Los medios de todo el mundo muestran colonos dolidos que abandonan sus casas. Representan apenas el 3 por ciento de los colonos que quedan en los territorios ocupados, pero es un triunfo mediático que oscurece la verdadera historia del colonialismo israelí y su inquebrantable continuidad en Cisjordania. Son familias con niños y abuelos las que […]
Los medios de todo el mundo muestran colonos dolidos que abandonan sus casas. Representan apenas el 3 por ciento de los colonos que quedan en los territorios ocupados, pero es un triunfo mediático que oscurece la verdadera historia del colonialismo israelí y su inquebrantable continuidad en Cisjordania.
Son familias con niños y abuelos las que juntan sus cosas y abandonan, entre llantos, sus hogares en la Franja de Gaza. Tienen las manos de quien trabajó la tierra y con esas manos construyó su vida. Tienen casas muy decentes, a menudo con piscina, y cumplieron con el sueño sionista de hacer florecer el desierto. Tienen buenas razones para considerar infausto este día. Fueron estimulados y financiados por el gobierno para establecerse ilegalmente en los territorios palestinos. Ahora se sienten traicionados. Y de traición acusan al político que se consideraba el padre de las colonias, aquel Ariel Sharon que en los ochenta, como «ministro de Construcción» de los gobiernos de Ytzhak Shamir, dio el mayor impulso a la colonización.
Miles de extremistas se han infiltrado en la franja. Son 10 mil según ellos, unos 5 mil según cálculos más realistas. La mayoría llega de Cisjordania, desde las mayores colonias ilegales que nadie piensa desalojar. Otros llegan desde el exterior, especialmente desde Estados Unidos. La mayoría son muy jóvenes, tienen caras de adolescentes, y si no fuera por el aspecto más acomodado en nada se diferenciarían de sus vecinos palestinos a los cuales los une un recíproco y desmesurado odio.
Algunos de los líderes de estos grupos declaran, entre preocupados y amenazantes, que unos 500 de ellos estarían fuera de control, dispuestos a todo. Una dramática confirmación llegó en la tarde del miércoles desde Cisjordania, cuando en la localidad de Shilo un terrorista judío -así ha sido inmediatamente definido por el primer ministro Ariel Sharon- asesinó a sangre fría a cuatro palestinos. Como advirtió el presidente palestino Abu Mazen, es el intento de provocar una reacción palestina para sabotear el retiro.
Al cierre de esta edición la retirada sigue en medio de una tensión altísima, acompañada por 60 mil soldados israelíes y con 7.500 palestinos que vigilan que no haya incidentes.
AL OTRO LADO DEL MURO. La comparación de la prensa árabe y la israelí ofrece dos puntos de vista distantes. Para el mundo árabe el retiro de Gaza es el primer paso del regreso israelí a las fronteras de 1967 y la creación del Estado palestino. Muy poco de esto se encuentra en la prensa israelí ni en el discurso de los miembros del gobierno y de Ariel Sharon. Gaza es un sacrificio, un repliegue táctico para defender mejor las colonias de Cisjordania, que Israel considera permanentes. Sharon presenta el retiro de Gaza como un paso fundamental hacia la posibilidad de retomar la Hoja de Ruta, e incluso Abu Mazen lo felicitó. Es fácil intuir que, fallecido Arafat y derrotada la segunda Intifada, hasta la Hoja de Ruta de George W Bush, que parecía inaceptable para los palestinos, ahora podría ser vendida como una conquista.
Las imágenes de dolor de los colonos oscurecen el dolor de 38 años de ocupación militar que para el millón y medio de palestinos de Gaza estaría terminando. Hay personas, como los habitantes de los barrios occidentales de Khan Yunis, que desde hace treinta años sueñan con una playa de la que viven a pocas cuadras y de la cual han sido físicamente separados. Sólo durante la última Intifada al menos 200 habitantes de la ciudad han muerto bajo los cañones israelíes y 900 casas han sido destruidas por el Tsahal, el ejército israelí. Son 30 mil las personas que en toda la franja vieron destruidas sus casas, y sin embargo los medios muestran la quema voluntaria de los asentamientos ilegales.
Ahora es tiempo de fiesta, se abren espacios nuevos que hacen soñar con otro futuro para Gaza. Los nudos por desatar siguen siendo importantes. Por ahora Israel no quiere dejar el control de la frontera con Egipto en Rafah, no quiere que se reconstruya el aeropuerto, no quiere un puerto. Así Gaza queda encerrada y no puede desarrollar ni comercio ni turismo, en un sitio donde todas las tensiones interpalestinas corren el riesgo de estallar. Sin embargo, para los habitantes de los barrios occidentales de Khan Yunis ahora es tiempo de playa, y para todos los palestinos, tiempo de soñar un futuro mejor.