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El desmoronamiento del gobierno de Bashar al-Ásad, ¿un desenlace inevitable?

Fuentes: Rebelión

En 2003, el ex comandante supremo de la Otán en Europa, Wesley Clark, denunció que dos años antes había sabido a través de un alto oficial militar que el gobierno de Bush/Cheney tenía diseñado un plan para atacar siete países de población de mayoría musulmana en un lapso de cinco años, comenzando por Irak. Clark, que competía como precandidato presidencial en el partido demócrata para la elección de 2004, criticó esta política ya que, según él, ninguno de esos países estaba relacionado con Al Qaeda, ni con los atentados de 2001. Los otros seis países a “liquidar”, según el plan de la Casa Blanca, eran Libia, Somalia, Sudán, Líbano, Siria e Irán.

Al buscar un factor común entre estos siete países, casi podría ser el petróleo –al menos eso supusimos los cientos de miles que salimos a las calles en todo el mundo a marchar y protestar contra la destrucción y posterior invasión de Irak en 2003–, pero el petróleo no es compartido por todos. Ahora sabemos que este plan había sido elaborado en la década de 1990 por miembros del establishment estadounidense-sionista. Lo que sí compartían los gobiernos de estos países en 2001 era el apoyo a la lucha y reivindicaciones del pueblo palestino frente a Israel. Es decir, lo que se buscaba y se busca es garantizar la seguridad y la expansión territorial de la entidad sionista.

Clark también criticaba en 2003 la consigna del gobierno de Bush de “lucha contra el eje del mal”, conformado, supuestamente, por Irak, Irán y Corea del Norte. De acuerdo al ex general, se debía pesquisar en otra parte a quienes habían apoyado y sustentado a Al Qaeda, autora de los atentados a las torres gemelas y el pentágono en septiembre de 2001, y apuntaba a “las políticas represivas de Egipto, a la corrupción y pobreza de Pakistán, así como a la ideología radical y financiación directa de Arabia Saudita” (Al Jazeera. 22 de septiembre de 2003. US ‘plans to attack seven Muslim states’https://www.aljazeera.com/news/2003/9/22/us-plans-to-attack-seven-muslim-states).

Resulta por lo menos curioso que ahora, en 2024, haya sido derrotado el gobierno sirio por ex militantes de Al Qaeda y de organizaciones terroristas aún más sanguinarias, como el Estado Islámico, toda vez que cuando se puso en práctica el plan de los “siete países en cinco años” en 2001, la justificación era la lucha contra el terrorismo. Es que el gobierno de Bashar al-Ásad mantuvo hasta su reciente derrocamiento una política de apoyo a la lucha del pueblo palestino, incluido en el ámbito militar. Al respecto, el rol estratégico de Siria, hasta la caída de al-Ásad, fue facilitar el tránsito de armas y de todo tipo de pertrechos, de milicianos y de militares de alto nivel, desde Irán e Irak hacia el Líbano, esto es, hacia Hezbolá, el más firme aliado de los grupos armados palestinos en la región. Basta mirar un mapa de Asia Occidental para apreciar esta realidad.

El plazo de los cinco años nunca se cumplió debido fundamentalmente a que la resistencia que enfrentaron las fuerzas estadounidenses en Irak fue muy superior a la que esperaban. Sin embargo, este último capítulo en Siria da cuenta que los objetivos de aquel plan tienen plena vigencia.

La “guerra relámpago” que provocó la caída del gobierno de Bashar al-Ásad sorprendió no solo a todos los analistas, sino que –lo que resulta más trascendente– a los protagonistas más importantes del actual conflicto en Asia Occidental. Iniciada el 27 de noviembre con una ofensiva que arrancó desde la provincia de Idlib, en el extremo noroeste de Siria, en la frontera con Turquía, en dirección a la segunda ciudad de Siria, Alepo, concluyó apenas once días después, el 8 de diciembre, con la ocupación de Damasco y la partida de Ásad.

