El acuerdo definitivo. Arriba y abajo, cielo y tierra, utopía y realidad, unidos en defensa de la vida. «Ya hay carteles de protesta clavados en las grandes ciudades del mundo: ‘No nos dejan ver las estrellas. Firmado: La gente’. Y en el firmamento han aparecido ya muchos carteles que claman: No nos dejan ver la […]
El acuerdo definitivo. Arriba y abajo, cielo y tierra, utopía y realidad, unidos en defensa de la vida. «Ya hay carteles de protesta clavados en las grandes ciudades del mundo: ‘No nos dejan ver las estrellas. Firmado: La gente’. Y en el firmamento han aparecido ya muchos carteles que claman: No nos dejan ver la gente. Firmado: Las estrellas», cuenta Eduardo Galeano. Una alianza de fueguitos, que diría el escritor uruguayo.
Cuanta más luz, más oscuro. Paradojas del mal progreso. La contaminación lumínica oculta nuestra bóveda celeste. El 99% de los europeos ya no puede ver la Vía Lactea desde sus casas. Sobre sus cabezas, un telón negro y una nota: «Huelga de estrellas. La función queda suspendida hasta que nos devuelvan los cielos despejados. Firmado: Constelación General de Astros».
Las estrellas para quien las cuida. Esta semana, en Sevilla, se ha presentado ante el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO la Iniciativa StarLight (www.starlight2007.net), «una campaña internacional de defensa de la calidad de los cielos nocturnos y del derecho a observar las estrellas». Según sus impulsores, entre ellos el Instituto Astrofísico de Canarias, la lucha «para volver a contemplar el cielo» se sustenta «en razones científicas, culturales y de defensa de la biodiversidad».. Abogan por un uso racional de la energía y piden a la UNESCO que declare la luz de las estrellas patrimonio de todos.
El cielo por encima de todas las cosas. La revolución azul. El cambio decisivo. Un cielo abierto, limpio, vivo y protegido. Alzar la vista y asomarnos al universo, descubrir que en el mapa del firmamento hay, y no está tan lejos, un octavo cielo.