Despuntaba la década de los noventa y el sistema socialista en los países del este europeo se vino abajo. Feliz, el capitalismo salvaje fue ocupando su lugar. Cuba, que había sido su aliada, quedó solita. Revolución terca, insistía en que su camino era el socialismo. Estados Unidos y demás países capitalistas dirigieron contra ella toda […]
Despuntaba la década de los noventa y el sistema socialista en los países del este europeo se vino abajo. Feliz, el capitalismo salvaje fue ocupando su lugar.
Cuba, que había sido su aliada, quedó solita. Revolución terca, insistía en que su camino era el socialismo. Estados Unidos y demás países capitalistas dirigieron contra ella toda la estrategia de guerra psicológica y de propaganda. El dinero fluyó y los «disidentes» se multiplicaron a borbotones.
Aunque Cuba tenía cierta experiencia en lidiar con estos casos fabricados, lo que se le vino encima podría quedar en los libros de record.
Cada día los «disidentes» se alquilaban para que desde Miami, Washington, o cualquier capital europea, se armaran campañas contra la Revolución en su nombre. Hasta se rentaron para que el bloqueo económico se endureciera. Mientras ellos podían comprar con los dólares de pago, menos había para comer en el plato del vecino. Sus hijos iban a la escuela bien desayunados, y los demás niños vieron bien reducida la cantidad de leche. Aún así, los «disidentes» siguieron aprovechando lo que la Revolución trataba de mantener gratuito para todos, empezando por la asistencia médica.
Llegó el año 2000 y el tiempo siguió pasando. La economía mejoró. Hasta los expertos del Banco Mundial se quedaron sin entender cómo había sido posible. No podían concebir que la unidad y la fe en un sueño hacen milagros.
El objetivo estratégico de hundir a la Revolución del Caribe no se ha podido lograr. Daño, eso sí los «disidentes» se han prestado para hacer a esa inmensa mayoría de cubanos fieles a la Revolución. Aún así, ayer como hoy, sin ser torturados ni desaparecidos, menos asesinados, cada nuevo personaje «disidente» ha ido pasando de moda. La falta de apoyo popular es el talón de Aquiles, de ellos y de quienes pagan. Su gran enemigo es no existir abismo entre dirigencia y pueblo.
Al interior del Partido Comunista cubano existen muchos disidentes (sin comillas). Es normal, es humano. Porque disentir es no estar de acuerdo con algo. Se disiente con la esposa, en el tono que sea. Otra cosa es ir donde la vecina y unirse con ella para hacerle la guerra a la esposa. Eso es traición. Y es lo que ha visto, día a día, el pueblo cubano: Los que en el ámbito internacional se les llama «disidentes», están aliados con el enemigo, Washington, que quiere comerse su soberanía a picotazos.
Una revolución es un proceso creativo. La Revolución cubana casi partió de cero, aprendiendo todo. Innovando en casi todo. Es lógico que entre sus creadores no todos estén de acuerdo con algún color de esa obra en construcción. De suerte es así, de lo contrario no se estaría avanzado. Disienten, no se venden.
Los «disidentes» siguen siendo ese producto de exportación para dañar la imagen de la Revolución. Para que la presión política internacional actúe. Ninguno encuentra algo bueno de la Revolución. Son la muestra del hijo desagradecido. Les enseñó a leer, escribir, a ser intelectuales, científicos, médicos, maestros. Y hasta les enseñó a criticar. Como los cuervos, solo quieren ayudar a sacarle los ojos. Y sólo por unos dólares, unas letras en la prensa internacional y unas ovaciones de los enemigos de su nación.
La prensa internacional. Ésta ha tenido un papel protagónico. Es la única que se acuerda de ellos en Cuba. De cualquier malacara hace una noticia. Está en la primera trinchera, como en la guerra que es. Además de «atenderlos», y esperar la muerte de Fidel o Raúl, no se sabe qué más hace esa cantidad de corresponsales extranjeros en esta isla. Cuba está entre los países del mal llamado Tercer Mundo a los que esta prensa da tanta prioridad.
El cubano Chucho Valdés, uno de los mejores pianistas del mundo, me aseguraba en el año 2004: «Contra Cuba existe una prensa amarilla que le encanta lo sensacional. Hasta con nosotros, los artistas, la prensa internacional siempre está buscando el lado político de las cosas, pero para distorsionar todo y hacer daño a Cuba, a la Revolución».
El eurodiputado francés, Jean-Luc Melenchon, me decía en mayo 2010: «A esa prensa, toda ligada a Estados Unidos, sólo le importa buscar a alguien que se diga «disidente» o preso político para volverlo héroe y lanzar sus campañas contra Cuba» (1) .
Podría ser extraño. Pero ¿por qué «disidentes» sólo existen en los países que no son del gusto político de Washington, Madrid, Londres, Berlín, Paris…? Extraño, podría ser sencillamente extraño… Pero no.
Nota:
1. Entrevista a Jean-Luc Melenchon, diputado europeo francés. «Sudamérica es fuente de inspiración, lucha y optimismo» http://www.
*Hernando Calvo Ospina. Periodista y escritor colombiano residente en Francia, colaborador de Le Monde Diplomatique.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR