Traducido para Rebelión por Julia Majlin y Saad Chedid.
El 15 de abril de 2015, la Corte Suprema israelí aprobó el proyecto de ley que define como delito penal el llamado a boicotear las instituciones y organizaciones israelíes o a las personas que colaboran con la ocupación. Quienes llamen al boicot de los productos de los asentamientos o apoyen el BDS son susceptibles de ser sometidas a juicio en Israel. El 16 de abril, la Corte aprobó el proyecto de ley que permite al Estado confiscar casas y bienes palestinos en Jerusalén Este si esa población opta por vivir en otra parte durante más de 3 meses. Esta ley, que ha permitido a Israel confiscar la mayoría de las propiedades palestinas desde 1948 se llama «la ley de apropiación de los activos en ausencia». Es hora de que el mundo sepa que todas las «ausencias» de los palestinos no son tales, que están presentes y que robarles sus activos y la tierra es un crimen contra la humanidad.
Pero los palestinos «ausentes» también pueden estar presentes según la ley israelí. Es por eso que Israel ignora cerca de 180 aldeas en las cuales las personas, que están legalmente definidas como «ausentes presentes», viven allí y se les niegan la infraestructura, la electricidad y el agua. Estos pueblos están constantemente acosados y destruidos por las autoridades israelíes, sus cultivos y rebaños son envenenados constantemente y sus casas demolidas, todo con la intención de robarles las tierras.
Estos son sólo algunos ejemplos de la vida de los palestinos, que también son ciudadanos de Israel. Israel, que ha tenido éxito en publicitarse como una democracia, mantiene un régimen de segregación etnocrático, impidiendo a la mitad de su población dominada satisfacer sus necesidades básicas como el agua en el verano y la electricidad en invierno, se está convirtiendo rápidamente en un Estado fascista, donde la libertad de elección, de expresión, de movimiento y la filiación es todo para ser ciudadano con derechos plenos, pero no se reconoce a los palestinos, y el derecho de propiedad no se respeta si no eres judío. Los no judíos han estado viviendo en un «estado de excepción» por 67 años. Giorgio Agamben [1] dijo en el año 2003: «El Estado de Israel es un buen ejemplo de que cuando el estado de excepción se prolonga todas las instituciones democráticas colapsan. Es lo que sucedió en la república de Weimar».
El sociólogo Stanley Cohen escribió hace unos años sobre el vergonzoso silencio y la complicidad de las universidades israelíes ante la injusticia, la tortura y los asesinatos de palestinos. Estas universidades, que confiscaron las tierras palestinas para instalar sus edificios financiados por los ricos estadounidenses o australianos, no reaccionan en modo alguno cuando los palestinos son desalojados de sus hogares, expulsados de su ciudad de Jerusalén o torturados de muchas formas, ni cuando sus hijos son deliberadamente atropellados por los coches de los colonos.
La industria israelí prospera debido a la ocupación de Palestina, violando todas las leyes y decisiones internacionales. Pero no sólo a Israel y sus empresas benefician estas prácticas ilegales. Como demuestran las conclusiones del Tribunal Russell sobre Palestina [2] también se benefician todos los países occidentales que violan las leyes y decisiones internacionales que ellos mismos firmaron. Por lo tanto oponerse a ellos, luchar contra ellos y denunciarlos es una acción legal y justa que no puede considerarse ilegal. Stephane Hessel -el último presidente del Tribunal Russell sobre Palestina, el hombre a quien se llamó «la conciencia del siglo XX y uno de los redactores de la carta de los derechos humanos en 1947- llamó a los jóvenes de todo el mundo -en su libro vendido muy rápidamente Indignez Vous (2011) (en inglés Time for Rage) a manifestar su ira contra el dominio del dinero y la corrupción política, ir en contra de la corrosión de los derechos humanos y los medios de comunicación corruptos y engañosos, contra el avance del fascismo en el siglo XXI, en el que el régimen de ocupación israelí es el ejemplo más asombroso.
