Traducción para Rebelión de Loles Oliván
Resulta irónico que la Cumbre [de la Liga] Árabe se haya convocado en Bagdad en el noveno aniversario de la invasión de Iraq (20 de marzo a 9 de abril). Ello se produce en un momento en que Estados Unidos y sus aliados árabes están pagando el precio por el fracaso de la política regional que iniciaron con el derrocamiento de Sadam Husein.
La acumulación de acontecimientos que caracterizó al año pasado en términos de cantidad se ha transformado en un cambio cualitativo que ha fijado varios conflictos regionales.
Quizás el más importante tema de la discordia sea la derrota de Estados Unidos en la región y el resultado de los levantamientos árabes. El resultado no satisface las aspiraciones de una nueva gobernanza liberal y democrática basada en el imperio de la ley, las instituciones y la justicia social.
El aumento vertiginoso de la Hermandad Musulmana y de los movimientos salafistas, además de la situación que ha surgido de las crisis o revoluciones en sitios rebeldes como Túnez, Egipto, Libia y Yemen, al parecer, no son del agrado de Estados Unidos.
Pero la situación no asusta a Washington, tampoco. Estos países cuentan con sus válvulas de seguridad (como el ejército en Egipto). Además, están los incansables esfuerzos para consolidar el modelo islamista turco que no entra en conflicto con los intereses estadounidenses en la región.
En este contexto, no se puede ignorar la apuesta perdedora respecto a cualquier cambio en la nueva posición de Rusia sobre Siria. Ha quedado claro que esa posición está basada en parámetros que se ajustan a los intereses de seguridad nacional de Rusia.
Añádase a ello la apuesta perdedora respecto a la capacidad de derrocar al presidente Bashar al-Assad del poder. Ya habían fracasado opciones anteriores, desde guerras de propaganda, a movimientos pacíficos y armados sobre el terreno, sanciones económicas y financieras, descartar armar a la oposición, y lanzar un ataque militar.
La visita del presidente Assad a Baba Amr el jueves ha sido el mejor indicador del fracaso de la batalla para sacarlo del poder.
De hecho, el acuerdo ruso-estadounidense con las propuestas del Enviado de la ONU a Siria, Kofi Annan, ha confirmado que ahora son éstas las que constituyen el marco internacionalmente aceptado para una solución en Siria.
Es la señal más clara de que todas las partes deben estar tratando de hallar una salida para salvar la cara de a la situación actual. De acuerdo con la propuesta de Annan, esta salida no menciona el cese de Assad. Incluye asimismo la designación de un gobierno sirio para hallar una solución política e imponer la calma sobre el terreno.
La declaración del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre las propuestas de Annan y los movimientos que siguieron a varios niveles reflejan la orientación actual estadounidense respecto a la crisis siria. Washington parece avanzar claramente hacia un nuevo marco político basado en hechos sobre el terreno.
Kuwait y Emiratos Árabes Unidos han revisado su retórica. Las declaraciones del gobernador de Sharjah y del jefe de Policía de Dubai en contra del ascenso de los Hermanos Musulmanes pueden considerarse en este contexto aunque muchos interpretan los movimientos de Kuwait como un mensaje de Estados Unidos.
Fuentes bien informadas del Golfo dicen que la relación personal del liderazgo sirio con los dirigentes de Kuwait y de Emiratos Árabes Unidos es «muy buena». Sostienen que ello es así especialmente en el caso del hijo del emir de Kuwait, el jeque Nasir, con el presidente de EAU Jalifa bin Zayid, y con el gobernante de Dubai, Muhammad bin Rashid.
Tal relación es contraria, por ejemplo, a la que mantiene con el príncipe heredero de Abu Dhabi, Muhammad bin Zayid. Las fuentes dicen que éste sueña con convertirse en otro príncipe saudí Bandar bin Sultan y quiere asumir el papel del primer ministro de Qatar, Hamad bin Jassim al-Zani.
