Traducción para Rebelión de Loles Oliván.
Con un dramatismo artificioso y un falso sentido de la anticipación, Mahmud Abbas se ha subido al carro del fervor nacionalista y popular palestino a raíz del asalto israelí contra Gaza, y ha llegado a la ONU como lo había anunciado hacia tiempo para solicitar -y obtener- un estatuto de observador para el Estado de Palestina.
El pueblo palestino tendrá ahora un Estado comparable al Vaticano. Como dijo una vez el poeta palestino Mahmud Darwix: la lucha del pueblo palestino de más de un siglo le da derecho a mucho más que a un Estado.
Abbas debía presentar supuestamente la solicitud al Consejo de Seguridad de la ONU pero Estados Unidos le presionó para que no llevara adelante ese plan.
Estados Unidos no quería quedar expuesto ante el mundo, una vez más, como el enemigo incondicional del pueblo palestino. Estados Unidos no quería, una vez más, utilizar el derecho de veto para proteger a su cliente, el Estado de Israel. Abbas ha sido siempre el siervo obediente de Estados Unidos e Israel. El propio empleo que Abbas desempeñó en la AP, primero como primer ministro y luego como presidente de la AP con un mandato caducado, lo diseñó Israel para él. Abbas no quería mucho, deseaba un pequeño Estado diminuto que le sirviera para fortalecer su posición entre su pueblo.
Abbas es una figura sin respaldo popular. No tiene poder y tiene que mendigar a Israel, a la UE, a Estados Unidos y al Consejo de Cooperación del Golfo su sueldo y los sueldos de su inflada burocracia y de los servicios militares y de inteligencia que él dirige en nombre de Israel. Su trabajo ha sido y es reprimir y matar palestinos al objeto de hacer menos costosa la ocupación a los ocupantes.
Abbas también es una persona notoriamente corrupta que ha enriquecido a sus hijos y a sí mismo desde su puesto y que también enriquece a sus corruptos colaboradores. Arafat presidió una autoridad corrupta dentro de Fatah, en la OLP, y más adelante, en la AP. Pero al menos Arafat no estaba personalmente corrupto y vivió una vida ascética en buena parte.
Abbas ha acabado por desesperarse. Su pueblo le desprecia y se ha vuelto insignificante para Hamas y para los enemigos de los palestinos, que consideran que ha sobrevivido a su periodo de utilidad aunque sientan que aún no tienen con quién reemplazarlo. Le mantienen el empleo y esperan que no haga nada inaceptable y que no levante la voz a sus jefes y responsables.
Pero Abbas ya ha tenido bastante.
Vio en la guerra contra Gaza que el pueblo palestino se sigue entusiasmando con la resistencia armada frente a la agresión israelí. Vio que el concepto de lucha pacífica no sólo es impopular sino que ha demostrado su fracaso y quiebra en Líbano, Egipto, Siria y Palestina. Todos esos países intentaron mantener negociaciones pacíficas con Israel para volver a recuperar sus tierras y todos fracasaron.
El pueblo egipcio se da cuenta ahora, tardíamente, de que Anwar Sadat y Hosni Mubarak les habían engañado; que el Sinaí no se ha recuperado y que Israel sigue ejerciendo la soberanía sobre territorio egipcio.
Abbas se ha hartado demasiado tarde de la humillación con que le tratan regularmente Israel y Estados Unidos, a pesar de la reciente visita que le hizo Hillary Clinton con la esperanza de elevar su perfil, como si los árabes que reciben elogios de Estados Unidos obtuvieran de sus pueblos una mejor consideración.
Abbas está en declive y se encuentra al final de su carrera. No le queda mucho tiempo para hacer trampas ni súplicas a Israel. Israel le ha dejado claro que no conseguirá ese pequeño Estado troceado de Cisjordania y Gaza que el movimiento Fatah quiere ahora. Abbas quería dejar el escenario haciendo una maniobra de relaciones públicas. Esperaba pode emular el espectáculo de Arafat en la parte trasera de la ONU en 1974. Aquí, la historia se repite como una farsa.
Abbas no tiene la talla de Arafat entre su pueblo, y Arafat (en su momento) luchó por un Estado laico en toda Palestina. Abbas esperaba poder obtener el respaldo de su pueblo, al que ultrajó en su reciente entrevista humillante en la TV israelí en el que renunció a toda reclamación de Safad y de la Palestina de 1948.
Abbas estaba mendigando la aprobación de su pueblo esta vez. Denunció los crímenes israelíes en un idioma que Estados Unidos no le ha autorizado a usar durante años. Y rememoró la crónica de algunos de los crímenes sionistas en Palestina. No se sirvió de su lenguaje característico sobre la paz que sus jefes estadounidenses le han inculcado. En su lugar, Abbas recurrió a la retórica árabe que utilizaba antaño al-Fatah sobre Palestina.
Pero el discurso no puede medirse por su retórica emocional -aunque disgustara a Israel. Sólo puede medirse por su contenido político. Y en ese sentido, Abbas no vaciló en su petición de un mini-Estado en el 22% de Palestina. También habló del derecho de Israel a existir al lado de un mini-Estado que pretende dominar, controlar y ocupar. También parece prometer que no utilizará su nueva condición para incomodar a Israel. Audazmente, Estados Unidos e Israel le han presionado para que se abstengan de dirigirse al Tribunal Internacional de Justicia temiendo que se presenten casos de crímenes de guerra cometidos por Israel. Estados Unidos e Israel quieren defender descaradamente el derecho de Israel a perpetrar crímenes de guerra y masacres. El Congreso de Estados Unidos fue indignante.
Pero el voto en la Asamblea General de la ONU -a pesar de las clásicas presiones y tácticas de intimidación de Estados Unidos que los estadounidenses emplearon en 1947 para producir el mal llamado Plan de Partición que otorgaba a la minoría judía (un tercio de la población) el 55% del territorio (a la mayoría árabe se le «premió» con sólo el 42% de lo que era su patria en aquel momento) – resultó una afrenta para Israel y Estados Unidos.
A pesar de la influencia de Estados Unidos sobre la política exterior de la UE, la opinión pública internacional a favor de Palestina se ha desvelado al mundo. Estados Unidos siempre ha querido ocultar la realidad del apoyo popular internacional a Palestina. Al votar «no», Estados Unidos se ha quedado aislado junto a otros ocho países. Sólo Israel, Estados Unidos, Canadá, Panamá, República Checa, Islas Marshall, Micronesia, Nauru y Palau votaron en contra de la admisión palestina.
El mundo árabe volverá a darse cuenta una vez más de que es Estados Unidos lo que se interpone en el camino a la liberación palestina. Los países árabes y la Autoridad Palestina trabajarán duro para ofrecer la imagen de que lo ocurrido es una gran victoria. No lo es. Es fundamentalmente una medida simbólica que únicamente contribuye a ilustrar la simpatía del mundo hacia la lucha palestina por su liberación.
El verdadero combate por la liberación continuará; y no será en el territorio de la ciudad de Nueva York donde tenga lugar.