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De cómo las Grandes del Petróleo están respondiendo al momento anticarbono

El carbono al contraataque

Fuentes: Tomdispatch.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Los combustibles a base de carbono están bajo ataque por todo el mundo. Las previsiones económicas cada vez más sombrías, la creciente resistencia popular y los organismos reguladores de los gobiernos están dejando KO a la industria energética. Los precios del petróleo están cayendo, las facultades y universidades están deshaciéndose de sus acciones en las compañías del carbono, los votantes están instituyendo límites a la fractura hidráulica y los delegados en la conferencia de la ONU sobre el clima en Perú acordaron imponer restricciones importantes a las emisiones globales de carbono que se concretarán en una conferencia que se celebrará en París a finales de año [30 noviembre-11 diciembre]. Todo esto ha ido acompañado de lo que podría considerarse como un asalto moral contra el acto mismo de extraer combustibles a base de carbono de la tierra, en el que las principales compañías del petróleo, gas y carbón se han retratado a sí mismas como enemigas de la humanidad.

Bajo tales presiones, era de prever que las Grandes del Petróleo iban a reaccionar a la defensiva, quizá disculpándose por su papel en la inducción del cambio climático aunque adoptando una posición de liderazgo en la planificación de la transición a una economía poscarbono. Pues se equivocan: en lugar de retractarse, las Grandes del Petróleo han pasado a la ofensiva, ensalzando sus contribuciones al progreso humano y minimizando el potencial de las renovables para sustituir a los combustibles fósiles en cualquier futuro imaginable.

Por supuesto que no puede sorprendernos que las grandes del carbono traten de perpetuar su posición privilegiada en el mercado de la economía global. Después de todo, el petróleo es el bien más valioso en el comercio internacional y las compañías productoras más importantes, como ExxonMobil, Chevron y Shell, ocupan los primeros puestos en las listas de las empresas más rentables del mundo. Sin embargo, esas compañías no se limitan a utilizar tácticas legales y corporativas convencionales para proteger su posición, están lanzando un ataque moral de los suyos, afirmando que los combustibles fósiles son un factor esencial para erradicar la pobreza y conseguir una vida decente en este planeta.

Con todo lo irrisorias que puedan parecer esas afirmaciones, poderosas autoridades de todo el mundo se están haciendo eco de las mismas: como era de esperar, los dirigentes de las naciones productoras de carbonos, como Rusia y Arabia Saudí, o los representantes de los estados estadounidenses productores de energía, como Texas y Kentucky. Cuenten con una cosa, que toda esa panda de entusiastas de los combustibles fósiles tiene la intención de asegurarse de que cualquier camino hacia un futuro libre de carbono sea, en el mejor de los casos, largo y arduo. Aunque sé que Vds. ya están en ello, agreguen a esa panda a los cabecillas del Congreso, ya que muchos de los ganadores republicanos en las elecciones de medio mandato de 2014 proceden de los estados productores de carbón y habitualmente se dedican a alabar la producción de carbono por su contribución a la prosperidad local, a la vez que se embolsan las contribuciones de las Grandes del Petróleo y otras firmas energéticas.

A menos que se la desafíe de forma directa, esta ofensiva procarbono -respaldada por la abundante publicidad de las Grandes del Petróleo- es probable que consiga al menos tanta aceptación como las afirmaciones de los activistas anticarbono. Desde luego, a estas alturas, los argumentos morales contra el consumo de carbonos son -o al menos deberían ser- bien conocidos. Las compañías del petróleo, gas y carbón, se ha afirmado, están egoístamente persiguiendo megabeneficios a expensas del clima, el medio ambiente, nuestros niños y nietos, e incluso posiblemente de un futuro de alguna forma razonable para la humanidad como conjunto. «Las grandes compañías han dicho, básicamente, vamos a destrozar el planeta, no nos importa lo que digan, pensamos que podemos hacerlo y les desafiamos a que intenten detenernos», observó en una reciente entrevista Bill McKibben, activista del clima y cofundador de 350.org. Esta perspectiva quedó reflejada en muchas de las pancartas exhibidas por los alrededor de 400.000 manifestantes que participaron el pasado mes de septiembre en la Marcha Popular por el Clima en Nueva York.

A la industria de los combustibles fósiles se la representa a menudo como el núcleo de un sistema global de riqueza y poder capaz de desbaratar democracias y perpetúar monstruosas desigualdades planetarias. «Los combustibles fósiles crean realmente una economía tremendamente estratificada», explicaba Naomi Klein, autora del libro superventas This Changes Everything: Capitalism vs. The Climate. «Es debido a la naturaleza de los recursos que han concentrado necesitan de una cantidad enorme de infraestructura para obtenerlos y transportarlos. Y eso se presta a ganancias inmensas y son lo suficientemente poderosos como para poder comprar a los políticos».  

