Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El 30% de reducción salarial impuesto a los empleados de la Autoridad Palestina (AP) que permanecieron en Gaza y abandonaron sus puestos de trabajo, en seguimiento de las instrucciones del presidente Mahmud Abas y de su entonces jefe de gobierno Salam Fayad, no sólo es una acción que pueda cambiarse o revisarse. Está claro que fue en realidad el preludio de otras medidas que serán más estrictas y más penosas y que afectarán a diversos servicios y ciudadanos, debido sobre todo a que los sucesivos gobiernos de unidad no han logrado hasta ahora resolver los problemas de los empleados contratados por el gobierno de Hamas en Gaza para sustituir a sus colegas de Fatah que se quedaron en casa, según Abas les ordenó.
La reacción ante los recortes salariales que afectaron a los ciudadanos que siguieron las decisiones de la Autoridad en Ramala -afiliados a Fatah y a otras facciones de la OLP- se hizo sentir. Casi medio millón de personas, lo que representa casi la tercera parte de la población de la Franja de Gaza, se manifestó en las calles. El impacto de la decisión se extiende también a otros sectores porque afecta al ciclo económico general, lo que ha ocasionado un descenso del poder adquisitivo en la Franja, donde el desempleo alcanza cifras del 60%, según informaciones de la ONU.
La negativa del presidente Mahmud Abas a discutir la decisión salarial adoptada por el gobierno de Rami Al-Hamdallah demuestra que se trata no sólo de un procedimiento administrativo como consecuencia de las presiones presupuestarias, o de la austeridad que se le ha impuesto a la AP. Si ese fuera el caso, afectaría a todo el país y no sólo una parte de él, y se aplicaría a todas las partidas presupuestarias, incluyendo los diversos gastos de la AP y la OLP.
No hay ambigüedad en este aspecto. El mensaje del presidente es claro y así lo puso de manifiesto en las reuniones de Fatah cuando pidió a los miembros del Comité Central que no atacaran la decisión del gobierno. Abas incluso defendió la medida, haciendo hincapié en que es hora ya de que Hamas decida, antes del 25 de abril, si traspasa incondicionalmente la Franja de Gaza a la AP o si va a seguir gobernándola en solitario.
Si llegara a suceder esto último, entonces se tomarían, según Abas, otras medidas contra la Franja, como poner fin a la responsabilidad de la AP respecto a los servicios sanitarios, sociales y educativos, así como en el sector energético, hasta el punto de declarar a Gaza como entidad hostil.
El presidente decidió enviar una delegación del Comité Central de Fatah, con Mahmud Al-Alul a la cabeza, para que informara a Hamas de esta advertencia final, a la vez que imponía restricciones por adelantado a las actividades de la delegación para impedir que pudieran discutir otras cuestiones. Esto coincidió con un discurso del juez palestino Mahmud Al-Habash el 14 de abril, cuando dijo que Gaza se parece a la mezquita Al-Dirar, construida en Medina en los primeros tiempos del Islam por una comunidad conocida como los hipócritas Islam. El profeta Muhammad dio órdenes de arrasar aquella falsa mezquita, y Al-Habash subrayó que el presidente tiene el deber legal, nacional y humanitario de erradicar la situación anormal de Gaza, comparándola con la mezquita Al-Dirar.
Por tanto, ¿qué es lo que ha cambiado? La relación entre las dos partes parecía aproximarse a la convergencia y al acuerdo. Así se vio claramente en la respuesta de Hamas a la petición del presidente de facilitar la salida de representantes de Fatah de Gaza a Ramala, e incluso enviaron una delegación para que asistiera a la VII Conferencia de Fatah y que hizo subrayó la legitimidad del presidente Mahmud Abas dentro de Fatah frente a sus oponentes.
Esa convergencia también quedó clara en los mensajes que el jefe de Hamas, Jalid Meshaal, dirigió a la conferencia, a la reunión de Beirut, al acuerdo de Doha y, finalmente, en la información que se filtró sobre un nuevo documento preparado por Hamas que incluye enmiendas fundamentales a su carta y presenta al grupo como un movimiento nacional que asume el establecimiento de un Estado en Cisjordania y la Franja de Gaza. Aunque el autor de estas líneas tiene sus reservas sobre algunas de esas enmiendas, muestran que Hamas está en la misma línea que Fatah siguió en el pasado, a pesar de las condiciones y restricciones que el movimiento estableció en esa dirección.
Merece la pena recordar que el movimiento de Fatah fijó esas mismas condiciones y restricciones al principio de su trayectoria en el proceso de reconciliación. El presidente Abas y el movimiento Fatah no retiraron esos indicadores. Las amenazas de tomar otras medidas significan claramente que la intención de Fatah es llevar el conflicto con Hamas a una nueva etapa. Por tanto, ¿qué es lo que ha cambiado en el escenario política que pudiera estar empujando en tal dirección? ¿Y cuáles van a ser las consecuencias?
El presidente Mahmud Abas consiguió superar las presiones del Cuarteto Árabe que trataba de imponerle a Mohamad Dahlan, un dirigente destituido. Finalmente, durante su visita a El Cairo, y en la Cumbre Árabe en Jordania, pudo dejar atrás esta cuestión, aunque sólo de forma temporal. También consiguió convocar una conferencia de Fatah y salir de ella con un nuevo liderazgo consistente con sus políticas, transformando Fatah en un partido de la AP.
