Traducido del portugués para Rebelión por Guillermo F. Parodi
El primer prerrequisito que Israel exigió a los palestinos fue que no firmasen ningún tratado internacional sobre derechos humanos (¡sic!).
La semana pasada, el plazo final del proceso de negociación entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina finalizó, con resultados muy alejados de acercar a los palestinos a su derecho de autodeterminación o alcanzar la paz. Esta situación era previsible y lógica, hasta evidente, no obstante aparentemente la racionalidad acaba allí.
Para empezar, el año pasado cuando el Gobierno estadounidense impulsó la «Iniciativa Kerry», es decir, el período de nueve meses de negociaciones, supuestamente para llegar a una solución de la cuestión palestina, la mayoría de las personas sabían que eso era un hijo nacido muerto. La única explicación de los Estados Unidos para insistir en ese proceso fue la tentativa de recuperar la hegemonía diplomática temporaria después del reconocimiento del Estado palestino por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que mostro que el Sur global puede -de manera más efectiva que los Estados Unidos- tener éxito en iniciativas internacionales sobre Oriente Medio.
El equipo de negociaciones estadounidense no hizo el papel de «mediador», sino que dio decididamente apoyó a Israel. Kerry nombró al exfuncionario del AIPAC (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel), el lobby israelí en los Estados Unidos, Martin Indyk como enviado especial a Oriente Medio para liderar un grupo de otros veteranos del lobby antipalestino. Se filtraron rumores acerca de un plan estadounidense para la «paz» de 1.000 páginas, revelando que la propuesta no tenía nada que ver con la implementación de los derechos palestinos. Era simplemente una solución tipo bantustán [1] en forma de entidades territoriales aisladas y con soberanía limitada, semejante al escarnio de la «autodeterminación» negra promovida por el régimen del aparthied sudafricano. Sin embargo, Israel fue lo suficientemente descarado para hacer implosionar [2] incluso esta farsa de «proceso de negociación».
La reacción de los Estados Unidos contra Israel fue dura y enojada, aunque siempre teniendo en cuenta los límites que la Casa Blanca se autoimpone frente a grupos de presión antipalestinos. Después de fracasar en un intento de entrar directamente en la guerra de Siria, del desafío abierto a los intereses occidentales en Ucrania hecho por Putin y de la muestra de incapacidad para hacer frente a la llamada Primavera Árabe y sus consecuencias, el Gobierno de Obama necesitaba una victoria diplomática, no una humillación por parte de Israel.
Kerry culpó explícitamente a Israel de frustrar su iniciativa. Eso no ha ocurrido desde el fracaso de las negociaciones de Camp David en 2000 cuando James Baker, Secretario de Estado en aquella época, les dio el número de teléfono de la Casa Blanca, avisando al Gobierno israelí de que «cuando tuvieran una posición seria sobre la paz, entonces lo llamasen». Hace unos días, Kerry advirtió de que Israel se convertiría en un Estado de apartheid si seguía rechazando una solución de dos estados. Esta es una declaración muy fuerte viniendo de un Secretario de Estado de los Estados Unidos.
Evidentemente Kerry estaba equivocado. Israel no se va a transformar en un Estado de apartheid, simplemente porque ya lo es. Una serie de estudios jurídicos de alto nivel, tanto como el muro del apartheid de 6 m de altura y 700 Km de largo y un régimen de rutas segregadas, asentamientos solo para judíos y leyes diferentes para distintos grupos étnico y religiosos son pruebas de eso. De acuerdo con una encuesta israelí de 2012, la mayoría de los ciudadanos israelíes concuerda con la afirmación de que Israel práctica políticas de apartheid.
Entonces, ¿cómo podría Israel rechazar de plano la propuesta de EE.UU., que tenía por objeto garantizar el reconocimiento de la comunidad internacional y la Autoridad Nacional Palestina de una solución de bantustanes tipo la Sudáfrica del apartheid?