Oponerse al orden existente, dice Hessel, es el deber moral de los jóvenes. Stephane Hessel, al igual que todos los miembros del Tribunal Russell sobre Palestina del cual también formé parte junto con juristas de renombre mundial y luchadores por la libertad, laureados con el premio Nobel y figuras públicas, apoyó el movimiento del BDS sin reservas, por la sencilla razón de que apoyar el movimiento BDS es afianzar la justicia.
La lucha por la justicia debe abordar dos cuestiones esenciales: el mal y la negación del mal. Debe impulsar un flujo incesante de cargos contra Israel y sus colaboradores en la Corte Penal Internacional por violar el derecho internacional y mantener un Estado de apartheid donde son cometidos crímenes racistas diariamente; y debe presentar cargos contra aquellos que se benefician de la ocupación de Palestina y no se oponen a ella. En este grupo podemos encontrar a las grandes empresas de Occidente, a las instituciones que se benefician de los productos de las colonias israelíes, como Soda Stream o Ahava y a personas que se benefician de los servicios y bienes producidos en las colonias. Estos partidarios pasivos que ayudan a Israel no sólo están violando el derecho internacional, sino también su propia ley de dignidad y libertad humanas y violan el credo judío que se refiere a la forma de trato a los extranjeros, esclavos y otras personas que dependen de ellos. El crimen de la indiferencia, del silencio y la colaboración debe ser expuesto y castigado. Como dijo Bertrand Russell: «El silencio ante el mal es un crimen contra la humanidad», y para luchar contra este silencio son necesarias la suprema indignación y el compromiso de la gente. Como las grandes instituciones del mundo no logran ayudar a las víctimas ni castigar a los criminales, entonces es deber de la sociedad civil hacerlo.
Mil quinientos veinte (1.520) niños palestinos fueron asesinados en los últimos 13 años por el ejército de Israel, armado por el mundo occidental, 6.000 niños palestinos han sido heridos y mutilados por las bombas vendidas a Israel durante estos años.
En el último ataque a Gaza, como en los anteriores, el ejército israelí apuntó a la zona más poblada del mundo con las armas más feroces y frecuentemente ilegales que exterminaron a familias enteras, causaron el máximo de daños localizados y no el mínimo daño colateral como manifiesta la propaganda israelí. Usando de armas que cortan a los niños en pedazos o los queman por completo.
El resultado del ataque dejó más de 2.000 muertos, 600 ancianos y niños y 200 mujeres; 20.000 personas discapacitadas, ciegas, parapléjicas, y muchos más con daños cerebrales o 100% de quemaduras; personal de los medios y profesores universitarios, paramédicos y médicos fueron asesinados, 50.000 casas, 200 escuelas, más de 200 mezquitas, 17 hospitales y centros de rehabilitación destruidos deliberadamente, dejando a más de 600.000 personas indigentes sin hogar o medios de subsistencia y a 1.800.000 personas -toda la población de la Franja de Gaza- con el mínimo de infraestructura eléctrica, agua y saneamiento, por no hablar de suministros médicos, de alimentos o de libertad, sólo porque pertenecen a un determinado grupo racial, religioso o cultural. Esto no es una guerra. Es un sociocidio -«la destrucción de la cultura, la devastación de la economía nativa, la imposición forzada de nuevas formas de organización sociopolítica, los derechos ciudadanos selectivos. Israel es culpable de exterminar la capacidad de una sociedad para sobrevivir y reproducirse […] de asesinar, y herir a sus miembros […] de privar a las personas de las necesidades básicas para la supervivencia, de su bienestar, de su identidad, su libertad, su seguridad contra la violencia, de privarla de su sustentabilidad económica contra el hambre y la enfermedad. Y privándolos de autonomía para ser dueños de su propia casa».
