Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.
Cada pocas semanas debes sembrar el miedo, cada pocos meses debes amenazar, y una vez al año, o dos, debes hacer una pequeña guerra. La cooperación ciega entre la clase dirigente y los medios de comunicación israelíes mantiene la promesa de una nueva ronda de combates. De esta manera podemos sacudirnos las responsabilidades emanadas del informe Goldstone y revolcarnos en nuestra condición favorita: la de víctimas, la de sentirnos amenazados y unirnos frente al gran peligro externo que nos acecha a la puerta.
De nuevo las fuerzas armadas de Israel estarán por encima de todo y quedarán limpias de sospechas y fracasos. Esto también se traduce en el enorme presupuesto, en la enorme importancia e influencia tanto de los militares como de los comentaristas del área, que también generan una enorme audiencia, buena venta de periódicos sensacionalistas y la adquisición de armas de última generación. ¿Pude haber algo mejor para nosotros?
El último grito de alarma fue la NASA en Palestina, el «sistema de defensa de Israel Rafael» en Gaza. Hamás lanza un cohete iraní -debe ser iraní- con alcance de 60 kilómetros. El jefe del servicio de inteligencia militar informó al respecto, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu habló inmediatamente sobre el sistema de misiles y los medios de comunicación irrumpieron inmediatamente con su danza guerrera favorita. «Tres millones de ciudadanos al alcance de esos cohetes», «Confrontación en diciembre», «¿Está usted al alcance?», «Las afueras de Tel Aviv en el punto de mira», «El día del juicio final como arma» -son los temibles titulares acompañados de mapas no menos atemorizantes-. «Es una nueva amenaza que enfrenta el ejército. No es sencillo, se trata de algo completamente nuevo. Es conveniente que recordemos que habrá un número de bajas en el frente interno», tronó el comentarista militar con su voz de barítono ante las cámaras de televisión.
Así es como estamos otra vez frente a lo grotesco: una franja del país en estado de sitio, revolcándose en su miseria, con una lamentable organización paramilitar cuyo arsenal armamentístico sería la vergüenza de una base de entrenamiento militar del ejército israelí, y que ya demostró su ineficiencia en la última guerra, pero a cuyos militantes nos muestran como una superpotencia. Ésta es la manera de crear un escenario para la próxima guerra. La manera de mostrar el poder del enemigo e imponer que el ejército israelí puede derrotarlo.
Los beligerantes comentaristas militares dicen que se puede adelantar la guerra incluso al próximo mes. Sus furiosas predicciones nuevamente funcionarán como una profecía autocumplida. Tal como ocurrió en las precedentes, es posible esperar una serie de «incidentes» que «calentarán el frente»: bombardear un túnel o descubrir una herrería donde se fabrican armas, algunos campesinos que se acercan al muro defensivo con rústicos utensilios de labranza en sus manos que serán asesinados después de describirlos como terroristas que colocan explosivos, y otros palestinos harán boquetes de cohetes Qassam como respuesta, sembrando el miedo en el Neguev y presionando al gobierno «para que haga algo».
«En la cúpula del ejército no se pregunta si habrá otra confrontación con Hamás, sino cuándo», según se desprende del modelo sobre la próxima guerra. Pero, por supuesto, la pregunta más importante no se hace: «¿Por qué»?, en vez de dónde o cuándo. Ésta es la pregunta que resuena.
Sería gracioso si no fuera tan dramático. Una sátira no sería tan ridícula como una realidad tan reiterativa. No aprendemos las lecciones. Miles de comisiones investigadoras no nos sacarán de nuestra loca marcha. Gaza está cerrada con cerrojo y relativamente tranquila. Es cierto, no estará en calma hasta que se levante el asedio impuesto y sus habitantes disfruten de los derechos humanos que les corresponden. Los que desean otra guerra criminal e innecesaria en diciembre, están invitados a la fiesta de celebración de la locura que nos aqueja, orquestada por los barones de la guerra, los generales y sus comentaristas.
Los que desean acabar con el círculo vicioso son bienvenidos a pensar en otras alternativas: el inmediato levantamiento del bloqueo, la reconstrucción de Gaza, la liberación de Gilad Shalit al precio indicado, el esfuerzo para incluir a Hamás en el proceso de paz y el intento de alcanzar un acuerdo a largo plazo con este movimiento. Es posible. Nunca se ha intentado, porque, adivinen: ¿qué harán los generales y los comentaristas si, Dios no lo permita, continúa la calma en el sur?