La victoria de la oposición islamista en las pasadas elecciones de febrero ha supuesto que la política kuwaití se esté centrando en propuestas legislativas de carácter religioso para endurecer una legislación que pretenden estar próxima a la sharia. A finales de marzo, el columnista Muhammad Al-Mulaifi fue condenado a 7 años de prisión con trabajos […]
La victoria de la oposición islamista en las pasadas elecciones de febrero ha supuesto que la política kuwaití se esté centrando en propuestas legislativas de carácter religioso para endurecer una legislación que pretenden estar próxima a la sharia.
A finales de marzo, el columnista Muhammad Al-Mulaifi fue condenado a 7 años de prisión con trabajos forzados y a pagar una multa de cerca de 15.000 euros por unas declaraciones contrarias a la fe chií, la cual profesa aproximadamente un tercio de la población kuwaití. No ha sido encarcelado por insultar a sus conciudadanos chiíes, sino por expresar una ideología contraria a la fe chií, a la que acusa de ser un arma de doble filo de un país enemigo, Irán, y porque en sus escritos se vislumbra la existencia de conflictos sectarios en el Estado. En la sentencia se señala que sus declaraciones dañan al Estado y minan la seguridad nacional.
Algunos diputados islamistas, entre ellos Osama Al-Munawer, respondieron al veredicto asegurando que la condena era excesiva. Sin embargo, esta situación no es nueva, ya que en 2011 se dieron dos situaciones similares, una con el chií Nasser Abul y otra con el sunní Mubarak Al-Bathali.
Días después, un ciudadano identificado como Hamad al-Naqi fue detenido acusado de insultar al Profeta, a una de sus esposas (Aisha) y a algunos de sus discípulos en su cuenta de Twitter. El detenido alegó que su cuenta podía haber sido hackeada, ya que él como chií no puede insultar al Profeta ni al islam. La noticia dio alas a varios parlamentarios islamistas para pedir un duro castigo.
Entre estos parlamentarios se escucharon principalmente las voces de Osama Al-Munawer y Waleed Al-Tabatabae, quien declaró que «si el perro ladrador no era arrestado y se toman medidas legales contra él, nosotros haremos un llamamiento para protestar en la Plaza Irada». La Plaza Irada fue el centro de las protestas y manifestaciones que dieron como resultado el fin del anterior Gabinete y el adelanto de las elecciones legislativas.
Este episodio ha impulsado a los diputados islamistas, encabezados por Waleed Al-Tabatabae, a pedir una reforma del código penal que permita instaurar la pena de muerte o la cadena perpetua para castigar aquellos delitos relacionados con la blasfemia, el insulto al islam y a su Profeta (actualmente tipificado con un máximo de 7 años de prisión). La propuesta legislativa fue aprobada por amplia mayoría en una primera votación en la Asamblea Nacional el 29 de marzo tras un acalorado debate entre las distintas confesiones y etnias.
Para ser definitivamente aprobada y puesta en marcha, la propuesta de ley debe pasar una segunda votación y ser validada por el Ejecutivo y el Monarca, ambos en una situación muy debilitada tras la disolución del Gobierno en noviembre de 2011.
Asimismo, la detención del chií Hamad al-Naqi fue contestada en la calle con cientos de manifestantes exigiendo un castigo ejemplar para el detenido, al que acusaban de ser un traidor de la patria en nombre del enemigo Irán. Las protestas terminaron con la detención de un kuwaití sunní, Nahar Al-Hajri, el 21 de marzo, por la quema de una bandera iraní, acto también tipificado como delito por la legislación al tratarse Irán de un Estado amigo de la nación. Un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores declaró que Irán no es un enemigo de la monarquía, sino un hermano musulmán con el que el país colabora y negocia . Ante esta detención, el islamista Waleed Al-Tabatabae declaró que la detención de Nahar Al-Hajri era ilegal e injustificada. «Nueve estudiantes kuwaitíes quemaron previamente banderas de Bahréin y Arabia Saudí y pisotearon fotos de líderes del Golfo sin obtener ninguna respuesta por parte del Gobierno. ¿Por qué esta ira por quemar una bandera iraní?», añadió Al-Tabatabae.
Por otro lado, el Parlamento está debatiendo la normativa que regula la construcción de edificios religiosos. Tanto las mezquitas, como las Husseiniyas (lugares de culto chií) y demás edificios de culto de otras confesiones necesitan una aprobación previa para ser establecidas. Esta cuestión se ha puesto sobre la mesa no sólo por la creciente tensión entre sunníes y chiíes, sino principalmente porque la activista Sheikha Fraiha Al-Ahmad Al-Sabah anunció que conseguiría que el Gobierno permitiese la construcción de una iglesia armenia apostólica. Esta iniciativa choca con el intento por parte del islam político de prohibir la construcción de nuevas iglesias, a lo que hay que añadir que algunos de los parlamentarios en sus demandas pretenden incluso la destrucción de todas iglesias del país.
La limitada libertad de expresión y el peso del sentimiento religioso también han llevado al cierre de la exposición Un mundo de hombres, de la artista Shurooq Amin [2], calificada por el Ministro de Comercio de «indecente» y «obscena». De los 16 trabajos expuestos en dicha exposición, dos de ellos fueron considerados impuros: en uno, una mujer con un vestido corto se encuentra sentada sobre la pierna de un hombre bajo el título Mi amante y mi familia; en la otra, aparecen tres hombres bebiendo zumo de uva, en una especie de alegato al contrabando de alcohol.
Aunque Kuwait tiene que hacer frente a un aumento desorbitado de la inflación, que está encareciendo especialmente productos de consumo básico como son los alimentos, una ampliación de sus recursos económicos (para limitar su alta dependencia del petrodólar) y una solución al enervado conflicto de los bedún, parece estar más centrado en regular todos aquellos asuntos que impliquen al islam, al rey, a la mujer y a la prohibición del alcohol.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.