Traducido para Rebelión por J.M. y revisado por Caty R.
De una u otra manera, en los 15 años transcurridos desde el asesinato de Isaac Rabin, los acuerdos de Oslo se transformaron en un despreciable mecanismo para perpetuar la ocupación.
¿Cuál habría sido el destino de los acuerdos de Oslo si Isaac Rabien no hubiera sido asesinado la noche del 4 de noviembre de l995? ¿Habría podido derrotar a la oposición interna y mantener su promesa de llegar a un acuerdo final y definitivo antes del fin del milenio? ¿Habría cambiado en algo su postura al observar la división de Jerusalén, como lo hizo cuando tuvo que conducir las negociaciones con el Movimiento de Liberación Palestino? ¿Habrían tenido éxito los palestinos adoptando una postura concreta en el tema de los refugiados? Por desgracia todas estas preguntas quedarán para siempre sin respuesta.
Llegó el momento para los palestinos de fijar el día de expiración de los acuerdos. Si no se llega a un acuerdo final dentro del año, Mahmoud Abbas debería declarar los acuerdos nulos de pleno derecho.
En octubre de l991, cuando el primer ministro de ese momento, Isaac Shamir, fue arrastrado por la administración de George H. W. Bush a la Conferencia de Paz de Madrid, prometió a sus colaboradores que prolongaría las negociaciones durante, al menos, 20 años. ¡No sabía cuán cierta resultaría su promesa!
¿Alguien recordó que el último fin de semana se cumplió el 12 aniversario del Wye River Memorandum? ¿Cuántos de nosotros recordamos que el entonces primer ministro Benjamin Netanyahu (sentado al lado de Shamir en Madrid) puso su firma en un documento junto a la del ex presidente Bill Clinton, que obligaba «a ambas partes a mantener de forma permanente negociaciones de primer rango, de carácter acelerado y hacer los esfuerzos posibles para alcanzar la meta, satisfactoriamente para ambas partes antes del 4 de mayo de 1999»? Esto es lo que él firmó.
¿Alguien se hace cargo de que el 27 de noviembre de 2007, el entonces primer ministro Ehud Barak y Yasser Arafat firmaron un documento que obligaba «a ambas partes a concluir en el término de un año un acuerdo global y permanente para negociar todos los temas en cuestión»? Es lo que ellos firmaron.
¿A alguien le importa recordar que el 25 de mayo de 2003 el gobierno de Ariel Sharon aprobó una cláusula, entre otras de la hoja de ruta, que estipulaba que «las partes alcanzarán un acuerdo global y final que terminará con el conflicto palestino israelí en el 2005»? De esta forma fue aprobado.
¿A alguien le interesa en Israel que el 27 de noviembre de 2007, el entonces primer ministro Ehud Barak se comprometió en Anápolis a hacer todos los esfuerzos para concluir las negociaciones directas para alcanzar un acuerdo final en el término de un año? En realidad, ¿por qué alguien habría de acordarse? Ehud Barak sólo prometió hacer un esfuerzo.
Hablando desde Nueva York el 8 de julio (de este año, N. de T.), Benjamin Netanyahu declaró que es posible llegar a un acuerdo permanente en el período de un año desde el comienzo de las negociaciones. Desde ese momento las negociaciones están estancadas por el asunto de las construcciones en las colonias y el propósito del primer ministro de promover el congelamiento por dos meses (¿sólo dos meses?) para obtener el reconocimiento de Israel como el Estado del pueblo judío.
Las inútiles conversaciones, en las que trata de poner un matiz religioso, vienen a engrasar las ruedas de Hamás. Desde que su principal rival, Fatah, colocó a los palestinos en el camino de Oslo, la situación fue empeorando con el paso del tiempo. Les usurparon el 60% del territorio de Cisjordania (Área C) y Jerusalén Oriental, y miles de palestinos perdieron su trabajo en Israel. El acuerdo que firmó Rabin hace 17 años en la práctica se convirtió en un contrato de trabajo especulativo para algunos funcionarios palestinos y una fuente de ingresos para sus allegados.
Por otro lado, desde que el aparato de seguridad de la Autoridad Palestina tomó el control de Cisjordania ayudando al ejército israelí y al servicio de seguridad a frustrar ataques terroristas, la ocupación se fue tornando con el tiempo más conveniente para el público israelí. Incluso más cómoda que la «bien educada ocupación» que precedió a la primera Intifada. Gracias a Oslo los palestinos defienden, los colonos saquean y los donantes contribuyen. Mientras tanto el presidente de los Estados Unidos hospeda a Netanyahu en la Casa Blanca y los patriotas judíos de Nueva York forman fila para abrazarlo.
En el verano de 2008, el presidente de la universidad Al Quds, el profesor Sari Nusseibeh, propuso a los dirigentes de Fatah anunciar la disolución de la Autoridad Palestina y devolverle las llaves a Israel si no hay un acuerdo final en el término de un año. Según la ley internacional, Israel se vería obligado una vez más, a velar por la seguridad y el bienestar de todos los habitantes de los territorios, tal como hizo durante los 27 años de control militar que precedieron a Oslo. Es una lástima que Nusseibeh haya estado en lo cierto. También es una lástima que sea la única manera de desengañar a los israelíes de la ilusión del estado de las cosas, el silencioso asesino de la paz.
Fuente: http://www.haaretz.com/print-