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El recurso al voto en Túnez, Egipto, Grecia y España

El 15-M ante el 20-N

Fuentes: Rebelión

Sólo en contadísimas ocasiones históricas unas elecciones en un país dominado por el capital han podido suponer un estímulo en la lucha por un cambio social progresista y radical. Las elecciones suelen servir para consolidar el dominio de una poderosa minoría sobre la inmensa mayoría. Y en muchas ocasiones un instrumento de defensa del poder […]

Sólo en contadísimas ocasiones históricas unas elecciones en un país dominado por el capital han podido suponer un estímulo en la lucha por un cambio social progresista y radical. Las elecciones suelen servir para consolidar el dominio de una poderosa minoría sobre la inmensa mayoría. Y en muchas ocasiones un instrumento de defensa del poder ante el avance de las fuerzas que le son contrarias, y como nos ha mostrado la historia, si el instrumento falla, el poder recurre al golpe de estado.

Sobran los ejemplos históricos más o menos lejanos, pero tenemos otros muy próximos que aunque sea de pasada merece la pena considerar.

Un cambio social radical en el que el protagonista sean las clases populares no puede darse sin que se hayan derrumbado o destruidos las pre-existentes estructuras sociales, económicas y políticas.

El ejemplo de Túnez

La revolución iniciada quedó interrumpida a la espera del proceso electoral constituyente, proceso en el que las instituciones y estructuras socio-económicas seguían intactas. Las movilizaciones por mucho que las hayamos celebrado y admirado no alcanzaron una magnitud ni cuantitativa ni sobre todo organizativa capaz de sentar las bases de un poder alternativo, ni de desbordar el «cívico marco electoral» organizado desde arriba por los poderes fácticos protegidos como siempre por el aparato coercitivo del Estado (Ejército, policía, jueces, prisiones, etc.).

El resultado está a la vista. ¿Qué se puede esperar del resultado electoral? ¿Dónde han quedado, si existieron, las ilusiones revolucionarias?

El ejemplo de Egipto

Un referéndum amañado desde el poder empezó a poner de nuevo cada cosa en su sitio, es decir, preparar como en Túnez otro «cívico marco electoral», en el que los poderes fácticos siguen siendo los mismos, con un poder político ejercido directamente por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el ejército mejor pagado (tras el de Israel) por el imperialismo estadounidense, una mal disimulada dictadura militar, en la que desde la caída de Mubarak 12.000 civiles han sido juzgados en tribunales militares. En vigor desde 1981, la Ley de Emergencia, (estado de sitio), suspende muchas garantías constitucionales y otorga a la policía y el Ejército poderes represivos casi incuestionables.

Ya en Mayo, Adel Ramadan, abogado experto en derechos humanos, de la Iniciativa Egipcia para los Derechos Personales denunciaba en una entrevista a IPS que «El uso de juicios militares a esta escala no tiene precedentes». Entonces, (hace ya seis meses), los tribunales militares habían sentenciado a cientos de manifestantes críticos con la manera como gobernaba el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. «Cada caso involucra a entre uno y 35 acusados, así que estimamos que alrededor de 50.000 civiles fueron sentenciados en los últimos tres meses», dijo Ramadan a IPS. «Nunca vimos nada como esto. Incluso en el gobierno de Mubarak había apenas dos o tres juicios militares al año».

El pasado viernes 28 de octubre, miles de manifestantes volvieron a acusar al Ejército desde la plaza Tahrir de perpetuar el sistema represivo del pasado, y exigieron un calendario concreto para el traspaso del poder a un gobierno civil y el fin de los juicios militares por delitos políticos. Una represión brutal causó víctimas mortales.

En ese marco bajo el terror de los tribunales militares y en el que ya el referéndum del 19 de marzo situó a un movimiento reformista pro-capitalista (La Hermandad Musulmana y su Partido Libertad y Justicia) como fuerza llamada a ganar las próximas elecciones y que mantiene una actitud de pasividad cara a las protestas casi ininterrumpidas y brutalmente reprimidas que se realizan en la plaza de Tahrir y en otras localidades.

En este «marco electoral» nada cívico sino más bien de terror ¿Qué se puede esperar de las próximas elecciones? ¿Dónde quedarán las ilusiones revolucionarias?

El último ejemplo es el más inmediato y cercano, el que más nos atañe: Grecia

¿Alguien puede creerse que Papandreu de pronto deja de ser un fiel servidor de los intereses capitalistas y convoca un referéndum para poner en peligros dichos intereses? Si hacemos caso omiso a su trayectoria política, a los años de gobierno y al papel jugado desde que comenzó la actual crisis, nos lo podríamos creer, pero teniendo en cuenta el talante político del personaje, o se ha vuelto loco o habrá que preguntarse qué pretende, o pretendía, porque es posible que mientras escribo esto haya desistido de la convocatoria de tal referéndum.

