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Tahrir desconcertada ante una nueva dinastía de Faraones

El gato ya anda por el tejado

Fuentes: Latitud194

El día 22 de Noviembre 2012, el presidente egipcio, Mohamed Morsi, volvía victorioso tras mediar una tregua en la vecina Gaza entre Hamas e Israel. Sintiéndose nuevo jefe de fila en la región, el presidente reunía 4 decretos constitucionales que hacían inapelables sus decisiones políticas hasta que se redacte una nueva constitución. Durante los últimos […]

El día 22 de Noviembre 2012, el presidente egipcio, Mohamed Morsi, volvía victorioso tras mediar una tregua en la vecina Gaza entre Hamas e Israel. Sintiéndose nuevo jefe de fila en la región, el presidente reunía 4 decretos constitucionales que hacían inapelables sus decisiones políticas hasta que se redacte una nueva constitución.

Durante los últimos días, mientras el presidente egipcio discurría con los grandes, el país se ha sido sacudido por enfrentamientos entre fuerzas del orden y grupos de jóvenes dejando centenares de heridos y la muerte a manos de la policía de Gaber Salah, miembro del movimiento juvenil revolucionario 6 de Abril. La violencia de estos días reabre las tensiones políticas en un país cuya población se polariza peligrosamente.

Un año sin justicia: la conmemoración de los mártires de Mohamed Mahmoud

Hace un año, en la calle de Mohamed Mahmoud, colindante con la céntrica y simbólica plaza Tahrir se producía una tragedia que cambiaría la trayectoria política de Egipto. Durante los días 19 a 24 de Noviembre de 2011, más de 50 personas fueron asesinadas por los antidisturbios mientras, entre otras peticiones, reclamaban unas elecciones presidenciales. El por entonces ministro de interior, Mansour Al-Aisawy, se hizo tristemente conocido al mentir afirmando que nadie murió puesto que la policía no utilizó armas de fuego. Los muertos en tan repulsivas circunstancias serían proclamados mártires de la revolución que pretendía derrocar al régimen militar que se había instaurado de facto tras la caída de Hosni Mubarak el 11 de febrero de 2011.

Tras morir a manos del sistema, aquellos responsables quedaron libres e impunes. Entre las imágenes más deleznables: un manifestante muerto abandonado en medio de una pila de basura. Ésto, sin embargo, redobló las fuerzas de una parte de la población que no iba a tolerar la humillación del régimen otra vez más. Los «acontecimientos de Mohamed Mahmoud», tal como se les conoce en la prensa egipcia, impulsaron la revolución a su segunda etapa, dándole los nuevos mártires por los que luchar en contra de la dictadura.

Fue entonces cuando se produjo una ruptura de raíz entre los grupos revolucionarios allí presentes y los Hermanos Musulmanes que se ausentaron de la contienda, a la sazón grupo mayoritario en el ahora disuelto parlamento. Un año después, grupos de jóvenes (aunque no exclusivamente) se han dado cita para pedir justicia por los que cayeron ante la desproporcionada respuesta policial y manifestar su oposición al presidente Morsi.

La violencia que ha sacudido Egipto los últimos días: un amago de crónica

Los últimos días han ido matizando el tono de las protestas que sacuden Cairo y otras ciudades de Egipto. En medio de distintas convocatorias lanzadas por grupos como el 6 de Abril o los Ultras del equipo de fútbol Al-Ahly, se reunían fuerzas en desacuerdo con el presidente Mohamed Morsi: guardan rencillas con su némesis, la policía egipcia, responsable de las muertes de los ahora mártires de la revolución. Es necesario admitir que algunas de las refriegas que se han producido entre niños y adolescentes contra la policía no guardan relación aparente con la memoria de los mártires y sí con la expresión de la frustración de las generaciones más jóvenes.

Varias marchas circundan Mohamed Mahmoud y las calles vecinas. Colosales banderas blancas con cara de los hermanos caídos surcan los aires mientras sus portaestandartes las ondean. Una pancarta amarilla colgada desde el primer día a la entrada de la calle advierte: «Se prohíbe la entrada a los hermanos (musulmanes)». Este no es sólo un mensaje dirigido al actual presidente, miembro de los hermanos musulmanes, sino que guarda también el recuerdo de la ausencia de los Hermanos Musulmanes como fuerza política durante los hechos que se conmemoraban que acaecieron en la misma calle.

