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El abuso del electrochoque en las mujeres, ¿a quién le importa?

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

 

Foto de Bjoertvedt CC BY 2.0

Muchos estadounidenses ignoran que la terapia de electrochoques (TEC), más comúnmente conocida como electroshock, continúa siendo ampliamente utilizada por la psiquiatría estadounidense. En el número actual de la revista Ethical Human Psychology and Psychiatry el psicólogo John Read y la coautora Chelsea Arnold señalan: «El receptor arquetípico del TEC sigue presente desde hace décadas, y es una mujer angustiada de más de 50 años».

En una revisión exhaustiva de la investigación sobre el TEC, Read y Arnold informan de que «no hay evidencia de que el tratamiento de electrochoque sea más efectivo que el placebo para la reducción de la depresión o la prevención del suicidio». Concluyen: «Dado el alto riesgo bien documentado de disfunción persistente de la memoria, el análisis de costo-beneficio del TEC sigue siendo tan pobre que su uso no puede justificarse científica ni éticamente».

Esto plantea la pregunta de por qué este abuso eléctrico que daña el cerebro de mujeres predominantemente de mediana edad y por qué a diferencia del abuso sexual de mujeres y niñas más jóvenes, hoy no es abordado por la mayoría de las feministas de alto perfil. Una famosa feminista que habló contra el TEC fue Kate Millett (autora del libro de Loony Bin Trip, aparecido en 1990), pero murió en septiembre de 2017 después de recibir poca atención en los últimos años. Sigue habiendo mujeres como la psicóloga Bonnie Burstow (autora del artículo de 2006 «Electrochoque como forma de violencia contra las mujeres, que ven el TEC como un problema de gran importancia para las mujeres, pero Burstow es reconocida solo entre expacientes «psiquiátricos», «activistas sobrevivientes» y profesionales disidentes de la salud mental.

Hoy muchas feministas identificadas como tales, como la mayoría de los demás estadounidenses, aparentemente han aceptado acríticamente el dictado de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense (APA) de que «una investigación exhaustiva ha encontrado que el TEC es altamente efectivo para el alivio de la depresión mayor», una promulgación que no tiene base científica. En los últimos años, las afirmaciones de la psiquiatría han sido aceptadas acríticamente, tal vez porque la APA ha vendido con bastante eficacia la idea de que cuestionar la psiquiatría es como desafiar la evolución, el calentamiento global y la ciencia misma.

La realidad es que la APA y la psiquiatría convencional, desde hace bastante tiempo, han dejado de lado la ciencia, específicamente la metodología científica estándar mediante la cual se evalúan tratamientos como el TEC. La metodología científica estándar requiere un grupo de control con placebo, sin el cual no se puede determinar si el tratamiento en sí mismo o las meras expectativas del paciente concluyen en resultados positivos. La psiquiatría ha abandonado durante mucho tiempo el estudio del TEC con un control de placebo, sin duda porque en el pasado dicha metodología mostraba que el electrochoque era ineficaz.

Antes de 1986 se realizaron 10 experimentos controlados con placebo sobre el uso del TEC en pacientes deprimidos. El placebo utilizado en estos estudios fue una simulación del TEC (STEC) durante la cual se aplica la anestesia general pero se retiene la electricidad real. Read y Arnold informan de que ninguno de estos estudios mostró la efectividad del TEC más allá del final del tratamiento.

Entre estos 10 estudios controlados con placebo, seis informaron beneficios inmediatos para una minoría de receptores del TEC (percibidos como beneficios a veces solo por psiquiatras y no por otros calificadores) y 4 estudios informaron de que no hubo diferencias inmediatas entre ECT y SECT. Lo que es más importante, ninguno de los 10 estudios informó diferencias en la efectividad entre TEC y SECT más allá del tratamiento. Solo cuatro estudios siguieron a los participantes después del final del tratamiento y ninguno de estos estudios encontró diferencias entre los sujetos que recibieron ECT y SECT.