Lo que acreditan las numerosas documentos fílmicos de la primera semana de esta guerra es que las fuerzas invasoras no eran del tipo “guerrillas en sandalias con un Ak-47”, como las que nos mostraban operando en Afganistán, por ejemplo. Por el contrario, se aprecia que se trata de un ejército profesional muy bien entrenado y organizado, aprovisionado de los pertrechos más modernos, desde artillería y carros blindados hasta unidades expertas en el uso de drones y otras que desplegaron una eficaz guerra electrónica que logró confundir y paralizar al enemigo. Las unidades operacionales tácticas que actuaron en la primera línea de avance eran de un número reducido de soldados –entre seis y doce–, conforme a las que despliegan tanto rusos como ucranianos en la guerra en Ucrania. Los distintos tipos de armas, transportes y apoyos con los que contaron esas unidades fueron de primer nivel. Es decir, se trató de una fuerza muy bien preparada y hábil en la aplicación de los más recientes avances técnicos y tácticos. Uno de los factores que contribuyó a esta preparación fue la disponibilidad durante la fase de formación previa de instructores y operadores turcos, estadounidenses, británicos, ucranianos y de otras naciones aliadas de Israel.

La mayor parte de vehículos, artillería y otros armamentos, así como la indumentaria personal de combate de los mercenarios de Hayat Tahrir al-Sham que se observan en los registros audiovisuales son de fabricación turca, esto es, provienen directamente de los arsenales del ejército turco. El financiamiento de la invasión y ocupación militar de Siria desde Turquía, incluido el largo período preparatorio, corrió principalmente por cuenta de Catar, aliado de los turcos en incursiones militares en varias otras regiones, como Libia y Somalia, por ejemplo. Lo que une a estos dos Estados en su empresa es la fidelidad original a los movimientos políticos inspirados en la Hermandad Musulmana, una organización islamista sunita fundada en Egipto en 1928, que desde entonces ha tenido gran difusión en Asia Occidental y el norte de África. El movimiento político palestino Hamas, por ejemplo, tiene su origen en la Hermandad Musulmana. Catar, además, ejerce una gran influencia en el mundo árabe y musulmán a través de su cadena de televisión Al Jazeera.

Los materiales audiovisuales muestran que el ejército mercenario que invadió Siria desde Idlib era multiétnico. Además de árabes (de Siria, pero también de otros países), sobresale la presencia en sus filas de miles de uzbekos, tayikos, uigures (de la región de Sinkiang en China, o de Kazajistán, Kirguistán o Uzbekistán), de Asia Central, y chechenos del Cáucaso, entre otros. La situación debería preocupar de sobremanera a los gobernantes rusos, chinos, de los países del Asia Central y de los países árabes ya que, al igual que ocurrió con Al Qaeda en Afganistán tras la retirada del ejército soviético en 1989, son varios miles los mercenarios provenientes de esas regiones que están dispuestos y preparados a expandir la yihad.

Un excelente análisis del avance de las fuerzas mercenarias de Hayat Tahrir al-Sham durante la primera semana de la ofensiva se encuentra en el programa en YouTube: HistoryLegends. (7 de diciembre de 2024, The complete collapse of the syrian army explained. [Archivo de video] Youtube. https://youtu.be/5kwFt6z3gaI?si=xOg–ZEmIYUoBafz).

La ofensiva de Hayat Tahrir al-Sham, que en árabe significa Organización para la Liberación de Siria y el Levante, estuvo precedida de un muy prolongado período de organización, por lo que no hubo nada de sorpresivo ni improvisado en ella. Sin embargo, lo que se ha dicho hasta ahora es que el ejército sirio, así como los numerosos asesores y fuerzas militares iraníes y rusas desplegadas en Siria, sí fueron sorprendidas. Error garrafal de inteligencia, por un lado, mientras que, por otro –en particular de parte de iraníes y sobre todo de los rusos–, confianza ingenua en las promesas dadas por Erdogan, presidente de Turquía, en los encuentros donde las máximas autoridades de esos tres países evaluaban la situación del cese al fuego y la estabilidad en Siria.

