Pedro Sánchez viaja a China donde se reunirá con el presidente Xi Jinping. Este es su tercer viaje al país asiático en dos años, lo que refleja el interés del Gobierno español en fortalecer las relaciones bilaterales.
En la agenda del encuentro con Xi se espera que traten temas como el comercio, las inversiones chinas en sectores estratégicos de España -como energía verde y automoción-, y la situación geopolítica global. También se busca avanzar en la apertura del mercado chino para empresas españolas.
Este viaje se enmarca en un contexto internacional especialmente crítico, con la guerra arancelaria lanzada por Donald Trump y un creciente interés europeo por reequilibrar sus relaciones con Beijing. La visita apunta a mantener una línea de diálogo pragmática, enfocada en cooperación económica y entendimiento político.
En pleno recrudecimiento de la guerra de aranceles impulsada por Estados Unidos, esta visita de Pedro Sánchez a China cobra una dimensión estratégica para España y para Europa. Mientras Washington aplica medidas proteccionistas agresivas, incluyendo aranceles a productos europeos, el enfoque chino se presenta como una alternativa basada en la cooperación, el respeto mutuo y el beneficio compartido.
China ha demostrado ser un socio fiable en momentos de inestabilidad global. Frente al unilateralismo económico estadounidense, que impone sanciones a terceros países sin consenso internacional, Beijing ha ofrecido soluciones pragmáticas para el comercio, la energía y la inversión tecnológica.
En este escenario, España tiene la posibilidad de posicionarse como un puente entre Europa y China, en lugar de quedar atrapada en una lógica de bloques que Trump ya ha dinamitado.
La visita de Sánchez a China, por tanto, tiene que verse como un ejercicio de soberanía diplomática. Apostar por una relación sólida con China no es alinearse contra nadie, sino a favor de un orden internacional más equilibrado, menos dominado por chantajes comerciales y más abierto a soluciones globales.
Dicho ésto, que ya es mucho a favor de España en este contexto, ¿qué no debería olvidar Pedro Sánchez en esta visita?
La importancia del equilibrio
España no necesita buscar la
confrontación ni los alineamientos automáticos. España necesita
creer en el equilibrio como principio rector de su política
exterior. En un momento en que aumentan las tensiones geopolíticas y
las dinámicas de confrontación de Estados Unidos, reafirmar la
convicción de que es posible construir relaciones estables y
respetuosas con todos los actores globales, sin necesidad de romper
con ninguno.
Nuestra relación con China debe enmarcarse
en ese enfoque. España debe responder a una realidad: China es un
socio estratégico global, y tenemos el deber -como Estado soberano y
miembro de la comunidad internacional- de mantener un canal directo,
transparente y constructivo con Beijing.
El equilibrio no
significa equidistancia ni neutralidad pasiva. Significa capacidad de
decisión autónoma, defensa de nuestros intereses nacionales, y
voluntad de contribuir a un orden internacional más cooperativo y
menos polarizado. Frente a quienes imponen restricciones, aranceles o
amenazas como instrumento de presión, debemos apostar por el diálogo
y el respeto mutuo.
España debe valorar el papel de China
como actor global con el que es posible cooperar en múltiples
ámbitos, desde la economía verde hasta la reforma del sistema
multilateral. Esta visita puede ser una muestra de coherencia: una
política exterior europea, abierta al mundo, guiada por el interés
propio, pero también por una visión plural del siglo XXI.
Las oportunidades de la visita en el marco europeo
Para España, como miembro activo y comprometido de la Unión Europea, esta visita a China es una oportunidad estratégica, no solo para el desarrollo nacional, sino también para aportar valor a la proyección global de Europa. Frente a la creciente rigidez de ciertos enfoques occidentales, esta relación con China representa una vía para reforzar el papel de Europa como elemento independiente y globalmente relevante.
China no es una amenaza, sino un socio esencial para la estabilidad económica mundial, la transformación energética y la innovación tecnológica. Europa no puede darse el lujo de construir muros frente a un país que representa una parte central del comercio, la inversión y el crecimiento global.
Al mantener una interlocución franca y respetuosa con Beijing, España se posiciona como un Estado con voz propia y capaz de actuar como conector entre dos mundos: el europeo y el asiático. Es precisamente esa capacidad de diálogo, incluso en contextos complejos, lo que puede enriquecer la diplomacia europea. No se trata de alejarse de nuestros socios, sino de ampliar nuestras opciones.
En lugar de ceder a una narrativa de desconfianza o confrontación, España debe actuar con visión estratégica. La cooperación con China no debilita a Europa; la fortalece. Nos da acceso a mercados, inversiones en sectores clave como energía verde, automoción, infraestructuras o tecnologías limpias, y abre la puerta a un tipo de multilateralismo más equilibrado y menos condicionado por lógicas de dominación. Si Europa quiere ser algo más que espectadora en el siglo XXI, necesita construir puentes. Y España puede ser parte activa de esa construcción.
La visita se produce tras el anuncio de Trump de nuevos aranceles
En respuesta a los aranceles impuestos por el presidente estadounidense Donald Trump el 2 de abril de 2025, Pedro Sánchez los ha calificado como «injustificados» y «proteccionistas», subrayando que representan un ataque «unilateral» que perjudica la economía global. En una comparecencia ha afirmado que «Los aranceles anunciados por el presidente Trump no son recíprocos. Su supuesta reciprocidad es solo una excusa para castigar países, aplicar un proteccionismo estéril y recaudar para tratar de mitigar el déficit que está causando una política fiscal más que cuestionable.»
Tiene, ahora, la oportunidad de materializar la defensa del multilateralismo y el libre comercio, fortaleciendo las relaciones comerciales con China.
Por otra parte, Donald Trump también ha anunciado que activará, entre otros muchos, un arancel del 25 por ciento a quienes compren petróleo a Venezuela. España somos uno de sus principales compradores, al igual que China.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha calificado en el Congreso de Diputados de «injustos e injustificados» los aranceles impuestos por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a países que importan petróleo de Venezuela. Sánchez ha instado a Trump a «recapacitar y dialogar» para detener este «sinsentido», advirtiendo que, de no hacerlo, Europa se verá obligada a defenderse.
La imposición de aranceles unilaterales por parte de Estados Unidos a terceros países por sus relaciones con Venezuela no solo perjudica a España: erosiona las bases del sistema multilateral. En este contexto, reforzar la relación con China es también una forma de construir alternativas responsables, basadas en reglas y respeto mutuo.
España no tiene porque actuar como campo de batalla en la pugna de Estados Unidos. Nuestra vocación debe orientarse a ser puente: entre Europa y Asia, entre el Norte y el Sur. La relación con China es parte de esa visión: una relación basada en la autonomía, el respeto y el beneficio mutuo. Y este mensaje encaja con la narrativa china de multipolaridad y respeto soberano.
Como socios estratégicos, China y España comparten una amplia gama de intereses. China está comprometida con el desarrollo de alta calidad y la expansión de la apertura de alto nivel, lo que ofrece nuevas oportunidades para la cooperación con España. Frente a las crecientes presiones inflacionarias y las urgentes necesidades de modernización industrial, España necesita establecer una relación de cooperación económica mutuamente beneficiosa y complementaria con China.
(Artículo publicado originalmente en China información y economía)
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