Es preocupante que desde 1985 no haya habido estudios controlados con placebo que examinen si el TEC tiene algún beneficio para la depresión más allá del período de tratamiento. En ese último estudio de 1985 los investigadores no encontraron diferencias en la efectividad entre los grupos de TEC y SECT ya sea en un mes o tres meses después del tratamiento. Si bien se han realizado estudios sobre el TEC para la depresión desde 1985, ninguno ha sido controlado con placebo, por lo que no permiten conclusiones científicas sobre la efectividad. (Los recientes estudios de TEC han considerado en la generalidad de las respuestas lo anticipado por el establishment de la psiquiatría, incluido el examen de las diferencias de procedimiento en la administración de TEC).

Si bien la psiquiatría cita los estudios -que carecían de control con placebo- que indican que un alto porcentaje de pacientes mejoró con TEC, estos estudios carecen de sentido científico. Un número significativo de pacientes con depresión informará de que mejora con cualquier tipo de tratamiento. Gran parte de la efectividad de cualquier tratamiento para la depresión tiene que ver con la fe, las creencias y las expectativas. Por eso es fundamental comparar un tratamiento con un placebo para que se pueda deducir qué parte del tratamiento tuvo que ver con la mejora en sí misma frente a la fe, las creencias y las expectativas. En una línea similar uno puede encontrar muchos testimonios de pacientes que han recibido TEC, ya que uno puede encontrar testimonios de cualquier tratamiento. Pero en la ciencia estos testimonios se conocen como anecdóticos y solo significa que una persona cree que un tratamiento funcionó para ella, no que el tratamiento haya demostrado ser científicamente efectivo.

La psiquiatría es consciente de la imagen pública negativa del TEC, por lo que hoy la administración de ese tratamiento se ha hecho menos agresiva. A los pacientes se les administra un anestésico y oxígeno junto con un fármaco relajante muscular para prevenir fracturas. Sin embargo el objetivo del TEC es crear una convulsión y estas «mejoras de procedimiento» elevan el umbral convulsivo, por lo que se necesita una carga eléctrica cada vez más alta, lo que puede ocasionar un daño cerebral aún mayor. La «dosificación eléctrica» ​​estándar es de 100 a 190 voltios, pero puede aumentar a 450 voltios. Por lo tanto, aunque el TEC ya no resulta tan tortuoso para los observadores como parecía antes de estos cambios en el procedimiento, los efectos en el cerebro son tan dañinos o más que nunca.

Incluso defensores del TEC como APA reconocen los efectos adversos en la memoria, pero la institución tiende a minimizar el alcance de este daño. Sin embargo, en 2007, la revista Neuropsychopharmacology informó de un estudio a gran escala sobre los efectos cognitivos (inmediatamente y seis meses después) de las técnicas actualmente utilizadas del TEC. Los investigadores encontraron que producen «una ralentización pronunciada del tiempo de reacción» y «amnesia retrógrada marcada y persistente» (la incapacidad de recordar eventos antes del inicio de la amnesia) que continúa seis meses después del tratamiento.

¿Qué tan extendido está el tratamiento con TEC? En 2009, el Journal of Psychiatric Practice informó de que «aproximadamente 100.000 personas en los Estados Unidos y más de 1.000.000 en todo el mundo reciben TEC». Sin embargo esto es solo una estimación. No en todos los estados de EE.UU. se deben presentar informes de ese tratamiento, pero Texas sí lo exige y documenta a principios de este año: «En el año fiscal 2016, 22 de las 25 instalaciones en Texas con equipo TEC registrado realizaron tratamientos y proporcionaron los informes de pacientes requeridos por el estado. Hubo un aumento del 1,1 por ciento en el número de tratamientos en el año fiscal 2016 en comparación con 2015. «Texas reporta 2.675 informes trimestrales de pacientes agregados que recibieron TEC» (si los pacientes recibieron TEC en otros trimestres en el transcurso del año, puede que hayan sido contados más de una vez). Existe una amplia variación del uso de TEC dentro de los Estados Unidos, ya que la revista Brain and Behavior informó en 2012 de que, entre la población de Medicare en los Estados Unidos, los tratamientos TEC eran dos veces más comunes en las áreas urbanas que en las rurales y más comunes en el noreste que en el oeste.

