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La imposible ecuación de Washington en su actual política hacia la isla socialista

El bloqueo de Cuba es como la pescadilla que se muerde la cola

Fuentes: http://machetera.wordpress.com y Tlaxcala

Traducción de Manuel Talens

Cuando el ya fallecido Philip Agee describió las vicisitudes de su ingreso en la CIA a finales de los años cincuenta, describió las numerosas pruebas que debió pasar con el detector de mentiras, en las cuales mintió deliberadamente sobre cosas diversas por el simple hecho de mentir. Le molestaba que lo juzgase una máquina y quería comprobar si era capaz de ganarle la partida. Al principio pareció perder. Repitieron la prueba y, de nuevo, obtuvo malos resultados. Lo mandaron de vuelta a su casa. Y cuando más desesperado estaba, seguro de que nunca lo admitirían y ya a punto de confesar lo que había hecho y pedir perdón, de repente lo aceptaron. Sólo hay dos maneras de analizar un proceso así: o bien es algo absurdo o recluta deliberadamente a mentirosos.

Pensándolo bien, ¿qué credibilidad puede tener cualquier antiguo agente de la CIA, sobre todo si ha no utilizado su experiencia para rectificar, como hizo Agee, sino como trampolín hacia un trabajo mucho más lucrativo de asesor en Washington? Russell Mokhiber, el editor del Corporate Crime Reporter, afirmó hace poco que «la mayoría de la gente, cuando llega a Washinton, D.C., se da cuenta de que aquello es un pozo ciego de corrupción». Algunos «salen corriendo asustados», otros «se quedan y resisten» y los de una tercera categoría «prefieren adaptarse: en vez de ver un pozo ciego lo que ven es un jacuzzi. El resultado de todo ello es, por un lado, beneficios y riqueza para la elite corporativa y, por el otro, muerte y destrucción para el pueblo americano.»

Cuando Mokhiber hizo referencia al pueblo americano en realidad estaba hablando del pueblo usamericano, no de los habitantes de todo el continente, pero lo que dijo sirve para ambos. La muerte, la enfermedad y la destrucción que emanan de Washington no se detienen ante las fronteras.

Y eso hace que uno pueda toparse con gente como Brian Latell dándose la buena vida con una copa de chardonnay en la mano en el pozo ciego de Washington, mientras cuenta los cuentos que su clientela quiere Brian Latellescuchar. En tiempos de Bush a este trabajo de «inteligencia» lo denominaban stovepiping, término metafórico que podría traducirse en español como «enviar algo por el tubo de la chimenea», en el cual la información que alguien solicita como coartada para emprender alguna acción pasa directamente «por el tubo», desde el emisor al receptor, ajena a cualquier indicio contrario a su veracidad [1]. Latell es un agente jubilado de la CIA que redondea su pensión escudriñando noticias sobre Cuba, de la misma manera que escudriñaba informes de inteligencia hechos a medida y luego vendía sus predecibles «análisis» al mayor postor. (Incluso si ahora pasa buena parte de su tiempo bronceándose en Miami, conserva su puesto de miembro no residente de alto rango en el Center for Strategic and International Studies de Washington (CSIS), lo cual quiere decir que sigue unido por un cordón umbilical al corazón del pozo ciego.)

Durante los últimos años, tanto a través del CSIS como del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Usamericanos de la Universidad de Miami, Latell ha sido el principal vendedor de la idea de que entre Raúl y Fidel Castro existe un enorme conflicto, de dimensiones casi bíblicas. Raúl es el «pragmático»; Fidel, el «intransigente». Raúl querría nada menos que convertir a Cuba en la próxima China, con el estatuto de nación más favorecida desde el punto de vista comercial incluido, pero Fidel se lo impide. Es una idea que, al parecer, se vende bien entre los clientes de Latell en los medios corporativos (The Wall Street Journal, NBC), desesperados como están por descubrir cualquier indicio de que el socialismo en Cuba está moribundo y de que el capitalismo, con todo su séquito glorioso, regresará inevitablemente a la isla. Sobre todo después de la muerte de Fidel.

El último producto de Latell no constituye sorpresa alguna [2]. Aborrece a Fidel y está seguro de que éste hace todo lo posible para torpedear cualquier acercamiento entre USA y Cuba. Ha rebuscado en su vocabulario para calificarlo de «insidioso», «arrogante», «desdeñoso» y «abusivo». Según Latell, Raúl ha estado tratando de iniciar el diálogo con USA y su hermano lo ha castigado y «humillado», como era de esperar. Se trata, según parece, de la clase de análisis en que suele basarse la Secretaria de Estado Hillary Clinton, otra adepta a la tumbona junto al pozo ciego.

