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El enemigo de mi enemigo sigue siendo mi enemigo

Fuentes: The New York Times

Israel está en guerra con Hizbulá. ¿Qué pasa con Al Qaeda? A juzgar por todo lo que sale en las páginas de la red, Al Qaeda está a la espera, nada satisfecha y muy incómoda, contemplando cómo un movimiento que es la antítesis de su filosofía le roba todo el éxito. Podría parecer que es […]

Israel está en guerra con Hizbulá. ¿Qué pasa con Al Qaeda? A juzgar por todo lo que sale en las páginas de la red, Al Qaeda está a la espera, nada satisfecha y muy incómoda, contemplando cómo un movimiento que es la antítesis de su filosofía le roba todo el éxito. Podría parecer que es una buena noticia. Sin embargo, lo más probable es que sea un signo de mal agüero.

La ideología suní de Al Qaeda considera heréticos a los chiíes. Un tipo que captaba adeptos para Al Qaeda, al que conocí en Yemen, me describió a los chiíes como «perros, una espina clavada en la garganta del islam desde el comienzo de los tiempos». Sin embargo, es Hizbulá la organización que ahora ha tomado la delantera en la cuestión que más enardece a los yihadistas: la lucha contra Israel.

Hay muchos suníes, por tanto, apuntándose del lado de Hizbulá como, por ejemplo, la Hermandad Musulmana en Egipto y Jordania. El clérigo saudí Salman al Awda se ha opuesto a la posición de su gobierno, contraria a Hizbulá, y ha escrito en su página web que «no es éste el momento de expresar nuestras diferencias con los chiíes porque todos estamos enfrentados a nuestro mayor enemigo, esos criminales de judíos y sionistas».

Para Al Qaeda, éste es un momento de pánico. Las páginas del grupo en la red están repletas de mensajes y preguntas acerca de la respuesta que hay que dar al éxito de Hizbulá. Un simpatizante pregunta si, aun a sabiendas de que los chiíes son traidores y cómplices de los infieles norteamericanos en Irak, es permisible rezar una oración por Hizbulá. Se le recomienda que maldiga a Hizbulá al igual que a los demás enemigos del islam.

Al Qaeda ha hecho públicas declaraciones oficiales que comentan las acciones de Hizbulá e instruyen a sus seguidores sobre cómo reaccionar ante ellas: los chiíes están conspirando para destruir el islam y resucitar el dominio imperial de los persas sobre Oriente Próximo y, a largo plazo, sobre todo el mundo. Los ideólogos describen este intento como «una conspiración sasánido-safauí», en referencia a los sasánidas, una dinastía iraní preislámica; y a los safauíes, una dinastía chií que gobernó Irán y algunas partes de Irak desde 1501 hasta 1736.

La argumentación se cierra con que, gracias a Estados Unidos, Irak ha sido entregado a los chiíes, que se están dedicando a matar desenfrenadamente a los suníes del país. Siria también está dirigida por un hereje chií, el presidente Bashar al Asad, cuya policía no deja de maltratar a la mayoría suní.

Hizbulá, según estos análisis, trata de embaucar a los musulmanes corrientes para hacerles creer que los chiíes están defendiendo la causa más sagrada del islam, la de Palestina, al objeto de encubrir la alianza chií a gran escala con Estados Unidos en Irak y Afganistán. Al final, los chiíes no verán cumplidos sus objetivos porque los israelíes y los norteamericanos los aniquilarán una vez que hayan cumplido su papel en esta conspiración más amplia entre sionistas y cruzados.

La verdad es que Al Qaeda ha encontrado un rival formidable en Hizbulá y en su cabecilla, el jeque Hasan Nasrala, que ha adoptado decisiones muy astutas que resultan atractivas para los seguidores suníes de Al Qaeda.

Nasrala lleva turbante negro y se hace llamar con el título de jeque, datos ambos que lo identifican como descendiente suní del profeta Mahoma, predica una ideología no sectaria y no va pregonando por ahí la identidad chií de su grupo. Hizbulá ha formado incluso una alianza efectiva con Hamas, una organización suní y parte de la Hermandad Musulmana. Además, los pronunciamientos de Hizbulá se centran en la política de resistencia a la ocupación e invocan principios islámicos generalmente compartidos acerca del derecho a la autodefensa. Nasrala es muy cuidadoso a la hora de seguir con enorme escrupulosidad los preceptos de la ley islámica en sus ataques militares (comunicación por adelantado, discriminación en la selección de los objetivos, etc.)

Por último, sólo Hizbulá ha derrotado de manera efectiva a Israel (en el Líbano, en el 2000) y de nuevo está asumiendo ese reto otra vez, atacando Haifa y otros lugares con un gran número de cohetes, una hazaña que ninguna otra fuerza árabe o musulmana ha realizado desde la fundación de Israel en 1948.

Ya son unos puntos a favor muy importantes. Además, Hizbulá se anotará una victoria propagandística de primer orden en el mundo musulmán sólo con seguir resistiendo en el Líbano una vez que la fase actual de guerra se haya superado y con mantener las relaciones que está forjando con Hamas y con otras organizaciones islamistas de tendencia suní. Quizás el éxito de Hizbulá entre los suníes haga posible que chiíes y suníes dejen de derramar sangre en Irak y que todos se centren en sus enemigos auténticos, a saber, EEUU e Israel. Es posible que todo esto sea una buena noticia para los iraquíes, pero supone un giro peligroso para occidente. Más siniestro: no es probable que Al Qaeda asuma una pérdida de su status así, sin rechistar. De hecho, es más probable que Al Qaeda intente reafirmar su posición intensificando sus ataques contra los chiíes en Irak y contra los occidentales en el resto del mundo.

Bernard Haykel es profesor asociado de Estudios Islámicos en la Universidad de Nueva York.