Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Foto de la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén CC BY 2.0
El honor, igual que la integridad, no es una mercancía como lo es un condominio dorado en la ciudad de Nueva York transferible al mejor postor. Tampoco autoriza a un mensajero a susurrar desde una puerta trasera lo que no se puede decir de frente porque se ha cerrado por falta de imparcialidad y respeto.
Sin embargo, después de haber sido reprendido por los líderes palestinos debido al movimiento vergonzoso de la embajada de los EE.UU. en la capital de Palestina, eso es precisamente lo que Jared Kushner intentó hacer con su llamamiento engañoso al pueblo palestino en su reciente entrevista al diario palestino Al Quds.
Sería demasiado fácil descartar a Kushner como un mero principiante partidista que, con su familia, ha pasado toda una vida exaltando la primacía del Estado judío en la búsqueda de la codicia personal, enmarcada como principio religioso. Para ellos, como para otros sionistas, Palestina no es más que un estorbo en el alcance supremacista que comenzó con las bendiciones de los Estados Unidos mucho antes del inicio de la Nakba.
Jared Kushner, de la familia Kushner, y sus empresas Kushner Companies están profundamente vinculadas a la financiación de la ocupación israelí y la explotación de los palestinos en Palestina.
Jared Kushner ha visitado regularmente Israel desde su infancia. A los 16 años él y otros miles de adolescentes judíos fueron guiados en una gira por el campo de concentración de Auschwitz por el mismo Benjamin Netanyahu enarbolando banderas israelíes a lo largo del camino. Al final voló a Israel como parte de su «renacimiento sionista».
Los Kushner consideran a Netanyahu parte de la familia y a menudo se cuenta que el primer ministro fue, durante su niñez un invitado frecuente en las noches en la casa de Kushner en Nueva Jersey e incluso durmió en su habitación.
El anciano Charles Kushner ha contribuido de manera constante a los proyectos israelíes, incluidas las escuelas y el ejército e incluso a las arcas de campaña del Partido Likud. Las empresas de Kushner utilizan ampliamente la financiación israelí… incluidos decenas de millones de los bancos israelíes, fondos de inversión de compañías de seguros e inversores privados israelíes… para financiar su imperio de deuda inmobiliaria. Estos vínculos financieros continúan hasta el día de hoy y están inextricablemente entretejidos a través de las operaciones y el mantenimiento de la considerable fortuna de Jared Kushner. Kushner refuerza el compromiso de su familia con el sionismo en contribuciones caritativas a los colonos de Cisjordania (incluido el notorio y radical asentamiento Bet-El, construido en tierras confiscadas por el ejército israelí en la década de 1970 a campesinos palestinos empobrecidos a punta de pistola), e incluso al propio ejército.
Con una facilidad previsible Kushner, en su entrevista a Al Quds, adopta el juego de culpa sionista estándar que reduce a los palestinos a observadores descerebrados de una historia sobre la cual no tienen ningún interés personal, aporte o participación. Para él se trata de un «mal liderazgo» y no, en absoluto, un proyecto colonial de 70 años apoyado y financiado por los Estados Unidos que continúa sin interrupción hasta la fecha.
En ninguna parte está esto más vívido que en su mente simple… casi infantil… visión de la vida y la muerte en Gaza. Para Kushner, dos millones de personas no son rehenes del calculado terror estatal sistemático de Israel, sino más bien de la AP y Hamás que eligen, por su propia voluntad, explotar a otros palestinos como meros «peones» en una narrativa de «victimismo» a fin de obtener un momento de «sentirse bien» ante la prensa comprensiva mientras entierran a sus propios hijos e hijas.
Que Kushner ocupara titulares en lugar de emitir párrafos esenciales no debería sorprender. Después de todo es el portavoz ungido de una administración consumida no con actos de preocupación ilustrada y significativa, sino más bien con la pancarta barata del momento o el tuit del día sin sentido.
Según Kushner Israel no tiene ninguna responsabilidad, en absoluto, del campo de concentración al aire libre más grande del mundo que ha crecido exponencialmente, día tras día y año tras año, bajo su completa ocupación.
