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El dilema ético de los atentados suicidas

Fuentes: Anzetteln y Tlaxcala

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Juan Vivanco

Con la matanza de Beit Hanun de ayer, en la que 20 personas -sobre todo mujeres y niños- perdieron la vida, se plantea un dilema ético. ¿Podremos seguir usando el lenguaje de la reprobación moral si los militantes palestinos vuelven a la práctica de los atentados suicidas contra objetivos civiles israelíes?

Las organizaciones de derechos humanos destacan el carácter inequívoco de los pasajes del derecho internacional que prohíben tajantemente la implicación de los civiles en los combates. Pero estas organizaciones (como Human Rights Watch y Amnistía Internacional) parten de una posición fundamental que, incluso acompañada de gran imparcialidad en la denuncia de los atropellos, cada día que pasa resulta más ambigua: la de considerar digno de atención sólo el ius in bello, y no el ius ad bellum, es decir, las normas que rigen la conducta en la guerra en vez de las que establecen en qué circunstancias está justificada la opción militar. En otras palabras: se preocupan de que se combata «bien» y no de por qué un pueblo está usando las armas contra otro pueblo.

Frente a lo que están padeciendo los palestinos, esta filosofía cada vez resulta más ambigua, y la autoridad de quien la aplica con fácil «imparcialidad» es cada vez menor cuando se trata de juzgar cómo reacciona el más débil, la víctima, el agredido, contra un agresor que tiene una superioridad militar aplastante y disfruta del silencio cómplice -cuando no del respaldo explícito- de las naciones más poderosas del mundo.

Hoy en día los palestinos son un pueblo desesperado. Por manida que pueda parecer esta palabra, en realidad es muy elocuente: significa que no tienen motivos para esperar nada del futuro. Lo más realista, por el contrario, es imaginar que con el paso de los meses y los años su situación irá de mal en peor. Si algo han aprendido de los USA y la UE es que no pueden esperar ninguna ayuda del exterior. Israel lo sabe también, y está dispuesto a aprovechar al máximo la circunstancia.

Ayer, viendo la televisión, le oí decir a David Grossman -que siempre es presentado ante el público italiano como un pacifista israelí- que los dos pueblos están dispuestos a llegar a un «compromiso para repartirse la tierra» y ha llegado el momento de que vuelvan a hablar. Pasemos por alto la curiosa elección de los términos (¡hecha por un escritor!), según la cual en Palestina aún quedarían tierras para «repartirse», cuando lo que hay son tierras para devolver. Lo que resulta más discutible es esa representación facilona de un conflicto causado por la obstinación de clases dirigentes que no escuchan los anhelos de paz de sus pueblos respectivos. Es una mistificación más que añadir al cúmulo de mentiras que justifican la opresión de los palestinos.

Es posible que la sociedad civil israelí esté dispuesta al compromiso -tal como asegura Grossman-, pero ante todo es profundamente racista e incapaz de concebir las relaciones con sus vecinos árabes (empezando por los palestinos) en términos de justicia e igualdad de derechos. El principio de «seguridad» se ha convertido en una racionalización freudiana que sirve para justificar toda clase de vejaciones contra sus vecinos en nombre del bienestar de los israelíes. En vista de las dificultades que han tenido las autoridades israelíes para desalojar los escasos asentamientos de Gaza, se puede asegurar que no habrá ningún compromiso para «repartirse» la tierra en Cisjordania a poco que la sociedad israelí lo considere oneroso. Mientras tanto, en el firmamento de la política israelí brillan nuevos astros, como el recién nombrado ministro de extrema derecha, Avigdor Lieberman, que presenta la guerra de las fuerzas armadas rusas en Chechenia como un modelo de lo que debería hacer Israel en los Territorios Ocupados.

¿Qué esperanza les queda a los palestinos para encaminarles hacia soluciones más constructivas que la de los atentados suicidas, humanamente desastrosa? Se puede objetar que así no van a conseguir nada. Tal vez. Pero ¿qué vamos a replicarle a un palestino cuando responda que ellos no tienen nada que perder y están dispuestos a correr el riesgo de un éxito incierto antes que resignarse a una pasividad intolerable frente a una opresión cierta e inhumana? Se pueden tener escrúpulos ante el hecho de que haya víctimas entre civiles desarmados, pero ¿qué vamos a objetar cuando nos contesten que quien no tiene perspectivas de justicia se reserva por lo menos el derecho a la venganza del talión? Los más dispuestos a criticar el primitivismo de este razonamiento probablemente sean los mismos que inventan cualquier justificación para la atrofia y el enanismo moral de la nación israelí.

Personalmente, todavía no estoy dispuesto a considerar éticamente aceptable el hecho de que una persona que se sube a un autobús para ir al trabajo o a clase muera en un atentado suicida. Pero ya es hora de darnos cuenta de lo ambiguos que son los términos del dilema ético tal como se ha planteado hasta ahora. Algo va mal cuando el opresor puede manipular con tanta facilidad el lenguaje de la reprobación moral. Se condena el terrorismo palestino y a los crímenes israelíes ni siquiera se les llama por su nombre.

¿Qué clase de ética es esta que somete a un escrutinio moral estricto los actos de una de las partes, mientras que para los actos de la otra se recurre, como mucho, al lenguaje del realismo político para lanzar llamamientos genéricos y abstractos a la negociación? Como si quien tiene todas las cartas en la mano y ninguna posibilidad de perderlas tuviese el menor interés por «negociar».

En clave apologética hacia el poder constituido se cita a menudo la contraposición de Max Weber entre la ética de los principios y la ética de la responsabilidad. No basta con limitarse a tomar posiciones sobre lo que parece justo o injusto, también hay que decir qué responsabilidad se asume con respecto a un estado de cosas. Sin ello, lo justo y lo injusto no pueden someterse a juicio. Bien, por un momento hagamos nuestro este concepto. Si los militantes palestinos cometen un atentado suicida en Israel, los únicos capacitados para condenarlo -si lo creen necesario- serán quienes se enfrentan a pecho descubierto a la opresión que lo ha provocado.

Publicado originalmente en http://anzetteln.splinder.com/post/9842240
Este artículo en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=1499&lg=it

Gianluca Bifolchi y Juan Vivanco son miembros Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Este artículo se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores y la fuente.

URL de este artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=41363