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Flotilla hacia Gaza

El «Dignité» interceptado por los guardacostas griegos

Fuentes: liberation.fr

Traducido por Rocío Anguiano

El martes a las cinco de la mañana, el Dignité Al-Kamara , uno de los dos barcos de la campaña «un barco francés para Gaza» zarpaba al alba de la bahía industrial cerca de la pequeña ciudad de Salamina donde había estado escondido durante tres días. Este pequeño yate de 13 metros de eslora, que había salido de Francia diez días antes, tiene la categoría de embarcación de recreo y en teoría no está sometido a la misma prohibición de zarpar que el resto de barcos de la delegación.

El viernes anterior, el barco estadounidense intentó zarpar solo. El sábado, su capitán era arrestado. Pueden caerle varios años de cárcel por partir sin autorización. Tras varios anuncios envalentonados ratificando su determinación y su fuerte voluntad de ir a Gaza para llevar ayuda humanitaria, los últimos comités han ido cediendo uno tras otro. Los capitanes de los barcos español y canadiense anunciaron que no deseaban correr tantos riesgos porque estaba seguros de que no podrían recorrer más de 30 metros. El ex presidente de Greenpeace en Francia, Alain Connan, capitán del principal barco francés, el Louise-Michel , tras dudarlo mucho, se adhirió a esta postura, poco atraído por las cárceles griegas.

De los doce barcos, veintidós nacionalidades y varios centenares de activistas previstos, la flotilla había quedado reducida a tres hombres de la tripulación, ocho militantes. Además de Olivier Besancenot estaba también Nicole Kiil-Nielsen, eurodiputada por Europe-écologie, Annick Coupé, portavoz de la unión sindical Solidaires , o Nabil Ennasri, presidente del Colectivo de musulmanes de Francia- y un periodista, el autor de estas líneas.

El miércoles por la tarde, el Dignité atraca en Ormos Kouremenos, un puerto pequeño en la costa este de Creta. Necesita repostar una última vez antes de poder poner rumbo a Gaza.

De repente, cuando ya han rellenado mil litros y esperan una segunda carga, surge una lancha motora militar de los guardacostas griegos. Los pasajeros del Dignité lo comprenden en seguida. En esta pequeña bahía donde solo hay barcos de pesca de madera, saben que vienen a por ellos. La lancha se acerca y, al mismo tiempo, un coche camuflado se detiene en el muelle.

Los guardacostas les piden atentamente los papeles. Empieza entonces una discusión de dos horas y un control de los documentos del barco donde todo se comprueba exhaustivamente. A bordo, los militantes protestan:   «Es demasiado estúpido», dicen. Era la última etapa antes de la gran travesía.

Una decena de hombres uniformados, muy amables, rodean al Dignité. Se multiplican las llamadas, sin duda para informar a una autoridad lejana. Los guardacostas les piden los pasaportes y anotan escrupulosamente los nombres.

No encuentran mucho que reprochar a la embarcación. El capitán no ha redactado el cuaderno de bitácora y no se han pagado los costes de entrada en el puerto, 30 euros. Claro que en este pequeño puerto de pesca sin capitanía, no había ningún sitio donde declarar la llegada. Hay que esperar. Los pasajeros se preparan para cenar. Esa noche toca pasta con pollo, coppa y lentejas.

«Lo sentimos»

Son las diez de la noche cuando los guardacostas anuncian que tienen que seguirles hasta otro puerto de Creta para firmar las autorizaciones adecuadas y que el Dignité podrá partir de nuevo al día siguiente, el jueves por la mañana.

Mientras tanto se quedan con los papeles del barco para hacer unas fotocopias. Afirman que no hay ningún problema. Uno de ellos se disculpa varias veces: «Lo sentimos». Omeyya Seddik, uno de los activistas, le responde: «Es normal, usted solo hace su trabajo».

El Dignité parte en la noche hacia el puerto de Sitia, escoltado por la lancha de los guardacostas que navega con rumbo fijo. Demasiado rápido. En varias ocasiones parece que desaparece en la noche como si en el fondo no quisiera que la siguieran.

Los activistas no saben cómo reaccionar. ¿Qué hacer? ¿Conservar una pequeña esperanza? ¿O plantear en seguida una denuncia sabiendo a ciencia cierta que después no les van a dejar zapar? Dudan. Tienen la impresión de que entre los guardacostas y la gente que merodeaba alrededor y tomaba fotos, no había solo griegos.

Hace tres días que navegan, tres días en los que juegan al ratón y al gato sin saber realmente si hay gato. Probablemente el Dignité no llegue a Gaza. Era el único barco de la «flotilla de la libertad» que había conseguido zarpar y creer por un tiempo que podía alcanzar territorio palestino, o al menos aproximarse.

Finalmente, habrá conseguido llegar un poco más lejos que el resto, pero sin duda no lo suficiente. «Estamos totalmente decididos «, afirman. «Mañana si podemos zarpar, seguiremos».

Fuente: http://www.liberation.fr/monde/01012347018-a-bord-du-dignite-en-route-pour-gaza

http://www.liberation.fr/monde/01012347564-flottille-pour-gaza-le-dignite-intercepte-par-les-garde-cotes-grecs

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