Joxe Azurmendi (Zegama, Guipúzcoa, 1941) ha analizado tres «modos prácticos» que utiliza el Estado para el «control de la conciencia», en el ensayo cuyo título los enumera: Barkamena, kondena, tortura [Perdón, condena, tortura] (Elkar). El subtítulo del libro destaca cuál es el objetivo de esos modos prácticos: Estatua, kontzientzien kontrolatzailea [El Estado, controlador de las conciencias]. […]
Joxe Azurmendi (Zegama, Guipúzcoa, 1941) ha analizado tres «modos prácticos» que utiliza el Estado para el «control de la conciencia», en el ensayo cuyo título los enumera: Barkamena, kondena, tortura [Perdón, condena, tortura] (Elkar). El subtítulo del libro destaca cuál es el objetivo de esos modos prácticos: Estatua, kontzientzien kontrolatzailea [El Estado, controlador de las conciencias]. En la presentación del libro, el miércoles día 3, Azurmendi reportó los modos prácticos mencionados en el título con la siguiente explicación: «Uno [el perdón] es: «Los terroristas y sus amigos deben arrepentirse y pedir perdón». El segundo [la condena] es: «debe condenarse la violencia para ser alguien en público, así como para tener derechos civiles». Y el tercero [la tortura] es: «Se tortura a los terroristas o a esos que se llama así para controlar absolutamente la conciencia»». Azurmendi afirmó que «la tortura es el arma más diabólica que tiene el Estado para, además de controlar, quebrar la conciencia». «Pero sabemos que, en España, la tortura no existe», prosiguió, irónicamente. «Ése sí que es un crimen extraño, sin duda: si alguien denuncia torturas, el ministro del Interior sabe desde el primer momento que es mentira. Amenaza al denunciante y le pide pruebas. Él dice que es mentira, pero jamás aporta pruebas para demostrar que es mentira. Pero el tener pruebas está en sus manos, y no sólo eso: por su cargo, su obligación es tener pruebas de que no hay torturas. Si no puede demostrar que no las ha habido, él es el responsable, suya es la culpa.»
«Como todas las expresiones de violencia de Estado, como todos los crímenes de Estado», la tortura «o se niega o se oculta o se maquilla o se disimula». «Desafortunadamente, al Estado no le cuesta mucho hacer eso, porque eso es lo que el público quiere creer, que el Estado hace las cosas acaso con algo de dureza, pero bien. El Estado tranquiliza las conciencias del público con la negación de la violencia.
A juicio de Azurmendi, «actualmente, la garantía del Estado es la buena conciencia del público y de los demócratas». «El Estado, por tanto, cuida la buena conciencia de la mayoría y, en la misma medida, azuza la mala conciencia de la minoría. Porque para que haya una mayoría buena tiene que haber una minoría mala. Si no, ¿cómo sabría la mayoría que ella es la buena, si al lado no hubiera malos? Por eso, el Estado arroja a las minorías -a quienes no se identifican con él- a la mala conciencia, y ésa es la propaganda, polémica o no sé cómo llamarla que estamos viviendo últimamente en el País Vasco: hay que arrepentirse, hay que condenar la violencia en todas sus formas… Eso es un cultivo de la mala conciencia. Y como no hay suficiente, hay que provocarla, para que haya».
Al escribir sobre la condenamanía, Azurmendi plantea varias preguntas para la reflexión: «¿La culpa de la violencia de ETA era sólo de ETA? ¿O de todos los vascos? ¿Existe una culpa colectiva de los ciudadanos vascos? Hay un montón de escritores, tanto en castellano como en euskera, que dicen eso». También interviene en esa polémica. «En el libro doy mis opiniones, mis valoraciones. No sé dar soluciones y, por tanto, no las doy, pero hago una meditación sobre esos temas.»
Lo que no dijo Jaspers
En el libro aparece una y otra vez la «comparación con Alemania». En torno la violencia infligida por los nacionalsocialistas con Adolf Hitler a la cabeza contra los judíos, el ensayista plantea si esa culpa es política, ético-moral o religiosa. «Aquí también se ha escrito bastante sobre ello, concretamente comparando la culpa de los nacionalsocialistas alemanes con la de los vascos.» Azurmendi considera que ese paralelismo es «muy malo» y que, además, debe tenerse presente que la información que dan quienes establecen esa comparación es «falsa». En el libro aclara cómo muchos autores han cometido esa falsificación: manipulando los escritos de Karl Jaspers; Jaspers es una autoridad en el tema, con gran reconocimiento internacional. Según explica Azurmendi, «Jaspers dice que puede hablarse de la culpa en cuatro sentidos y que sólo puede hablarse de la culpa colectiva en sentido metafísico; no en el ético, en el político ni en el criminal». «Pero, al tratar del País Vasco, omiten eso y hablan de culpa colectiva. Jaspers jamás ha dicho eso. Jaspers dice que Alemania, como estado, carece de responsabilidad, pero que tiene que responder. Por ejemplo, si un niño rompe un cristal de un balonazo, su padre no es el responsable moral ni criminal. Pero tiene que dar una respuesta económica; tendrá que pagar el cristal roto. Pues eso mismo ocurre con los estados. Pero hablar de culpa moral es una salvajada. Eso es precisamente que los demócratas hagan ahora lo que han hecho los nazis. ¿Por qué eliminaron a los judíos? Porque decían que eran culpables colectivos; con la excusa de una culpa colectiva. Ahora, quienes aplican a un pueblo el concepto de culpa colectiva están haciendo lo mismo que hicieron los nazis. Ahora, en nombre de la democracia, se reivindican prácticas del nazismo.»
El lector encontrará una «relectura o reinterpretación» del capítulo «El gran inquisidor» de la novela Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski, basada en la realidad actual y de aquí. A juicio del editor de Elkar, Xabier Mendiguren Elizegi, en este ensayo, como en todos los que ha escrito hasta ahora, hay que agradecer muchas cosas a Azurmendi: «ir a las fuentes originales, citar autores, ser preciso en la terminología, no querer engañar, recurrir a matices».
Joxe Azurmendi es catedrático de filosofía en la Universidad del País Vasco y miembro del Consejo Editorial de la revista Jakin. Es autor de una de la monumental trilogía sobre el concepto de nación en el pensamiento europeo: Humboldt, hizkuntza eta pentsamendua ; [‘ Humboldt, lenguaje y pensamiento’] (2008); Volksgeist – Herri gogoa. Ilustraziotik nazismora [‘Volksgeist – el espíritu del pueblo. De la llustración hasta el nazismo’] (2007 ) y Espainiaren arimaz [‘ Del alma de España’ ] (2006). Asimismo, es autor, entre otros, de obras de amplio carácter polémico como Euskal Herria krisian (1999) y Demokratak eta biolentoak (1997), que contienen sendas e incisivas denuncias de las imposturas de la sedicente e indocumentada intelectualidad «democrática» vasca y española. En castellano puede leerse Los españoles y los euskaldunes (1995) y, en catalán, su impresionante prólogo a la obra de Lorea Agirre Plouen mentides (2005), sobre la clausura de Euskaldunon Egunkaria.
Fuente: Berria, 4 de octubre de 2012