Si la Iniciativa del Golfo, cocinada en Riad y apoyada por Washington, logró obligar al presidente yemení Ali Abdallah Saleh a marcharse a EEUU vía Omán, los que están detrás de la iniciativa de la Liga Árabe acordada por los ministros de Exteriores árabes anteayer de madrugada, son nacionales del Golfo en primera instancia y […]
Si la Iniciativa del Golfo, cocinada en Riad y apoyada por Washington, logró obligar al presidente yemení Ali Abdallah Saleh a marcharse a EEUU vía Omán, los que están detrás de la iniciativa de la Liga Árabe acordada por los ministros de Exteriores árabes anteayer de madrugada, son nacionales del Golfo en primera instancia y quieren para el presidente Bashar al-Asad el mismo final, tarde lo que tarde. Esto se debe a que dichas personas tienen dinero, mucho dinero, a que gozan del apoyo estadounidense y occidental en general, y a que, por encima de estas dos cosas, están viviendo protestas populares que exigen legítimas reformas democráticas.
El presidente Bashar al-Asad está prácticamente solo en su enfrentamiento con la Liga Árabe en la cual su país ya no tiene ningún papel destacado, ni tampoco la capacidad de participar en la toma de sus decisiones. De hecho, ya no es miembro de la misma. Pero más importante aún es que sus más destacados aliados del Golfo a los que su padre apoyo vehementemente para sacar las fuerzas iraquíes de Kuwait ahora quieren sacarlo a él del poder, después de dar un golpe en su contra, como ya hicieron con el ex presidente iraquí Saddam Hussein, cuando hubo terminado su misión de derrotar a Irán y minimizar la amenaza que suponía a sus regímenes.
Cuando decimos que el presidente sirio está solo, nos referimos a la neutralidad de la que hacen gala sus amigos del eje antiimperialista ante esta iniciativa árabe que le pide dimitir: Argelia se ha abstenido, Iraq también, quedando solo Líbano como país que se ha desmarcado totalmente de la misma. Los rusos, por su parte, que le han apoyado durante los últimos meses, que han llevado sus portaaviones y barcos a sus bases navales en Tartus y que han hecho uso del veto para evitar la imposición de sanciones contra Siria, parecen estar cambiando su opinión: ni han apoyado ni se han opuesto a la iniciativa árabe y se han limitado a filtrar unas declaraciones de un responsable llamado Mijail Margelov, un jurista y uno de los más cercanos al presidente Dimitri Medvedev, en las que dice que Rusia no puede hacer más por el presidente Al-Asad de lo que ha hecho.
Este cambio en la postura rusa puede deberse a la coincidencia entre la iniciativa de la Liga Árabe y las propuestas rusas que han sido discutidas durante los últimos tres meses: el traspaso del poder por parte del presidente Al-Asad a su vicepresidente Faruq al-Sharaa, la creación de un gobierno de unidad nacional que prepare el camino para la celebración de unas elecciones parlamentarias y presidenciales y la introducción de reformas políticas globales. Dichas propuestas se hicieron mientras el líder ruso Vladimir Putin lanzaba una «amenaza implícita» al presidente Al-Asad al decir: «O comienzas con reformas verdaderas, o te vas». El régimen sirio ha rechazado la última iniciativa de la Liga Árabe considerando que se trata de una violación de la soberanía y una injerencia en los asuntos internos sirios. Este rechazo nos recuerda al rechazo del presidente yemení Ali Abdallah Saleh, que después se convirtió en una aceptación sujeta a una serie de cambios. Cuando llegó la plena aceptación, tardó en firmar, todo ello solo para ganar tiempo. No descartamos que se repita el mismo escenario en Siria.
Está claro que este ataque árabe contra Siria, que coincidido con la marcha del presidente Saleh quiere decir que nos hemos deshecho del dictador yemení y ahora queremos centrar nuestros esfuerzos para cambiar al presidente sirio de la misma manera y así poder dedicarnos a otros regímenes, como tal vez el argelino. Probablemente no soprenda que las presiones de la Liga Árabe sobre la cabeza visible del régimen sirio hayan coincidido con la decisión de los ministros de Exteriores de la Unión Europea de imponer un embargo total al petróleo iraní y con la entrada de un nuevos portaaviones estadounidenses en el Golfo árabe por el estrecho de Ormuz, provocando claramente a Irán, cuyos líderes se han visto humillados y han tenido que decir que no permitirán que ningún portaaviones vuelva a la zona. También se pide la cabeza del régimen iraní, incluso aunque llegara a olvidarse de sus pretensiones nucleares. Lo que le sucedió a Gadafi es una moraleja que no ha de olvidarse.