Puntos de vista como estos animan las luchas contra la «fractura hidráulica» en EEUU, contra el transporte del petróleo de arenas bituminosas a través del oleoducto Keystone XL y contra los envíos de carbón a los puertos del noroeste del Pacífico. También fortalecen la campaña para que las dotaciones de facultades, universidades y otras instituciones eliminen sus acciones en combustibles fósiles, campaña que ganó impulso en los últimos meses gracias a las decisiones de la junta directiva de la Universidad de Stanford de retirar sus inversiones tanto en las acciones de las compañías del carbón como en el Fondo de los Hermanos Rockefeller, para finalmente deshacerse de sus acciones en combustibles fósiles e invertir en energías alternativas.

Hubo una vez un tiempo en que las empresas gigantes del carbono como Exxon trataron de desviar estos ataques negando la existencia misma del cambio climático o el papel de los seres humanos en él, o, al menos, levantando la pancarta de la «incertidumbre» sobre la realidad científica del mismo. También financiaron los esfuerzos de científicos sin escrúpulos para que arrojaran dudas sobre el calentamiento global. Aunque el negacionismo todavía figura en la propaganda de algunas compañías del carbono, ahora han decidido en gran medida apoyar otra estrategia: ensalzar los beneficios de los combustibles fósiles y subrayar sus contribuciones al bienestar y progreso humanos.

Por el momento, este contraataque del carbono aparece clara y completamente articulado en los discursos de altos funcionarios de la industria y en diversas publicaciones corporativas. De estas, la más reciente y autorizada, The Outlook for Energy: A View to 2040, de ExxonMobil, se publicó en diciembre. Descrita como una guía de planificación para el futuro de la inversión y la toma de decisiones corporativas, la Outlook combina un análisis de las tendencias energéticas globales con un resumen del ethos procarbono de la compañía, ofreciéndonos así una mirada gráfica de adónde se dirigen las Grandes de la Energía en su contraataque al movimiento contra el cambio climático.

Si el movimiento a favor del clima quiere desafiar con eficacia a los poderes energéticos de este planeta, es fundamental que entienda la visión en la que las Grandes de la Energía planean sin duda hundir increíbles recursos y que, a través de gran parte del planeta, se convertirá en un argumento vivo para ignorar la catástrofe del calentamiento de la tierra. Por supuesto, lo presentan como un paisaje de ensueño de un futuro glorioso, aunque lo que se nos viene a la mente es sólo una pesadilla.

He aquí, en pocas palabras, el argumento que las Grandes de la Energía van a sembrar en el planeta en un futuro previsible. Prepárense.

No habrá crecimiento sin nosotros  

La piedra angular del informe de Exxon son sus afirmaciones de que son necesarios mayores suministros de energía aún para sostener el crecimiento económico y asegurar el bienestar humano, y que sólo los combustibles fósiles existen en cantidad suficiente (y a precios bastante asequibles) para satisfacer la creciente demanda internacional. «Prever las tendencias energéticas a largo plazo empieza con un acto sencillo: la gente necesita energía», se afirma en el informe. «Durante las próximas décadas, se espera que el crecimiento de la población y de los ingresos -y una expansión sin precedentes de la clase media global- creen nuevas demandas de energía».

Parte de esta energía añadida, reconoce Exxon, provendrá de la energía nuclear y de las renovables. Sin embargo, la mayor parte tendrá que proceder de los combustibles fósiles. En total, Outlook estima que el mundo va a necesitar en 2040 un 35% más de energía que en la actualidad. Eso significaría añadir 191 cuatrillones de unidades termales británicas (BTUs, por sus siglas en inglés) a los suministros globales, además de los 526 cuatrillones de BTUs consumidos en 2010. Un pequeño porcentaje de esos BTUs añadidos, alrededor del 12%, provendrá de las renovables, pero la inmensa mayoría -estimada por Exxon en un 67%- procederá de los combustibles fósiles.

Sin los combustibles fósiles, sostiene este argumento, no puede haber crecimiento económico. Así es como lo expone Rex Tillerson, director ejecutivo y presidente de Exxon: «La energía es fundamental para el crecimiento económico, y el petróleo es esencial porque hasta ahora no hemos encontrado, ni a través de la tecnología ni de otros medios, otro combustible que pueda sustituir el papel que el petróleo juega en el transporte, no sólo de pasajeros, el transporte individual, sino el transporte comercial, combustible para los aviones, para los barcos, para todas las vías en las que utilizamos petróleo como combustible para trasladar personas y cosas por este planeta».