Las fuentes añaden que desde el inicio de la crisis, ambos países del Golfo declararon a las autoridades sirias que ellos estaban en contra de las posiciones y del comportamiento de Arabia Saudí y de Qatar. Habrían explicado que no podían hacer nada alegando la presión exterior y «la situación salafista» dentro de Kuwait. Pero se habrían comprometido a adoptar la posición adecuada sobre Siria en el momento oportuno.
Esas fuentes afirman que «parece que ya ha llegado ese momento» y señalan que «la apertura emiratí y kuwaití hacia Siria expresa el cambio de temple estadounidense sobre el asunto».
En los últimos meses se ha afirmado muy extensamente que desde el principio se produjo una opinión muy contundente en el Golfo respecto a que la ola de protestas árabes debe pararse en Siria para que no estallen en todo el Golfo.
Los movimientos turcos no se apartan de este marco. Teherán habla de que «los turcos juegan en tiempo de descuento» y esperan a ver cómo son los resultados de la visita de Recep Tayyip Erdogan a Irán el miércoles. Se reunirá con el líder supremo, Ali Jamenei, para discutir la situación global de la región.
Las reglas de compromiso de Irán con Turquía exigen evitar a toda costa y en ningún caso un enfrentamiento en muchos temas diferentes a Siria. Ello es así debido a sus ubicaciones geoestratégicas.
Turquía es la puerta de Irán a Europa e Irán es la puerta de Turquía a Asia Central. Damasco considera las quejas de Turquía como un intento de presionar a Siria para obtener algún tipo de beneficio una vez que Ankara se ha visto decepcionada por Estados Unidos Y Europa.
La cuestión siria ha dejado de estar, indudablemente, en manos de Arabia Saudí y de Qatar. Se les ha dicho: «Habéis perdido la batalla pero nosotros no vamos a pagar las consecuencias de vuestra derrota».
Arabia Saudí ha perdido el juego y ha reconocido la derrota de Estados Unidos en la región. Está preocupada por sus propias desgracias, es decir, la crisis de poder.
La salud del príncipe heredero saudí Nayif bin Abdul Aziz se está deteriorando en medio de fuertes diferencias que enfrentan a los hijos de Abdul Aziz, sobre todo el príncipe Salman, que parece estar más resentido por los acontecimientos regionales.
En el caso de la muerte del príncipe Nayif es probable que el rey Abdullah ponga fin a la influencia de la línea de Sudairi en la familia real saudí. Se espera de él que aumente la autoridad de príncipes como Mitib bin Abdul Aziz a expensas de Muhammad bin Nayif.
Ello deriva de una lucha de poder entre los 12 mil príncipes de la dinastía de Abdul Aziz que abarcan tres generaciones. Algunos de ellos son hijos de reyes y controlan amplios sectores del Estado. Hoy por hoy existe el riesgo de un conflicto que podría amenazar la integridad territorial del reino.
Luego está Qatar. Se habla de que en breve van a producirse cambios. Parece que hierve a fuego lento la transición de poder del príncipe Hamad al príncipe Tamim.
El status de estos dos Estados afectará probablemente el final de la crisis siria, teniendo en cuenta que si Assad se mantiene en el poder ello requerirá un acuerdo que será política, económica y moralmente para los dirigentes de Qatar y Arabia Saudí.
«Lo que más temo es tener que besar otra vez a Bashar»: es una declaración atribuida al Jeque Hamad por un embajador de Qatar en una influyente capital. El jeque respondía así al embajador de Kuwait en esa misma capital. Él le había preguntado qué haría Qatar, ya que existen indicios crecientes de que Assad permanecerá en el poder.
Esta declaración tal vez resume bien lo que está sucediendo. Se trata de una declaración que puede reflejarse en una entrevista con el jeque en Al-Yasira hoy [miércoles] y es probable que los árabes moderados la expresen en la Cumbre de Bagdad.
Elie Chalhoub es editor gerente de Al-Ajbar
Fuente: http://english.al-akhbar.com/content/moderate-arabs-and-baghdad-summit-judgment-day