El problema con un «análisis» como éste es que depende de una cosmovisión que ignora hechos inconvenientes. Para empezar, no existe la menor prueba de que Raúl se sienta castigado o humillado ni tampoco de que exista divergencia alguna entre sus manifestaciones públicas y las de Fidel.

Pero eso a Latell le trae sin cuidado e insiste: «Últimamente Fidel Castro ha torpedeado cualquier esperanza de una mejor relación con USA». En caso de que el lector no se haya apercibido de la metáfora torpedera, Latell se divierte golpeándolo con otra un poco más adelante: afirma que Bill Clinton estaba haciendo todo lo posible para recomponer las relaciones con Cuba cuando, de repente, «en febrero de 1996, aviones de combate MiG cubanos derribaron dos aviones civiles en aguas internacionales, asesinando civiles usamericanos». Vale la pena señalar la implícita referencia a las «aguas internacionales», lo cual es algo que se ha venido repitiendo bastante en los últimos tiempos, y no por casualidad [3]. Gerardo Hernández, el cubano convicto en Miami por un irregular y arbitrario tribunal de la absurda y cuestionada acusación de que formaba parte de una conspiración cubana para derribar esos aviones en aguas internacionales, está a la espera esta semana de la decisión del Tribunal Supremo sobre si revisará o no su caso. Es de suponer que cualquier mención del incidente en los medios dominantes cumple la función de crudo recordatorio para los jueces.

Latell suelta el comentario como quien no quiere la cosa, pero cualquiera que esté interesado en aquel incidente de 1996 -y no sea incondicional de la CIA-, sabe que lo ocurrido fue algo mucho más complejo. El gobierno usamericano manipuló, retrasó y presionó a la Organización de Aviación Civil Internacional (ICAO) de Naciones Unidas para que situase el derribo del avión en aguas internacionales, a pesar de que los cubanos ofrecieron pruebas inmediatas y convincentes de lo contrario. Asimismo, los únicos restos encontrados estaban en aguas cubanas y los descubrieron los cubanos, en parte porque USA se negó rotundamente a hacerlo. La inepta habilidad diplomática del imperio hizo posible la sucesión de una serie de acontecimientos, a empezar por la sustitución del antiguo decreto presidencial que era el bloqueo por la ley Helms-Burton (que la desinformada ciudadanía considera un simple embargo) [4]. A eso siguió la confiscación por parte de la mafia de Miami de las multimillonarias cuentas bancarias con fondos congelados de Cuba y terminó con la tortura y victimización de cinco cubanos, uno de los cuales era Hernández, detenido por haber hecho lo que el FBI se había negado a hacer: destapar maquinaciones terroristas contra Cuba urdidas en Miami.

A Latell no le interesa nada de eso. En su placentero mundo de fantasía los últimos 50 años han sido un incesante desfile de esfuerzos usamericanos para mejorar las relaciones con Cuba, siempre frustrados por el barbudo. Los casi 6000 cubanos que han muerto o viven tullidos de por vida a causa de los actos terroristas iniciados desde USA a partir de 1959 son irrelevantes. Latell considera que cualquier posible negociación para terminar el bloqueo es un simple toma y daca, en el que ambos bandos tienen que ceder un poco para llegar a un acuerdo. Ya sabemos lo que el pozo ciego considera que Cuba debe dar para empezar (porque el verdadero objetivo es todo): libertad para los cubanos actualmente en prisión por haber aceptado dinero de Washington con el objetivo de derrocar a su gobierno, un proceso electoral que recompensa a los ricos (al estilo de las democracias occidentales) y derechos humanos, los cuales se dejan deliberadamente imprecisos, aunque se supone que deberían ser similares a los que disfrutan los ciudadanos del imperio: el derecho a carecer de hogar; a enfermarse sin tratamiento alguno; a ser madre y sacrificar el porvenir por falta de guarderías infantiles [5] buenas y asequibles para sus hijos; a no recibir compensación alguna por accidentes de trabajo; a permanecer en la inopia cuando el propio gobierno inicia una guerra genocida. Excepto cuando llegan las facturas. El que USA considere que puede dar lecciones de democracia o derechos humanos a alguien es un misterio que sólo puede explicarse por el escaso intelecto de los habitantes del pozo ciego.

Cuba no le debe disculpa alguna a USA. Bien al contrario.

