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¿Un interludio musical o los horrores de la ocupación?

El dilema de una periodista israelí

Fuentes: Haaretz

Belén albergó durante una semana eventos musicales, incluyendo una clase magistral de una renombrada violinista francesa. Si tan sólo el ejército israelí no estuviera tan ocupado creando historias, yo lo habría podido cubrir.

El plan original era dejar mi casa en El Bireh, alrededor de las 11 de la mañana del jueves para poder llegar a la sala de conferencias en las Piscinas de Salomón en Belén. Ellos lo llamaron un «día abierto», con varias actuaciones musicales, una clase maestra con la violinista francesa Amandine Beyer, un concierto en el que ella tocará con el Bethlehem Strings – ensayo general a las 13:00, concierto a las 6:30 pm – junto con varios coros.

El programa prometía que las piezas serían de la época barroca. He oído que la entrada es asombrosa. Sé que la vista es impresionante. Y he visto que van a presentar el proyecto «Palestine Philharmonie» – no he averiguado de qué se trata, pero leo que pretende crear «una entidad cultural, como una ‘Ciudad de la Música'»-, que ofrecerá una variedad de actividades y eventos interculturales relacionados con la música, en particular mediante la creación de la primera orquesta profesional permanente de Palestina».

Ocupación, ocupación, pero en los enclaves que ha invadido hay creatividad, pasión por la belleza y el talento. ¡Aleluya!

Uno de los organizadores me invitó hace dos semanas. Esperaba que asistieran algunos jóvenes conocidos del campo de refugiados de Deheisheh. No nos hemos encontrado desde que escribí sobre los soldados del ejército que les dispararon en las rodillas y los dejaron caminando con muletas. Hay niños de los campamentos de refugiados de la zona que estudian música en el conservatorio local, y asumí que, si no como intérpretes, al menos asistirían como oyentes.

En un momento incluso pensé que tendría tiempo de entrar en Tekoa, quiero decir el pueblo, no el asentamiento. Había oído hablar de arrestos allí una semana después de que la Administración Civil destruyera algunas de las cisternas de recolección de agua de lluvia que son tan vitales para los agricultores. Pero dejé ese plan por retrasos fuera de mi control.

He estado fantaseando sobre este interludio musical durante toda la semana. En vistas de que mi mente ha sido programada para traducir cada pedazo de la vida en un artículo, pensé en el lugar apropiado para tal informe. Tal vez en el suplemento de las galerías de artes de Haaretz; tal vez en mi columna semanal; tal vez como una función de viernes. Vacilé entre las opciones. ¿O tal vez no vaya como periodista? No averiguaré quiénes son los músicos y de qué aldeas fueron expulsadas sus familias en 1948; quiénes perdieron a un hermano o a un padre en ataques militares israelíes o en enfrentamientos con soldados o quienes fueron enviados para realizar un ataque. Y no preguntaré como se ven afectadas sus interpretaciones por el robo de las tierras de sus familias por medio de trucos de estafa de los gobiernos de los colonos. Preguntas de las que no podemos prescindir si queremos una imagen completa; preguntas que son difíciles de preguntar porque ¿cuánto más se puede respirar, vivir, dormir y despertar con todo este sadismo organizado llamado política de Israel?

Así que dejadme en paz y disfrute de un concierto y de ver a los jóvenes de ambos sexos emocionarse con una clase magistral ofrecida por un músico francés sin tener que escribir sobre ello.

(Editor: «Tienes 380 palabras». Pero necesito 420. «Está bien, vamos a pactar en 400»).

El jueves por la mañana no había podido terminar mi trabajo para el periódico del viernes acerca de la abuela palestina que defendía a sus nietos contra un grupo de hombres enmascarados del ejército de ocupación israelí. No importa, me dije. Lo terminaré y lo enviaré antes de las 10 de la mañana. Pero la reacción del portavoz del ejército se retrasó.

Mientras tanto otro tema que exigía la atención de mi teclado se abrió paso: Zona de fuego 918, o más exactamente las aldeas del sur de las colinas de Hebrón que la zona de fuego amenaza con destruir finalmente. Después de 17 años de hostigamiento, batallas legales y luchas populares, el Tribunal Superior de Justicia ordenó al Estado que sugiriera un plan para ejercicios militares que infligiera un mínimo de daño a los residentes. Después de todos los años que he perseguido esta monstruosidad («El entrenamiento allí ahorra tiempo y dinero del ejército», el Estado respondió a la Corte Suprema explicando por qué las aldeas debían ser destruidas), no podía esperar que la noticia se escribiera a sí misma.

Así que con cinco dedos terminé el artículo sobre los hombres enmascarados y con los otros cinco comencé a escribir la otra historia. Ah, bueno, no llegaré allí para el ensayo general a la 1 de la tarde, pero al menos presenciaré la clase magistral a las 4.

Y luego llegó la noticia de que el fiscal del Estado había llegado a un acuerdo con el abogado del policía fronterizo Ben Deri, que mató al adolescente palestino Nadeem Nawara en mayo de 2014. Todos vimos el video: ni los soldados ni los policías se enfrentaron a alguna amenaza para sus vidas. Y todos oímos que el ejército negó que hubiera habido uso de fuego vivo, pero luego tuvieron que admitir que Nawara fue asesinada por una bala real. Su amigo Mahmoud Salameh también fue asesinado y otros dos resultaron heridos. Todos de fuego vivo. Excepto que la acusación se basó en una sola acusación, contra un solo policía, sobre un joven asesinado, como si los demás fueran fusilados por el diablo. El Estado quiere minimizar incluso esto argumentando que la muerte se produjo por negligencia. Bien, me dije, voy a renunciar a la clase magistral; llegaré al concierto a las 6:30 PM

El artículo estaba casi subido a la página web cuando recibí nueva información: no hay ningún acuerdo de declaración de culpabilidad. El abogado de Deri, Zion Amir no está de acuerdo con la sección que dice que los policías y soldados no estaban en peligro mortal. Tengo que localizarlo y verificar la información.

Tengo que reescribir el artículo y renunciar al concierto.

Fuente original: http://www.haaretz.com/ opinión / .premium-1.765209