Igialmente existe suficiente evidencia, directa e indirecta, de que algunos –si es que no muchos– de los comandantes de distintos niveles en el ejército sirio no fueron sorprendidos, si no que estuvieron en contubernio con Hayat Tahrir al-Sham, por las razones que hayan sido, soborno fundamentalmente. Ello refiere de manera obligada a la descomposición del Estado y del gobierno sirio, siendo la corrupción uno de los aspectos más impregnantes y corrosivos, de larga data y extendida en todas las esferas de la vida. En particular, en 2024, los más altos sueldos en el escalafón militar sirio estaban bajo los cien dólares, por lo que es fácil comprender cómo a una fuerza como Hayat Tahrir al-Sham, que contaba con amplio financiamiento de parte de la CIA, el MI6 y otras agencias y gobiernos, incluido el israelí, le fue fácil sobornarlos.

Conforme a las fuentes compiladas, se aprecia que las líneas defensivas de las fuerzas militares sirias en torno a Alepo eran rudimentarias y mal diseñadas y que estaban expuestas a ataques desde el aire con drones. Todo lo contrario de la preparación que tenía la fuerza atacante. ¿Por qué los sirios descuidaron durante años sus líneas defensivas? ¿Se trataba de problemas de financiamiento? ¿Por qué los asesores militares iraníes y rusos no se preocuparon y ocuparon de esto? Una vez que los mercenarios comenzaron a infiltrar y a romper las primeras líneas defensivas, lo que siguió fue un desbande y el abandono de armamento y municiones, incluido tanques, por los militares sirios. Quedó descubierto que en los meses y años anteriores a la invasión de Hayat Tahrir al-Sham hubo un descuido absoluto de preparativos defensivos que pudieran detener una incursión desde Idlib, especialmente tomando en cuenta las necesidades de la guerra más moderna, la que se libra en la actualidad.

El cese al fuego entre los grupos armados asentados en la provincia de Idlib y el ejército sirio inició oficialmente el 30 de diciembre de 2016 tras un acuerdo alcanzado entre Putin y Erdogan. En enero de 2017 comenzaron las negociaciones entre el gobierno sirio y una parte importante de la oposición armada en Astaná, la capital de Kasajistán, con el auspicio de Rusia, Turquía e Irán. Este acuerdo fue posible tras la derrota definitiva de los grupos terroristas armados en la ciudad de Alepo el 22 de diciembre de 2016, lo que significó, en ese momento, el triunfo definitivo del ejército sirio –apoyado por fuerzas militares de Rusia, Irán y Hezbolá del Líbano– en la guerra civil que había comenzado cuatro años antes. Turquía y los grupos armados islamistas debieron aceptar la permanencia de Asád en el poder. El alto a las hostilidades militares en el frente de Idlib solo fue interrumpido en diciembre de 2019, cuando el ejército sirio y sus aliados emprendieron una amplia ofensiva con el objetivo de liberar la carretera M5 que une Alepo en el norte con Damasco en el sur. En respuesta, las fuerzas armadas turcas intervinieron directamente en apoyo a los islamistas. Un nuevo acuerdo de cese al fuego en una línea algo más hacia el oeste fue acordado en una conversación entre Putin y Erdogan. Como resultado de aquella ofensiva los grupos islamistas debieron ceder algo de terreno. Las negociaciones en el marco del formato de Astaná continuaron con el auspicio de Rusia, Turquía e Irán.

La guerra civil dejó a Siria devastada. Una multitud de organizaciones terroristas protagonizaron la lucha armada contra el gobierno, las que fueron mutando, fracturándose y enfrentándose ferozmente unas con otras. Entre 2014 y 2017 la que predominó fue el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), que llegó a dominar un amplio territorio en Siria e Irak. El origen inmediato de ese conflicto se ubica en el contexto de la primavera árabe en 2011, cuando hubo protestas y revueltas populares de distinto signo en todo Siria que exigían fundamentalmente mejoras económicas y democratización del sistema político. Un año después, los protagonistas pasaron a ser los diversos grupos terroristas que dieron inicio a la guerra civil contra las fuerzas armadas del gobierno. La rapidez con que ocurrió este tránsito obedeció a la injerencia abierta y encubierta de diversos países y agencias que buscaron derrocar al gobierno y a la existencia previa de las organizaciones terroristas, debido a que habían sido en parte toleradas por el gobierno durante el período 2003 a 2011, cuando participaban de la resistencia frente a las fuerzas militares estadounidenses en Irak.

