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El dilema de los kurdos

Fuentes: La Jornada

La atención mundial está puesta en este momento en la plaza Taksim de Estambul y en el levantamiento popular contra el gobierno de Recip Tayyip Erdogan. Todos dicen que las rebeliones antiautoritarias que han estado barriendo el mundo, y a últimas fechas el Medio Oriente en particular, han alcanzado ahora a Turquía, aclamada por mucho […]

La atención mundial está puesta en este momento en la plaza Taksim de Estambul y en el levantamiento popular contra el gobierno de Recip Tayyip Erdogan. Todos dicen que las rebeliones antiautoritarias que han estado barriendo el mundo, y a últimas fechas el Medio Oriente en particular, han alcanzado ahora a Turquía, aclamada por mucho tiempo como un gobierno modelo que sería impermeable a tales levantamientos.

Al igual que en levantamientos semejantes, el foco está puesto en la conducta autoritaria del gobierno y, para algunos, en su compromiso con las políticas económicas neoliberales. Hasta ahora, lo que comenzó como una pequeña protesta de ambientalistas contra la intención del gobierno de eliminar la última área verde importante dentro de Estambul en favor de un proyecto de desarrollo prendió y atrajo a diario más y más gente hacia la plaza Taksim y a lugares semejantes por todo Turquía. En ocasiones anteriores la respuesta del gobierno fue no ceder y, en cambio, sí reprimir con la policía a los manifestantes. Esta respuesta parece haber resultado contraproducente y atrajo siempre más gente a las protestas.

Como suele ocurrir en tales protestas, los manifestantes cubren ahora una gama muy amplia de personas. Hay lo que podría llamarse una izquierda laica, en especial las mujeres, molestas por la imposición reptante de reglas y restricciones islámicas por parte del moderado Adalet ve Kalkinma Partisi (AKP), el partido en el poder. Hay quienes están molestos por el involucramiento cada vez mayor del gobierno en el intento de derrocar a Bashar al Assad en Siria. Hay otros en la derecha política que se consideran a sí mismos como los protagonistas de una posición kemalista, una que es nacionalista y hostil a los partidos islamitas. Hay también una facción al interior del AKP, encabezada por el presidente Abdullah Gül, que considera que el gobierno es poco islamita, que está demasiado atado a Estados Unidos en materia de política exterior, y es demasiado represivo de los grupos que están protestando.

En resumen, es una típica situación en la cual no es seguro si el gobierno puede mantenerse en el cargo. Y es igualmente inseguro qué tipo de gobierno podría sucederlo, si cayera, sea por la vía de la renuncia o de nuevas elecciones. Es esta incertidumbre en los resultados lo que más perturba a los kurdos, que a su vez están divididos en cuanto a cómo deberían comportarse en esta situación.

Desde que existe la república turca, los kurdos en Turquía han estado luchando por obtener el derecho a estructuras autónomas y al uso del lenguaje kurdo. Para algunos esto necesariamente implicaba un Estado independiente, mientras otros estaban preparados para aceptar una autonomía garantizada por la Constitución al interior de Turquía. Este objetivo entró en conflicto profundo con el nacionalismo integral turco propuesto por Mustafá Kemal Ataturk. Ataturk y sus seguidores insistían en que no había nada sino turcos en Turquía. Su gesto hacia los kurdos fue proclamarlos turcos de las montañas, sin concesión alguna respecto del lenguaje.

Por supuesto, los kurdos están localizados en varios estados vecinos, principalmente en Turquía, Siria, Irak e Irán. Su concentración más grande, sin embargo, está dentro de Turquía. Y en los últimos 40 años se han organizado políticamente dentro de un movimiento conocido como Partiya Karterên Kurdistan (PKK) o partido kurdo de los trabajadores, cuyo líder ha sido Abdullah Öcalan. Este movimiento se involucró en acciones militares para conseguir sus objetivos. Los sucesivos gobiernos turcos, en particular el ejército turco, los combatió sin piedad, proclamando el PKK organización terrorista.

En 1999, con la ayuda de Estados Unidos, el gobierno fue capaz de capturar a Öcalan en Kenya. Lo condenaron por traición y lo sentenciaron a la pena de muerte. Esta sentencia fue conmutada de facto por la cadena perpetua en la remota isla de Imrali, sin posibilidad de contactar a nadie. En años recientes la posición del AKP en el poder y la del PKK (que sigue considerando a Öcalan su líder) han evolucionado. En particular, el PKK no es ya un partido marxista-leninista y desea que callen las armas para permitir que la diplomacia funcione. El resultado es que ha habido algunas discusiones entre ambos partidos en cuanto a un arreglo que pudiera ponerle fin al conflicto. El PKK ha dicho que está listo para abandonar la acción militar y participar en la vida política normal de Turquía, siempre y cuando liberen a Öcalan y haya cierto reconocimiento a sus derechos a la autonomía y lengua kurdas. El gobierno del AKP parece haber sido receptivo al arreglo, dándose cuenta que una mera victoria militar es imposible.

El principal obstáculo ha sido la sospecha mutua. Ninguno de los dos bandos quiere dejar las armas antes que el otro. Cómo trabajar una transición a los nuevos arreglos es precisamente lo que está a discusión. El principal problema para cada uno de ambos partidos es asegurarse de que sus seguidores acepten el trato. Erdogan estaba teniendo problemas con una ala del AKP y Öcalan (tal vez menos que Erdogan) con algunos elementos del PKK.

En medio de estas delicadas discusiones vino el levantamiento en la plaza Taksim. Y he aquí el dilema kurdo. Parece haber sólo dos grupos que simpatizan con esta solución propuesta para las demandas kurdas. Uno es Erdogan y sus seguidores, y el otro está formado por algunos segmentos de la izquierda laica, que son uno de los ejes del levantamiento anti-Erdogan. Los otros grupos en la plaza Taksim se oponen puntualmente a los posibles nuevos arreglos con los kurdos.

¿Qué es lo que, entonces, debería hacer el movimiento kurdo políticamente? Hay algunos militantes kurdos, sobre todo en Estambul y otras grandes ciudades, que se han unido a la rebelión como individuos. Pero con sumo cuidado el PKK ha evitado cualquier declaración en torno al levantamiento. Y en Diyabarkir, la ciudad kurda más grande, el número de manifestantes ha sido muy chico. Podría resultar que una víctima importante del levantamiento antiautoritario en Turquía fueran los kurdos.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein