Hoy, 22 de Abril, se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, oportunidad para rendir tributo, recordar y agradecer a nuestra Madre Tierra, la que nos da vida, sustento, seguridad y futuro. Todos los días deberíamos rendir este merecido tributo. Sea oportuna la ocasión para recapacitar sobre nuestra responsabilidad colectiva por fomentar la harmonía […]
Hoy, 22 de Abril, se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, oportunidad para rendir tributo, recordar y agradecer a nuestra Madre Tierra, la que nos da vida, sustento, seguridad y futuro. Todos los días deberíamos rendir este merecido tributo.
Sea oportuna la ocasión para recapacitar sobre nuestra responsabilidad colectiva por fomentar la harmonía entre la actividad humana y el equilibrio natural, no solo para alcanzar un equilibrio justo entre las necesidades materiales, económicas, sociales y medioambientales de las generaciones humanas presentes y las de generaciones futuras. Sino para igualmente equilibrar las aspiraciones de la humanidad con el derecho a la vida de millones de otras especies y formas de vida, tanto animales como vegetales, que comparten con nosotros este maravilloso planeta.
La educación es fundamental en este proceso. El conocimiento nos empoderará a todos y permitirá tomar las medidas necesarias para proteger tanto nuestra propia seguridad como la de nuestros descendientes.
Vivir en armonía con la naturaleza implica una relación equitativa y equilibrada con la Madre Tierra, la fuente y el sustento de la humanidad misma. Esta relación debe fundamentarse en un profundo respeto por la naturaleza y en el reconocimiento de nuestra responsabilidad por restablecer la salud e integridad de los sistema naturales que hemos deteriorado. Esta transformación de la relación entre la humanidad y la Madre Tierra no es mas que una reafirmación de que la existencia humana es parte inextricable de la Naturaleza.
Aunque las primeras especies del género Homo datan de hace mas de 2 millones de años, la historia de nuestra especie tuvo lugar en el período geológico conocido como el Holoceno, un período relativamente breve en la historia del planeta que abarca los últimos 11.000 años. Desde el desarrollo de la agricultura a inicios del Holoceno, la humanidad ha influido masivamente en todos los aspectos del entorno natural. Casi todos los ecosistemas del planeta portan las cicatrices de nuestra presencia.
Hay muchos aspectos reconocidos de la influencia del ser humano sobre el medio ambiente. Entre los mas destacados se encuentran: el cambio climático, la alteración del equilibrio atmosférico, la destrucción de aproximadamente la mitad de los bosques originales del planeta, la erosión de los suelos, la desertificación, la contaminación con sustancias tóxicas del agua, el aire y los alimentos; la destrucción de ríos y quebradas, la acidificación de los océanos, la erradicación masiva de especies de plantas y animales y la peligrosa reducción de las formaciones de hielo tanto en el Ártico como en la Antártida. En la coyuntura actual, se destaca con particular relevancia la necesidad de concientizar a la humanidad sobre la creciente y devastadora amenaza del calentamiento global.
Son cada vez más los científicos que afirman que hemos ingresado en un nuevo período geológico: el Antropoceno, término gestado para referirse al período en que múltiples condiciones y procesos de importancia geológica se ven alterados por la actividad humana. Se acrecienta el riesgo de que se produzca una avalancha irreversible de cambios, producto de la actividad humana, que conduzcan a un futuro radicalmente diferente del pasado conocido por la humanidad, provocando condiciones planetarias hostiles para la especie humana.
En 1873, el geólogo Antonio Stoppani se refirió a «una nueva fuerza telúrica, comparable en poder y universalidad a las grandes fuerzas de la Tierra«. Acuñó entonces el término «La Era Antropozóica«. La era del humano.
En 1926, Vernadsky, uno de los fundadores de la geo-química, reconoció el creciente impacto del ser humano sobre el medio natural. Junto al filósofo francés Teilhard de Chardin acuñó el término «Noósfera», la esfera o mundo del pensamiento, para referirse a la influencia del ser humano en la transformación tanto del ambiente natural como del futuro.
En el año 2000, Paul Krutzen, especialista en química atmosférica y ganador del Premio Nobel de Química en 1995, fomentó el concepto delAntropoceno para referirse al período actual, en el que múltiples procesos fundamentales del entorno natural se ven dominados por la actividad humana. Actualmente la Comisión Internacional de Estratigrafía considera utilizarlo como una unidad oficial de la escala geológica del tiempo.
Durante la revolución científica del siglo 20 se modificaron muchas de las hipótesis sobre la relación entre la actividad humana y el entorno natural descrito en el modelo newtoniano, conocido como mecánica clásica. La física newtoniana fue complementada tanto por la teoría de la relatividaddesarrollada por Einstein como por los avances en mecánica cuántica. El cosmos se concibe ahora como un todo perfectamente interconectado, donde todas las cosas se encuentran literalmente unidas unas a otras. El concepto de que las partículas que constituyen nuestra individualidad forman in conjunto aislado no es mas que una ilusión.
La creencia de que los humanos somos distintos y superiores a otras formas de vida, o que ocupamos un lugar privilegiado en el cosmos, carece de base científica. Como miembros del colectivo de seres vivos, tenemos el deber de utilizar nuestra capacidad de previsión y empatía para comprender y proteger nuestro hogar planetario, así como para favorecer todas las otras formas de vida.
Urge un cambio en la manera en la que los humanos nos relacionamos con la Madre Tierra. La humanidad debe ante todo tratar al planeta con respeto, actuar como guardianes de la Tierra, en lugar de como sus dueños, domadores o parásitos. Debemos reconocer que ha llegado el momento de servir al planeta en lugar de utilizarlo en beneficio de objetivos económicos a corto plazo. Destruir nuestro entorno natural para satisfacer aspiraciones económicas y materiales no solo nos perjudica, sino que se transforma también en una inusitada injusticia inter-generacional.
Un sistema económico vinculado a los límites ecológicos fijaría normas claras para la sostenibilidad. La extracción de recursos renovables no puede exceder la capacidad regenerativa. La contaminación no puede exceder la capacidad de absorción. Ni la extracción ni la contaminación pueden poner en peligro las funciones esenciales de los ecosistemas. El ritmo al que se agotan los recursos básicos no renovables no puede ser mayor que al que se desarrollan sus sustitutos. En necesario reconocer la falsedad de la hipótesis según la cual el mundo natural es un elemento del que ha de disponerse en provecho del ser humano.
El documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, titulado «El futuro que queremos«, reconoce la necesidad de adoptar métodos más amplios para medir los avances y el bienestar, que complementen el PIB, con el fin de sustentar mejor las decisiones políticas. El desarrollo económico de la humanidad no puede continuar realizándose a expensas de la desolación de la naturaleza.
Hace mas de 200 años, Alexander von Humboldt acuñó el término «organismo mundial» para resaltar que los humanos nos encontramos íntimamente vinculados a las riquezas de la Naturaleza y para exhortarnos a asumir posiciones armoniosas con el organismo mundial del que somos parte, no en su contra.
Hace también cerca de 200 años que el jefe indígena norteamericano Seattle sentenció: «Solemos olvidar que nosotros no tejimos la tela de la vida, sino que somos apenas un hilo de esa tela. Lo que le hagamos a la tela nos lo hacemos a nosotros mismos».
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