de todos los esfuerzos del gobierno de Mubarak, la huelga fue un éxito. El Cairo fue una capital casi paralizada durante ese día; los estudiantes de al menos dos universidades, Hilwan y Al-Azhar, se negaron a acatar el dictado gubernamental y no acudieron a las clases ni a los exámenes (1), y los prestigiosos colegios profesionales, como el de abogados, se sumaron a la protesta y se pusieron a disposición de los 140 detenidos por participar en la huelga. La izquierda, representada en el Movimiento Kefaya, y los islamistas de los Hermanos Musulmanes la apoyaron sin reservas.
Pero el éxito total se logró en Al-Mahallah Al-Kubra. Los trabajadores del textil se han situado en la vanguardia de la lucha contra el régimen de Mubarak (2) y el gobierno tenía especial interés en que la huelga fracasase allí. La policía impidió la salida del turno de noche de la fábrica principal de Al-Mahallah Al-Kubra (el textil es el rubro de producción más importante, que da trabajo a 20.000 obreros) para que así continuasen trabajando la jornada del día 6 y no se interrumpiese la producción, y tomó las principales calles de la localidad pero no logró impedir que 6.000 trabajadores se reuniesen y se enfrentasen a las fuerzas represivas. El resultado, 331 detenidos y 60 heridos entre los trabajadores. Un vídeo de lo que aconteció y de la combatividad de los trabajadores se puede ver en el portal You Tube (3).
El éxito de la huelga animó a la oposición política a convocar otra para el 4 de mayo, pero ésta no tuvo el mismo seguimiento. A un nuevo aumento de la represión -70 equipos de las Fuerzas de Seguridad Central se trasladaron a la localidad díscola, añadiéndose a las que se mantenían en ella desde la huelga de abril (4)- hay que añadir la compra, por parte del gobierno, de conciencias: a los trabajadores de Al-Mallah Al-Kubra que no se sumaron a la huelga de abril les premió con un sueldo extra de un mes. A quienes se sumaron a la misma, curiosamente también se les premió, pero con un sueldo equivalente a 15 días de trabajo. Para el resto de trabajadores, se estipuló justo la víspera de esta nueva convocatoria de huelga un aumento del 30% del salario mínimo.
Líbano
Algo parecido a lo de Egipto sucedió en Líbano. La Confederación General del Trabajo convocó una huelga general para el 7 de mayo con parecidas reivindicaciones que las de sus colegas egipcios. La principal, el aumento del salario mínimo. Pero la huelga también llevaba un mensaje político: el gobierno del neoliberal, fondomonetarista y prooccidental de Fouad Siniora quiere privatizar gran parte del servicio público (telefonía, aeropuerto, agua e incluso la sanidad, entre otros) y eso es inaceptable para los trabajadores libaneses. Las fuerzas que apoyan al gobierno, agrupadas en la coalición «14 de Marzo», se opusieron a la misma argumentando que era una huelga política. Las fuerzas de la oposición, agrupadas en la coalición «8 de Marzo», la arroparon.
En enero de 2007 Líbano vivió una huelga general masiva. En esta ocasión, ha sido mayoritaria pero no tan general. La prensa menos partidaria establece el seguimiento de la misma en un 80%, siendo total en las zonas del sur de Beirut y en la Bekaa como referentes principales. Razones: el gobierno aprobó una subida del salario mínimo del 82% (pasando de 300.000 a 500.000 libras libanesas, unos 320 euros), las empress amenazaron a sus trabajadores con despidos si la secundaban (5) y los partidos del «14 de Marzo» y sus ramificaciones sindicales llamaron a sus partidarios a no secundarla argumentando que se habían logrado los objetivos y que la huelga era política. Merece la pena recordar que la CGT solicitaba que el salario mínimo fuese establecido en 960.000 libras libanesas (610 euros, aproximadamente) argumentando que en los últimos años se ha encarecido la vida hasta extremos insoportables para la gran mayoría de la población, de forma especial por el aumento de precios de productos básicos como la leche, el pan, arroz, azúcar, carne, etc. (6).