El gas natural es igualmente esencial, sostiene Tillerson, porque es la fuente de energía de crecimiento más rápido y un ingrediente clave en la generación de energía eléctrica. Tampoco el carbón se queda fuera de la recopilación. También jugará un importante papel para promover el crecimiento económico, en gran medida al facilitar un aumento rápido en los suministros eléctricos globales. A pesar de toda la preocupación por la contribución del carbón tanto en la contaminación urbana como en el cambio climático, Exxon predice que seguirá siendo «el número 1 de los combustibles en la generación de energía» en 2040.

Sí, otras fuentes de energía jugarán un papel para ayudar a satisfacer las necesidades globales, pero sin los combustibles a base de carbono, insiste Exxon, el crecimiento económico irá frenándose hasta detenerse y los pobres y desfavorecidos del mundo se quedarán inmersos en la pobreza.

Impulsando una nueva clase media global  

Si hay un tema central en el nuevo ethos de Exxon, es que estamos siendo testigos de la aparición de una nueva clase media global con brillantes posibilidades y que esta multitud en expansión constituirá quizá la mitad de la población mundial en 2040, lo que requerirá de cantidades aún mayores de petróleo, carbón y gas natural si se quiere tener alguna esperanza de que alcance su verdadero potencial.

Citando datos de la Institución Brookings, la compañía señala que la cifra de personas que ganarán lo suficiente para poder considerarlas miembros de esa clase media global saltará de aproximadamente 1.900 millones en 2010 a 4.700 millones en 2030, representando lo que denomina «el mayor incremento colectivo en los niveles de vida de la historia». China y la India serán los dos países que se añadirán más sustancialmente a la clase media global, al adquirir cada uno de ellos cientos de millones de nuevos ricos, pero esas ganancias sustanciales van también a conseguirlas países con «crecimiento importante» como Brasil, México, Turquía, Tailandia e Indonesia.

La aparición de un segmento de clase media a escala planetaria, representando un tipo de consumismo salvaje es algo que, según la compañía insiste en su nuevo informe, hay que celebrar, haciéndose eco del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo: «Cuando docenas de países y miles de millones de personas asciendan por la escalera del desarrollo, como están haciendo actualmente, eso impactará de forma directa en la creación de riqueza y de un progreso humano más amplio en todos los países y regiones del mundo».

Sin embargo, para que todo esto suceda, esa clase media va a necesitar cantidades asombrosas de energía añadida -desde luego, estamos hablando aquí de nuevos suministros de las mismas formas de energías a base de carbono- para construir e impulsar todos los coches, casas, negocios, electrodomésticos y recursos que esos consumidores anhelarían y exigirían sin duda. Más ingresos, explica Exxon, «significan nuevas demandas de alimentos, viajes, electricidad, viviendas, escuelas y hospitales» y todos esos beneficios «dependen de la energía».

Por sí mismo, un aumento en los suministros energéticos mundiales podría en efecto ser ampliamente beneficioso si fueran suministrados por combustibles respetuosos con el clima. Pero esas fuentes de energía genuinamente «alternativas» (en las cuales, a propósito, las compañías energética gigantes no han invertido prácticamente nada de sus beneficios) cuesta más producirlas por lo general que los combustibles fósiles, al menos al principio, y eso, dice Exxon, crea un problema una vez que se considera adónde va a llegar la demanda en 2040.

Según Outlook, prácticamente ninguno de los incrementos esperados en la demanda global de energía procederá de los países industrializados más antiguos, que pueden permitirse alternativas más costosas; por supuesto, su fuente serán los países en desarrollo, que por lo general buscan energías baratas rápidamente, es decir, carbón y gas natural para generar electricidad y petróleo para el transporte. De los 201 cuatrillones de BTUs en la energía añadida requeridos para el mundo en desarrollo entre este momento y 2040, predice Exxon, 148 cuatrillones, o el 74%, provendrán de los combustibles fósiles, una estadística que, de ser exacta, nos va dejar helados hasta los huesos en términos de cambio climático.

