Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Mohammed bin Salman observa las maniobras militares desplegadas en la región oriental saudí de Dahran durante la 29ª Cumbre de la Liga Árabe, abril 2018 (AFP)
Tres oleadas de detenciones son un reflejo de la creciente paranoia del príncipe heredero Mohammad bin Salman (MBS). Parece incapaz de distinguir entre amigos y enemigos. A pesar de haber alcanzado un umbral de consenso respecto a su ascenso al trono, MBS se está comportando como si su posición no estuviera asegurada.
Sentimientos de inseguridad
Estas campañas de detención pueden considerarse como un signo de inseguridad, una táctica de represión o una estrategia de movilización popular para asegurar la aceptación de sus políticas y estilo de liderazgo, por no mencionar su propia legitimidad como heredero legítimo al trono.
Pero cada una de las campañas de detenciones se dirige contra personas de forma que parece perpetuar una saga en curso, a saber, el juego de tronos saudí. A su vez, pone de relieve la incapacidad de MBS para centrarse en el desarrollo de la visión económica de la que hablaba al convertirse en príncipe heredero. Las detenciones son reflejo de un siniestro deseo de consolidar el poder mediante la represión en vez de mediante el consenso.
En primer lugar, en septiembre de 2017, atacó a toda una cohorte de islamistas de distintos matices. Todos fueron acusados de promover el islam radical en un momento en el que el príncipe heredero quería conducir a Arabia Saudí hacia una fe más moderada. Entre los detenidos figuraban eruditos religiosos, intelectuales e incluso economistas y empresarios.
No presentaban radicalización alguna en común. Lo que les unía como grupo era su renuencia a aplaudir la visión económica del príncipe o a denunciar a Qatar. También, simplemente, por haberse mostrado críticos ante las políticas del rey Salman y su hijo.
Son prisioneros de conciencia más que traidores, como el régimen les describió de inmediato tras sus arrestos. Los jeques Salman al-Odah y Awad al-Qarni fueron de los primeros en ser detenidos. Les siguieron economistas como Essam al-Zamil, junto a muchos académicos, periodistas y poetas.
Oleada escalonada de arrestos
Para justificar los arrestos, se echó mano de la prefabricada acusación de pertenecer a la proscrita organización de la Hermandad Musulmana. A esto se añadió «estar en comunicación con entidades extranjeras», que se convirtió en un cliché a repetir en la siguiente oleada de arrestos, utilizada para eliminar cualquier forma de voz crítica, desde yihadíes radicales a islamistas monárquicos constitucionales y a empresarios.
La segunda oleada de arrestos fue más espectacular, porque tanto las personalidades detenidas como el lugar de detención fueron inusuales. En noviembre de 2017, príncipes como Mitebbin Abdullah, director de la Guardia Nacional de Arabia Saudí, el magnate Walidbin Talal y muchos otras figuras de la elite económica y administrativa, fueron acorralados y detenidos en el hotel de cinco estrellas Ritz-Carlton en Riad.
Su arresto se tildó de medida anticorrupción para librar a Arabia Saudí de todos aquellos que habían expoliado sus riquezas en una era anterior. Sin abrir juicios ni presentar pruebas contra los detenidos y con el rescate pagado por varios de los prisioneros semanas después, la narrativa oficial resultaba difícil de tragar.
El hotel Ritz-Carlton de Riad se transformó en prisión improvisada tras una ofensiva sin precedentes en el Reino (AFP)
Se trataba más bien de una medida deliberada para purgar a los rivales del príncipe heredero entre sus propios primos y castigar a los personajes adinerados, privándoles de una gran porción de su cartera de valores en un momento en que se necesitaban fondos para financiar muchos proyectos.
Pero esa narrativa más populista y anticorrupción atrajo a muchos saudíes que habían sido víctimas de esa misma corrupción, especialmente cuando los grandes tiburones utilizaban su posición en el gobierno o sus privilegios para saquear las riquezas.