Como era de esperar, Kushner considera que el sufrimiento colectivo en Gaza no es el resultado de la destrucción y el embargo israelíes, sino de una economía que ha sido rehén de un puñado de túneles y algunos «cohetes» defensivos que no han causado ningún daño, en absoluto, sino para traspasar el barniz geopolítico de invencibilidad de Israel.
De hecho hablar, como lo hace, de la inversión a largo plazo y el crecimiento económico como el eje de la necesidad y la supervivencia inmediatas de Gaza es como un destello en la realidad de su angustia cotidiana. Drásticamente ausente en su inmaduro análisis de causa y efecto está la ausencia de reconocimiento por parte de Kushner del control completo y punitivo de Israel sobre el flujo de comida, agua, medicinas y movimiento dentro y fuera de Gaza.
Fiel a su forma guarda total silencio sobre el control calculado del Estado judío sobre la destrucción de la infraestructura de Gaza, destinada a castigar y manipular el derecho fundamental de los palestinos a obtener agua potable y energía para alimentar sus hogares, hospitales y escuelas. Argumentar que estos derechos humanos básicos están de alguna manera supeditados a las oportunidades de inversión y reconstrucción una década más adelante es poco más que una reescritura selectiva impulsada por la propia negación de Kushner.
En la predicación partidista de la Casa Blanca, todo lo que Gaza necesita hacer es renunciar a su voluntad política y al derecho básico a la autodeterminación y como el tratado nuclear roto con Irán y la distensión nuevamente preciada con Corea del Norte, todo estará bien de la noche a la mañana, así por magia. En otro lugar, el mensaje bien elaborado de Kushner va desde la ingenuidad hasta la total falsedad.
De esta manera, aunque es rápido para echar las crisis humanitarias de Gaza sobre las circunstancias políticas de administraciones anteriores, en el mismo momento en que Kushner hablaba en la inauguración de la embajada de EE.UU., en Jerusalén, miles de hombres, mujeres y niños palestinos indefensos fueron segados por la temeridad de ejercer su derecho a manifestarse en Gaza. Y aunque los francotiradores israelíes pudieron haber usado un uniforme ese día, decorado con la cresta de la Estrella de David, no puede haber ninguna duda de que, en el interior, la etiqueta misma decía «made in USA».
Incluso antes de que Donald Trump asumiera el cargo, su yerno estaba ocupado tratando de intervenir ilegalmente en nombre de Israel mientras trataba de lograr que los estados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU detuvieran una votación sobre una resolución que criticaba la política de colonias ilegales de Israel.
Tras su toma de posesión, entre sus primeros actos, Trump congeló la transferencia de 221 millones de dólares en fondos discrecionales de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional para la ayuda humanitaria de emergencia a Gaza. En otras ocasiones ha mostrado un apoyo unilateral sin precedentes para Israel que va desde amenazas de cerrar la oficina de la OLP en Washington hasta la congelación de 65 millones de dólares en fondos de Estados Unidos para el UNRWA para la atención de los refugiados palestinos… a una amenaza de suspender todo el dinero para Palestina «…a menos que se sienten y negocien la paz».
Recientemente Estados Unidos vetó una resolución del Consejo de Seguridad que obtuvo el respaldo de 10 de sus otros estados miembros que pedía medidas de protección internacional para la población de Gaza. Anteriormente Estados Unidos vetó una resolución que establecía que «… cualquier decisión y acción que pretenda haber alterado … el carácter, el estado o la composición demográfica de la Ciudad Santa de Jerusalén no tienen ningún efecto legal, son nulas y deben rescindirse de conformidad con resoluciones relevantes del Consejo de Seguridad». La semana pasada Estados Unidos se retiró del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, alegando el «sesgo político» del organismo contra Israel.
Estados Unidos, durante décadas, se ha presentado como un interlocutor neutral en el llamado «proceso de paz», reclamando negociar una paz justa para los palestinos incluso mientras armaba a Israel y fomentaba su expansión constante en tierras palestinas. Para mantener la ficción de su rol de «árbitro», las sucesivas administraciones de la Casa Blanca de ambas partidos han desplegado destacados enviados bienintencionados con un profundo pedigrí diplomático y la apariencia de imparcialidad… incluso sinceridad… todo mientras bloquea cualquier acción internacional contra las colonias ilegales de Israel y mantiene la transferencia bancaria al ejército israelí de miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses.
