Hace pocos días el activista Ivan Gordillo desde Gaza daba un par de datos bastante significativos (1 2). Más de veinte años después de los acuerdos de Oslo las millas para poder pescar son una buena analogía de lo que han significado las negociaciones con un estado como el de Israel: un retroceso constante en […]
Hace pocos días el activista Ivan Gordillo desde Gaza daba un par de datos bastante significativos (1 2). Más de veinte años después de los acuerdos de Oslo las millas para poder pescar son una buena analogía de lo que han significado las negociaciones con un estado como el de Israel: un retroceso constante en los derechos y libertades del pueblo palestino.
Israel nunca ha tenido ninguna intención de negociar nada con los representantes del pueblo palestino, fueran los que fueran, tal como deja claro Robert Fisk en su último artículo.
La excusa ha sido el secuestro de tres jóvenes colonos israelíes asesinados en Cisjordania. Pero si no hubiera sido eso, hubiera sido otra cosa. La historia del Estado de Israel lo demuestra desde que se fundó en 1948: masacres, bombardeos, asesinatos… Y en medio de todo esto una política de asentamientos, muros, apartheid, racismo, colonización y expansión, basado en la idea original del sionismo de exterminar a toda la población árabe de la Palestina histórica y construir un estado «sólo para judíos».
Israel: el perro guardián
¿Pero por qué Israel no quiere negociar? La respuesta a esta pregunta está en la naturaleza misma del Estado de Israel. Israel no es un estado como los otros. Lo primero que se debe tener en cuenta para entender la existencia de Israel es que es un estado colonizador, creado especialmente para defender los intereses de los diferentes poderes occidentales en la zona. Por tanto la naturaleza imperialista y colonizadora que forma la estructura e ideología del propio estado no le permite hacer nada más que no sea continuar con su expansión y proyecto político.
Y para poder continuar con el proyecto sionista necesita ayuda económica. Esta ayuda llega puntualmente por parte de EEUU. Israel es el estado que recibe más ayudas económicas militares de EEUU -el segundo es Egipto, lo que muestra la importancia de la zona. 2014 no ha sido una excepción: 3.400 millones de dólares que incluyen 220 millones por el sistema antimisiles. El diario israelí Ha’aretz definía Israel así ya en 1951: «El papel de Israel no es diferente del de un perro guardián».
Pero este tipo de ayudas, en gran parte militares, también han permitido al Estado de Israel expandirse económicamente de forma barata y pudiendo dar muchos privilegios a su ciudadanía. El estudio de Haim Hanegbi, Moshe Machover y Akiva Orr, The class nature of Israel society, ya en 1971 analizaba los efectos de estas ayudas en la economía y la conformación de Israel. Las conclusiones del estudio fueron que la sociedad de Israel no sólo está formada por colonos -como muchas otras en la historia- sino que tiene una característica concreta, y es que sus ciudadanos reciben unos privilegios únicos que permiten su existencia. Está financiado por el imperialismo -sin el cual no podría existir- sin estar explotado por él.
Tal como afirma el historiador marxista Chris Harman «el Estado de Israel no se podía haber establecido sin estos acuerdos y tampoco puede mantenerse sin ellos. Sin los subsidios que recibe no habría incentivos, para la población judía de cualquier parte del mundo, para emigrar hacia Israel».
La naturaleza y la conformación del Estado de Israel hace que la única manera de no desaparecer sea la de continuar expandiéndose, como si del Big Bang se tratara. Por lo tanto mientras el Estado de Israel exista como tal no habrá paz posible en Oriente Medio. Aquellas personas que defienden «el derecho a existir del Estado de Israel» -ya sea por convicción o por pensar que a estas alturas su existencia no tiene remedio- están defendiendo un estado intrínsecamente violento y colonizador. Una herramienta más del imperialismo que nunca se dará por saciada.
¿Cuál es la solución entonces?
La pregunta que surge ante este análisis es evidente: ¿Cuál es la posible solución para el pueblo palestino en esta situación? En este punto debemos distinguir entre dos soluciones: a corto y largo plazo.
La solución a corto plazo pasa por volver a las frontera de 1967 -con la liberación de todos los prisioneros y prisioneras y el retorno de la población palestina expulsada de sus tierras. Es evidente que Israel que no retornará a través de negociaciones a las fronteras del 67, por lo tanto la única manera será forzarlo a hacerlo. Y para forzarlo será necesario unificar y combinar tres formas de resistencia.