Los principales patrocinadores de los grupos terroristas fueron desde el comienzo Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Arabia Saudita, Kuwait, Catar y Turquía. Con tal apoyo y respaldo quedaba claro que no existiría un problema de recursos de ningún tipo para desplegar la oposición armada al gobierno sirio. Desde 2011, Estados Unidos comenzó a aplicar sanciones económicas a Siria. La consigna central de la intervención era “Ásad debe irse”. En un momento crítico para el gobierno de Ásad, Irán y Rusia intervinieron militarmente en Siria en 2014 y 2015, respectivamente.

Bashar al-Ásad asumió la presidencia de Siria en el año 2000, tras la muerte de su padre Háfez al-Ássad, quien gobernó desde 1971. Háfez al-Ássad, un militar de carrera, fue parte en el golpe de Estado de 1963, a través del cual el partido baaz árabe socialista se tomó el poder. La economía de Siria durante el gobierno del primer Ássad se caracterizó por la participación y dirección del Estado, como otras experiencias en países del tercer mundo que se declaraban socialistas en aquella época, aunque ya en la década de 1990 comenzaron a introducir medidas liberalizantes. Bashar al-Ásad, con un enfoque mucho más pro occidental, adoptó el modelo neoliberal. El neoliberalismo provocó en Siria los mismos efectos que en los otros países donde se impuso: crisis de la economía productiva y dependencia de importaciones, vulnerabilidad ante las fluctuaciones de los mercados mundiales, deterioro de los servicios públicos, aumento de la pobreza entre las clases trabajadoras, sobre todo entre los campesinos, gran crecimiento de las desigualdades socio económicas e incremento de la corrupción.

Este fue el contexto, entonces, de las protestas y revueltas sociales que se desataron en 2011: un país con un gobierno dictatorial, gobernado por una dinastía familiar y bajo una economía neoliberal. ¿Podría el gobierno haber iniciado un camino de reformas? La magnitud de la intervención militar que desataron los países más arriba listados apenas un año después indica que esa vía era imposible. Cualquier apertura en esas condiciones hubiese significado el inicio de la guerra civil en condiciones más desfavorables que las que realmente había cuando esta comenzó. La postura antisionista del gobierno de Ásad, su apoyo a la causa palestina y su participación en el eje de la resistencia al lado de Irán y de Hezbolá del Líbano eran las auténticas piedras de toque. Ninguna intervención occidental tendría otro objetivo que poner fin a esta postura, aunque disfrazara y encubriera sus intenciones con palabrería pro democracia y de defensa de los derechos humanos. Siria seguía en la lista de los siete países a liquidar por su apoyo a la independencia palestina y su firme postura anti sionista.

En 2011, los dos sectores productivos más importantes en Siria eran el petróleo y la agricultura. La guerra civil afectó con particular fuerza a ambos. A partir de 2011, los países occidentales le impusieron sanciones económicas que fueron incrementadas por el gobierno de Trump en 2020. La destrucción material y la dislocación económica que se produjeron a lo largo de doce años de guerra fueron devastadoras. En 2018, el Banco Mundial estimó que un tercio de las viviendas y la mitad de las instalaciones de salud y de educación habían sido destruidas. Como en otros conflictos similares, se desató una escalada inflacionaria incontrolable y muchos productos desaparecieron del mercado.

En 2022, el gobierno chino anunció una alianza económica estratégica con Siria, la cual se unió al proyecto económico chino de la nueva ruta de la seda en búsqueda de fuentes de inversión para reconstruir su infraestructura y economía. Pero las inversiones no se materializaron. Rusia tampoco aportó a la reconstrucción y desde febrero de 2022 se abocó a la guerra en Ucrania. Irán, al igual que Siria, ha sido acosado por un régimen de sanciones económicas occidentales y enfrenta, además, su propia crisis económica y social derivada de las mismas políticas económicas neoliberales: deterioro de los servicios públicos, pobreza, desigualdad, corrupción, et cétera. En los últimos años, Ásad se acercó a los monarcas saudita y emiratí en búsqueda de apoyo económico para la reconstrucción.