Entre las hipótesis que he leído figura naturalmente la de que se trataba de una jugada para mantenerse en el poder, sin embargo las reacciones de sus amos europeos y griegos e incluso dentro de su propio gobierno y partido, no apuntan en esa dirección, es posible incluso que le cueste el puesto.

Con la hipótesis que me quedo y de ahí que traiga a colación el ejemplo griego es que Papandreu ha pretendido utilizar el referéndum como muro de contención ante las movilizaciones actuales y las que se avecinan. Creyó que utilizado como chantaje, el «SÍ» frente al caos, dejaría al pueblo griego en una situación de resignación y desmovilización, víctima de una miseria consentida. Contando con la capacidad mediática del poder y con una campaña bien orquestada, debió suponer que ganaría el referéndum. Pero su visión no ha sido compartida por su clase, por eso no creo que llegue a realizarse dicha convocatoria. Sin embargo, sí es posible que tras el fallido referéndum (por tal lo doy) se realice otra convocatoria, en ese caso a elecciones generales por su efecto desmovilizador.

Ante el peligro de que las masas no aguanten más, ya hemos dicho, el poder echa mano del recurso electoral, y si éste falla recurre al golpe de estado. Ayer 2 de Noviembre el ministro de Defensa griego relevaba la totalidad de la cúpula militar. Según algunos medios la decisión vino a confirmar los rumores de cambios en la cúpula militar que circulaban por Grecia, que apuntaban al temor del Ejecutivo a un golpe de Estado por el descontento que reina en el país a causa de los recortes. Pero también cabe otro punto de vista, el de que el cambio de la cúpula militar sea para, llegado el caso, facilitar el golpe de estado.

No pretendo entrar a fondo en el análisis de la situación griega, sólo reseñar el papel que ha jugado y juega el recurso a las urnas como instrumento de refuerzo y consolidación del poder de las oligarquías.

El 15-M ante el 20-N

Existe una gran proliferación de propuestas sobre lo que el movimiento del 15-M debería hacer cara a las inminentes elecciones generales. Las ha habido desde las de participar como tal movimiento con una candidatura propia, a las de llamar a votar a tal o cual partido (en las del 22 de mayo casi llegó a imponerse la de votar a los que no apoyaron la Ley Sinde), así como a la abstención, voto nulo o voto en blanco. Sin embargo parece que el movimiento igual que supo aguantar el envite electoral entonces lo conseguirá ahora también, y como entonces salir fortalecido.

Todo el mundo coincide en la juventud del movimiento, en su lógica inmadurez política, pero cuando uno se acerca a él, en sus asambleas, sus comisiones y grupos de trabajo, en sus manifestaciones y acciones, a todo el mundo también le sorprende la sensatez y preparación de los organizadores, lo que casi equivale a madurez política. Son evidentes las lecciones que han dado a las organizaciones a la izquierda del PSOE en cuanto a capacidad de movilización, ejercicio democrático, participación y capacidad aglutinante y unitaria. Pero lo que resulta más sorprendente es su inmunidad ante el virus electoralista.

De momento la tan cacareada disposición de la Junta Electoral Madrileña de reservar los espacios públicos para los partidos participantes en los próximos comicios, lo que se podría interpretar como una prohibición al 15-M para realizar sus asambleas, no ha afectado al movimiento, se siguen y se seguirán haciendo las asambleas, ocupaciones, acciones y manifestaciones, sin tomar en consideración las restrictivas y represivas disposiciones referentes a las campañas electorales.

Qué difícil resulta comprender que se puede no tener ninguna postura clásica ante unos comicios (optar por una candidatura, abstención, nulo, blanco) y al mismo tiempo seguir actuando políticamente, movilizando, analizando y exigiendo una verdadera democracia.

Los que componen o se sienten identificados con el 15-M individualmente adoptarán la postura que quieran cara a las elecciones, pero lo sorprendente e inédito es que el movimiento conserve su naturaleza aglutinante y unitaria, sin que la trampa electoral le afecte ni decaiga su actividad.

No es por una cuestión de «principios», es un echo positivo que el 15-M haya nacido y se mantenga al margen de principios doctrinales. El aquí y ahora desde el que se desarrolla la praxis del movimiento le hace ver que este sistema electoral es una farsa, que gane quien gane no nos representará, que involucrarse en la farsa es un desgaste inútil, y que cualquier llamamiento del tipo que sea, incluso a la abstención supone involucrarse. Es un juego en el que hoy por hoy siempre pierden los de abajo. En este juego la banca (nunca mejor dicho) siempre gana.

Pero estar al margen de la pantomima no implica cruzarse de brazos y esperar que pase, sino que es ocasión propicia para la acción y la reflexión política.

A los tunecinos y a los egipcios han conseguido embaucarlos, venían de regímenes incapaces siquiera de usar la quimera del voto, con los griegos lo tendrán más difícil y aquí, la oligarquía, ya lo sabe, las elecciones no le van a servir para mucho… Afortunadamente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.