Cómo la «zona de confort» israelí trasladó desde Washington a Brasilia
De hecho, se produjo una escisión dentro de la dirigencia israelí respecto al asunto. La líder del equipo negociador israelí considerada criminal de guerra por los palestinos, la actual ministra de Justicia de Israel Tzipi Livni, y varios líderes de los servicios de inteligencia de Israel, salieron en defensa de un compromiso con la iniciativa de Kerry que incluiría la congelación parcial de la actividad de asentamientos en Cisjordania.
Su argumento era simple: si Israel estaba a punto de implosionar una vez más las negociaciones, los Estados Unidos no volverían a promover nuevas negociaciones en un futuro previsible. No se trata de que alguien del grupo israelí quisiese que con las negociaciones se llegase a algún acuerdo, pero como Tzipi Livni declaró enfáticamente «las negociaciones de paz son el muro que va a parar la ola [de la presión del boicot internacional]. Si hay una crisis en las negociaciones esta [ola] nos alcanzará de lleno».
Sin embargo, la otra facción prevaleció. Israel optó por matar a 61 palestinos, aprobar más de 13.000 unidades de asentamientos, realizar casi 4.500 operaciones militares en tierra palestina, demoler 196 casas palestinas y permitir más de 660 ataques de los colonos contra los palestinos durante las negociaciones. Sus cálculos se basaron en la esperanza de que Israel iba a encontrar una manera de sobrevivir a la presión del boicot, teniendo así más tiempo para construir asentamientos y al final dar aún menos tierra al el pueblo palestino en una futura solución de bantustanes.
Para asegurarse de que la solución apatheid no pierda fuerza, el primer ministro Netanyahu propuso hace unos días una nueva ley que refuerza el «carácter judío» del Estado de Israel como un pilar de la constitución. El objetivo es asegurarse de que, pase lo que pase, ni los palestinos ni cualquier otra persona no judía, será capaz de lograr la igualdad de la ciudadanía con un judío.
Aunque los dos principales bandos de Israel están de acuerdo en que las negociaciones no deberían considerarse un instrumento para lograr una paz justa o un acuerdo con el pueblo palestino, se diferencian esencialmente en la consideración sobre la profundidad de la zona de confort de Israel antes de que la impunidad se acabe.
Lo que debe considerarse preocupante, al menos desde un punto de vista brasileño, es que las personas que insisten en que no existe una amenaza a la impunidad de Israel son las mismas que están discutiendo desde principios de este año que América Latina y los países con economías emergentes son la zona de confort de Israel. En su opinión, estos países «no se preocupan del problema [palestino] Quieren hablar de tres cosas. Tecnología israelí, tecnología israelí y tecnología israelí.»
Como si quisieran confirmar que los promotores del colonialismo de Israel están en lo cierto, el último esfuerzo de la propaganda israelí se apoya en los contratos en Brasil con empresas militares y de seguridad de Israel. El diario Haaretz, la semana pasada, provocó una ola de artículos de periódicos de todo el mundo con la presentación de un informe sobre «Israel en Brasil, para la seguridad no para el futbol». Esta campaña mediática que promueve la presencia en la próxima Copa del Mundo de la tecnología del apartheid israelí, desarrollada en guerras y durante la segregación racial del pueblo palestino, no es más que una bofetada en la cara del Gobierno brasileño que lanzó el lema de los juegos «Copa Mundial contra el Racismo y por la Paz «.
O, puede ser más simple, el villano puede haber dicho la verdad, los argumentos: cinco UAV (vehículos aéreos no tripulados, por las siglas en inglés de Unmanned Aerial Vehicle) de la israelí Elbit, dos UAV en un centro de comando y control de la Airspace Industries israelí, una serie de contratos con otras empresas militares israelíes, varios cursos de entrenamiento a policías y seminarios de lucha contra el terrorismo y seguridad pública organizados por Israel, equipos y personal que van a estar en actividad durante el Mundial.
Superar el absurdo: una estrategia para la liberación de Palestina
Cuando al final del período de nueve meses el lado palestino siguió adelante, el clamor de Israel contra las «ultrajantes medidas unilaterales» que estaban tomando los palestinos puso en evidencia otro de los teatros que representa Israel, con argumentos absurdos desde el punto de vista semántico y político.