Esta farsa dominó durante cuarenta años la verdadera política de Estados Unidos… para convertir su Estado cliente, Israel, en una fortaleza y poder militar regional capaz de promover los intereses estadounidenses… mientras los israelíes proseguían su agenda de desposeer a los palestinos, robarles sus tierras y encarcelarlos o matarlos. Debería quedar claro ahora que los EE UU. nunca pretendieron apoyar ningún Estado palestino. La mala fe estadounidense desparrama los restos de la solución de dos estados con el hedor de la traición y la muerte.
Hoy ya no hay necesidad de la farsa ni tampoco de algún diplomático. Jared Kushner, un judío ortodoxo desarrollador de bienes raíces, llega ahora como el último enviado estadounidense a Oriente Medio… un hombre tan completamente investido en el éxito del sionismo que nadie puede aceptarlo seriamente sino como un vendedor de rango para el sueño israelí.
En este sentido Kushner encaja con el molde trumpiano de «trolear» a la oposición: nombrar a la persona más objetable para el papel para el que está menos capacitada y ver a los enemigos echar espuma en la boca por la indignación. El trabajo de Kushner aquí es interrumpir y destruir la elegante tradición de la «paz del Medio Oriente»… un cortés juego de salón de las potencias occidentales… y acabarlo. La intención de Trump es alinear los intereses estadounidenses completa e irrevocablemente al lado de Israel y hacer que cualquier futura posición de negociador estadounidense sea imposible. Después de Trump no habrá más «proceso de paz»… al igual que no habrá credibilidad estadounidense en las relaciones internacionales.
El Departamento de Estado de EE.UU. está destruido y atendido por aficionados, ya que Trump tiene una banda de un solo hombre en lo que se refiere a su catastrófico estilo de diplomacia. ¿Por qué un palestino escucharía a Jared Kushner? Incluso si él le prometió al mundo un poco de falafel, su suegro puede, y lo hará, llevárselo con un solo tuit al día siguiente.
Kushner, en su entrevista, insulta a los palestinos y ofrece solo vasallaje económico en su visión de una zona de empoderamiento económico de alta tecnología… Silicon Valley en el Mediterráneo. Los palestinos, desprovistos de soberanía, derechos civiles y humanos y cualquier futuro político, solo pueden servir a los israelíes como fuerza de trabajo cautiva sin ningún organismo ni control. Este es el «trato» que el último enviado de Estados Unidos ofrece… acepta la esclavitud de las plantaciones o deja de existir. La agenda de Trump ha logrado enterrar la solución de dos estados. Los palestinos regresarán a las barricadas y se prepararán para la resistencia.
Recorrer el carril de la memoria de Oslo es tomar un camino seguro de promesas incumplidas y una burla vacía acompañada no de buena fe, sino del lamento de interminables funerales donde mujeres y hombres mártires han sido sepultados por poco más que el coraje de ser las voces de los palestinos.
La idea de que Estados Unidos puede o jugará un papel como intermediario justo y honesto para alumbrar la justicia para los palestinos es poco más que un mito manipulado.
En silencio Israel anexó -desde Oslo- ilegalmente gran parte de Cisjordania ocupada y encarceló a más de 100.000 palestinos que simplemente se han atrevido a buscar justicia e igualdad. Muchos otros cientos han perdido la vida por la violencia de los colonos o del ejército. Durante el mismo período decenas de miles de civiles murieron o resultaron heridos por los repetidos ataques a Gaza.
Al igual que su suegro, Jared Kushner es en gran medida el ladrón que irrumpe en tu casa para robar tus pertenencias más preciadas y luego promete devolverlas a cambio de tu hijo. Lleno de promesas vacías y poco más, no se equivoquen. Kushner habla a Palestina no solo como el muchacho de los mandados de Donald Trump, sino como sello de goma para Netanyahu y su viejo proyecto colonial. Para la barbarie, el «grandioso» acuerdo no tiene nada que ver con los fines de la justicia, sino que se trata de ganancias partidarias personales.
Stanley L. Cohen es abogado y activista en la ciudad de Nueva York.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2018/06/29/the-peace-deal-that-is-all-israel/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.