En 2003, en el marco de la «batería de reformas» que se le prometieron al pueblo sirio después de que Bashar al-Asad heredara el poder, el régimen eliminó la asignatura de «Enseñanza militar» o las clases de «juventudes» como se solían llamar, que se imponía a los jóvenes de las escuelas durante la secundaria. De […]
En 2003, en el marco de la «batería de reformas» que se le prometieron al pueblo sirio después de que Bashar al-Asad heredara el poder, el régimen eliminó la asignatura de «Enseñanza militar» o las clases de «juventudes» como se solían llamar, que se imponía a los jóvenes de las escuelas durante la secundaria. De acuerdo con la misma decisión, se eliminó el uniforme unificado del color militar tradicional (caqui o «jaqui», como se dice en Siria), que fue cambiado por un uniforme azul y gris para los chicos, y azul y rosado para las chicas. Si bien el régimen del «Movimiento Correctivo» no es el responsable original de la implementación de la asignatura de «Educación militar» en las escuelas secundarias, pues ello es producto de eras baasistas previas, Hafez al-Asad fue responsable de medidas mucho peores y más dolorosas.
Partiendo de su convicción de las bondades de la militarización metódica de la sociedad, al estilo norcoreano (el modelo de Kim Il Sung en concreto, cuya personalidad, régimen, y métodos de dirección de la sociedad, el Estado y el partido a un tiempo tenían fascinado a Asad padre), el régimen creó la Unión de los Jóvenes de la Revolución en las escuelas primarias y secundarias, sometiendo a los estudiantes a campamentos de entrenamiento y a los «conocimientos» que recibían sobre el propio método militar. Después limitó las actividades de la Unión Nacional de Estudiantes de Siria a las universidades, obligando a los estudiantes universitarios a participar en campamentos de entrenamiento militar. Una de las mayores ironías de esta política se dio a principios de los ochenta, cuando Rifaat al-Asad y los destacamentos de las Brigadas de Defensa que él dirigía, se encargaron de enseñar a decenas de «jóvenes» a saltar en paracaídas, a cambio de eximirles de alcanzar las altas medias necesarias para entrar en las facultades de medicina, odontología y farmacia.
Un tercer modelo de militarización obligatoria, el más tonto y peligroso, quedó patente en la creación de una organización nueva llamada «Vanguardia del Baaz», encargada de supervisar la educación política de los niños en las escuelas primarias. Puesto que matricularse era obligatorio obviamente, y formaba parte del currículo académico, y también tenía campamentos vanguardistas, generaciones enteras crecieron con la expresión cliché de «Con nuestra alma y nuestra sangre nos sacrificamos por ti, Hafez». Los niños crecían metiendo el principio del culto al individuo en el inconsciente, como un comportamiento nacional completamente natural, y por medio de la obligación directa o la naturalización instintiva, se bebían la imagen del «Líder padre» gobernante en la escuela, en casa, en el barrio, en el municipio, en la ciudad y en la patria… Dado que el 49% de los habitantes de Siria eran jóvenes de menos de 15 años, la organización de la «Vanguardia del Baaz» jugó un papel decisivo en la formación de las nuevas generaciones en torno a la idea de un único líder, un único partido, una única organización y una única política, e implantó en las almas de los pequeños un sentimiento de obediencia militar y de fidelidad ciega al líder. Además esta organización se esforzó para que dicha educación fuera una vacuna temprana que impidiera que contrajeran cualquier enfermedad política, al pasar de una etapa a otra en sus estudios, en su vida y en su consciencia. En este sentido, puede comprenderse que se diga que muchos sectores de la juventud de la sociedad siria sufrieron una conmoción cuando murió Asad, porque en verdad no habían conoció a otro «presidente» durante 30 años y no habían tenido ocasión de desarrollarse en otra «política» más que la que enseña a sacrificarse por Asad con el alma y la sangre.
A pesar de que el régimen, tras el inicio del levantamiento, había dejado sueltos a miles de shabbiha -criminales sacados de las cárceles generales, carniceros experimentados, y gente pagada para corromper las manifestaciones-, y a pesar de que había creado grupos de variada naturaleza, civil, militar y baasista, muchas de las misiones se encargaron a las milicias organizadas («Brigadas del Baaz» en Alepo y comités populares en Homs y algunas zonas de la costa). Así, la nostalgia por la asignatura de «Educación militar» ha seguido atormentando a la gente del régimen, tomando la iniciativa partes de las que no se suele esperar esto: la Asamblea de la provincia de Damasco, por ejemplo, que propuso en mayo la vuelta del régimen de «juventudes»; o el periódico Tishreen, que cantaba a las ropas caqui y a la «gorra» militar y lloraban por el «entrenador de los jóvenes» que era quien garantizaba el orden y la conciencia nacional.
En cuanto al proyecto más moderno en el marco del reclutamiento del público que apoya al régimen, tenemos lo que el corresponsal de RusiaToday sugiere, aunque no lo dice, que es que el régimen pretende formar un «Ejército de Defensa Nacional», que estará compuesto de 10 mil luchadores, entre civiles que han hecho el servicio militar, que tendrán sueldos mensuales llevarán un uniforme, y tendrán la misión de «proteger los barrios de los ataques de los hombres armados de la oposición». En otras palabras, han hecho falta casi dos años para que el régimen encontrara un nombre bonito para llamar a la fea realidad bajo la cual se organizarán las brigadas de este gigantesco ejército: un rebaño de shabbiha. Si la calle siria no ha visto aún «los efectos» de este ejército y no sabe si va a ser como el Ejército del Mahdi iraquí o la Guardia Revolucionaria iraní, o sí tal vez recuperará el legado de la Guardia Nacional baasista durante la década de los sesenta del siglo pasado, o incluso si será como una mezcla de las características de estas formaciones, después de haberse guiado el régimen por lo más vil que dejaron los legados nazi, fascista y estalinista en lo que a las artes de la represión se refiere, queda claro que: la Cuarta División, la Guardia Republicana y la mayoría de unidades del Ejército que apoyan al régimen no solo se debilitan, desmoronan, decaen y envejecen a diario, sino que es mejor que se den prisa legiones de nuevos mercenarios para devolverlos a la juventud de los días de Al-Juli (ex dirigente baasista).