El papel de los combustibles fósiles en la satisfacción de las aspiraciones de la creciente clase media mundial es especialmente evidente en el campo del transporte. «El aumento de la prosperidad hará que se incremente la demanda de transporte», señala Outlook. «Una clase media global en expansión significa que millones de personas se comprarán un coche por vez primera». Entre 2010 y 2040, se espera que la población humana crezca un 29%, desde aproximadamente 7.000 millones a 9.000 millones de personas; sin embargo, se prevé que la población global de coches, furgonetas y otros vehículos ligeros crezca en más del 100%, desde 825 millones a 1.700 millones. Y aunque una cifra creciente de esos vehículos estará propulsada por motores híbridos de gas y electricidad, la mayoría seguirá estando alimentada por petróleo, incrementando la demanda de petróleo y arrojando a la atmósfera cada vez más dióxido de carbono.

Una clase media en aumento en búsqueda de más productos de consumo, servicios urbanos y oportunidades de viaje también necesitará de una flota proporcional de camiones, autobuses, trenes, barcos y aviones. La dependencia de camiones y buques de contenedores para transportar los productos por el mundo generará, a su vez, una demanda inmensa de diesel y petróleo pesado, mientras que todos esos aviones de bajo coste (como el malogrado aparato de Air Asia) aumentarán las necesidades del combustible para aviones.

Finalmente, la nueva clase media global querrá más ordenadores, televisores de pantalla plana, aparatos de aire acondicionado y todo tipo de electrodomésticos, estimulando una creciente demanda de electricidad. Entre las naciones avanzadas que forman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), una parte creciente de la energía utilizada en la generación de electricidad provendrá en efecto de las renovables y del gas natural, mientras que el uso del carbón se reducirá de forma aguda. Sin embargo, en los países que no son de la OCDE, la electrificación irá acompañada de un aumento significativo en el consumo del carbón, de 54 cuatrillones de BTUs en 2010 a 82 cuatrillones en 2040. Esto significa que la contribución de los países de fuera de la OCDE al calentamiento global seguirá elevándose, aunque ese no es un aspecto en el que probablemente Exxon hará hincapié.

El humanitarismo del carbono  

Tampoco el proyecto de Exxon se olvida de las necesidades de los ciudadanos más pobres del mundo. «El progreso que la moderna energía proporciona no ha llegado a todos», se señala en Outlook. «Una de cada cinco personas en el mundo no dispone aún de acceso a la electricidad. Y una cifra aún mayor carece de combustibles modernos para cocinar».

Esa es la base de lo que no puede sino denominarse «humanitarismo del carbono», la afirmación de que los combustibles baratos a base de carbono son la mejor respuesta posible a la pobreza energética del mundo (a pesar de todo lo que sabemos acerca de la devastación que el cambio climático causará, sobre todo en las vidas de los más pobres). Rex Tillerson articulaba esta visión de las Grandes de la Energía como Buen Samaritano de nuestro mundo en un discurso presentado en junio de 2013 ante el Asia Society Global Forum: «Aproximadamente 1.300 millones de personas en nuestro planeta», dijo, «no tienen aún acceso a la electricidad para satisfacer necesidades básicas como agua potable, cocinar, saneamiento, luz o el almacenamiento seguro de alimentos y medicinas… [eso significa que] la necesidad de ampliar los suministros energéticos tiene una dimensión humanitaria que debería informar y guiar nuestra política energética».

Cuando le preguntaron si el cambio climático no supone un desafío mayor para los pobres del mundo, Tillerson optó por poner reparos. «Creo que hay prioridades mucho más apremiantes con las que… tenemos que lidiar», dijo en junio de 2012 en el Council on Foreign Relations. «Todavía hay cientos de millones, miles de millones de personas viviendo en medio de una abyecta pobreza por todo el mundo. Necesitan electricidad… Necesitan combustible para cocinar sobre algo que no sea estiércol animal… Les encantaría poder quemar combustibles fósiles porque su calidad de vida aumentaría enormemente. Se salvarían millones y millones de vidas al conseguir que una gran parte del mundo pueda disponer de los combustibles fósiles que no tiene».

De hecho, Exxon predice que la dependencia de los combustibles fósiles crecerá más rápidamente en las partes más pobres del planeta, precisamente en las áreas que se espera sean las más afectadas por el cambio climático. Por ejemplo, se prevé que África aumente en un 103% en el consumo energético entre este momento y 2040, y el 83% de ese crecimiento será a través de combustibles fósiles.

Podemos hacerlo mejor  

La parte final del contraataque de la industria es la afirmación de que, para todos esos supuestos beneficios, las fuentes de energía renovables como la energía solar y eólica no son capaces de asumir la tarea de proporcionar la necesaria energía extra para mantener el crecimiento económico y propulsar a millones de personas hacia la clase media.