«Las mujeres son sometidas a electrochoques de dos a tres veces más que los hombres», señala Bonnie Burstow. No hay controversia acerca de que las mujeres son mucho más propensas a recibir tratamiento con TEC que los hombres. El informe de 2016 de Texas señaló que las mujeres recibieron el 68 % de los tratamientos con TEC. Mientras que los hombres también son tratados con TEC, de forma similar a las estadísticas sobre abuso sexual, los hombres reciben TEC en una proporción mucho más baja. Con respecto a la edad, Texas informó de que el 61 % de los que recibieron TEC tenían 45 años o más (la edad según el sexo no se desglosó en el informe de Texas).

El psiquiatra suele recomendar el TEC a pacientes con depresión grave después de que varios antidepresivos no mejoran los síntomas. La psiquiatría se centra cada vez más en los síntomas y no en las causas de nuestro malestar, por lo que a menudo no aborda las causas obvias de la depresión, como la pérdida, los traumas no cicatrizados y otros dolores abrumadores. The Interactional Nature of Depression (1999), editado por los psicólogos Thomas Joiner y James Coyne, documenta cientos de estudios sobre la naturaleza interpersonal de la depresión. En un estudio de mujeres casadas infelices que fueron diagnosticadas con depresión, el 60 por ciento de ellas creía que su matrimonio infeliz era la causa principal de su depresión. A menudo es un matrimonio infeliz o el aislamiento y la soledad lo que alimenta la depresión, pero es más fácil y más lucrativo ofrecer TEC después de que los antidepresivos fallan que hacer todos los esfuerzos terapéuticos para mejorar la fuente de la depresión.

Los pacientes con TEC normalmente firman el consentimiento para el tratamiento, entonces, ¿cómo puede considerarse el TEC un abuso? La realidad es que la mayoría de los pacientes que dan su consentimiento no son informados de la verdad de los riesgos y beneficios. Por otra parte, cuando estamos deprimidos, incluso si se habla de los riesgos que se presentan, nuestra capacidad de cuestionar y resistir a la autoridad está muy disminuida. Mientras que la psiquiatría se niega a reconocer si las personas vulnerables son pasibles de abuso de las autoridades competentes como ellos mismos, Louis C.K., finalmente, dio a conocer esta realidad sobre el abuso sexual:

«En ese momento me dije que lo que hice estuvo bien porque nunca le mostré a una mujer mi polla sin preguntar primero, lo cual también es cierto. Pero lo que aprendí más tarde en la vida, demasiado tarde, es que cuando tienes poder sobre otra persona, pedirle que mire tu pene no es una pregunta. Es una situación difícil para ellos. El poder que tenía sobre estas mujeres es que me admiraban. Y ejercía ese poder de manera irresponsable».

El daño del abuso sexual es causado por el trauma de la violencia y para muchas víctimas por la vergüenza de no haberse resistido. Algunos sobrevivientes psiquiátricos autoidentificados tienen vergüenza por haber dado permiso a la psiquiatría para mostrarles su polla al TEC. La herida de la vergüenza puede sanar con amor. Sin embargo, ni el amor ni ninguna otra cosa pueden curar el daño cerebral causado por el TEC.

 Bruce E. Levine, psicólogo clínico en ejercicio, escribe y habla de cómo la sociedad, la cultura, la política y la psicología se cruzan. Es autor de Get Up, Stand Up: Uniting Populists, Energizing the Defeated y Battling the Corporate Elite (Chelsea Green Publishing, 2011). Su sitio web es www.brucelevine.net

Fuente: https://www.counterpunch.org/2017/12/22/the-electrical-abuse-of-women-does-anyone-care/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.