Primero hará falta reforzar y extender la campaña internacional de boicot, desinversiones y sanciones (BDS) contra Israel. Tal como explica en este buen artículo el profesor y activista Aitor Carr, la campaña va cogiendo cada vez más fuerza. Hemos de presionar a los diversos gobiernos para que no sean cómplices del Estado de Israel, esta es otra de las tareas del movimiento solidario con Palestina.
Segundo será necesaria una tercera Intifada, que como las de 1987 y 2000, ponga contra las cuerdas a las fuerzas de ocupación en el terreno. Una tercera Intifada pondría los cimientos para un movimiento de base capaz de poner contra las cuerdas al ejército de Israel en los Territorios Ocupados. Las condiciones por desgracia están dadas. Durante los primeros días de bombardeos en Gaza la revuelta se extendió -también contra la policía de la Autoridad Palestina- por Tulkarem, Ramallah, Nablus y Hebrón. La revuelta que tuvo lugar tras el asesinato del joven Mohamad Abu Jedeir, quemado vivo por colonos ultranacionalistas, se extendió también por Jerusalén Este como hacía tiempo que no se veía: «los viejos dicen que no volaban tantos adoquines desde la segunda Intifada».
Tercero, si partimos de la base del potencial militar y económico de Israel, hay que hacer que pierda su capacidad de mantener una guerra -a todos los niveles- de forma constante y que le salga prácticamente gratuita. El Estado de Israel, y la población que le da apoyo, sólo reaccionará si sufre una seria derrota militar -como de hecho ocurrió en 2006 en la guerra contra Hezbollá– que le suponga más pérdidas que ganancias a nivel militar, político y humano. Quién puede llevar a cabo ahora mismo esta resistencia y finalmente derrota militar son las diferentes milicias armadas palestinas, pero sobre todo Hamás, y si fuera posible con la ayuda de Hezbollá -Israel aún ocupa los Altos del Golán. Las dos organizaciones que se habían distanciado a raíz del nefasto papel de Hezbollá apoyando a Al Assad en Siria, parecen estar volviendo a acercarse. El movimiento de solidaridad que quiera ser consecuente con la lucha del pueblo palestino no puede dar la espalda a la resistencia militar contra Israel.
En definitiva, lo que se necesita Palestina es un movimiento internacional capaz de dar apoyo a la resistencia popular interna en todas sus expresiones, a la vez que organiza la solidaridad internacional a través del BDS.
Un solo estado
Pero la solución a largo plazo para poder ver una Palestina realmente libre, pasa por la disolución del Estado de Israel como tal y la construcción de un solo estado, secular y democrático, formado por toda la Palestina histórica, donde todos sus habitantes tuvieran los mismos derechos de ciudadanía.
Es importante remarcar en este punto que acabar con el Estado de Israel no significa -como de forma interesada afirma el sionismo- echar a las personas de origen judío. La realidad es que antes de la existencia del Estado de Israel esta convivencia existía sin problemas.
Si tenemos en cuenta la naturaleza del Estado de Israel y por tanto de la sociedad que lo conforma no es difícil llegar a la conclusión de que nunca podrá ser aplastado a través de la misma sociedad israelí. Las contradicciones internas de clase, como en cualquier sociedad capitalista existen, pero nunca serán suficientes en un Estado de esta naturaleza. La pregunta entonces es ¿cuál es el sujeto político?
La respuesta, tal como ya planteó el marxista Tony Cliff a mediados del siglo XX, está en las masas árabes y concretamente en la clase trabajadora, no sólo de Palestina, sino de todo el mundo árabe. Sólo la fuerza de la clase trabajadora de Oriente Medio puede acabar con el sionismo y el imperialismo en la zona. En otras palabras, Palestina sola puede resistir e incluso puede expulsar el ejército de Israel de los territorios ocupados, pero para poder llegar a la solución de un solo estado y acabar con el Estado de Israel, el pueblo palestino no sólo depende de él. Toda la resistencia que pueda ejercer y las victorias militares que pueda acumular serán sólo un impas a la espera de una revolución en la zona.
Pensar en esta posibilidad parece (parecía) utópico, pero en los últimos años hemos visto como las revoluciones contra los regímenes de la zona -con todos sus retrocesos y contradicciones- se han extendido como la pólvora y las condiciones que llevaron a la primavera árabe siguen estando presentes . Sólo una revolución que se extienda por todo el mundo árabe puede enviar definitivamente al imperialismo y el sionismo a la basura de la historia.
Manel Ros (@manelrosalvador) es militante de En lluita / En lucha