Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Puedes considerar la nueva Ley de Estado judío desde dos ángulos, el mensaje que envía a los judíos y el mensaje que envía a los palestinos: no perteneces aquí.
Agentes de la policía de fronteras israelíes vigilan la entrada a la Puerta de Damasco en la Ciudad Vieja de Jerusalén, el 21 de septiembre de 2016. (Yonatan Sindel / Flash90)
El árabe fue un idioma oficial del Estado de Israel durante 70 años, dos meses y cinco días. A partir del 19 de julio de 2018 ya no lo es.
No existe una razón práctica para el cambio y, de hecho, la «Ley de Estado-nación judío«, que abolió el árabe como idioma oficial, básicamente garantiza que el árabe conservará todos los beneficios de ser un idioma oficial a pesar de haber sido despojado de título de oficial.
Entonces, ¿por qué cambiar el statu quo de los últimos más de 70 años? A veces, lo que dice una ley es más importante que lo que hace.
Puedes mirar la ley del Estado-nación judío desde dos perspectivas. Está el mensaje que se pretendía enviar a los judíos, una afirmación positiva de que Israel es el Estado-nación judío, el hogar nacional judío, el Estado de los judíos, un mensaje tranquilizador y nacionalista que dice «este país es tuyo y solo tuyo».
El otro mensaje, el inverso, destinado a los palestinos, es: esta no es tu tierra, este país no te pertenece, independientemente de si eres un ciudadano israelí que vive en la casa de tus bisabuelos o un refugiado que desea regresar a la tierra de tus abuelos; su cultura, idioma e historia son tolerados, en el mejor de los casos, este no es su hogar, esta no es su patria.
La Ley del Estado-nación judío establece, implícita y explícitamente, que Israel no pertenece a todos sus ciudadanos, más del 20 por ciento de los cuales no son judíos. En cambio, declara que Israel pertenece al pueblo judío, la mitad de los cuales no son ciudadanos israelíes.
La ley, por lo tanto, constituye un contrato social distorsionado y excluyente. Mientras la mayoría de los estados democráticos obtienen su legitimidad para gobernar por el consentimiento de sus ciudadanos, Israel ha excluido a uno de cada cinco ciudadanos israelíes de ese contrato. Para uno de cada cinco ciudadanos israelíes que son árabes-palestinos, el consentimiento se ha eliminado efectivamente de su Gobierno.
Por supuesto que gobernar sin su consentimiento ha sido la regla -no la excepción- para la mayoría de los palestinos que viven bajo el régimen israelí en los últimos 70 años. Desde 1948 hasta 1966, Israel puso a sus ciudadanos árabes bajo un régimen militar que controlaba estrechamente todo, desde el movimiento a la educación, la política y la prensa.
En los 51 años transcurridos desde entonces, millones de palestinos no ciudadanos en los territorios ocupados han sido obligados a vivir bajo una dictadura militar antidemocrática. Del mismo modo, los cientos de miles de palestinos que viven en la «Jerusalén unificada» no tienen derecho a voto. El consentimiento nunca ha sido parte de la ecuación para los palestinos que viven bajo el dominio israelí. Nadie se ha molestado siquiera en dar la idea de boquilla.
Por todas esas razones, nadie debería ser capaz de fingir sorpresa ante la ley de Estado-nación judío. Los principios que lo elevan al rango constitucional han existido siempre desde que se definió el país. Sin embargo el hecho de que se sitúe directamente en una trayectoria predecible, no disminuye su peligro.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.