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Hay dos formas de negar la memoria histórica: olvidando los horrores cometidos por los sediciosos, y escondiendo la fidelidad a la democracia de los derrotados

El General Rojo

Fuentes: larepublica.es

Acaba de aparecer un espléndido libro sobre la biografía de Vicente Rojo, un militar olvidado por el gran público y por los planes de estudio. La memoria histórica no parece estar entre las prioridades de los que se dedican a la enseñanza tal vez porque ellos mismos fueron educados en la desmemoria o en la […]

Acaba de aparecer un espléndido libro sobre la biografía de Vicente Rojo, un militar olvidado por el gran público y por los planes de estudio. La memoria histórica no parece estar entre las prioridades de los que se dedican a la enseñanza tal vez porque ellos mismos fueron educados en la desmemoria o en la manipulación de la memoria, y la existencia del general que en 1936 fue nombrado Jefe de Estado Mayor de las fuerzas militares de la defensa y encargado de organizar la resistencia de Madrid, y que en 1937 se convirtió en la figura más destacada de las tropas republicanas al poner en marcha las batallas de Belchite y Brunete, la toma de Teruel o la maniobra del Ebro, no es nadie frente a tantos militares fascistas que han dado nombre a las calles de este país durante años y han resistido incluso la llegada de la democracia.

Vicente Rojo fue un militar católico y patriota como se definía a sí mismo que no traicionó la fidelidad que había jurado a la República y que mantuvo hasta la muerte el compromiso con la legalidad, la democracia y la lucha contra el fascismo.

La biografía, escrita por su nieto José Ángel Rojo, nos habla no sólo de la estrategia de guerra y de los movimientos de las tropas, sino también de su carácter, de su fortaleza y sobre todo de los terribles años posteriores a la guerra, el exilio en Argentina y Bolivia, la vuelta a España, la condena a cadena perpetua y el posterior indulto que mantenía las condenas de interdicción civil e inhabilitación absoluta. Como él mismo dijo: «Se me ha reducido a la muerte civil». Recluido en su domicilio de la calle Ríos Rosas donde pasó los últimos años de su vida, murió, como había vivido, fiel a sus ideas, el 15 de junio de 1966.

El autor, con la ayuda de los papeles del General, ha escrito una magnífica y completísima biografía, que desde la intimidad familiar y la honestidad de la investigación más rigurosa, aborda la historia con un encomiable sentido de la decencia y la responsabilidad.

Hay dos formas de negar la memoria histórica: olvidando los horrores cometidos por los sediciosos, y escondiendo la fidelidad a la democracia de los derrotados.

Hoy, el general que fue leal a su patria sigue ausente del corazón de una ciudad que gracias a él resistió el cerco de los golpistas facciosos. Ni siquiera en el nº 48 de Ríos Rosas donde vivió y murió, figura una placa que lo recuerde. Sí, en cambio en las casas vecinas donde vivió Cela y donde murieron César González Ruano y Manuel Dicenta. En Madrid.