300.000 niños palestinos no pueden asistir a la escuela en Gaza, se ahogan en las aguas residuales y mueren en una muerte lenta privados de sus derechos humanos básicos a la salud, alimentación y educación. Desde hace años la vida en Gaza ha sido peor que en el peor gueto y el estado de la sanidad es peligroso. Gaza ha estado sin un sistema de alcantarillado, electricidad y agua potable por más de cinco años debido a que Israel ha destruido sus centrales eléctricas y no permitió su reconstrucción, a pesar de que declaró lo contrario. Creo que todos han visto las fotografías de este invierno y el anterior, donde se ve a los habitantes de Gaza abriendo camino en las calles que se habían convertido en ríos de aguas negras, llevando a sus hijos sobre sus hombros a la escuela. Van al trabajo o al mercado hundidos hasta las rodillas o la cintura en el agua residual contaminada y cubiertas de fango. Estas condiciones causan enfermedades, plagas y crisis de todo tipo.
Los médicos palestinos e internacionales afirman que las incursiones de 2008-2009 y el último ataque despiadado del verano de 2014 han sido los más crueles y violentos de los que fueron testigos en la historia de la agresión israelí contra Gaza. También estos doctores y expertos revelaron el uso de armas desconocidas hasta ahora. Los soldados que salen de Gaza dicen que es un laboratorio para todo tipo de armas letales.
Yo misma vi a niños y adultos llenos de agujeros y heridas en sus cuerpos causados por esquirlas. Familias enteras sin piernas, bebés quemados, una niña cuyos ojos estaban borrados. Los niños y adultos que no son más que trozos de carne sin vida, con columnas vertebrales rotas y cerebros quemados. Vi a una mujer cuya pierna explotó y un joven cuyos órganos interiores estallaron.
Según el doctor Haitham Al Hassan, presidente del Departamento de Cirugía General en el Hospital Makassed y especialista en cirugía vascular, de acuerdo con el doctor que trató a pacientes de Gaza durante el ataque israelí 2008-2009 y el del último verano, y según el doctor Erik Fosse, que atendió a los heridos en Gaza durante la incursión israelí de 2008-2009, las heridas inusuales fueron causadas por bombas DIME -Dense Inert Metal Explosive, (NdelT)- que están prohibidas en las zonas densamente pobladas. También el doctor Haitham Al Hassan dijo que las bombas y su contenido probablemente desaparecerían en la arena en el momento en que la comunidad internacional consiguiera un permiso de los perpetradores para que se envíen comités y observadores para buscarlas. Desafortunadamente las heridas no se curan tan rápido. Muchos de los sobrevivientes, dicen los médicos, difícilmente podrán curarse de las múltiples infecciones causadas por bacterias resistentes a los antibióticos y la deficiencia de su sistema inmunológico. El hospital Makassed que visité durante el pogrom israelí en Gaza, en el año 2014, gastó alrededor de medio millón de dólares mensuales sólo en la medicación, en su intento de curar a esas personas. Sin duda, este es un negocio rentable para algunos.
En otras partes de la Palestina ocupada, cientos de niños son gaseados o regados con materia fecal en sus casas cada semana, en sus escuelas y en la calle, más de 500 pequeños fueron secuestrados de sus hogares este mes, interrogados en las condiciones más crueles, forzados a hacer falsas confesiones y encarcelados en prisiones militares israelíes. Desconectados de sus padres y familiares, traumatizados de por vida, por nada o porque tiran piedras o cruzan una carretera solo para judíos o entran en su pueblo en el camino de la escuela a través de un agujero en el muro del apartheid. UNICEF define esto como abuso infantil grave. Y no nos olvidemos de los cientos de niños refugiados que son arrojados en una cárcel israelí por el delito de ser negros y con deseos de vivir.
Estos niños y sus padres nunca pueden ser escuchados en alguna corte o tribunal del mundo. Su discurso no tiene validez en el sistema judicial occidental. Su sentencia ya está siempre formulada. Son criminales por el simple hecho de que son palestinos. Y este hecho por sí solo permite a sus opresores tratarlos como seres «a quienes se les niega por la fuerza toda condición social o legal y cuyas vidas son precindibles con impunidad» (Agamben).
