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El Estado kurdo, otro plan más en la balcanización del Medio Oriente

Fuentes: Rebelión

Mucho se habla hoy de la balcanización del Medio Oriente. No obstante, no son pocos los que no saben exactamente a qué se refiere ese concepto y por qué aparece relacionado con un proceso tan «democrático» como es al parecer, el referéndum que han celebrado los kurdos iraquíes en la actualidad. Empecemos señalando que balcanización […]

Mucho se habla hoy de la balcanización del Medio Oriente. No obstante, no son pocos los que no saben exactamente a qué se refiere ese concepto y por qué aparece relacionado con un proceso tan «democrático» como es al parecer, el referéndum que han celebrado los kurdos iraquíes en la actualidad.

Empecemos señalando que balcanización es una noción que alude a los Balcanes, península europea de complicadísima historia, caracterizada por los conflictos y rivalidades entre los Estados que la han conformado desde al menos la segunda mitad del siglo XIX, y por sus frecuentes divisiones y subdivisiones.

El término balcanización, sin embargo, se emplea también por la similitud de lo que expresa, para denominar el fraccionamiento que ha estado y está amenazando a Medio Oriente. Región donde la acción de los grupos terroristas wahabitas, salafistas y takfiríes, así como los talibanes (léase Daesh, Al Nushra, Al Qaeda y muchos otros) – creados, estimulados y apoyados por Estados Unidos, Israel y la complicidad de Arabia Saudita, Qatar, Turquía y Jordania así como por el resto de las monarquías reaccionarias árabes y sus aliados -, han sido utilizados tácticamente contra los propios países árabes e islámicos, sumergiendo a sus habitantes – al igual que hizo el sionismo con Palestina – en una profunda «catástrofe», provocando una nueva Nabka que ha afectado a países enteros como Siria e Irak, convirtiendo la zona en un verdadero infierno.

En efecto, desde finales del siglo pasado, la balcanización del Medio Oriente ha sido un proyecto acariciado por Israel casi prácticamente desde la creación de esa entidad sionista, concretado luego en el llamado Plan Yinon de 1982[1], y fundamentado en 1996 en el informe comúnmente conocido como «Clean Break», dirigido al estrenado entonces primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu. Informe que fue elaborado por un grupo de neoconservadores estadounidenses al frente del cual estuvo Richard Perle, prominente consejero de Defensa de Bush con el fin de asegurar, en las «nuevas condiciones», el «reino» sionista[2].

Los planteamientos balcanizadores de ese informe obtienen a su vez reflejo en el documento clave[3] del grupo político-ideológico denominado Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (PNAC), creado en el año 2000 con el objetivo de promocionar el liderazgo mundial de Estados Unidos conformado por connotados neoconservadores, siendo las ideas de ambos – simbiosis de los planes de balcanización norteamericanos y sionistas – decisivas en la elaboración y puesta en práctica de las geopolíticas norteamericanas basadas en la llamada concepción del Nuevo Oriente Próximo o Gran Medio Oriente – que incluye el norte de África y el Asia Central – desarrollada bajo la administración del republicano George W. Bush, diseñada por su ultraconservador vicepresidente Dick Cheney -, y la del Gran Oriente – del demócrata Barak Obama – que extendió su zona de intervención a toda la región Asia/Pacífico, en abierto desafío a China y Rusia.

El objetivo de todo ellas: dividir y desmembrar, empleando a los terroristas, a Siria, Iraq, Libia, Líbano, Egipto, Irán…, convirtiéndolos en pequeños estados atomizados, políticamente débiles y enfrentados entre sí, estableciéndose con ello, a su vez, la posibilidad de crear entidades (pueden ser califatos o estados, da lo mismo) que, como ya hicieron con Israel, se encarguen, en función de los intereses imperialistas y del gran capital financiero, del control del petróleo, del gas y de los recursos acuíferos existentes allí.