A fines de noviembre de 2024, la economía y la sociedad sirias se encontraban tan desoladas como las defensas alrededor de la ciudad de Alepo. Tras la caída de Ásad el domingo 8 de diciembre, comenzaron las especulaciones y acusaciones cruzadas. Por ejemplo, el filósofo ruso Alexander Dugin, cercano al gobierno, escribió en su cuenta en X: “Siria fue una trampa para Erdogan. Ha cometido un error estratégico. Ha traicionado a Rusia. Ha traicionado a Irán. Está condenado. Ahora ha comenzado el fin de la Turquía de Kemal. Te hemos apoyado. Hasta ahora. A partir de ahora te arrepentirás”. Esta afirmación resume el carácter sumamente personal que había tenido el proceso de Astaná y, por lo tanto, el agravio personal que el desenlace significó para Putin.

Queda también expuesto el carácter fragmentario e inconsecuente del llamado proceso de construcción de un orden multipolar en el que los intereses de todos y de cada uno sean tomados en cuenta y respetados. En un sentido irónico, el titular debiese decir “Miembro asociado de los Brics traiciona a dos miembros integrantes de los mismos Brics”, y la bajada indicar: “lo que pone fin a la existencia de un país que aspiraba a ingresar a esa alianza, en la creencia de que el advenimiento del nuevo orden multipolar pondría fin a las maniobras imperialistas”.

Algunos comentaristas acusan a Bashar al-Ásad de no haber prestado atención suficiente a ciertas recomendaciones que le habrían dado –en el último minuto, cuando ya cualquier consejo era inútil– representantes del gobierno iraní, contrarias a su aproximación a las monarquías del golfo y asuntos similares. Pero intentar acusar a Ásad de algún tipo de traición es absurdo. Sin embargo, como cualquier dictador en su situación, apartó a algunos comandantes calificados de la línea de mando por temor a ser víctima de un golpe de Estado y trasladó algunas unidades militares con fines políticos más que objetivos militares.

Quienes analizan acontecimientos de geopolítica desde el punto de vista de los intereses de Rusia, y de Putin en particular, sostienen que no se trató de una derrota estratégica y que, por el contrario, fue un capítulo más en las relaciones entre Rusia y los países de Medio Oriente, incluida la larga historia de estas relaciones en el período soviético. Eso sí, reconocen que el prestigio de Putin al interior de Rusia se ve afectado debido a que la actuación rusa en Siria fue una decisión personal. Al respecto, son recomendables los videos en YouTube: Alexander Mercouris. (8 de diciembre de 2024). Syria collapses, Damascus falls, Assad flees, Moscow furious. [Archivo de video] Youtube. https://youtu.be/u7KEUHZgIgw?si=rLbh8zuXH8U3JGFP y The Duran. (9 de diciembre de 2024). Regime change of Assad. [Archivo de video] Youtube. https://youtu.be/Ay41fytSZQM?si=ZptIgGWVB6F7xIlj

Otro asunto más complejo, que no es analizado muy frecuentemente, es la naturaleza de la relación entre el gobierno ruso y el gobierno israelí, y en el plano personal, entre Putin y Netanyahu. En septiembre de 2019, ante el público que atendía la conferencia anual de la más importante organización judío-sionista en Rusia, Putin señalaba: “Con el primer ministro Netanyahu nos reunimos de manera regular; con frecuencia intercambiamos opiniones, nos consultamos mutuamente por teléfono y discutimos los asuntos más urgentes (…) Los rusos y los israelíes tienen lazos familiares y de amistad. Es en verdad una familia común. Puedo decirlo sin exagerar. Casi dos millones de ruso hablantes viven en Israel. Consideramos a Israel un país ruso parlante” (Presidencia de Rusia. Septiembre 17 de 2019. Vladimir Putin spoke at the annual conference of Keren Hayesod International Jewish Charitable Foundationhttp://en.kremlin.ru/events/president/news/61546). Una semana antes, en un encuentro entre Putin y Netanyahu, este último dijo: “Nuestros vínculos personales nos han permitido evitar tensiones innecesarias e incluso enfrentamientos entre nuestras fuerzas militares. Este es un elemento muy importante para la estabilidad de toda la región. Aprecio sus dichos de respeto a la seguridad del Estado de Israel. Este hecho se hace evidente en todos nuestros encuentros, y lo vi también en nuestra reunión con el ministro de defensa Sergei Shoigu. La coordinación entre nuestros militares es siempre muy importante. Especialmente hoy, ya que en el último mes hemos visto un incremento en los intentos de Irán de usar el territorio de Siria para atacarnos y para emplazar misiles que nos amenazan. No estamos dispuestos a aceptar esta amenaza, por lo que debemos actuar. En esta circunstancia nuestro diálogo es aún más importante. Y creo que también discutiremos esto en nuestra reunión” (Presidencia de Rusia. Septiembre 12 de 2019. Vladimir Putin held talks with Prime Minister of the State of Israel Benjamin Netanyahu, who arrived in Russia on a working visitMeeting with Prime Minister of Israel Benjamin Netanyahu).

