En principio, el objetivo de la ocupación militar de Palestina no fue diseñado como un régimen opresivo a largo plazo, sino como una medida transitoria para mantener el orden en un territorio después de un conflicto armado y hasta el logro de un acuerdo de paz. Pero Israel ha impuesto su control sobre los territorios […]
En principio, el objetivo de la ocupación militar de Palestina no fue diseñado como un régimen opresivo a largo plazo, sino como una medida transitoria para mantener el orden en un territorio después de un conflicto armado y hasta el logro de un acuerdo de paz. Pero Israel ha impuesto su control sobre los territorios palestinos mediante el poder de la colonización, bajo el pretexto de la ocupación.
El nuevo libro del ex presidente norteamericano Jimmy Carter, «Palestina: Paz no apartheid,» enciende la controversia por su acusación que Israel practica la política de segregación racial.
Un abogado sudafricano antiapartheid que visita los territorios palestinos con regularidad para evaluar la situación de los derechos humanos para el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas señaló que «la comparación con el apartheid sudafricano es de interés especial para mí».
Los dos regímenes son muy diferentes. El apartheid era un sistema de discriminación racial institucionalizado por la minoría blanca en Sudáfrica y empleado para mantener el poder sobre la mayoría negra. Estaba caracterizado por la negación de los derechos políticos a los negros, la fragmentación del país en áreas blancas y áreas negras (llamadas bantustanes) y por la imposición a los negros de medidas restrictivas diseñadas para conseguir la superioridad blanca, la separación o segregación racial y la seguridad blanca.
El sistema del apartheid, que procuró prevenir el movimiento libertario de los negros y restringir su entrada a las ciudades, fue rigurosamente impuesto. Los negros fueron «desplazados» a la fuerza y les fue negado el acceso a la mayoría de los servicios públicos y a muchas formas del empleo. El sistema fue impuesto por un aparato de seguridad brutal en el cual la tortura desempeñó un papel significativo.
Los territorios palestinos -Jerusalén del Este, Cisjordania y Gaza- han estado bajo la ocupación militar israelí desde 1967. Aunque la ocupación militar sea regulada según la ley internacional, es considerada un régimen indeseable que debería ser terminado cuanto antes. Las Naciones Unidas durante casi 40 años han condenado la ocupación militar de Israel, juntos con el colonialismo y el apartheid, como algo contrario a la legalidad internacional.
En principio, el objetivo de la ocupación militar fue diferente de aquel del apartheid. No fue diseñado como un régimen opresivo a largo plazo, sino como medida transitoria para mantener el orden público en un territorio después de un conflicto armado y hasta el logro de un acuerdo de paz. Pero esta no es la naturaleza de la ocupación israelí de Palestina. Desde 1967 Israel ha impuesto su control sobre los territorios palestinos mediante el poder de la colonización, bajo el pretexto de la ocupación. Esto significó apropiarse en forma permanente de las partes más valiosas de los territorios ocupados y los sitios sagrados en Jerusalén del Este, Hebron y Belén y también las mejores tierras agrícolas fértiles a lo largo de la frontera occidental y en el Valle de Jordania, donde estas tierras se han puesto al servicio y uso de los «colonos».
La ocupación por Israel de los territorios palestinos tiene muchos rasgos de colonización. Al mismo tiempo, esto tiene muchas de las peores características del apartheid. Cisjordania ha sido fragmentada en tres áreas -norte (Jenin y Nablus), centro (Ramallah) y sur (Hebron)- que cada vez más se parecen a los bantustanes sudafricanos.
Las restricciones contra la libertad de movimiento fueron impuestas por un sistema rígido de controles militares en aproximadamente 520 puntos de control, pero en la realidad esto aún va mas lejos: este sistema de apartheid y los aparatos de seguridad que lo sostiene ha confinado a más de 10.000 palestinos en prisiones israelíes y con frecuentes torturas y tratamientos crueles.
Muchos aspectos de la ocupación militar de Israel superan aquellos del régimen de apartheid sudafricano. La destrucción a gran escala de casas palestinas, el hecho de devastar las tierras agrícolas, incursiones militares y asesinatos selectivos de palestinos excede por lejos cualquier práctica similar durante el apartheid de Sudáfrica. Ningún muro fue construido jamás para separar a negros y blancos.
Después del movimiento antiapartheid mundial, uno podría esperar un esfuerzo internacional unido y concertado de manera similar en oposición con el tratamiento detestable de Israel a los palestinos. En cambio, uno encuentra una comunidad internacional dividida entre Occidente y el resto del mundo. El Consejo de Seguridad está impedido de tomar medidas debido al permanente veto estadounidense y a veces la abstención de la Unión Europea. Y los Estados Unidos y la Unión Europea, que actúa en colusión con las Naciones Unidas y la Federación Rusa, han impuesto en efecto sanciones económicas contra el pueblo palestino por votar democráticamente por un gobierno calificado de inaceptable por Israel y Occidente, circunstancia que es aprovechada para desviar la atención y olvidar el compromiso de acabar con la ocupación, la colonización y el apartheid.
En estas circunstancias, los norteamericanos no deberían estar sorprendidos si el resto del mundo comienza a perder la fe en sus compromisos por los derechos humanos. Algunos norteamericanos -correctamente- se quejan de que otros países son indiferentes sobre la región de Darfur desgarrada por la violencia en Sudán y situaciones similares en el mundo. Pero mientras Estados Unidos mantenga este doble estándar con respecto a Palestina, sería muy difícil esperar cooperación de otros en la lucha por los derechos humanos.
La fuente: John Dugard es un docente sudafricano, catedrático en los Países Bajos. En estos momentos es reportero especial en Palestina para el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Este artículo es cortesía del Instituto para la Comprensión de Medio Oriente y fue publicado primero en The Atlanta Journal-Constitution. La traducción del inglés pertenece al Comité Democrático Palestino (Chile).