Tripoli, 20 de mayo. Carnicería era la palabra que venía a la mente. Veintitrés soldados y policías libaneses, 17 sunitas armados. ¿Cuánto tiempo más puede Líbano soportar esto? Poco antes de morir, uno de los armados -¿palestinos, libaneses?, aún no sabemos- le disparó a un soldado que estaba junto a mí. El militar cayó […]
Y los muertos. Cinco de los armados murieron después que la policía paramilitar irrumpió en un edificio de departamentos de la calle 200, en pleno centro de Trípoli. Uno yacía de espaldas como un niño; sobre su cadáver corría agua de un hidrante roto. Otro estaba derrumbado en una puerta, entre vidrios y el rifle Kalashnikov que aún disparaba cuando cayó muerto. «Qué jóvenes eran», comentó una señora con una especie de cansancio en la voz, y noté que los muertos llevaban esas barbas cortas y tupidas que suelen usar los hombres de Al Qaeda.
Los sangrientos sucesos de este domingo en Líbano pasaron tan aprisa -y con tanto peligro para quienes estábamos en las calles-, que aún no sé a ciencia cierta qué ocurrió. Sin duda, un grupo tipo Al Qaeda trató de emboscar al ejército libanés… y lo logró en forma por demás terrible: 23 soldados y policías muertos es una cifra espantosa en un país minúsculo como Líbano. Pero ¿sería en realidad una conjura siria, como sugirió el gobierno de Fouad Siniora? ¿Una vez más se extendió el largo brazo de Damasco hacia la verde y plácida tierra libanesa?
He aquí algunos hechos. Un grupo armado trató de robar un banco en Trípoli el sábado y fue acorralado en un edificio de departamentos. Algunos de sus integrantes se escondieron en el campo de refugiados palestinos de Nahr el-Bared, en el norte de la ciudad. Para la hora en que llegué este domingo, el ejército lanzaba fuego de tanques contra el campamento y policías de capucha negra se preparaban a irrumpir al estilo iraquí en el edificio del centro de la ciudad. Sin embargo, se decía que los ladrones sólo se llevaron mil 500 dólares. ¿Esa cantidad justificaba una masacre? ¿Y de veras Fatah al Islam -que ha existido durante meses en las sombras del campamento- es un grupo de 300 hombres armados?
Sin duda los tiradores muertos eran de verdad. Encontré otros dos que yacían juntos, cubiertos de cargadores de municiones usados en el edificio en llamas -tan caliente que no pude subir las escaleras-, mientras algunas familias aún luchaban por bajar. Una mujer cargaba un bebé. «¡Sólo tiene cuatro días!», aullaba. Hallé una familia apretujada en un baño, 12 aterrados libaneses que habían pasado 24 horas en ese cuarto diminuto mientras las balas barrían las paredes de su vivienda. Entonces, en nombre de Dios, ¿qué ocurrió en Líbano este domingo?
Bueno, Siniora aseguró que fue un intento por desestabilizar el país -suposición razonable, por decirlo en términos tersos- y Saad Hariri, hijo del ex primer ministro asesinado hace más de dos años, llamó a los hombres armados «malhechores que han secuestrado el Islam». Es el mismo Saad Hariri de quien por lo menos un reportero estadunidense -me refiero a Seymour Hersh- insinuó, en un artículo reciente en The New Yorker, que ayudaba de manera indirecta a enviar dinero a esos mismos hombres armados. Sin embargo, se supone que los chicos malos en este escenario son los del Hezbollah chiíta, no un grupo sunita.
Pero Trípoli es la ciudad sunita más poderosa de Líbano -tanto que ni una gota de alcohol mancha los manteles de sus restaurantes- y los hombres y mujeres que corrían aterrados por las calles este domingo eran también sunitas. ¿Será entonces que los sirios de veras están inventando una «Al Qaeda» en Líbano? ¿Y quiénes son sus enemigos? ¿Acaso el ejército de la OTAN que integra la fuerza de Naciones Unidas en el sur del país? Pero no el ejército libanés, ese mismo que con valentía evitó la guerra civil en enero pasado, ¿o sí? Sin embargo, allá en 2000 un grupo tipo Al Qaeda también emboscó al ejército libanés en el norte de Líbano. ¿También aquello fue una invención siria?
Aún llovían balas sobre Trípoli la noche del domingo y se decía que el ejército se aprestaba a penetrar en los campos de refugiados. Fatah, la agotada organización de Yasser Arafat, anunció que estaba del lado del ejército, sabia decisión después del baño de sangre dominical. «Un peligroso intento por minar la seguridad de Líbano», fue la respuesta de un gobierno cuyos ministros chiítas abandonaron el gabinete el año pasado con la esperanza de echar por tierra todo el gobierno de Siniora. Pero ¿adónde vamos desde aquí?
¿Y quiénes eran los hombres que vi muertos este domingo, perforados por balas, desmembrados en parte por granadas? Testimonios silenciosos es todo lo que recibimos de ellos. Uno tenía ojos grandes sobre la barba esponjada, ojos que nos miraban a nosotros y a los policías que lanzaban improperios al cadáver. Me pregunto si sus almas no vendrán pronto a acosarnos. Y si llegaremos a descubrir qué hay detrás de este día terrible en Líbano.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya para La Jornada.
Tomado de http://www.jornada.unam.mx/2007/05/21/index.php?section=mundo&article=030n1mun