Recomiendo:
0

El engaño del denominado «Proceso de Barcelona»

Fuentes: Kaosenlared

[Artículo inspirado por la conferencia «Lliure comerç com a model de desenvolupament a la Mediterrània: conseqüències i alternatives», en el marco del FSMed. Ponentes: Lucile Daumas (Marroc), Titti di Salvo (Itàlia), Gianni Fabbris (Itàlia), Nur Karabacak (Turquia), Samir Amin (Egipte), Éric Toussaint (Bèlgica).] Ahora hace 10 años (1995) se hizo en Barcelona una reunión de […]

[Artículo inspirado por la conferencia «Lliure comerç com a model de desenvolupament a la Mediterrània: conseqüències i alternatives», en el marco del FSMed. Ponentes: Lucile Daumas (Marroc), Titti di Salvo (Itàlia), Gianni Fabbris (Itàlia), Nur Karabacak (Turquia), Samir Amin (Egipte), Éric Toussaint (Bèlgica).]

Ahora hace 10 años (1995) se hizo en Barcelona una reunión de ministros de los diversos países del norte y del sur del Mediterráneo, para poner en marcha lo que se denominó «Proceso de Barcelona». En noviembre próximo, se hará, en nuestra ciudad, un nuevo encuentro, bautizado como «Barcelona + 10», para hacer balance de la experiencia.

¿Qué pretendía el Proceso de Barcelona? Oficialmente, pretendía enriquecer toda la región y acercar el bienestar de los países de una y otra orilla a través del intercambio cultural, de la ayuda de los más ricos a los más pobres y del libre comercio.

¿Qué ha resultado, a lo largo de los 10 años? Un camelo: los países europeos han ayudado a los del sur… hacia abajo. Hoy día su situación es peor.

Si se pretendía ayudarlos a través del libre comercio… ¿Qué es el «libre comercio» entre países más desarrollados y países que lo son menos? Como todo el mundo debería saber, es un elemento de explotación. La relación entre un fuerte y un débil, si es «libre», se traducirá siempre en una relación abusiva. Es lo que ha sucedido. Por un lado, en el comercio mundial -ya sea entre los países mediterráneos o entre otros-, se da lo que se denomina el «intercambio desigual»: los países pobres importan productos y servicios que son cada vez más caros y nos exportan productos y servicios que van bajando de precio. Total: atrás, como los cangrejos.

Pero hoy, además de esta consideración, ya «clásica», hay que saber que el libre comercio representa, simplemente, la penetración de las multinacionales del norte dentro del mercado y la actividad de los países del sur. Y esto quiere decir ruina de pequeñas empresas, paro, precariedad laboral, drenaje de los beneficios, que «se van»… Pero, además de esta influencia, que podríamos denominar directa, hay la influencia indirecta: la que las multinacionales ejercen sobre los gobiernos locales, autoritarios y corruptos.

En este sentido es diáfana la opinión de la marroquí Lucile Daumas, cuando dice: «En Marruecos, la clase dirigente está haciendo una reforma administrativa, avalada por la Unión Europea, que permite a las grandes empresas internacionales acaparar todos los sectores económicos y pone en entredicho la independencia del país. Los derechos de los trabajadores han quedado en un segundo término, y el Estado no se ocupa de que haya suficientes profesores ni acceso al agua potable y a la sanidad.» ¡Contundente!

Pero, además, queda claro que en Túnez, por ejemplo, disminuyen cada vez más los servicios públicos, por la obsesión de su privatización, gran objetivo de las multinacionales. E informes de las agencias de las Naciones Unidas y de la Organización Internacional del Trabajo «demuestran que las condiciones de vida de la población de las riberas del sur del Mediterráneo han empeorado, así como las condiciones de los trabajadores», según afirma la sindicalista italiana Titti di Salvo. También ha aumentado, claro está, la dependencia de estos países respecto de Europa.

Y un caso que merece una especial consideración es el de la agricultura egipcia. En Egipto, los pequeños campesinos son propietarios de la tierra, después de que la reforma agraria repartiera la zona cultivable entre la población. Pero ahora la entrada de industrias alimentarias para la exportación está empobreciendo a los agricultores locales. Incluso se da el caso «de escuadrones de la muerte, contratados por los antiguos latifundistas, que quieren recuperar sus antiguas tierras», dice el miembro de Vía Campesina Gianni Fabbris.

Todo lo anterior con respecto a los efectos del libre comercio. Si, además, los países europeos querían favorecer a los del sur con su «ayuda al desarrollo», esta ayuda es tan tacaña que sólo llega a la duodécima parte de lo que representan las remesas de los inmigrantes que trabajan en Europa. Con dos consideraciones adicionales: 1) Estas remesas llegan directamente a las familias, y son efectivas para su supervivencia, a la vez que son una inyección a la economía local a través de la demanda de consumo, mientras que la ayuda «oficial», pasando a través de gobiernos corruptas, no se sabe nunca muy bien dónde va a parar. 2) La «ayuda oficial al desarrollo», por lo menos con respecto a la española, viene condicionada a la compra de productos españoles. No es en absoluto desinteresada.

En conjunto, y según opinión de Joana Agudo, de CCOO, moderadora de la conferencia, «En los últimos años ni ha aumentado la economía ni ha aumentado la democracia, con el fomento del libre comercio en la región euromediterránea. Los temas sociales no se han desarrollado como debían, y las ayudas que llegan sirven por mantener el statu quo, sin el aval de las poblaciones afectadas.»

Y, aunque parezca mentira, se podría decir más: el «libre comercio» (entre desiguales) no sólo arruina a la población del sur. También a sectores de la del norte: «En el sur de Italia -explica Gianni Fabbris-, 600 agricultores cierran cada día sus granjas porque no pueden sobrevivir».

En resumen, y yendo a lo que interesa, a finales de noviembre, cuando los ministros se vuelvan a reunir en Barcelona, en todas las ciudades del Mediterráneo, del sur y del norte, se harán protestas y movilizaciones, para hacer entender a los ministros y a los gobiernos que han errado, que esto ha sido un camelo y que queremos que rectifiquen. Pero está claro que en Barcelona es donde tiene que darse la protesta más gorda. Tiene que ser la megaprotesta, por el hecho de ser los anfitriones. Ya os podéis empezar a preparar, mentalmente, porque no podéis faltar ni uno ni una.

Si el «Proceso de Barcelona» tiene que ser algo serio y eficaz, en mi opinión -y espero no disentir demasiado de lo que dirán otras voces más autorizadas-, hacen falta algunas condiciones básicas:

– Abandonar los principios del neoliberalismo y del libre comercio (entre desiguales) y aplicar una política de «discriminación positiva»: favorecer especialmente, mediante medidas públicas, del norte y del sur, a la población, a las empresas y a los países del sur, hasta que éstos estén en condiciones de competir en mayor igualdad de condiciones.

– Fomentar, también, y principalmente, desde Europa, la democratización de los gobiernos y las instituciones del sur y la participación sindical, social y política de las poblaciones.

Si no, de aquí a 10 años volveríamos a estar en las mismas. O mucho peor. Porque se calcula que, en unos 15 años, 20 millones de jóvenes magrebíes llegarán a la edad de trabajar. Y, si no hay trabajo… ¿qué queréis que hagan? Si no queremos que la emigración llegue a parecer una «invasión», hay que actuar ahora. Protestar fuertemente, exigir que la actitud de Europa hacia el norte de África sea totalmente inversa de la actual. Y no sólo por motivos de solidaridad, que también, claro está, sino por necesidad propia.

http://llengcat.com/aferret