En ese esquema, y congruente con esas concepciones, es donde entra la transformación también de los kurdos[4] en un arma de Washington para la desestabilización masiva del Medio Oriente[5], planteándose en dichas concepciones la creación de un estado kurdo independiente, o más bien dependiente y controlado, incrustado particularmente en medio de Turquía, Siria, Irak e Irán, y a partir precisamente de la división territorial, o sea, la desintegración, de estos países. Proceso del cual el referéndum celebrado constituiría sólo el primer paso.

Lo anterior puede parecer extraño. Sobre todo, si se conoce que los kurdos son un pueblo indoeuropeo que, al igual que los palestinos, aspira a tener su propio estado. Dicha aspiración, no obstante, fue truncada después de que la independencia de armenios y kurdos que fue concedida por el Tratado de Sévres, acabara a sangre y fuego a manos del general nacionalista turco Kemal Attaturk, y el mismo fuera derogado por el Tratado de Lausana en 1923, por el que se crea Turquía, quedando la población kurda viviendo dividida entre ese país, Siria, Irán e Irak. Es necesario recordar, sin embargo, que ello, entre otros aspectos, facilitó que en 1926 Francia e Inglaterra, a cargo de Siria e Irak, llegaran a un acuerdo con Attaturk para el reparto de los beneficios del petróleo kurdo, al crearse la «Irak Petroleum Company» con capital británico, norteamericano y francés, quedando a su vez establecido el futuro de dicho estado, el Kurdistán, por los intereses de las compañías petrolíferas (British Oil, Irak Petroleum, Anglo Persian) que tuvieron su expresión material en el oleoducto Alepo-Mosul-Bagdad[6].

Entonces, la causa que motiva la creación o no de ese hipotético estado en esa zona en la actualidad, no nos engañemos, hay que buscarla hoy igual que ayer – y al igual que la que determinó la creación de Israel – en motivaciones geoestratégicas y económicas, y no en las demandas de satisfacer intereses religiosos o el anhelo del pueblo kurdo.

Sin dar más vueltas, en el trasfondo de toda esta problemática lo que se encuentra es el potencial petrolífero de la zona, sus incalculables reservas de gas natural y su situación estratégica dentro de las rutas de oleoductos Oriente Medio-Mediterráneo. Implica todo: campos de producción, oleoductos, gaseoductos y todo el movimiento económico que depende de esas actividades, a los que se deben sumar los recursos acuíferos, tan importantes como los petroleros. Sólo para que se tenga una idea. En el territorio establecido como el Kurdistán histórico, o sea, el espacio definido por las zonas montañosas formadas especialmente por los montes Taurus (sur de Turquía), Zagros y Elburz (suroeste y noroeste de Irán) se produce actualmente el 100% del petróleo turco y sirio, el 74% iraquí y el 50% del iraní.

Lo que el imperialismo persigue en su estrategia, en consecuencia, es apoderarse de una región estratégica en recursos naturales y minerales, así como establecer el control sobre el flujo de petróleo y las fuentes de agua. Pero quizás lo más importante es que ello les permite colocar un estado más en el Medio Oriente que les facilita cercar a Irán e impedir el avance de Rusia hacia el oeste, contando para su dominio no sólo con la entidad sionista sino, además, con este estado kurdo reaccionario, absolutamente ligado a los Estados Unidos y a la entidad sionista, convertido también en gendarme con una tremenda potencia militar, que mantenga constantemente confrontaciones militares contra países que luchan por su soberanía, desgastándolos y distrayendo sus fuerzas. Estado cuya creación, por supuesto, es apoyado incondicionalmente por Israel pues favorece indudablemente sus intereses,

