A la memoria de Edward W. Said que además de combatir al terrorismo israelí con la escritura, lanzó piedras a los tanques de la ocupación Al escribir este artículo, los medios de comunicación nacionales e internacionales registran las primeras declaraciones de Israel en respuesta al fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya […]
A la memoria de Edward W. Said que además de combatir al terrorismo israelí con la escritura, lanzó piedras a los tanques de la ocupación
Al escribir este artículo, los medios de comunicación nacionales e internacionales registran las primeras declaraciones de Israel en respuesta al fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ) que recomienda la cancelación de la construcción del muro de separación a lo largo de Cisjordania.
El ministro de justicia, Yosef Lapid, dijo que Tel Aviv «no cumplirá las recomendaciones del tribunal» que argumentan la ilegalidad de la valla edificada para separar a los palestinos de los israelíes. No hay que sorprenderse, en todo el mundo son conocidas las respuestas de Israel a cualquier intento de solución real en Medio Oriente aunque sus representantes digan lo contrario y pregonen sus «propuestas de paz» como las únicas viables y loables. Ésta no es la excepción, ya que con renovada elocuencia los dirigentes del Estado hebreo retan al sistema de justicia internacional y preparan una argumentación válida para sus fines: sólo acatará la sentencia emitida el 30 de junio pasado por el poder judicial de su país, que pidió la modificación (sólo) de 30 kilómetros de la línea trazada para levantar el muro; otra de las tantas «medidas preventivas» aplicadas con mayor ahínco en los últimos diez años contra la multitud enardecida y hostil de Palestina, como así lo consideran las autoridades, los ideólogos, los consejeros políticos y los diplomáticos de Israel.
Recordemos un poco de historia para ilustrar esto. Los acuerdos de Oslo en 1993 fueron aplaudidos por la mayor parte de la opinión pública internacional, se habló de la posibilidad de una salida pacífica a casi medio siglo de hostilidad, enfrentamientos y muertes, y se coronó a los Estados Unidos como el precursor de la «ruta trazada». Oslo representaba, en el discurso predominante, el buen camino hacia el «Proceso de paz» y «la única vía» para la convivencia armoniosa entre los «actores en conflicto». Nada de eso es cierto y la actual respuesta israelí a las recomendaciones de la CIJ confirma y revela una serie de hechos que cualquier analista en temas de terrorismo- incluidos los israelíes y estadunidenses- se horrorizaría.
Mientras los israelíes y sus partidarios tenían la sensación de que Oslo representaba la solución al «problema palestino», obligaban a creer a todo el mundo que no había vuelta de hoja a sus tenaces aciertos. Así idearon toda una estrategia discursiva inapelable del llamado, por ellos mismos, «Proceso de paz», en el cual no podía ser integrada la insensatez de los palestinos rebeldes que se oponían (y se oponen) a los buenos designios de los arquitectos de Oslo. Durante los últimos dos lustros, los hechos fueron reveladores y los renovados discursos israelíes cayeron por su propio peso.
Luego Oslo, Israel se apresuró a concluir el «Proceso de paz». Anexionó más tierras de Jerusalén, Cisjordania (75 por ciento del total) y Gaza (40 por ciento del total), realizando 96 intervenciones de octubre de 1993 a finales de enero de 1995. (Edward W. Said, Crónicas Palestinas, 2001). En pleno alboroto y algarabía por la consolidación de los deseos israelíes, en 1994 se realizó una de las peores matanzas contra refugiados palestinos y de la cual la prensa consignó como una variable negativa del Proceso, pero sin mayores complicaciones. La masacre de Hebrón pasó como un contratiempo, pero no representó ningún riesgo para «la paz».
Al tiempo que la ocupación continuó, Israel mantuvo en prisión a seis mil presos políticos palestinos y controló el suministro de agua necesaria para la vida de los refugiados en las zonas colonizadas. Aún y con estas «medidas necesarias» para consolidar el «Proceso de paz», Israel se arrogó el derecho de llevar adelante la campaña contra el «terrorismo islámico», un código lingüístico de fabricación israelí para caracterizar a la disidencia del Proceso de Oslo. El sistema doctrinario incluyó la falsa contraposición árabe-occidente o cristianismo-islamismo, conceptos excluyentes, pero facilitadores para acabar con los «oponentes a la paz». Los ideólogos israelíes llamaron «terroristas» a todo aquel que formaba parte de la resistencia árabe y se llevo a cabo una guerra sistemática para imponer la voluntad de Tel Aviv al costo que sea, incluso el aniquilamiento de la esperanza de paz.
De esta forma corrieron los años hasta nuestros días, sin considerar el periodo destructivo de Bejamin Netanyahu de 1996 a 1999.
