Recomiendo:
0

El apartheid es un crimen, no una analogía

Fuentes: Ma'an News Agency

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Mientras en todo el mundo se desarrolla la Semana del Apartheid Israelí, los apologistas de los crímenes de Israel contra el pueblo palestino se apresuran a defender al sistema del régimen de Israel compuesto de racismo, limpieza étnica y ocupación de la acusación de apartheid.

«La analogía con el apartheid es nefastamente errónea» escribe Shelley Neese del Jerusalem Connection. David Bernstein de The David Project afirma: «La analogía con el apartheid es engañosa y absurda». La Liga Antidifamación incluso ha hecho circular un viejo informe: The Apartheid Analogy: Wrong for Israel [La analogía con el apartheid: perjudicial para Israel].

Estos comentarista tienen razón, pero no por las razones que ellos alegan. Una «analogía» con el apartheid es nefastamente errónea, engañosa, absurda y perjudicial para Israel porque el apartheid no es una analogía, sino un crimen tan bien definido en el derecho como la malversación de fondos o el secuestro.

La ley más relevante al respecto, la Convención sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid, de 1973, quizá enturbie las aguas al afirmar que el «termino de ‘crimen de apartheid’ […] debe incluir prácticas similares de segregación y discriminación raciales como las practicadas en Sudáfrica».

Pero continúa definiendo exactamente qué son estos y otros «actos inhumanos cometidos con el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y oprimirlo sistemáticamente».

La mayoría de esto sonará familiar a cualquier persona que siga las noticias de Palestina. La prohibición de «detener arbitrariamente y encarcelar ilegalmente a miembros de un grupo o grupos raciales» debería hacer pensar en Hana Shalabi, Khader Adnan y los otros 307 detenidos administrativos que se encuentran presos de forma indefinida sin cargos, pruebas o sin haber sido juzgados. Esto se añade a los 4.078 presos políticos palestinos condenados por tribunales militares, o que se enfrentan a un juicio inmediato, según unas leyes de ocupación a las que ningún judío estará sometido nunca.

La prohibición de «medidas calculadas para impedir que un grupo o unos grupos raciales participen en la vida política, social, económica y cultural del país» podría describir la discriminación de los ciudadanos palestinos de Israel.

Estos ciudadanos están excluidos por ley de su tierra que sufrió una limpieza étnica y que está controlada por el Fondo Nacional Judío, se enfrentan al desplazamiento forzado en el Naqab y a los «comités de admisión» al estilo de las leyes Jim Crow* cuando necesitan casas nuevas (a lo largo de los casi 64 años de ocupación). Además, nunca se les ha permitido construir una nueva comunidad.

Y se podrían escribir volúmenes enteros acerca de las medidas sionistas «creadas para dividir a la población según líneas raciales por medio de la creación de reservas y guetos separados para los miembros de un grupo racial», solo en la ocupada Cisjordania. Ahí, las ilegales colonias y el Muro del Apartheid dividen las comunidades palestinas en bantustanes segmentados, con lo que se separa a los habitantes de sus recursos naturales, y de sus familiares y amigos en un proceso continuo que empezó con la expulsión de más de 700.000 palestinos de su patria en 1948: una evidente división racial.

El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 1998 proscribe específicamente esta limpieza étnica y define el «crimen de apartheid» que incluye la «deportación o transferencia forzosa de la población […] en el contexto de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemática de un grupo racial sobre otro grupo o grupos, y cometido con la intención de mantener este régimen».

Todo esto resume adecuadamente una cadena ininterrumpida de crímenes cometidos por los sionistas, desde la Nakba de 1948 al Naqab de hoy.

Por supuesto, los astutos sionistas saben todo esto muy bien. Su objetivo es una «analogía» imaginaria con el apartheid porque saben que solo puede funcionar a su favor.

Los palestinos y sus aliados enredados en estériles debates acerca de lo mucho o lo poco que la Palestina de 2012 se parece a la Sudáfrica de 1973 perderán mucho menos tiempo si se reconduce el debate: la culpabilidad de Israel en los crímenes de Apartheid y limpieza étnica, tal como se define claramente y se entienden universalmente es obvia.

Por desgracia, muchos bienintencionados defensores de Palestina caen en esta trampa cuidadosamente tendida. Un trailer promocional del nuevo documental Roadmap to Apartheid promete que la película «avanza a través de Cisjordania, Gaza y dentro de Israel moviéndose de ciudad en ciudad y de tema en tema para demostrar por qué la analogía con el apartheid se utiliza cada vez con más fuerza».

Esta comparación histórica puede interesar a los espectadores, pero calificar al apartheid de «analogía» en vez de franca cuestión de derecho internacional puede confundirlos con distracciones irrelevantes.

Un régimen de apartheid del siglo XXI, aplaudido en las capitales extranjeras y que se beneficia de las nuevas tecnologías de vigilancia, control y violencia, se diferenciará sustancialmente de uno más antiguo, aislado internacionalmente y menos avanzado.

Casualmente, estas diferencias no favorecen a Israel. Después de visitar Palestina en 2006 Willie Madisha, ex presidente del Congreso Sudafricano de Sindicatos Sudafricanos, comentó: «La espantosa deshumanización de los negros sudafricanos durante los pasados años del Apartheid es un picnic dominical comparado con lo que he visto y lo que sé que está ocurriendo al pueblo palestino».

Después de su visita en 2004 el activista sudafricano Arun Gandhi estaba de acuerdo con lo anterior: «Cuando vine y vi la situación que hay aquí, me di cuenta de que lo que está ocurriendo aquí es diez veces peor de lo que yo había experimentado en Sudáfrica. Esto es Apartheid».

John Dugard, profesor sudafricano de derecho internacional y ex Relator Especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU para Gaza y Cisjordania, ha observado que «todos los negros sudafricanos con los que he hablado y que han visitado el territorio palestino están horrorizados y afirman sin dudar que el sistema que se aplica en Palestina es peor».

Pero ni siquiera estas comparaciones, que pueden beneficiar a Palestina, vienen al caso. Las políticas israelíes constituyen el crimen de apartheid no porque se parezcan a las de Sudáfrica, ni siquiera porque sean peores, sino porque un bien establecido cuerpo de derecho internacional lo define como tal.

Los elementos comunes de opresión nacional, desde Sudáfrica y Palestina a Irlanda y los pueblos indígenas de América, son importantes. Pero no deberíamos confundir los bloques que levantan la solidaridad internacional con una base adecuada para un análisis legal.

¿Por qué elegir hacer innecesariamente difícil una de las cuestiones más fáciles y más sencillas acerca de Palestina? Y cuando los sionistas tratan de hacerlo, ¿por qué deberíamos hacerles el juego?

* Las llamadas leyes Jim Crow fueron unas leyes estatales y locales estadounidenses promulgadas entre 1876 y 1965 que establecían la segregación racial de iure y se aplicaban a los estadounidenses negros y a otros grupos étnicos no blancos. Algunos ejemplos de las leyes de Jim Crow fueron la segregación en las escuelas públicas, lugares públicos, transporte público y la segregación de baños y restaurantes, también existían fuentes de agua potable para los blancos y para los negros. El ejército estadounidense también fue segregado. Las leyes de Jim Crow se anularon por la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho a Voto de 1965. (N. de la T.).

Joe Catron es un activista internacional y organizador de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones en Gaza.

 

Fuente original: http://www.maannews.net/eng/ViewDetails.aspx?ID=465025