Una bomba del pasado
Los saudíes estaban dispuestos a creerse esa narrativa y alabar al príncipe heredero por atacar incluso a sus propios parientes en esa campaña anticorrupción. Pero entonces, el 12 de mayo, llegó la inesperada noticia de la detención y deportación de Kuwait a Arabia Saudí de un joven miembro de la familia Al-Rasheed, que gobernaba el emirato de Ha’il en el norte de la Arabia Saudí de nuestra época y que fue derrotado por los al-Saud en 1921.
Sonó como una bomba del pasado.
Mi primo Nawaf al-Rasheed, de 29 años, es el hijo de Talal, un famoso poeta asesinado en circunstancias dudosas en Argelia en un viaje de caza en 2003. El padre de Nawaf, Talal, no era sólo un poeta famoso sino una figura literaria cuya fama se extendía por todo el Golfo y más allá. Su poesía nabati (poesía en lengua vernácula árabe, conocida en ocasiones como «poesía beduina») inflamó las imaginaciones de muchos al comprender sus sutilezas y referencias a un pasado lejano.
الحريهللأميرنوافبنطلالبنعبدالعزيزآلرشيد@L_B_R_N_S_0
Exigimos una intervención urgente en el caso del ciudadano qatarí Nawaf, que las autoridades saudíes han hecho desaparecer en circunstancias misteriosas sin presentar cargo alguno ni haberse producido delito alguno. Su destino sigue siendo desconocido.
@UN@UNHumanRights#نواف_طلال_الرشيد
Es un nieto de Abdulaziz, que gobernó en Ha’il a finales del siglo XX. Por eso al joven Nawafle ha tocado llevar la carga de la historia y la maldición del nombre y la genealogía, que se dice provocan escalofríos en la espina dorsal de los al-Saud. Desde el asesinato de su padre, Nawaf pasó a vivir con su madre, que es qatarí, adquiriendo la nacionalidad qatarí.
Nawaf fue invitado por los shammar de Kuwait a varios recitales de poesía. Durante tres días, se recitaba poesía, se sacrificaban corderos y se representaban las danzas de la espada.
La excesiva hospitalidad tribal en honor de Nawaf ha de entenderse en el contexto de la posición de tribus como los shammar en la tierra de los al-Sabah. Quizá estaban enviando mensajes sutiles a su líder, demostrando que aún son importantes y que pueden acumular apoyos y mostrar solidaridad tribal.
Teniendo en cuenta que muchos de los shammar en Kuwait pertenecen a la etnia de los bidunes, que no tienen patria o a quienes se niega la ciudadanía kuwaití a pesar de su presencia allí durante generaciones, la tribu organizó una representación teatral para enviar mensajes específicos. Sin embargo, hay varias personas shammar que son ciudadanos kuwaitíes de pleno derecho, participan en las elecciones y ganan escaños parlamentarios.
Las purgas de la historia
Lamentablemente, Nawaf fue utilizado por muchos grupos para sus propios objetivos. Los saudíes pidieron a Kuwait que lo entregara y este país se sintió obligado a hacerlo. Citando el Acuerdo Conjunto de Seguridad del Consejo de Cooperación del Golfo firmado por todos los Estados miembros, el ministerio del interior anunció que enviaba a Nawaf a Arabia Saudí, donde fue entonces detenido.
Había entrado en Kuwait con un pasaporte qatarí pero esto no le ayudó. El confuso comunicado qatarí era reflejo del poder de Arabia Saudí y de su influencia allí. Por otra parte, Qatar quería mantener una atmósfera favorable en Kuwait, que se había negado a tomar partido en el conflicto entre Qatar y Arabia Saudí e incluso trató de mediar entre ellos, aunque sin éxito.
No se emitió ningún comunicado oficial qatarí y sólo una organización de Qatar por los derechos humanos se mostró crítica con las acciones de Kuwait.
El arresto de un joven miembro, inocente y no politizado, de la familia Al-Rasheed, cuyo nombre está asociado a una época histórica pasada es una purga de la historia. Quizá el príncipe heredero temía que Qatar consiguiera reinventar un liderazgo alternativo y una nueva era de demandas y contrademandas tribales.