En primer lugar, ¿por qué se acusa a los palestinos de tomar medidas «unilaterales»? ¿Acaso Israel no expulsó a la mayoría de la población palestina de sus casas, se apropió de cerca del 87% de las tierras palestinas, construyó asentamientos y muros del apartheid, ¡solo cuando alcanzó un consenso «bilateral»!? Por otra parte, nunca hubo un movimiento de liberación nacional en la historia que haya accedido a compartir sus estrategias con los colonizadores y ocupantes antes de implementarlas. Lo que necesita Palestina es una estrategia multilateral e integral para el logro de una paz justa basada en la aplicación de la ley internacional y los derechos humanos.
En segundo lugar la protesta de Israel contra el accionar palestino reveló que no era Israel, sino el lado palestino el que tuvo que aceptar condiciones previas para que le permitiesen participar en este teatro del absurdo. El primer requisito exigido por Israel a los palestinos fue que no firmasen ningún tratado internacional de derechos humanos (sic). Querer ser parte y respetar los instrumentos de derechos humanos de la ONU presumiblemente es considerada por Israel como una amenaza a su seguridad nacional. La segunda condición era que la ANP en Cisjordania no se reconciliase con la administración de Hamás en Gaza. Como resultado el equipo negociador palestino nunca fue, de hecho, representativo de toda la población palestina, y por lo tanto habría sido prácticamente imposible para ellos ratificar algún acuerdo. Que después de que el colapso de las negociaciones la «reconciliación» se produjera casi inmediatamente muestra que el verdadero obstáculo nunca fue una cuestión de disputa interna palestina, sino la prohibición externa de conciliar las diferencias.
Sin embargo, para terminar, lo absurdo de todo lo anterior desaparece una vez que se toma en consideración un elemento simple: el supuesto axiomático de la continua impunidad de Israel, a pesar de sus crímenes y su régimen ilegal de apartheid, el colonialismo y la ocupación. Esta impunidad transforma a los EE.UU. en rehén de su propio protegido y a Israel en una potencia enferma de hibris [3] que quiere obligar a los líderes palestinos a desprenderse de los elementos más básicos para gobernar o de los movimientos de liberación.
Por causa de eso nadie debería sorprenderse de que desde hace casi una década la sociedad civil y los partidos políticos palestinos hayan pedido a las personas, a las instituciones y a los gobiernos de todo el mundo que responsabilicen a Israel de sus acciones a través de una campaña sostenida de boicot, desinversión y sanciones (BDS ). Además, la campaña BDS ha crecido en Brasil debido al compromiso de los movimientos que están firmemente en contra de la invasión israelí del mercado brasileño en forma de armamento, tecnología y libre comercio, relaciones que contribuyen directamente al financiamiento de crímenes de guerra contra el pueblo palestino. Hay que aislar internacionalmente a israel, con sanciones, para forzarlo a respetar los derechos humanos del pueblo palestino y para contribuir a la paz en Oriente Medio. Hasta ahora, ese movimiento que crece diariamente representa el camino más coherente y de mayor éxito que hay que seguir tras este último acto del teatro del absurdo.
Notas Del Traductor.
[1] Bantustán es el término que designa cada uno de los veinte territorios que operaron como reservas tribales de habitantes no blancos en Sudáfrica y África del Sudoeste (actual Namibia ), en el marco de las políticas segregacionistas impuestas durante la época del apartheid . (Wikipedia).
[2] Israel suspende las negociaciones de paz con Palestina tras la unión de Al Fatah y Hamas. http://www.elmundo.es/internacional/2014/04/24/535926d7268e3e10538b4573.html
[3] La hibris o hybris es un concepto griego que puede traducirse como «desmesura» y que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en sí mismo muy exagerada, especialmente cuando se ostenta poder. (Wikipedia).
Maren Mantovani, que cursa una maestría en Estudios Orientales, en los últimos 10 años ha sido coordinadora de las relaciones internacionales de ‘Stop the Wall’, la campaña palestina contra el muro del apartheid que Israel construye en Palestina. Es autora de «Las relaciones militares entre Brasil e Israel,» un estudio exhaustivo sobre el tema.
rCR