No es casual en este sentido que la creación de ese estado kurdo por el que se votó en el referéndum, a diferencia del tan discutido estado palestino, ha sido totalmente apoyada por el gobierno sionista de Tel Aviv. Lo que no es difícil de explicar pues la existencia de ese hipotético estado kurdo le serviría de muro de contención en particular frente a Irán, constituyendo también un importante espacio para la atracción de la inmigración judía junto a la inversión de inmensos capitales. Apoyo, por cierto, que no es nada nuevo, pues desde los años 60 y con particular fuerza después del año 2003 el factor kurdo ha desempeñado siempre un papel especial en la estrategia geopolítica de Israel, siendo antiguos y profundos sus vínculos con Masoud Barzani, actual presidente del Kurdistán iraquí, fiel aliado de los Estados Unidos e Israel, impulsor del referéndum y principal representante de las ambiciones separatistas kurdas.

Se ha hecho evidente que los esfuerzos conjuntos de Siria, Rusia, Irak y de los países y organizaciones que los apoyan – como Irán y Hezbollah – están llevando a que la actividad de los grupos terroristas y especialmente del Daesh – del que fueron en un inicio socios de conveniencia los kurdos iraquíes – se esté viniendo abajo. Estos esfuerzos conjuntos están llevando al fracaso de la concepción del Gran Oriente promovida por EEUU, digamos en su plan «A», los califatos, evitándose así una crisis aún más grave en todos los países de la región. Ello los ha obligado, sin embargo, a pasar al plan B, intensificando las acciones dirigidas a la fragmentación de Irak para formar un Kurdistán «independiente» (puede leerse también un segundo «Israel»), y, por ende, dirigidas a la creación de un estado kurdo bajo su manto. ¿Saldrán adelante en este plan? También hay que ver la respuesta de los nacionalistas kurdos de izquierda, pues el imperialismo y el sionismo siempre serán los principales y peores enemigos de los pueblos que quieren ser libres.

Ciertamente hay muchos intereses envueltos en este asunto. Y es posible que los kurdos de Barzani, impulsados por los sionistas, e igual que éstos, en su afán y desesperación por posicionarse en los territorios ocupados que no le corresponden dentro de su administración autónoma, estén violentando la marcha de los acontecimientos, quedándoles sólo asumir las consecuencias.

Este es el plan B del que tanto hablaba el «nobel» de la paz Barak Obama. Queda por ver ahora qué harán frente al plan A de los pueblos y países del Medio Oriente.

Notas

[1] La necesidad de la balcanización fue señalada ya en la carta enviada por Ben Gurión en 1954 a Moshe, donde planteaba utilizar a los cristianos maronitas del Líbano para socavar este país árabe y dividirlo en pequeños estados según las religiones allí existentes, lo que se llevó a cabo durante la primera invasión masiva de Israel del Líbano en 1978, mientras que en la de junio de 1982, se aplicaron ciertas partes, esperando que no sólo este país, sino también Siria y Jordania se dividieran en fragmentos. Ver: «Greater Israel»: The Zionist Plan For The Middle East. http://global-politics.eu/2016/12/24/greater-israel-zionist-plan-middle-east/.

[2] A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm. http://www.informationclearinghouse.info/article1438.htm.

[3] Rebuilding America’s Defenses. http://www.informationclearinghouse.info/article3249.htm.

[4] Dentro de los kurdos, es necesario señalar, existen distintas tendencias. En ese sentido, es importante diferenciar a los kurdos que se han integrado en sus países de residencia actual y descartan la idea de fundar un «Kurdistán», de los que buscan poder formando equipo con Occidente e Israel para ayudar a desestabilizar la región. Estos últimos son sobre todo los que se agrupan en el PDK (Partido Democrático Kurdo), organizado con la ayuda del Mosad alrededor del clan Barzani a fines de la década de 1960.

[5] Para ampliar sobre este tema ver: Sarah Abed. Los kurdos, el arma de desestabilización masiva de Washington en el Oriente Medio. http://www.voltairenet.org/article197624.html.

[6] Pablo Romero Gabella. Historia de los kurdos. http://clio.rediris.es/articulos/Kurdos1.htm.

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