Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Llegó la hora para los jóvenes árabes de romper todos los muros, incluido el que separa a los «árabes del 48» del resto del mundo árabe
Soy de Nazaret. Soy una palestina de los 1,3 millones de palestinos conocidos por muchos como «los árabes del 48». Pertenezco a la parte olvidada de la nación palestina, que luchó durante décadas para mantener su «identidad» (haweyyi) y su baqaa -que es nuestro «derecho a permanecer»-.
Nosotros no emigramos ni optamos por vivir en Israel. Fue Israel el que emigró a nuestra tierra. Nos quedamos en ella y seguimos luchando para impedir que nos echen de nuestra patria.
Y nos impusieron la ciudadanía israelí.
Tenemos el pasaporte israelí, que tampoco elegimos. De hecho no teníamos otra opción. Tampoco nos dimos por vencidos renunciando a nuestras tierras para unirnos a nuestros hermanos y hermanas en los campos de refugiados donde fueron obligados a vivir durante la Nakba. Nos quedamos afincados en nuestras tierras y en nuestra identidad como la parte remanente de la población árabe palestina.
Escribimos nuevamente, en los primeros años de la década de 1980, lo que llamamos el «documento de la asamblea proscripta» (refiriéndose a su prohibición por las autoridades israelíes). «No negamos en el pasado ni en el presente, incluso si debemos enfrentarnos a la muerte, nuestras profundas raíces, estamos vivos, somos conscientes y formamos parte activa del pueblo árabe palestino». Esto es lo que somos.
Mi generación, la tercera generación de la Nakba, mantiene esta antorcha, insistimos en nuestra identidad palestina, resistimos las políticas de Israel y nos negamos a ser ciudadanos de segunda clase en Israel.
Sin embargo, desde el establecimiento del Estado de Israel hemos sido segregados por Israel con el fin de cortar nuestra relación con nuestro mundo árabe y, más importante aún, para ser marginados por ese mundo árabe y tratados como espías y traidores. Durante décadas no hemos tenido medios directos de comunicación con el mundo árabe. Estábamos en un doble cerco y nuestra historia no emergió durante mucho tiempo. Por décadas no hemos podido tener el permiso para visitar los países árabes, hoy en día podemos visitar unos pocos. Incluso para aquellos países en los que se nos permite entrar somos sospechosos automáticamente debido a que tenemos l pasaporte israelí. Es como si nos culparan de las milicias judías que ocupan Palestina cuando ellas desplazaron a nuestras familias y destruyeron nuestros pueblos para construir su país en nuestras tierras.
Hoy contemplamos con admiración a nuestros compañeros en los países árabes que están exigiendo la libertad y la dignidad; rendimos homenaje a los miles de mártires de la libertad. Seguimos minuto a minuto las revoluciones árabes, compartimos vídeos e información y aplaudimos su valor. Un grupo de jóvenes cantantes locales dedicó una canción especial que escribieron y filmaron por la revolución tunecina y que fue distribuida ampliamente a través de los medios de comunicación social. Cuando Mubarak fue volteado tomamos las calles para celebrar como si fuera nuestra propia revolución. Nos manifestamos regularmente en Nazaret y otros lugares para apoyar y mostrar solidaridad con los libios, sirios, yemeníes y los habitantes de Bahrein. Nos comunicamos con los amigos del mundo árabe a través de nuevos medios de comunicación, compartimos los mismos valores.
Estas revoluciones nos han dado la esperanza que estábamos a punto de perder. También hemos luchando desde hace décadas por nuestra libertad, para poner fin a la ocupación israelí de Palestina, para acabar con el racismo y la discriminación israelíes. Usted probablemente no sabe que somos los creadores del «Día de la Tierra» que los palestinos y muchos árabes en todo el mundo conmemoran. Usted probablemente no sabe que la canción «Unadikom«, que todos sabemos de memoria, fue escrita por nuestro poeta y líder político, el difunto Tawfik Zayyad, que es de Nazaret. Usted probablemente no sabía que poetas como Samih Kasem y Mahmoud Darwish son palestinos que quedaron, los «árabes del 48».
Durante la revolución egipcia me encontraba en El Cairo. Tuve el privilegio de ser testigo de cómo el pueblo egipcio escribía su historia. Me sentí emocionada de participar en ese momento. Y yo diría también, al igual que muchos egipcios subrayaron, que esta revolución cambió mi vida. Al mismo tiempo comprendí cuán desconocida era mi historia para muchos egipcios, y qué pesada es la carga de mi pasaporte. Desde entonces he solicitado la visa para visitar El Cairo nuevamente; el pedido fue rechazado dos veces, sin ninguna explicación.
Creo que es hora de romper el cerco que los regímenes árabes y sus medios de comunicación nos han impuesto. Hacemos un llamado a nuestros compañeros, a la generación de jóvenes árabes para que nos ayude a derribar los muros que nos han separado. No somos «traidores ni espías «, estamos vivos, conscientes y somos parte activa de la población árabe palestina». ¡Somos árabes orgullosos, exactamente igual que ustedes, y gracias a ustedes!
La autora es una activista política palestina, consultora y analista de los medios de comunicación.