La estrategia
El éxito de las movilizaciones en Egipto y Líbano no hubiese sido posible sin un hecho inimaginable hasta hace dos años: la victoria de Hizbulá en la guerra contra Israel. Desde el mismo momento en que el pueblo árabe, desde Marruecos a Irak, comprobó que el arrojo y decisión de un movimiento político-militar podía romper la estrategia imperialista, el miedo comenzó a recorrer la espina dorsal de los regímenes de la zona, haciéndose cada vez más patente el miedo a sus pueblos. Durante esa guerra, las calles de las ciudades árabes, con independencia de confesiones religiosas y adscripciones partidarias se llenaron con carteles donde la efigie del secretario general de Hizbulá se mezclaba con la de Nasser (ex presidente egipcio) y el Ché al tiempo que un grito resonaba unánime: «sin justicia no hay paz». Un grito que obligó a los neoliberales, fondomonetaristas y prooccidentales gobiernos árabes a desempolvar viejas propuestas y planes, con el aprobado en 2002 sobre el reconocimiento de Israel a cambio de la retirada a las fronteras de 1967 y pocas cosas más. Un plan que, de nuevo, duerme el sueño de los justos pasado el susto inicial. Pero la justicia no se refería únicamente a la cuestión palestina, sino a la vida cotidiana, a la mejora de las condiciones de vida, al rechazo a las políticas neoliberales y demostrando, al mismo tiempo, el hartazgo por la corrupción, el soborno y la prepotencia gubernamental.
Mientras que los gobiernos reaccionarios volvieron a lo de siempre -en Jordania, por ejemplo, se ha permitido la celebración del 60 aniversario de la creación del Estado de Israel, pero han reprimido las manifestaciones palestinas que recuerdan el 60 aniversario de la Nakba, la catástrofe (7)-, los pueblos y sus organizaciones reaccionaron. El caso más claro y espectacular es el de Hamás en Palestina, pero también los Hermanos Musulmanes de Egipto, y el Frente de Acción Islámico de Jordania. Ellos, como otras organizaciones de corte islamista en otros países árabes, se están acercando a las organizaciones de izquierda de sus respectivos países y esa alianza, así sea coyuntural, a poco que se consolide va a marcar el nuevo Oriente Medio, el Oriente Medio de los pueblos y no el soñado por el imperialismo y sus acólitos.
Eso es algo que quiere evitar, sea como sea y cueste lo que cueste, el imperialismo. La estrategia es internacionalizar la crisis -invocando el derecho de injerencia del que se habló en su momento en Haití para justificar el envío de tropas- y dar otro papel a las tropas de la ONU que están ya en la zona. Ese otro papel sería el de la OTAN, que actuaría al margen del organismo internacional y que se está convirtiendo ya en el brazo ejecutor de los intereses imperialistas en todo el planeta. Las tropas francesas del contingente de la FINUL han venido realizando maniobras contra «objetivos terroristas» en Líbano y, además, la propia FINUL ha hecho lo mismo en la zona próxima a las granjas de la Shebaa, ocupadas por Israel.
La realidad
La huelga general en Líbano ha sido seguida de una impresionante demostración de fuerza de Hizbulá, que ha llegado a tomar el control de la zona musulmana de Beirut, y ha puesto de manifiesto de la forma más palpable la debilidad de un gobierno que sólo sobrevive gracias al apoyo de los regímenes neoliberales, fondomonetaristas y prooccidentales árabes, así como de sus patrocinadores europeos y estadounidenses. Es evidente que el statu quo de Líbano se ha modificado radicalmente y que la sede del poder real está en Hizbulá.
Hizbulá ha dado un puñetazo sobre la mesa. En un país en el que la economía está a la deriva, donde como única receta se plantea una dura política fondomonetarista y neoliberal, en un país que tiene una estrategia de defensa nacional que es incapaz de responder a la agresión israelí y donde la ley electoral -herencia del colonialismo grancés- prima a los cristianos cuando sólo representan al 35% de la población no puede hablarse de gobierno legítimo.
El motivo de lo sucedido en Beirut ha sido la amenaza del gobierno de retirar el aparato de vigilancia que Hizbulá tiene instalado en el aeropuerto de Beirut. Para ser exactos, en las pistas del aeropuerto. El ilegítimo gobierno libanés lo considera ilegal, así como el sistema de comunicaciones de Hizbulá. Sin embargo, esa red fue vital para el triunfo sobre Israel en la guerra de 2006 y, en lo que respecta al aeropuerto, el sistema fue instalado ante la certeza de que una de las pistas, la 1-7, iba a ser utilizada por Israel para una operación relámpago contra las instalaciones de la resistencia a finales de abril y que, finalmente, fue abortada. Esto, algo conocido en Beirut, también ha sido reflejado por Robert Fisk en sus crónicas (8) que se pregunta, como la gran mayoría de la población libanesa si el gobierno libanés no estaría haciendo el juego a Israel al plantear la retirada de dicho sistema. Y, de forma especial, el dirigente drusoWalid Jumblat, a quien se considera ya como el principal aliado de Israel y de los EEUU en Líbano.
Lo sucedido pone de manifiesto la realidad: la fuerza de Hizbulá sólo puede ser parada con la intervención militar extranjera. Las fuerzas que apoyan al gobierno de Siniora, cuyo supuesto respaldo militar se ha disuelto como un azucarillo en una taza de café, piden abiertamente a los imperialistas y a sus acólitos (la famosa «comunidad internacional») «intervenir para poner fin al golpe» (9) y se está llegando a hablar de la puesta en marcha de una especie de puente aéreo, en el que participarían Arabia Saudí y Jordania con apoyo egipcio y estadounidense, para salvar al gobierno de Siniora. Y la siempre inoperante e ineficaz Liga Árabe, tan reacia a reunirse para solucionar la crisis humanitaria de Gaza por el ilegal e inhumano bloqueo israelí, europeo y estadounidense se presta, ahora, a reunirse de urgencia argumentando que lo que está sucediendo en Líbano pone en riesgo la región. Es decir, sus gobiernos.
Por lo tanto, cobra fuerza una internacionalización de la crisis de Líbano. Pero aquí Hizbulá es fuerte, tiene el aeropuerto está en manos de Hizbulá y si esta injerencia incipiente de los países árabes reaccionarios no quiere arriesgarse a un enfrentamiento abierto con quien ha demostrado su fuerza ¿dónde se situaría ese puente aéreo? Sólo hay una alternativa: el norte del país, donde la OTAN plantea una base en la localidad de Qleiat, muy cerca de Trípoli -donde se asienta el campo de refugiados palestinos de Nahr el Bared- y de la frontera norte con Siria, y prevista para albergar un escuadrón de helicópteros y unidades de fuerzas especiales de la OTAN (10).
Cada vez es más evidente que la presencia de buques de guerra de EEUU, los planes de la OTAN y las maniobras de la FINUL son elementos que se mueven todos en la misma dirección: prepararse para una nueva guerra en la que el objetivo será la derrota total de las fuerzas opositoras y, especialmente, de Hizbulá como factor político y militar no ya de Líbano, sino de Oriente Medio.
Eso es algo que a los progresistas de todo el mundo corresponde evitar. En Líbano, organizaciones de izquierda como el Movimiento Independiente Nasserista (Morabitun), organización laica suní, dice estar «harto con el secuestro que de los suníes hace una parte que no nos representa ni expresa nuestros valores», en referencia al sector que lidera Saad Hariri y el propio Fouad Siniora, y expresa su reconocimiento a Hizbulá.. El Movimiento Patriótico libre, organización cristiana maronita, considera que los culpables son tanto el Consejo de Seguridad de la ONU como la llamada comunidad internacional por mantener su apoyo a un gobierno «que margina a la mayoría de su pueblo».
Hizbulá no busca el derrocamiento del gobierno, sino uno de unidad nacional en el que se recoja la composición real del país. Aún desconociendo qué han dicho el resto de organizaciones progresistas libanesas, como el Partido Comunista, la izquierda debería tener en cuenta que la lucha que está manteniendo el pueblo libanés contra un gobierno neoliberal, fondomonetarista y prooccidental es de gran importancia no sólo para Líbano, sino para toda la región.
Notas: As usual, it was the sectarian content of the street violence which alarmed the army – a good many stones were chucked from high-rise buildings near the Cola bridge in west Beirut, the exact location of Sunni-Shia fighting in January last yeaWhat is it about Lebanon that creates these cris
(1) Al-Masri Al-Yawm (Egipto), 7 de abril, 2008.
(2) Joel Beinin y Hossam el-Hamalawy : «El sector obrero egipcio hace frente al Nuevo Orden Económico», http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article48
(3) http://youtube.com/watch?v=hmHiWXflGwM
(4) Prensa Latina, 4 de mayo de 2008.
(5) The Daily Star, 6 de mayo de 2008.
(6) Alberto Cruz: «Líbano, una guerra fría cada vez más caliente» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article81
(7) Prensa Latina, 7 de mayo de 2008.
(8) The Independent, 8 de mayo de 2008.
(9) The Daily Star, 10 de mayo de 2008.
(10) Alberto Cruz: «La nueva estrategia de EEUU en Líbano: la guerra secreta contra Hizbulá» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article31
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Especializado en Relaciones Internacionales.