La misma Arabia Saudí quería promover un liderazgo qatarí alternativo cuando propuso al jeque Abdullah bin Ali Al-Thani como posible sustituto del actual gobernante qatarí Tamimbin Hamad al-Thani. Este proyecto llegó a un punto muerto.
Mujeres saudíes haciéndose un selfie en el concierto de la estrella pop TamerHosny en Yeda (AFP)
Además, cuando se inició el conflicto qatarí-saudí en el verano de 2017, los festivales tribales de Murra y Qahtan -ambos tienen hermanos en la zona qatarí de la frontera- se organizaban regularmente para denunciar al emir de Qatar. Arabia Saudí movilizó el elemento tribal en su conflicto con Qatar porque temía que los qataríes hicieran lo mismo al estar Nawaf viviendo allí.
Para poner fin a esta intromisión en los asuntos tribales, Arabia Saudí secuestró a Nawaf. Se desconoce su paradero desde el 12 de mayo.
Un movimiento feminista saudí hace su aparición
Finalmente, esta semana trajo la noticia del arresto de siete veteranas activistas y varias abogadas de los derechos de la mujer. En una medida inusual, las fotos de las activistas aparecieron publicadas en los medios impresos saudíes, con títulos que alababan a sus dirigentes por deshacerse de las traidoras y de quienes cruzaban la línea roja, la línea sagrada de la patria.
Activistas como Aisha al-Manea, AzizaYousif y Lujain al-Huthlul habían hecho campaña por los derechos de la mujer, consiguiendo levantar la prohibición de conducir y abolir el sistema de la tutela. La mayor entre las detenidas tiene 70 años y la más joven cerca de 20.
Lojain al-Hathloul, una de las once mujeres activistas arrestadas por las autoridades saudíes (Human RightsWatch)
Estas mujeres representaban un incipiente movimiento feminista independiente saudí, que salvaba la brecha generacional y trabajaba con el apoyo de las bases. Estas mujeres no eran el harén del sultán sino feministas de Estado que esperaban ser nombradas para altos niveles en la burocracia estatal como muestra de la supuesta agenda del príncipe heredero para empoderar a las mujeres. También son mujeres cuya lucha no se detendrá en la conducción de jeeps Toyota.
¿Siente inquietud Mohammad bin Salman ante sus leales wahabíes por haber permitido que las mujeres conduzcan y vayan a cines y conciertos? ¿Quiere apaciguar al establishment religioso y asegurarles que está de su lado como un musulmán moderado que concede un derecho a las mujeres con una mano pero que les quita la libertad con la otra? El lenguaje vago aunque capcioso que la prensa saudí utilizó para justificar los arrestos -incluidas las referencias a la «traición» – refleja un deseo de movilizar a los saudíes contra un enemigo extranjero imaginario. ¿Podría este enemigo ser Irán, Qatar o ambos?
Que la conciencia saudí esté siendo manipulada para que se piense que el reino está siendo atacado por demonios extranjeros y envidiado por enemigos dispuestos a socavar su seguridad, piedad e intereses nacionales, en realidad no importa.
A pesar de los diferentes grupos que han sido objeto de ataque en los últimos meses, hay hilos comunes que unen estos arrestos. MBS está decidido a propagar el temor, a eliminar la disidencia e intimidar a los grupos tribales. Desea purgar del presente cualquier recordatorio del pasado lejano. Quiere minimizar el resurgimiento de ese pasado y está tratando de enterrar un movimiento feminista de base antes de que se vuelva demasiado político, exigiendo derechos no sólo para las mujeres sino también para los hombres saudíes. Después de todo, ¿quién dijo que el feminismo no es político?
La profesora Madawi al-Rasheed es profesora visitante en el Middle East Centre de la London School of Economics. Ha escrito extensamente sobre la Península Arábiga, la migración árabe, la globalización, el transnacionalismo religioso y el género. En Twitter: @MadawiDr
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