El muro de separación
El primer ministro Ariel Sharon continúa con la hostilidad israelí y amenaza con llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias, esto es, la construcción de un muro para dividir a la población palestina y crear por su propia cuanta una nación judía sobre la voluntad de los palestinos. Como dijo el consejero político israelí de la embajada judía en México, Gil Artzyeli, «el gobierno (israelí) decidió retirarse unilateralmente y dejar a los palestinos que definan su futuro en la franja de Gaza. Ellos (los palestinos) podrán decidir si quieren ser como Singapur, o como Arabia Saudí, o una teocracia, o un país de un Estado de terror, esto ya depende de ellos.» Pero faltó aclarar (tal vez por obviedad) que para poder hacer esto último, los palestinos deberán buscar otras tierras porque en Medio Oriente ya no será posible… «si se lleva adelante el plan israelí» y llega a buen término.
En una recién entrevista concedida al servicio informativo de Radio Educación de México, el consejero político de la embajada israelí, Gil Artzyeli, nos dijo que su país contempla un plan «que consiste en una retirada total y completa de la franja de Gaza», donde viven al menos un millón de palestinos. Esta decisión se tomó «unilateralmente por la falta de un interlocutor en el lado palestino», ya que en realidad nunca lo ha habido, por lo menos acorde al estándar israelí. «Hemos hecho muchos intentos de llegar a un acuerdo (por ejemplo el de Oslo) y por el hecho de que Arafat está prohibiendo llegar a cualquier acuerdo», en el cual se imponga la voluntad de Tel Aviv.
A la pregunta expresa sobre buscar otras vías para no desencadenar una confrontación mayor, pues para los palestinos (como para cualquier persona con sentido humano) la construcción de la barrera es un atropello a sus derechos, el consejero sostiene que «la mejor forma de llegar a la paz es a través de la mesa de negociación y a lo mejor no es la mejor, sino la única forma de llegar a una paz duradera», pero mientras los palestinos no quieran «la paz», en el sentido israelí, no hay posibilidad de otra cosa. Por eso Israel, sin el menor indicio de querer entablar esa mesa de negociación que tanto pregona en el mundo, construye la valla, tal vez cuando ésta esté terminada puedan obligar a los palestinos a sentarse a negociar, como cualquier matón con arma en mano nos apuntara y nos dijera «vamos a negociar, pero las reglas las pongo yo», tal como los líderes israelíes han hecho en los llamados «procesos de negociación». Sin rubor el consejero lo dijo: «así lo hemos hecho en Egipto en 1979, así lo hemos hecho en Jordania en 1994 y comenzamos ha hacerlo en 1993, hace once años con la Autoridad Nacional Palestina encabezada por Arafat por los menos durante los últimos 40 años… Arafat ha perdido muchas oportunidades para llegar a un acuerdo.» Aunque de todos es conocido que Arafat no representa el sentir completo del pueblo palestino, los israelíes lo mantienen en asedio hasta que alguien más lo supla o hasta que haya otro interlocutor que acepte el «Proceso de paz» y la creación de un Estado palestino, «pues para él hubo muchos posibilidades de crear un Estado palestino, pero nunca quiso llegar a tal punto…». Ni modos. Para construir el muro, Arafat sólo fue uno de los tantos pretextos.
El discurso orwelliano
Si uno revisa detenidamente el sistema doctrinario israelí y el poder que tiene para expandirse hasta las «sociedades democráticas occidentales», se dará cuenta del manejo sesgado y manipulado de los conceptos.
En las agencias internacionales de información se acuña – en el mayor de los casos- el concepto de «terrorismo» para explicar los ataques palestinos contra objetivos israelíes, sean civiles o militares. Pero cuando Israel ataca a objetivos palestinos, fundamentalmente contra civiles, se le denomina «represalias». Este uso de los conceptos por parte de Tel Aviv, ubica el grado de poder del Estado judío para crear un newspeak o neolengua -diría George Orwell- con el fin de lograr sus propósitos. Así resulta «natural» hablar de «represalias» o castigos contra quienes realizaron actos de «terrorismo», aunque estos sean de alcance limitado en comparación con las masacres realizadas contra las poblaciones palestinas por parte de Israel, tal como sucede contra los refugiados a lo largo de la franja de Gaza y Cisjordania.
El consejero Gil describió como se aplican las «represalias» en el estándar doctrinario actual de Israel. «En la situación en la que estamos, de que hemos sufrido mil muertos civiles en los ataques de terror palestinos, de que hemos sufrido en los últimos años estos atentados, hemos decidido distanciarnos de allí, de aislar y dejar a los palestinos en sus territorios en la Franja de Gaza y también estamos construyendo una cerca antiterrorista en Cisjordania».
Pero no solamente la represalia toma la forma de una valla y un retiro por parte de las tropas israelíes, pues estas últimas continúan haciendo su trabajo de castigar a la población palestina.