Palabras como estas, intercambiadas en múltiples ocasiones entre Putin y Netanyahu, así como pronunciadas también por otros representantes de lo dos Estados, llevan a concluir, sin lugar a dudas, que los rusos dieron luz verde a Israel para actuar militarmente en territorio sirio sin temor a represalias de parte de las fuerzas armadas rusas emplazadas ahí. También explican las demoras y vacilaciones de Rusia en entregar equipos militares modernos a Siria, algunos de los cuales ya habían sido incluso completamente pagados por el gobierno sirio. La maraña de relaciones entre Estados y entre autoridades crean un ambiente de desconfianza donde el concepto de traición es difícil de usar, ya que no hay lealtades reales que puedan ser traicionadas.

Volviendo a los hechos de estas últimas semanas y meses, otro asunto a destacar son las evidentes vacilaciones iraníes en brindar un apoyo militar decidido a los demás integrantes del Eje de la Resistencia. Por ejemplo, la muy anunciada operación de represalia contra Israel, “Promesa verdadera 3”, no se llevó a cabo.

Tras el extraño accidente del helicóptero en que viajaban el presidente de Irán Ebrahim Raisi, el ministro de relaciones exteriores Hossein Amir-Abdollahian y varios otros funcionarios el 19 de mayo de 2024 que causó la muerte de todos, fue electo un nuevo gobierno dirigido por la facción pro occidental del establishment iraní, en la que ha jugado siempre un papel central el político Javad Zarif. La participación en la primera vuelta de la elección fue 39.9 %, la más baja en la historia de la república islámica, lo que exhibe la desafección de la población con la clase dirigente. Desde la muerte de Raisi, la actividad militar ofensiva de Irán en apoyo a Palestina y el Líbano se ha visto severamente constreñida. Además, la firmeza y la sagacidad militar iraní venían decayendo de manera significativa desde el asesinato por parte de los estadounidenses del comandante de la Fuerza Quds, Qasem Soleimani, en enero de 2020. Soleimani era considerado un genio de la guerra asimétrica por amigos y enemigos. Como comandante de la Fuerza Quds –la responsable de llevar a cabo operaciones extraterritoriales– desde 1998, fue quien organizó el eje de la resistencia, orientó a Hezbolá en la guerra contra Israel en 2006, convenció personalmente a Putin de involucrarse en la guerra civil en Siria y condujo la lucha que derrotó a Isis en Irak y en Siria. Trabajó de forma cercana con todos los dirigentes militares de las distintas facciones palestinas, así como con los aliados yemeníes de Irán. En la actualidad, no se aprecia que haya dirigentes como Raisi y Soleimani que puedan reconducir la política iraní en un camino de consecuencia con las fuerzas del Eje de la Resistencia.

De todo lo expuesto, se puede concluir que no es difícil entender por qué cayó tan rápidamente el gobierno sirio. La economía y la organización militar se encontraban en extremo debilitadas y descuidadas, y el pueblo sirio, incluidos los conscriptos que componían la mayoría de los soldados, se hallaba desmoralizado y desafecto del gobierno. Esta situación fue responsabilidad en primer lugar de quienes dirigían el Estado sirio. Pero también impactó la actuación, o su ausencia, de los países que se declaraban aliados.

En un contexto en que priman los conflictos inter imperialistas y las disputas entre Estados y bloques por asentar los diversos pilares de la hegemonía propia, un país de tamaño intermedio como Siria se encontró en una situación de fragilidad, aislamiento y dependencia tras soportar los embates de una guerra híbrida en su contra durante doce años. Este desenlace, y todos los factores asociados a él, sin duda han hecho sonar las alarmas en otros sitios del globo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.