El primer día de conmemoración, hubo un amago por parte de sectores afines al presidente de disolver la ira y frustración de los manifestantes, comparando su lucha a la de los hermanos de Gaza. Esto glorificaba, de manera velada, el papel de mediador que su presidente estaba jugando en la zona. Sin embargo, pronto sus voces fueron acalladas: «¿Qué dices de Gaza? !Esto es Egipto, no es Gaza!», dejan claro los chavales a los hombres barbudos, marcando su espacio.

Redoblan tambores imbuyendo de celo a colegiales. Lanzan piedras a los policías, acodillados al otro lado del muro de la calle del liceo francés. Algún encapuchado receloso de ser fotografiado, trata de dar con la mezcla adecuada del cóctel molotov; un compañero intenta hacerlo estallar del otro lado del muro. De un lado y de otro, se intercambian piedras rabiosas. Los heridos, acarreados a lomos de motos cacofónicas, se hacen hueco a través de la espesa masa de personas.

Esta situación se prolonga a lo largo de la noche. El olor del gas lacrimógeno y los disparos de escopeta se mezclan con los gritos enfurecidos de una generación que saca su frustración a la contienda. Egipto está cansado. La pobreza, la corrupción, la criminalidad y la ausencia de respuestas oficiales a estas lacras han creado una desazón absoluta. Algunos desean confiar ciegamente en el presidente electo a expensas de la libertad mientras que otros luchan violentamente contra el nuevo sistema que copia al antiguo. Los dueños de comercios cercanos a los enfrentamientos los cierran, temiendo actos de vandalismo.

Cuando la policía dispara, salgo corriendo con los muchachos. Y en medio del caos me fijo en un detalle: muchos sonríen emocionados al huir de los disparos. Están viviendo la emoción de la violencia y el peligro. Los más osados que vuelven ilesos, nos enseñan los casquillos de las granadas lacrimógenas y los cartuchos vacíos de las escopetas. Algunos más fenicios, venden mascarillas a una libra egipcia (0.13 eur aprox). Los más solidarios reparten vinagre – que parece aligerar el efecto del gas- o pañuelos para los ojos que lloran y escuecen. Un reguero de motos sigue transportando a los heridos al hospital más cercano. El suelo está recubierto de piedras y se alzan hogueras por las esquinas. Hay quien aprovecha la confusión para ganarse un paseo en moto haciéndose el herido. La furia de los demás le cae arriba al ser descubierto.

Durante una de las noches de enfrenamiento, acompañado por un amigo, presencio la operación policial en la calle Qasr Al-Ayni, dónde se enfrentan muchachos y policías. Al vernos con cámaras, el oficial encargado cree que somos prensa y nos deja ver de cerca cómo los propios antidisturbios responden a los manifestantes con las piedras que arrojan. Al cabo de un rato, un joven es apresado por la policía y arrastrado a un enorme camión azul. Unas horas más tarde, tras dar un rodeo interminable para volver a casa en una ciudad bajo asedio, me acerco del lado de la policía, donde vecinos curiosos del barrio de Munira comentaban los hechos. Oigo comentarios absurdos y descabellados como: «!Estos no son nuestros hijos!»o «!Seguro que algún gobierno extranjero les ha pagado para destruir el país!».

Otro de los días por la tarde, al pie del liceo francés donde se pertrechan los cuerpos de seguridad, veía como un señor votante del actual presidente reprimía a unos adolescentes que quemaban las ventanas del liceo. Uno de los muchachos respondía «¡a mí no me digas nada, yo sólo he venido a mirar!». Es uno de los muchachos que viven peligrosamente los acontecimientos como si de un juego se tratara. A su reprimenda se unía un ciudadano descontento que trataba de hacerle entender que: «estos jóvenes quieren un mañana, algo que tú y yo no necesitamos». En torno a los alocados enfrentamientos, nacen diálogos entre ciudadanos a los que la violencia de los últimos días ha empujado a discurrir sobre los problemas del país. La gente hace oír su voz en la esfera pública y, si bien reina un clima de descontento y desacuerdo, manifiesta, de momento, sus opiniones por toda la ciudad.

La ira de la conmemoración se ha visto además redoblada por el accidente de tren y de un autobús escolar que se cobraba la vida de más de 50 niños en la provincia de Asyut. Un accidente que podría haberse evitado. Por otro lado, un grupo de campesinos lucha por sus tierras en la isla de Qursayna, en la provincia de Giza, contra el ejército que las reclama como suyas bajo el pretexto de seguridad nacional. Dos personas han perdido la vida a manos de las fuerzas armadas esta semana. Estos días, ardía la sede del canal Al-Jazeera en la plaza Tahrir y, conjuntamente, varias sedes del partido de los Hermanos Musulmanes prendían fuego por cócteles molotov lanzados por encapuchados por todo el país.