Es el momento del Golfo claramente, porque los tres centros árabes que conformaron la historia de la zona durante decenas de siglos están totalmente perdidos: Siria se enfrenta a una revolución popular, Iraq está destrozado y puede decirse de él que se trata de un estado cuasi-fallido, gobernado por una dictadura sectaria y que se encuentra entre los cinco países más corruptos del mundo. Finalmente, Egipto, la tercera punta de este triángulo está enfrascado en una difícil etapa de transición que lo ha apartado de todas las esferas de influencia en la zona.
La entrada de Arabia Saudí en el expediente sirio con fuerza, o la salida a la luz desu otrora secreto papel, supondrá necesariamente un fuerte dolor de cabeza para el presidente Al-Asad y su régimen. Además, no sabemos si su sorprendente entrada en escena es para limitar el papel catarí o si se ha hecho en coordinación con el país vecino. El emir Saúd al-Faisal sorprendió a todos cuando acaparó la atención de los focos, tras un largo silencio, para anunciar que retiraba a los observadores de su país la delegación árabe porque el régimen sirio no había cesado de matar a sus ciudadanos y que ellos, es decir, los observadores saudíes, no podías ser «falsos testigos». Lo más peligroso es que el emir saudí se ha precipitado a reunirse con el doctor Burhan Ghalioun, presidente del CNS, en un poco frecuente y rápido reconocimiento del Consejo, algo inusual en lo que al gobierno saudí se refiere, ya que no reconoció el Consejo Libio de Transición incluso tras la caída de Gadafi, al que guarda un absoluto odio por razones por todos conocidas.
El papel saudí para derrocar al presidente Bashar al-Asad puede ser determinante porque Arabia Saudí goza de una fuerte influencia en Líbano y dentro de Siria y más de 500 mil millones de renta de petróleo anual. Además, el reino se presenta a sí mismo como el líder de la secta suní y ocupa una posición destacada como el mayor aliado de Washington en la zona.
Han pasado diez meses desde que se inició el levantamiento en Siria y el régimen de Damasco no ha presentado ninguna iniciativa verdadera de reforma que sirva de alternativa a las soluciones apoyadas en los servicios de seguridad. ¿Qué daño le habría hecho detener la cruenta maquinaria de la muerte a tiempo, poner a todos sus símbolos a disposición de los tribunales, e invitar a la noble oposición siria a formar un gobierno de unidad nacional, convocar elecciones parlamentarias y presidenciales como en otros países árabes, o crear un nuevo gobierno con personas que no sean las de siempre que solo sirven para hacer la pelota al gobernante y elogiar sus defectos como si de auténticas virtudes se tratara?
«Zona militar: Prohibido acercarse o hacer fotos»
Es cierto que el informe del presidente de la delegación de los observadores árabes ha alabado la colaboración del régimen sirio y ha hablado de violencia y asesinatos por parte de ambos bandos, asegurando que los asesinatos descendieron con su llegada y que el régimen retiró sus aparatos militares de las ciudades, pero que también hay bandas armadas y soldados desertores que matan. Lo cierto es que todos estos pasos y esta buena disposición han llegado muy tarde desgraciadamente. Ir al Consejo de Seguridad a internacionalizar el expediente sirio no será una medida efectiva porque igual que el veto estadounidense está al acecho de cualquier proyecto de resolución árabe de condena a Israel, el veto ruso y el chino están también para evitar cualquier intervención internacional en Siria. Los chinos y los rusos no morderán de nuevo el anzuelo después de la trampa mortal en la que cayeron en Libia.
No sabemos cuál será el siguiente paso del régimen, pero lo que sabemos es que el cerco se cierra sobre el régimen y sus aliados iraníes y que puede necesitar un milagro para salvarse en un tiempo en que los milagros se han extinguido. Seguir optando por el empleo de la fuerza es un suicidio y someterse a las presiones árabes una humillación, al menos según su diccionario.
Y esto significa que estamos ante un callejón sin salida al menos a corto plazo. Puede que sirva de algo recordar que el señor Abd al-Rabbihi Mansur Hadi, vicepresidente yemení no está supervisando la transición en Yemen, sino que es candidato de consenso para las elecciones presidenciales. ¿Podemos imaginar a Faruq al-Sharaa, el vicepresidente sirio, jugar el mismo papel siendo oriundo de Daraa donde prendió la llama del levantamiento?
Hay quien habla de lanzarse a la desesperada, es decir, de una guerra con Israel, que dé la vuelta a todos los equilibrios en la zona, o una guerra irano-estadounidense o irano-israelí en el Golfo que haga lo mismo, pero lo más probable en caso de no darse ninguna de las anteriores posibilidades, es que Siria se deslice hacia una cruenta guerra civil, especialmente cuando las deserciones están creciendo y la revolución civil se está convirtiendo a gran velocidad en un golpe militar.