Beirut asistió ayer con horror a un nuevo asesinato, esta vez de uno de los generales mejor situados para dirigir al Ejército, Francois al-Hayy, en un atentado con coche bomba en el barrio cristiano de Baabda donde residía.
Este asesinato llega mientras Líbano se encuentra sumido en la peor crisis política desde que terminó la guerra de civil en 1990. Hasta ayer la cadena de ocho asesinatos que se inició en febrero de 2005 con la muerte del ex primer ministro Rafiq Hariri, se había cebado principalmente en políticos antisirios y no había afectado a los militares.
Por eso, el asesinato de Hayy, de 54 años, suscitó un gran temor y desconcierto ya que tanto el Gobierno como la oposición consideran al Ejército como el guardián de la precaria y explosiva situación que vive Líbano.
El país está sin presidente desde el 23 de noviembre debido a la falta de acuerdo entre el Gobierno antisirio y la oposición prosiria, sin que se haya resuelto todavía si el próximo presidente será el general Michel Suleyman, como se daba casi por hecho la semana pasada.
Precisamente a Hayy, responsable de operaciones del Ejército, se le consideraba como el general mejor situado para suceder a Suleyman al frente de la cúpula militar.
Como era de esperar, la mayoría de los políticos antisirios se apresuró a denunciar a Damasco siguiendo el patrón que les ha caracterizado desde la desaparición de Hariri, aunque al general no se le conocían simpatías políticas.
La oposición, por el contrario, pidió a la mayoría que no se apresure en sus conclusiones sin aportar pruebas.
Dirigentes de la oposición señalaron que Hayy era un militar muy apreciado por todos los sectores de la población, incluida la oposición.
Contra Fatah Al Islam
En los últimos años Hayy se había encargado de supervisar el despliegue de los soldados de Beirut en el sur de Líbano tras la guerra del verano de 2006 entre Israel y Hizbolá. El general había defendido el papel del Ejército como garante constitucional, pero también había elogiado a los milicianos de Hizbolá.
Se da la circunstancia de que Hayy dirigió la operación de este año que durante casi cuatro meses se llevó a cabo contra el Fatah Al Islam, una milicia de ideología fundamentalista relacionada con Al Qaeda, y que terminó con la muerte de centenares de milicianos y decenas de soldados en el campo de refugiados de Nahr al-Bared.
Este último asunto hizo que algunos, especialmente entre los miembros de la oposición, señalaran a Al Qaeda como posible responsable del asesinato de Hayy, aunque tampoco aportaron pruebas. Incluso algunos diputados de la mayoría se sumaron a esta hipótesis y descartaron a Siria.
En Damasco, un portavoz oficial señaló que el atentado sólo «beneficia a Israel y a sus agentes» puesto que Hayy era «un patriota que defendió a la resistencia y trabajó por la unidad de Líbano», en una alusión directa a Israel e indirecta al Gobierno antisirio.
La explosión se produjo a las siete y diez de la mañana. El general acababa de salir de su domicilio y se había subido a su automóvil para dirigirse al Ministerio de Defensa, cuya sede se encuentra en la misma zona.
En ese momento un BMW cargado de 35 kilos de explosivos estalló. El vehículo de Hayy se desplazó una veintena de metros y sus ocupantes, el general, el conductor y un guardaespaldas, fallecieron en el acto. Un transeúnte que fue alcanzado por la onda expansiva también murió.