Y a pesar de todo, parece que las fuerzas de seguridad pretenden alargar la contienda con consecuencias mínimas. Como si los cuerpos de seguridad hubieran recibido ordenes de mantener una suerte de status quo con los manifestantes hasta que los chavales se desfoguen y regresen a casa cansados. ¿Qué mejor que la gente se canse por sí sola y que, una vez aburridos de lanzar piedras y huir de los dispersos disparos, vuelva a casa, sin saber con qué instrumentos enfrentarse de nuevo al régimen? Y volver a doblegar de nuevo a un pueblo que ha sido mil veces humillado por sus dirigentes. Más aún cuando el presidente acabe de arrogarse unos poderes no del todo democráticos.

Viernes 23: el pueblo dividido ante un presidente súbitamente autoritario

Tras regresar victorioso de las tierras de Palestina cual Ramsés II derrotando a los hititas en Qadesh, Morsi, rodeado por peliagudos problemas domésticos y confiando en los sectores que le apoyan, anuncia el 22 de Noviembre 4 decretos que hacen inapelables sus decisiones hasta que la predominantemente islamista asamblea constituyente redacte una nueva constitución para el país. Irguiéndose cómo adalid de la revolución, hace caso omiso de una parte del espectro político, y trata de imponerse como una figura mesiánica capaz de sacar al país de su crisis política. En un tosco circunloquio de sus decisiones autoritarias, Morsi reabre también los juicios a los responsables absueltos de la matanza y los abusos a los manifestantes durante la revolución – decisión que trata de relajar a los sectores revolucionarios que arden furiosos en las calles.

Ante este anuncio surrealista, las voces de protesta vuelven a sonar y se han reunido el Viernes 23 de Noviembre en la plaza de Tahrir, dónde coinciden con los jóvenes que siguen absortos en combates contra la policía. Han vuelto a ondear las banderas con la cara de Gaber Salah, el «primer mártir de la era de Morsy». También se reunían ante el palacio presidencial los que apoyan al presidente, donde el mandatario les arengó. Apoyan la decisión del presidente que se aplace por dos meses la redacción de una nueva constitución por una asamblea constituyente que, dada la retirada de laicos, liberales y recientemente de los representantes de la minoría copta, queda compuesta únicamente por fuerzas islámicas.

El 24 de noviembre varias personas acampaban en la plaza Tahrir indefinidamente, hasta que Morsi revoque sus autoritarias decisiones y se reelijan los miembros de la asamblea constituyente para asegurar una constitución para todos los egipcios. En una ciudad con restos de cenizas, plagada de piedras y con destrozos visibles, algunos son de la opinión de «volver a hacer la revolución de nuevo». En la plaza se oyen acaloradas discusiones. Lo que está claro es, como reza una pintada en la estación de Sadat, dónde salen por decenas jóvenes a unirse a los enfrentamientos de Mohamed Mahmoud, que «Egipto no es la hacienda de los Hermanos Musulmanes» y que una parte del pueblo ha tomado conciencia de que una revolución lleva tiempo para completarse. Muchos son los que ya no están dispuestos a tolerar que ningún dirigente les vuelva a reinar: «No volverá a reinar un nuevo faraón».

Para estos próximos meses se anticipa revuelo. Islamistas y liberales – una palabra que aquí agrupa toda fuerza opuesta a los islamistastendrán que enfrentarse para saber quién ganará el pulso en la redacción de una nueva Constitución. Aún así, cuando se redactara una nueva Constitución, el borrador tendrá que ser sometido a referéndum popular. El día 24 de Noviembre se creaba un «frente de salvación nacional» que aunaba fuerzas políticas opuestas al presidente.  El 25 de Noviembre, un día después, manifestaciones en apoyo y en oposición al presidente decidían tomar las calles, mientras se extendían los combates entre policía y jóvenes por el centro de Cairo.

La ciudad está bajo asedio, un escenario que no augura meses fáciles. Parece evidente que la gente sigue en pie, y que las fuerzas políticas seguirán enfrentándose en todos los ámbitos. La fuerza ciudadana se dará cita en la calle donde cada bando contará sus heridos. Algún muchacho perderá la vida y pasará al elenco de los mártires. Me gustaría confiar en que poco a poco llegue la calma y las cosas se asienten, sin que esto ocurra en una sociedad que a fuerza de luchar contra la tiranía, acabe luchando contra sí misma.

Fuente original: http://latitud194.com/?p=2891