Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Banderas rojas ondeaban entusiastas mientras miles de egipcios celebraban el Día del Trabajo en la Plaza Tahrir. Trabajadores de fábricas en todo Egipto, la recién fundada Federación de Sindicatos Independientes, así como varios partidos de izquierdas se unieron para celebrar sus recién ganadas libertades.
Ahmed El-Borai, ministro de Egipto de mano de obra e inmigración, anunció el pasado mes que los trabajadores egipcios tendrán derecho a establecer sindicatos independientes. Esto marca un nivel sin precedentes de libertad de organización en la larga historia de lucha de los trabajadores en Egipto. Sin embargo, a pesar de la primera celebración del Día del Trabajo después de la renuncia de Mubarak, siguen existiendo numerosos desafíos para los trabajadores.
Mientras los manifestantes gritaban con entusiasmo, muchos espectadores se sintieron enfrentados a una idea poco familiar: «¿Qué es comunismo, es una religión?» preguntó escépticamente un hombre ya mayor: Sin embargo, después de conocer las demandas de la protesta, pareció unirse fervorosamente a ellos.
Aunque grupos izquierdistas han formado una parte central del movimiento opositor, es extraordinario que puedan manifestarse tan abiertamente por su causa. Noha Wagdi, estudiante de farmacia, siguió con interés los acontecimientos. «Pienso que soy bastante de izquierdas, y estoy aquí para informarme sobre los partidos políticos para poder decidir a qué partido me quiero unir», explicó. Noha tendrá una amplia variedad de partidos donde elegir, ya que la cantidad de partidos socialistas crece rápidamente.
Entre los partidos presentes en la manifestación estaban el Partido Democrático de los Trabajadores, la Alianza Popular Socialista, el Partido Socialista Egipcio, el Partido Comunista y los Socialistas Revolucionarios. Uno de los temas esenciales del debate concierne el papel del Estado en el desarrollo económico. Mientras el Partido Democrático de los Trabajadores aboga por la renacionalización de grandes partes de la industria anteriormente privatizada, otros piden un papel limitado del sector privado en el desarrollo autónomo.
Sin embargo, más allá de esos debates abstractos, muchos trabajadores están interesados, sobre todo, en una mejora inmediata de sus condiciones de vida. Una de las demandas cruciales es elevar el salario mínimo mensual, fijado actualmente en 400 libras egipcias (cerca de 70 dólares) a 1.200 libras egipcias (cerca de 200 dólares). Quieren que los salarios estén vinculados a la creciente inflación, y hay manifestantes que exigen que se fije un salario máximo a cerca de 15 veces el salario mínimo.
Esas demandas corresponden a la tradición del Día del Trabajo, que se celebra para conmemorar una huelga general en EE.UU. en 1886, que empezo el 1 de mayo. La huelga estuvo dirigida en gran parte por trabajadores inmigrantes de Alemania, Irlanda, Bohemia, Francia, Polonia y Rusia. Formó parte de una amplia serie de levantamientos inspirados por la Comuna de París en 1872. Una de las consignas en esa época era «pan o sangre». Los manifestantes recibieron lo segundo cuando el Estado reprimió el movimiento matando a docenas e hiriendo a cientos. Exactamente 125 años después de que el ejército de EE.UU. aplastó brutalmente los levantamientos, la demanda crucial de los trabajadores en 1886: «un día para comenzar a tener ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho para lo que queramos», todavía no se ha materializado para numerosos trabajadores egipcios.
Aunque la radicalización de millones de egipcios durante la revolución ofrece una oportunidad sin precedentes para la movilización de la izquierda, también tiene problemas para conectarse con amplios sectores de los manifestantes que siguen sintiendo una profunda desconfianza hacia las organizaciones políticas.
«Ni el gobierno ni los partidos políticos, la revolución es del pueblo» es una de las consignas que se vocearon ayer. Un grupo de manifestantes atacó la construcción de un gran escenario suministrado por la Unión Sindical para entretenimiento musical. Mucha gente se sintió alienada por una organización que suministraba una infraestructura relativamente costosa. Finalmente las tensiones disminuyeron, pero el incidente parecía ilustrar una brecha entre la izquierda organizada y numerosos manifestantes recientemente radicalizados, una división que aún queda por superar.
Salma Said, activista involucrada en la movilización del Día del Trabajo, concluyó: «Pienso que es buena lección para que los políticos se acerquen más a la calle. Cuando hablamos de trabajadores tenemos que asemejarnos a los trabajadores, tenemos que ser trabajadores.»
Fuente: http://english.aljazeera.net/
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