Israel tiene dos sistemas de justicia y dos conjuntos de valores: uno para los selectos judíos y otro para los no judíos, especialmente los palestinos y los africanos que buscan asilo. Estas leyes permiten que el grupo dominante -el judío- robe la tierra de los palestinos, demuela sus casas, destruya sus familias, encarcele y torture a sus hijos tanto como los servicios secretos consideren oportuno sin necesidad de intervención judicial. Este es el significado de la democracia judía que, como nuestros ministros repiten interminablemente, es primero judía y sólo después democracia. Este es el significado del nacionalismo judío israelí que se desarrolló a partir de un nacionalismo liberador de una minoría perseguida para llegar a ser una sociedad opresiva racista, desde el nacionalismo de Gandhi y Mandela al nacionalismo de los tiranos totalitarios; un nacionalismo que predica la pureza de la raza y la erradicación de elementos ajenos, la protección de la patria de los extranjeros, ya sean los nativos originarios de la tierra, o de los que mueren de hambre y solicitan asilo, procedentes de Sudán y Eritrea. Hace sólo unos meses, la ley contra la infiltración ha pasado en la Knesset, una ley que permite al Estado encarcelar a los refugiados y sus hijos por 3 años antes de deportarlos para que vuelvan a morir en el infierno del que escaparon. Muchos de los deportados han muerto desde su deportación, muchos fueron asesinados, el último hace unos días a manos del Estado islámico. Este hombre expulsado por judíos fanáticos por no ser judío fue asesinado por fanáticos musulmanes por no ser musulmán. Recordemos al gran erudito judío piadoso, el profesor Yeshayahu Leibovitch, quien dijo: el judaísmo nacionalista tiene de judío lo que el nacionalsocialismo tuvo de socialismo.
Lo que impulsa el comportamiento israelí es puro racismo nacionalista colonialista que debe tratarse como tal. Pero en lugar de incriminar este Estado criminal, Israel sostiene este régimen de ocupación y opresión con el pleno apoyo de Europa y de EE.UU. a quienes este tipo de prácticas de limpieza, desposeimiento y erradicación no les son ajenas. Recordemos que Europa ha exterminado a muchos millones de nativos tanto en América del norte como del sur y que fueron más de 20 millones de indígenas los que eliminaron a su paso.
Por lo tanto la pregunta es, ¿quiénes serán los jueces una vez que se acepten los cargos contra el apartheid y sociocidio israelí? ¿Los carceleros de Guantánamo? ¿Los franceses que han aceptado la ocupación con su aprobación a la colaboración de Veolia, los suizos que han firmado algunos acuerdos provechosos con la industria de armas de Israel, los británicos y alemanes que fueron exitosos en la prevención de aceptar a Palestina en el consejo de productores de olivos?
Sin embargo aún más importante que llevar a los criminales a juicio es el hecho de que hay personas que se preocupan. Las personas que sobrevivieron a Auschwitz a menudo dicen que una de las cosas más exasperantes fue el conocimiento de que nadie sabía de su sufrimiento, nadie vio su miseria. En general los países occidentales nunca se han interesado por el sufrimiento humano, especialmente cuando sucede a sus propias espaldas o en el patio delantero y siempre han calificado estos hechos como política. En verdad, difícilmente alguien hoy estudie o enseñe sobre Palestina o cualquier otro sufrimiento humano causado por la codicia occidental y la megalomanía.
Por lo tanto, saber que hay un movimiento que es consciente de su miseria y está luchando por su vida, por su dignidad y su libertad, es un incentivo para que los palestinos y los activistas israelíes por igual, que resisten el mal de Israel, sigan luchando y sigan viviendo. Como concluyó el abogado de la última sesión del Tribunal Russell por Palestina: «Para cualquier persona en la condición de receptora de la brutalidad diaria, el conocimiento del apoyo internacional a la lucha hacia la autodeterminación le proporciona fortalecimiento perdurable. La solidaridad ayuda a desechar los sentimientos naturales de aislamiento y de un mundo indiferente».