Al mismo tiempo, y gracias a una reunión en Beirut, consiguió nuevas legitimidades tras sorprender a las facciones palestinas accediendo a sus peticiones para activar el Marco de Liderazgo Unificado y la formación de un comité de diálogo para discutir la formación de un Consejo Nacional Palestino, aunque estas decisiones no pasaron del papel al acabar la reunión. Después de estos acuerdos internos, el principal interés de Abas es reavivar su papel en el proceso de paz que se espera lance el presidente estadounidense Donald Trump; una esperanza al parecer recuperada tras recibir un mensaje y una invitación por parte de este último.
Aunque los términos del nuevo proceso de paz son ambiguos, está claro que las anteriores condiciones del presidente Abas para reanudar dicho proceso, a saber, la liberación del último grupo de prisioneros, el cese de los asentamientos y el respaldo internacional al proceso de paz, ya no tienen sentido. Lo único que ha salido de la posición estadounidense ha sido que no se creen nuevos asentamientos aunque se permite la expansión de los existentes. En cuanto al apoyo internacional al proceso de paz, parece haber desaparecido quedando reducido a lo que las dos partes acuerden en negociaciones directas. Esta condición priva al equipo negociador palestino de todas sus armas y lo convierte en presa fácil de los israelíes.
La Autoridad Palestina se ha vinculado una vez más a la ilusión de un acuerdo, en esta ocasión basado en la solución árabe. Los palestinos no van a recibir casi nada a cambio de la normalización con algunos países árabes y de garantizar un papel regional para Israel. Esta solución puede que no vaya más allá de una forma de autonomía limitada de las personas y no de la tierra, dentro de enormes grupos de población. Es posible que incluya facilidades económicas y financieras y promesas de mejorar el nivel de vida, algo parecido a lo sucedido tras la firma del acuerdo de Camp David con Egipto y de los catastróficos Acuerdos de Oslo, una supuesta solución económica, que se evaporará pronto tras agotar las concesiones políticas exigidas.
La prioridad de Abas es reengancharse al proceso de paz con independencia de la forma que adopte, en vista de los desarrollos regionales e internacionales tras la elección del presidente Trump. Cree que esto le puede facilitar su permanencia en la escena política hasta que transcurra esta etapa. Y evitar que se le coloque donde sea acusado de fomentar o apoyar el terrorismo, algo de lo que le acusan las autoridades sionistas en medio de sus críticas a los gastos de la AP en las necesidades humanitarias de la Franja de Gaza. Por tanto, ya no necesita proseguir las negociaciones por la reconciliación palestina, que siempre han chocado por las diferentes agendas políticas de las dos partes. Tampoco necesita que nadie comparta su poder de decisión en la dura etapa que se avecina.
La AP podría haber dicho que la situación actual en la Franja de Gaza es consecuencia del bloqueo y la continuada ocupación y del fracaso del proceso de paz, lo que requeriría de diferentes puntos de vista para abordar la ocupación. Esto incluye el derecho a resistir por todos los medios disponibles y poner fin a una ocupación que podría ayudar a reunir las dos corrientes. Pero abordar el problema de la división adoptando duras medidas contra la Franja de Gaza, como dejar de atender el gasto en sanidad, educación, servicios sociales y energía, es un castigo colectivo para los palestinos que allí se encuentran que no servirá sino para reforzar el insoportable asedio que sufren; es decir, la mejor receta para promover la lucha interna.
Considerar Gaza como una entidad hostil implica graves repercusiones. Legitima el bloqueo impuesto contra la Franja y hace que el problema de la división pase de de ser un problema interno a convertirse en regional e internacional, facilitando que puedan imponerse medidas punitivas que afecten a todos los palestinos. Puede también constituir el preludio de lo que ya se propuso anteriormente acerca de la formación de una fuerza armada en la que puedan participar países de la región en un frente palestino, lo que prenderá de nuevo el fuego de una guerra interna que puede extenderse a otras zonas o legitimar nuevas incursiones israelíes. Ayudará asimismo a apartar la atención del proceso de paz en sí, haciendo que los intentos por reanudarle constituyan una excusa para quienes piden esas medidas.
Y en caso de que Hamas aceptara entregar Gaza, ¿cuál sería el destino de la resistencia? ¿Dónde irían a parar sus armas? Seguramente la AP rechazará su presencia, sosteniendo que la legitimidad sólo tiene unas armas. Es decir, que de lo que se trata es de poner fin a esta forma de resistencia. Eso quizá clarifique que las opciones de la AP para Hamas son que Hamas entregue la Franja de Gaza o que la gobiernen solos, lo que tendría el mismo resultado, la preparación para una confrontación interna palestina que metería la causa palestina en un nuevo túnel, eliminando cualquier solución justa e imposibilitando los intentos palestinos de resistir la ocupación.
Pero todo eso que está planeándose no es un destino inevitable. Aún queda la esperanza de que muchos sean conscientes de los peligros de lo que está en ciernes y que los diversos grupos palestinos adopten una iniciativa solidaria con Gaza; también de que Hamas comprenda que si sigue por el mismo camino no va a poder evitar su liquidación. Gaza tiene que movilizar con firmeza todo su poder para evitar que las facciones y el pueblo caigan en el unilateralismo y la ilusión de la autoridad. Quizá esté preparándose una nueva batalla contra nuestro pueblo, pero aún podemos ganarla: con unidad, solidaridad y lucha.
(Este artículo se publicó originalmente en lengua árabe en Arab48 el 18 de abril de 2017.)
Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20170422-the-future-of-the-situation-in-gaza/
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma