El ser humano es a la vez obra y artífice del ambiente que lo rodea. El mismo le da sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente. El desarrollo humano debe indicar la existencia de un sentido de mejora en la condición humana. El nivel de vida es el […]
El ser humano es a la vez obra y artífice del ambiente que lo rodea. El mismo le da sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente. El desarrollo humano debe indicar la existencia de un sentido de mejora en la condición humana.
El nivel de vida es el mejor reflejo del progreso económico. La calidad de vida es el mejor reflejo de nuestro desarrollo.
Hemos de sobrevivir en un mundo competitivo, el cual premia a los que no cometen errores. Hemos adquirido el poder de transformar cuanto nos rodea, debido a la rápida aceleración de la ciencia y la tecnología. Hemos creado un ambiente natural y otro artificial. Ambos son esenciales para el nuestro bienestar y para el goce de los derechos humanos fundamentales, incluso el derecho a la vida misma. El desarrollo económico es indispensable para asegurarnos un ambiente de vida y de trabajo favorable y para crear las condiciones necesarias de mejora de la calidad de vida. Este desarrollo económico no debe ser solo una visión sustentada en el concepto de crecimiento material sino que debe implicar la existencia de una mejora en la condición humana, un aumento de bienestar social y un aumento en el grado de satisfacción de nuestras necesidades.
En los primeros años del segundo milenio después de Cristo, en un mundo en plena convulsión, ligado globalmente por comunicaciones de todo tipo, en medio de un fenómeno de aceleración de la historia nunca antes advertido, poco a poco se va tomando conciencia que la Tierra, este planeta, es nuestra casa (la única que tenemos, al menos por ahora) y que este hogar, que nos ha sido dado en nuestro nacimiento, corre infinitos peligros.
También estamos viviendo la modificación de las estructuras económicas y la cada vez mayor abstracción de los movimientos financieros mundiales, que han creado una realidad virtual informática: su dinero está en bytes. Hay una desmesurada concentración de poder de las empresas transnacionales y de los mercados financieros que desfigura la idea del poder político de los antiguos estados nacionales y prefigura un modelo de mando mundial totalmente distinto al que hoy conocemos.
La globalización de la economía parece un proceso inexorable por el cual las redes mundiales de las empresas financieras e industriales pueden llegar a concentrar en sus manos un inaudito poder de decisión e influencia sobre la suerte de millones de personas en todo el mundo.
Ya no hablamos de capitalismo, como lo dice Robert Reich, Ministro Laboral del Presidente Clinton: la democracia decae ante el afán empresario desmesurado de obtener ganancias. El binomio capitalismo-democracia, que tuvo su auge en el siglo XX decae, y se transforma en un «supercapitalismo» vacío de principios democráticos, ante la presión de accionistas que buscan la maximización de ganancias… la empresa quiere ganar el juego económico, no el social, ni el ambiental. «La empresa no tiene interés en el bien público. No es su responsabilidad ser buenos, su único interés es proteger la competitividad de su empresa, satisfacer a sus consumidores y a sus inversores».
Esto esta trayendo, como consecuencia, la estructura (o desestructura) actual de la familia y la desorientación global de la juventud. La modificación de los hábitos políticos en todo el mundo. El casi irresistible movimiento hacia la urbanización y creación de monstruosas megalópolis. El fenómeno universal de grandes masas de seres humanos que sobreviven (cuando todavía pueden) en condiciones infrahumanas. La cantidad de niños que mueren diariamente en el mundo sin llegar a la adolescencia, por desnutrición y mala salud y la destrucción sistemática del ambiente.
El desarrollo científico y tecnológico, especialmente en los sistemas informáticos, resulta un fenómeno muy sugestivo: la innovación constante, que torna obsoletos los equipos casi permanentemente, se transfiere en la mente como una sensación de que todo lo anteriormente existente ha caducado. Esto es cierto en ese campo, pero mucha gente lo universaliza y lo asume como un concepto vital, descalificando así cualquier logro cultural y civilizatorio de los antepasados. Quizá sea por esto que a muchos jóvenes no les interesa la Historia.
La distribución mundial de la riqueza es altamente inequitativa, injusta y contribuye de modo primordial a los problemas ambientales, en algunos países por abuso de consumo y en otros por todo lo contrario. Mientras tanto, se sabe que, si los resultados de la pobreza extrema son un factor contaminante de importancia, la máxima contaminación proviene del sistema de consumo irrestricto de los países más desarrollados.
En general, existe una cierta conciencia en los sectores más lúcidos de que se debe proceder paulatinamente, pero sin pausa, a crear esquemas de colaboración internacional, públicos y privados. Como es necesario seguir produciendo bienes y servicios, se hace imperativo crear sistemas productivos provenientes de nuevas concepciones económicas que preserven no ya sólo los recursos naturales, sino que impliquen una nueva actitud ante los demás seres humanos. Aceptar que deben dejarse de lado las tendencias que inclinan hacia el poder y hacia la dominación sobre los demás. Ir creando relaciones de coordinación, de cooperación, de amor social, tanto en la esfera de la producción como en todos los demás aspectos de la vida para gestar otra realidad, distinta y más justa.
La globalización de los Derechos Humanos y la paulatina toma de conciencia de su existencia por los pueblos deben llevarnos a no aceptar los innegables desbordes del capitalismo salvaje, que pareciera entronizar la libertad de morirse de hambre.
La complejidad de un ser vivo es mucho mayor. La capacidad de dar soluciones a los diferentes aspectos del vivir cotidiano, hace del individuo más o menos feliz.
En una sociedad desarrollada se destaca el bienestar económico en primer plano, pero esto debe permite alcanzar un bienestar social que comprende infinidad de cosas: un estado mental, cultural, educativo, sanitario y político de la sociedad.
La protección y mejoramiento de la condición humana es una cuestión fundamental que afecta al bienestar de los pueblos.
Las actuaciones y decisiones están cada vez más interrelacionadas. Deben concretarse alianzas entre gobierno, empresas y sociedad civil. Este es un deseo urgente de los pueblos y es un deber de las instituciones internacionales, de los gobiernos en los planos local, nacional y regional, del sector productivo público y privado, de las organizaciones de la comunidad y de las ONGs.
Es imprescindible conciliar acciones tendientes a satisfacer las necesidades humanas, contar con un desarrollo sustentable y con un ambiente que, indudablemente, también lo sea.
José Carlos Gómez Brigada
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