A partir de ahora, utilizando la débil excusa de que no se puede criticar a Israel sin ser llamado antisemita y que Europa le debe apoyo al pueblo judío sin que nada le importe con tal de expiar sus crímenes, Occidente niega su responsabilidad en el poderoso régimen opresor del apartheid de Israel y se comporta como si no existiera.
Permítanme decir dos cosas a estas personas. En primer lugar no hay nada judío en la cruel conducta racista de Israel hacia los palestinos por lo que criticar esta política no es antijudío, al contrario. Los pensadores judíos más ilustres están y siempre han estado denunciando la despiadada dominación israelí de Palestina. Albert Einstein fue uno de ellos. Hanna Arendt otra y Stéphane Hessel otro, por nombrar sólo unos pocos. Muchos distinguidos rabinos y eruditos judíos están hoy en este grupo. La segunda cosa es: señoras y señores, ustedes no pueden permitirse utilizar nunca esta excusa cuando los niños están siendo sacrificados, no pueden darse el lujo de preocuparse de cómo te calificarán otras personas cuando se está perpetrando un furioso holocausto. Al igual que no me puedo permitir tener miedo de las personas que me llaman traidora por haberme puesto del lado de los oprimidos, a pesar de que muchas más personas han muerto por ser llamadas traidoras que por ser llamadas antisemitas. De hecho nadie ha muerto nunca por ser llamado antisemita o incluso por ser un antisemita, pero los niños, sus padres y sus abuelos están muriendo mientras escribo porque se llaman palestinos, por ninguna otra razón, igual que los judíos fueron exterminados sólo porque fueron llamados judíos. Y el mundo que les había dado la espalda a los judíos entonces está dando la espalda a los palestinos ahora.
Israel ha alcanzado un pico inimaginable de maldad. Y de hecho a muchas personas de todo el mundo les resulta difícil imaginar que esto es así. Israel sigue siendo tratado por el mundo como un «caso especial» y la pregunta es, ¿por qué? ¿Por qué es que en otros casos los criminales de guerra son arrastrados a los tribunales y se invita a las víctimas a declarar mientras en este caso las víctimas están siendo culpadas constantemente por su propia miseria y los culpables gozan de total impunidad? ¿Por qué en lugar de castigar a los criminales de guerra que gobiernan Israel y Palestina como mafiosos, contra todas las leyes y convenciones internacionales -arrasar barrios enteros y asesinar a las esposas e hijos de los comandantes enemigos, infligiendo un castigo colectivo a millones de personas por pura venganza-, los Estados de la Unión Europea hicieron todo lo posible para evitar que las víctimas presentaran cargos contra sus torturadores? ¿Por qué en vez de preguntarse qué tipo de educación racista hace que buenos chicos y chicas judíos se conviertan en asesinos de uniformes sin escrúpulos, de corazón frío?
El Parlamento Europeo supervisa, controla y censura el sistema educativo de las víctimas y ni siquiera mira al de los perpetradores. A los niños israelíes se les inculca el más flagrante y fundamental tipo de racismo, cuyos mejores alumnos ahora están embravecidos en nuestras calles, hostigando, pegando y en un caso llegaron a quemar vivo a un niño palestino, instigados por los rabinos, los ministros, el primer ministro y miembros de la Knesset.
Este racismo es el terreno en el que educan a los soldados y pilotos israelíes para que piensen que los niños palestinos no son seres humanos como nosotros, sino un problema que hay que eliminar. Pero esto no parece interesar a la comunidad internacional. ¿Por qué es que en lugar de proporcionar a los oprimidos medios de vida y protección, en lugar de luchar por su libertad y los derechos humanos básicos, el mundo occidental ilustrado insiste en armar a sus ocupantes, incluye a sus opresores en más asociaciones después de cada masacre, actualiza su estado en la Unión Europea y pone a sus representantes en los comités de derechos humanos? Si eso no es cinismo, ¿entonces qué es?