El sufrimiento causado por el bloqueo es algo real, por mucho que la mayor parte de los usamericanos no lo vean debido a las dificultades y prohibiciones que su gobierno les pone para que viajen a Cuba y lo comprueben por sí mismos. Lo que de verdad es abusivo y desdeñoso es el hecho de que los cubanos se vean inmersos en la pobreza porque deben pagar sobrecostos a intermediarios ocultos por cada cosa que compran, pues los intermediarios han de verse compensados por el riesgo de comerciar con la Cuba tabú. Es algo humillante que los cubanos se vean forzados a construir escaleras y plataformas en sus propios hogares para poder acomodar a sus familias cuando crecen, hasta que las casas parecen hormigueros, y todo porque no les llega el dinero para construir viviendas después de haber pagado al intermediario. Una de las primeras cosas que el gobierno cubano ha prometido remediar si termina el bloqueo es la grave carencia de viviendas.

Pero no, según Latell y todos sus amigos que, como él, paladean vino junto al pozo ciego, el gobierno usamericano debe mantener este cruel e incapacitante bloqueo para utilizarlo como «palanca» en la obtención de esas otras cosas: elecciones «democráticas» y derechos humanos. Además, dicen, si lo levantasen le harían el juego a Fidel, porque entonces éste podría cantar victoria y, ya se sabe, debemos negársela mientras viva, cueste lo que cueste. La ironía es que con este tipo de argumentación Latell está implicando al mismo tiempo que Fidel prefiere que se mantenga el bloqueo para seguir siendo un enemigo útil. Pero no es posible tener razón en ambos casos. ¿Cuál es la lógica de mantener el bloqueo como «palanca» si el otro bando desea en secreto que se mantenga? Éste, no otro, es el quid de la imposible ecuación de Washington en su actual política hacia la isla socialista. Quienes piensan de esta manera actúan como la pescadilla que se muerde la cola. Tal como Ricardo Alarcón señaló una vez, si realmente lo creen así, que hagan una prueba, que lo demuestren: levanten el bloqueo sólo por seis meses y vean qué pasa. Siempre podrán volver a implementarlo si los resultados no son de su gusto.

Todo el mundo sabe que eso no va a suceder. Los encargados de la política exterior usamericana y los aduladores que les susurran al oído no se distinguen por su sentido de los matices, por sus enfoques innovadores o por su capacidad de correr riesgos. El riesgo es anatema para los auténticos capitalistas. Una vez eliminadas todas las tornadizas exigencias a Cuba -váyanse de África, dejen de apoyar a Nicaragua, cambien de sistema político-, el pecado original de la isla permanece. Quien mejor lo expresó es Gerardo Hernández: «El crimen más grande de Cuba fue querer ser un país libre y soberano -sin que fuera el embajador norteamericano quien dictara, como pasó durante casi medio siglo. Por eso no pueden perdonar a Cuba; por querer tener su propio sistema.»

Y así, a fin de cuentas, el pozo ciego sigue siendo un lugar cálido y relajante y el bloqueo una «herramienta» incorpórea. Latell y todos los que, como él, están implicados hasta el cuello en este asunto no tienen el menor interés, ni económico ni de otra clase, en mirar directamente a los ojos del bloqueo. Sería como someterse a un gigantesco detector de mentiras que funcionase de verdad, se les habría acabado el filón.

 

Notas del traductor

[1] Un ejemplo típico de stovepiping fue la mascarada de las armas de destrucción masiva que se utilizó como argumento en la guerra de Iraq.

[2] Véase http://www.miamiherald.com/851/story/1021079.html

[3] También vale la pena señalar que Latell alude a «aviones civiles» y «se olvida» de precisar que se trataba de aviones de Hermanos al Rescate. Para saber un poco más de las fechorías de esta siniestra organización, véase http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24135.

[4] Este cambio de paradigma legal es muy importante, pues lo que hasta entonces había sido una orden presidencial fácilmente abolible por otra orden presidencial que finiquitase el bloqueo, a partir de la introducción de la ley Helms-Burton puso el destino de esta injusta agresión en manos del Congreso y el Senado, donde cualquier modificación se vuelve mucho más difícil.

[5] Daycare en el original. En Cuba se las denomina «círculos infantiles».

 

Fuente: Chasing the tail of U.S. Cuba policy

Artículo original publicado el 1 de mayo de 2009

Machetera y Manuel Talens son miembros de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Machetera es también editora del blog http://machetera.wordpress.com/. Talens es asimismo miembro de Rebelión. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, al traductor y la fuente.