El problema, afirma Exxon, es que la energía solar y la eólica son más costosas que las fuentes de combustibles fósiles y no están aumentando a la velocidad necesaria para satisfacer la creciente demanda mundial. Incluso aunque la energía proporcionada por estas renovables se expandiera en un 315% entre este momento y 2040, todavía representa tan sólo una pequeña porción de la diversidad total del consumo energético (comparada con el 77% de los combustibles a base de carbono). Se dice también que las renovables son problemáticas porque sólo proporcionan fuentes intermitentes de energía -fallando por la noche y en días sin viento-, por lo que tienen que reforzarse con otros combustibles para garantizar una producción energética ininterrumpida.

Enfrentando el reto  

En conjunto, todo eso representa una deslumbrante visión de un futuro en el que cifras crecientes de personas disfrutan los beneficios de una energía abundante y un crecimiento ilimitado. Ya pueden imaginarse los conmovedores anuncios televisivos que se generarán a escala masiva para difundir tal mensaje: fotos de trabajadores de todo tipo y condición disfrutando globalmente del Sueño Americano gracias a Exxon y sus cohortes. Huelga decir que en esas imágenes no aparecerá nada que estropee la promesa de una prosperidad sin límites para todos: no habrá sequías horrendas, ni tormentas colosales ni migraciones masivas de gente desesperada tratando de escapar de las zonas devastadas.

Pero esta visión, como tanta otra publicidad contemporánea, se basa en una mentira: en este caso, en la idea cada vez más estrafalaria de que en el siglo XXI la humanidad puede quemar partes importantes de las reservas de combustibles fósiles del planeta para conseguir un mundo en el cual todo es esencialmente igual: más de lo mismo para todos. En el mundo representado por Exxon, es posible una versión tranquilizadora de normalidad para seguir adelante sin consecuencias medioambientales. En ese mundo, la emisión acelerada y sin trabas de carbono en la atmósfera no tiene impacto significativo en las vidas de la gente. Desde luego que sólo es un cuento de hadas moderno que, en caso de creerse, tendrá los resultados más desastrosos.

Algún día, esa visión será considerada como una de las mentiras más impactantes recogidas en los registros históricos existentes. En realidad, seguir con esa perspectiva hasta 2040, quemando todos los combustibles fósiles que las compañías y estados productores de energía puedan arrancarle a la tierra y las emisiones de carbono producidas asegurarán el calentamiento planetario mucho más de dos grados centígrados, cifra que los científicos consideran como el máximo que el planeta puede absorber de forma segura sin efectos climáticos catastróficos.

De hecho, esos paisajes de ensueño, en la nueva versión procarbono del futuro planetario, serán sustituidos por bosques quemados, zonas costeras inundadas y desiertos en constante expansión. Olvídense del crecimiento global de la clase media, olvídense de todos esos coches y camiones y aviones y estaciones de esquí, olvídense totalmente de la buena vida. Al deteriorarse las condiciones climáticas, los cultivos se marchitarán, las ciudades costeras y las granjas desaparecerán, la infraestructura quedará devastada, la clase media existente se reducirá y los pobres tendrán que enfrentarse cada vez a mayores penurias.

Impedir esas catástrofes necesitará de esfuerzos prolongados y entregados por parte de todos aquellos que se preocupan por el futuro de la humanidad, educando mejor a la gente acerca de los riesgos del cambio climático y del papel jugado por la combustión de los combustibles fósiles en la generación de aquel. Pero también va a ser necesario deconstruir y denunciar las fantasías futuristas desplegadas por las compañías de combustibles fósiles para perpetuar su dominio. Sin embargo, por muy fraudulentos que sean sus argumentos, tienen potencial para poder desafiar un importante progreso sobre el cambio climático y por tanto deben ser refutados enérgicamente. Como no lo hagamos así, los apóstoles del carbono continuarán dominando el debate y acercándonos cada vez más a un infierno planetario. Este es el único camino para desbaratar y desacreditar los esfuerzos de quienes buscan perpetuar el Reino del Carbono.

Michael T. Klare es profesor de estudios por la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College y colaborador habitual de TomDispatch.com. Es autor de «The Race for What’s Left: The Global Scramble for the World’s Last Resources» (Metropolitan Books) y en edición de bolsillo (Picador). La versión documental de su libro «Blood and Oil» está disponible en Media Education Foundation. Contactos: michaelklare.com.

Fuente: http://www.tomdispatch.com/post/175940/tomgram%3A_michael_klare%2C_perpetuating_the_reign_of_carbon/#more