La gente siempre dice que el mundo, es decir Occidente, no ha aprendido la lección del holocausto o la del 11-S, para el caso. La lección debería haber sido nunca más en ninguna parte, para nadie. Pero me parece que el mundo ha aprendido otra lección importante. Ha aprendido se puede explotar, robar y asesinar en masa, siempre y cuando se trate de exterminar a la gente adecuada y a la raza adecuada. Cuando las víctimas son los palestinos, los perpetradores se pueden salir con la suya y el mundo permanece en silencio. El régimen de apartheid israelí y sus prácticas malvadas no habrían sido aceptadas por Occidente si no hubiera sido dirigidas contra los árabes. El derecho internacional no es desconocido para estos Estados, pero no es aplicable cuando las víctimas son árabes musulmanes. Los árabes son las víctimas de este moderno antisemitismo occidental que ha cambiado su objetivo de los judíos a los musulmanes. Y el derecho internacional es muy claro sobre el delito de antisemitismo.
Israel, con la ayuda de las más ilustres instituciones de Occidente, priva a los palestinos de su pasado y de su futuro y les obliga a vivir en su tierra sin monumentos ni símbolos propios en los espacios públicos. El presente es para ellos un tormento interminable, su destino carece de futuro. «Siendo impredecible, el futuro se reduce a la supervivencia» (Johan Gutlang).
Como explica Ilan Pappe, la eliminación simbólica de los palestinos, al borrarlos de la narración, de la economía y la cultura, de los libros de texto y de los mapas, es el punto donde la limpieza étnica se convierte en genocida. Cuando te eliminan de los libros de historia y del discurso de los principales políticos, siempre existe el peligro de que el siguiente paso llegue a ser la eliminación física. Todos estos crímenes se cometen con excusas derivadas de lo que el difunto sociólogo Stanley Cohen llama la cursilería sionista. Es hora de llamar a esta cursilería por lo que es y llamar crimen al crimen, como hace el movimiento por el BDS.
El 17 de marzo los ciudadanos de Israel votaron a favor de continuar el sociocidio -por no decir el genocidio- del pueblo palestino, para continuar con la limpieza étnica de los palestinos árabes y de los ciudadanos beduinos y por la continuación del etnocidio de muchos grupos dentro del pueblo israelí. Con esta votación han dado licencia al primer ministro para continuar con la destrucción de Palestina y de ese modo también de Israel.
Es por eso que me gustaría dedicar mis palabras a los 14 niños secuestrados brutalmente de diferentes partes del este de Jerusalén por soldados espantosamente armados el día de las elecciones y encarcelados en condiciones condenadas por UNICEF como abuso infantil. Estos y otros crímenes contra la humanidad son el camino de Israel para decir al mundo que va a seguir practicando el terrorismo de Estado durante el tiempo que la comunidad internacional lo permita. Y hasta el momento lo ha permitido.
Como demuestran los resultados del tribunal Russell, la comunidad internacional lo permite siempre que se beneficie. Así parece que a los colaboradores occidentales lo único que les interesa es el beneficio económico. Por suerte para nosotros no tienen ninguna ideología, ninguna visión y ningún otro interés, excepto obtener riqueza y poder. Y esto se puede combatir a través del BDS.
El Estado de Israel, que ha venido mostrando el mayor desprecio por toda ley, decisión o valoración internacional, ha demostrado por medio de la ley contra la convocatoria al boicot hasta donde ha logrado aterrar a los señores de la tierra santa el Movimiento BDS. No podría haber mayor premio que eso.
Notas
[1] Giorgio Agamben. The State of Exception – Der Ausnahmezustand. Conferencia en European Graduate School. Agosto 2003. Transcripción de Anton Pulvirenti.
[2] (http://www.russelltribunalonpalestine.com/en/sessions/final-session/findings-of-the-final-session)
Nurit Peled-Elhanan ha sido galardonada por el Parlamento Europeo con el premio Sajarov a los Derechos Humanos y la Libertad de Expresión, en el año 2001. Su libro Palestina en los textos escolares de Israel, aparecerá proximamente editado por la Editorial Canaán, Buenos Aires.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.