El Centro Palestino de Derechos Humanos así como Amnistía Internacional han informado sobre las «represalias» de Israel. Tan sólo en una semana del 24 al 30 de junio, 27 palestinos fueron asesinados por el ejército de ocupación, entre ellos un niño de once años y cinco adolescentes; el 30 de junio las fuerzas de Israel hirieron al menos 50 personas y por lo menos 100 palestinos quedaron sin hogar tras la demolición de sus viviendas. Este es el grado de represalia al que han llegado los israelíes, con o sin interlocutor, «estamos tomando algunas medidas que permitan a los palestinos como a nosotros vivir cada uno por su lado y esperar a que surja un liderazgo responsable que quiera avanzar en otros temas», declaró Artzyeli, sin mostrar indignación por el terrorismo que lleva adelante su gobierno. Claro para él no es terrorismo ya que cree que Palestina se lo merece. «Si los palestinos hubieran querido un Estado y su deseo de querer a un Estado hubiera sido mayor al aniquilamiento de Israel, ya tuvieran un Estado desde hace mucho tiempo».
En un cable informativo de la Agencia de Noticias francesa AFP, fechado el 19 de junio, se indica que el gobierno de Ariel Sharon examina también la posibilidad de crear una frontera terrestre de alta tecnología controlada a distancia con la franja de Gaza, después de la retirada de ese territorio, prevista para 2005.
Esta «medida» se suma al proyecto de un gigantesco foso entre el sur del territorio y Egipto, destinado, según fuentes militares consultadas por la AFP, a impedir el contrabando de armas.
El newspeak o neolengua aparece otra vez. Se acuña el novedoso concepto de «frontera controlada a distancia» mediante tecnologías modernas, «puesto que el ejército israelí no dispone de profundidad estratégica en el sector» y las «localidades israelíes» (asentamientos de colonos judíos en territorio palestino) vecinas de la frontera (delimitada por Israel) estarán al alcance de un ataque inmediato «de los terroristas árabes», por lo que hay que actuar en consecuencia. «La forma de impedir esta situación consiste en crear un aparato sofisticado de control y disparos a distancia, reduciendo al mínimo el tiempo de intervención, a partir de un puesto de mando.»
Pero la medida no es otra cosa que otra «represalia» más contra los palestinos porque, según Gil Artzyeli, éstos últimos «enfocan todos sus recursos económicos y humanos para destruir a Israel, y esto no lo van a alcanzar».
En la entrevista, el consejero político negó que Israel aplique un terrorismo de Estado, incluso luego de describirle los ataques de las tropas de su país contra civiles palestinos. «No, no…», contestó al insistirle si Israel aplicaba un terrorismo de Estado. Sin la menor decencia prosiguió: «… Se puede hablar de matar a terroristas y esa es nuestra lucha contra el terror…» Tal vez se refiera a los 3,500 palestinos muertos desde el año 2000, como ha documentado la propia Organización de las Naciones Unidas (Servicio de Noticias de la ONU, 13 de julio de 2004)
Todas las salidas cerradas
El trece de julio de este año, las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) realizaron múltiples operaciones en la franja de Gaza y Cisjordania. En este contexto, los militares judíos reanudaron ejecuciones selectivas contra los palestinos al dar muerte al dirigente de la Yihad Islámica, Naaman Taaimeh, y abrir fuego contra las viviendas palestinas, en las cuales hirieron a dos personas, además de catear casas consideradas «escondites de los terroristas», donde detuvieron a 20 personas. (Agencia de Noticias mexicana, Notimex, 13 de julio de 2004) Claro, como todos sabemos en la lucha contra el terrorismo todo es permitido.
Este hostigamiento militar se da al tiempo que la Organización de las Naciones Unidas prepara una reunión de su Consejo de Seguridad para deliberar sobre la recomendación de la CIJ. Como es lógico en el sistema orwelliano, la realidad es un momento falso y ante ello los representantes israelíes son consecuentes. Ariel Sharon, quien está acusado por el horrendo crimen de centenares civiles refugiados palestinos en Sabra y Shatila, al sur de Beirut, desestimó la opinión de la CIJ y continúa, porque «es importante», en su intento de acumular poder al contactar a los partidos políticos ultraortodoxos Shass y Torah con el fin de negociar su incorporación al gobierno y así conseguir la mayoría parlamentaria. Obviamente los problemas a resolver como prioridad de los israelíes es cómo consolidar a su Estado, pues ya lo dijo el Artzyeli, los palestinos perdieron esa «oportunidad».
Con estos elementos, quedan claro las intenciones de Israel: profundizar la expulsión de los palestinos con el pretexto de la lucha antiterrorista y construir su «futuro bajo el derecho de Israel a existir», sobre la tumba de los palestinos. Pero como dijo el consejero político de la embajada de Israel en México, Gil Artzyeli, «el terror es un arma de dos filos», e Israel en cualquiera de sus lados se está cortando.