Traducido para Rebelión por LB
He aquí la predicción: dentro de pocos días se producirá un asesinato selectivo. Los corresponsales militares recitarán: «Se trataba de un importante activista de Hamas (o de la Jihad Islámica), responsable de producir e introducir de contrabando enormes cantidades de armamento». En respuesta, una andanada de Kassams caerá sobre Sderot. Puede que algún habitante de esta ciudad resulte herido. En el transcurso de la operación de asesinato selectivo algunos viandantes tal vez resulten muertos. Los corresponsales dirán entonces. «Estaban armados».
Unos días más tarde tal vez se produzca un ataque terrorista. Los líderes de los partidos derechistas y del Partido Laborista serán entrevistados en la televisión y recitarán lo siguiente: «Abu Mazen ha vuelto a demostrar que carece de capacidad y voluntad para combatir el terror. No hay ningún interlocutor con el que podamos dialogar.» El ministro de Seguridad Pública Avi Dichter propondrá convertir Beit Hanun en una ciudad fantasma. Eli Yishai sugerirá bombardear desde el aire. Al día siguiente, los Kassams volverán a caer y el ejército israelí entrará en el norte de la Franja de Gaza. El alto el fuego quedará roto en mil pedazos.
No se trata de una presunción audaz. Es casi exactamente la cadena de acontecimientos que se ha repetido durante las treguas anteriores. Lo que pasó volverá a pasar. Los ejemplos abundan. En enero del 2002, tras varios meses de tranquilidad, los israelíes asesinaron en Tulkarem al activista del Tanzim Raed Karmi. Dichter, a la sazón jefe del Shin Bet, impulsó la acción, naturalmente. Inmediatamente después, Fatah lanzó su campaña de ataques con hombres bomba.
Varios meses después el Tanzim declaró un alto el fuego unilateral. Poco después, en julio del 2002, los israelíes asesinaron en Gaza a Salah Shehadeh lanzando una bomba de una tonelada que mató también a 15 civiles inocentes. Eso supuso el fin del alto el fuego. A comienzos de verano del 2003 los palestinos declararon la hudna (alto el fuego). Una semana más tarde, la unidad contraterrorista de la policía israelí mató en Kalkilya a Mahmoud Shawer. Durante la primera semana de la hudna el ejército israelí arrestó a 320 palestinos. Tras dos meses de hudna, Israel mató a Abu Shenab, de 53 años. «Permanecía en situación busca y captura desde hace años«, recitaron los reporteros. Al día siguiente, los palestinos dispararon 15 cohetes Kassam contra Israel. En agosto los israelíes asesinaron también a Mohammed Sidr, el jefe de la rama militar de la Jihad Islámica en Hebrón. Fue el fin de la hudna.
Varios meses más tarde, en diciembre del 2003, el ejército israelí emprendió una amplia operación cuyo objetivo era Sheikh Ibrahim Hamed, jefe de la rama militar de Hamas en Ramalla. La fecha exacta: el día de inicio de la Iniciativa de Ginebra.
¿Coincidencia cronológica? Dudoso. En abril del 2004, cuando las negociaciones entre Yasser Arafat y Hamas comenzaban a progresar, los israelíes asesinaron a Abed Aziz Rantisi. Las negociaciones quedaron paralizadas.
En julio del 2005 también hubo amenazas para la tahadiya (tregua): en un solo día Israel mató a siete palestinos en Salfit y en Gaza. Un mes más tarde mató a cinco más en Tulkarem. En junio del 2006, justo cuando Mahmoud Abbas estaba a punto de convocar un referéndum sobre el documento de los presos, los israelíes mataron a Jamal Abu Samhadana, comandante de los Comités de Resistencia popular de Gaza. Unos días más tarde, los israelíes mataron a la familia Ghaliya en una plaza de Gaza, sea por impacto de obús o por explosión de bomba. El referéndum se fue al traste junto con el documento de los presos. Hamas amenazó con reanudar los ataques terroristas tras 17 meses de inactividad. Los Kassam comenzaron a caer sobre Sderot en número inquietante. De ese modo, sistemáticamente, cada vez que surge una oportunidad, los israelíes van y organizan un asesinato. El ejército israelí y el Shin Bet, no los dirigentes políticos, dictan el curso de los acontecimientos.
El alto el fuego actualmente en vigor se logró gracias a la visita del presidente de USA a Jordania. Israel respondió a la iniciativa palestina -otra vez se trata de una iniciativa palestina, jamás ha existido una iniciativa israelí- después del estrepitoso fracaso de las últimas operaciones militares. Tras las «Lluvias de Verano» y las «Nubes de Otoño», después de haber matado a 80 palestinos en una sola semana en Beit Hanun, los Kassam seguían cayendo sobre Israel. El ejército israelí se apresuró a responder con semblante característicamente agrio: altos oficiales del Comando Sur manifestaron su resuelta oposición en conversaciones off the record, el Jefe de Estado Mayor corrió a declarar que «el ejército israelí sólo participa de forma parcial en la decisión» y el ministro de Defensa expresó sus reservas con respecto a la posibilidad de extender el alto el fuego a Cisjordania.
Al ejército israelí no le interesa el alto el fuego, y cabe suponer que al Shin Bet tampoco. Los medios de comunicación están siendo inundados por informes que indican cómo el alto el fuego está siendo aprovechado para redesplegar las tropas israelíes en el otro lado. En lugar de impulsar el alto el fuego, Israel trabaja para socavarlo. Un alto el fuego es malo para el ejército israelí, especialmente cuando se produce como resultado de errores previos, como los de Gaza y el Líbano.
Qué intolerablemente fácil es para el ejército israelí reventar la relativa tranquilidad que se ha conseguido. Le basta con un solo asesinato. Un simple soldado en un retén es capaz de prender fuego al conflicto. Cuando el ejército israelí quiere, hasta el último mono dispara. Y, desgraciadamente, el ejército israelí quiere.
Más aún, al ejército israelí se le pide ahora no solo que actúe con contención, sino también que adopte una serie de medidas prácticas para hacer más fácil la vida a los palestinos. Mientras tanto, oh sorpresa, no se observa signo alguno de que tales medidas estén siendo adoptadas. Quien quiera comprobarlo no tiene más que conducir hasta el retén de Hawara y ver con sus propios ojos el tránsito de ganado que tiene lugar en aquel lugar, conocido como puesto de tránsito para personas. ¿Otro ejemplo? En el curso de dos días, a fines de semana, el ejército israelí ha detenido en Cisjordania a cerca de 50 palestinos. ¿Por qué lo ha hecho precisamente ahora?
«Tiendo mi mano en son de paz a nuestros vecinos palestinos«, dijo Ehud Olmert en el discurso que pronunció en Sde Boker, su discurso más impresionante, donde prometió a los palestinos la mitad del cielo y de la tierra. Este discurso corre el riesgo de acabar anegado en un río de sangre. Tal vez serán los palestinos los culpables de ello, pero no menos culpa tendrá el miedo corrosivo de que el ejército israelí y el Shin Bet se decidan retomar la senda de la destrucción.
No se trata ahora solamente del riesgo de que se reanude la actividad hostil, sino de una cuestión mucho más trascendente: ¿Quién gobierna en Israel y quién está dictando realmente su curso de acción? En las semanas venideras los israelíes deberán analizar atentamente los acontecimientos. Establezcamos un «Observatorio del Alto el Fuego» y comprobemos quién se dedica otra vez a reventarlo.
Fuente: http://www.haaretz.com/hasen/objects/pages/PrintArticleEn.jhtml?itemNo=795406