Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Los crímenes provocados por el odio racista son particularmente horribles. Si las víctimas son niños, todavía más. Si los comete un árabe contra niños judíos, además son increíblemente estúpidos. Se ha vuelto a demostrar esta semana.
Más aún. Si un árabe simpatizante de al-Qaida dispara a tres niños y un adulto judíos en Toulouse después de matar a tres soldados franceses no blancos en las cercanías, no solo ha causado un daño extremo a sus familias, sino también un daño extremo al pueblo palestino cuya causa afirma que defiende.
La conmoción en todo el mundo se expresó en una manifestación de solidaridad con la comunidad judía francesa, e, indirectamente, con el Estado de Israel.
El canciller francés viajó a Jerusalén, donde se enterró a las víctimas judías. El presidente Nicolás Sarkozy, en medio de su batalla por la supervivencia política, apareció por todas partes donde pudiera sacar una onza de beneficio a costa de la tragedia. Por lo tanto, y todavía con más descaro, lo hizo Benjamín Netanyahu.
Justo cuando los llamamientos a boicotear a Israel se escuchan en muchos lugares, este acto recordó al mundo los estragos del antisemitismo. Hay que ser muy valiente para pedir el boicot al «Estado judío» en este momento. Es fácil para los defensores de Israel recordar el grito de guerra nazi: «nicht bei Juden Kauft!» (No compre nada a los judíos).
Últimamente, Netanyahu ha mencionado el Holocausto en todos sus discursos llamando a un ataque a Irán. Profetiza un segundo holocausto si no se bombardean las instalaciones nucleares iraníes desde el aire. Esto ha recibido críticas en Israel como una cínica explotación del Holocausto, pero en la atmósfera que ha creado la indignación por los sucesos de Toulouse, esta crítica se ha silenciado.
Algunos pueden pensar que estas respuestas son reacciones exageradas. Después de todo, la atrocidad fue cometida por un único individuo, de 24 años, trastornado. Las víctimas no solo fueron judíos, sino también algunos musulmanes. ¿Se ha sacado esta actuación de sus justas proporciones?
Los que afirma esto no entienden el trasfondo de la reacción judía.
Yeshayahu Leibowitz, un judío practicante, dijo hace años que la religión judía había muerto casi 200 años atrás, y que la única cosa que une actualmente a todos los judíos es el Holocausto. Hay mucha verdad en esto, pero el Holocausto debe entenderse en este contexto como la culminación de siglos de persecución.
A casi todos los niños judíos del mundo se les educa en la narrativa de la victimización de los judíos. «En todas las generaciones, ellos se levantan para aniquilarnos», dice el texto sagrado que se leerá en todos los hogares judíos de todo el mundo dentro de dos semanas, la víspera de Pesaj, «ellos», como todo el mundo sabe, son los «goyim» todos los goyim.
A los judíos, de acuerdo con nuestra narrativa general aceptada, nos han perseguido por todas partes y todo el tiempo con pocas excepciones. Los judíos tienen que estar preparados para que los ataquen en cualquier lugar y en cualquier momento. Es una historia continua de masacres, de expulsiones en masa, la matanza de los cruzados, la Inquisición española, los pogromos rusos y ucranianos. El Holocausto fue sólo un eslabón en esa cadena y probablemente no será el último.
En la historiografía judía, la historia de la víctima ni siquiera comienza con el odio de los cristianos europeos hacia los judíos, sino que se remonta a la historia (mítica) de la esclavitud israelita en Egipto, la destrucción del Templo de Jerusalén por parte de los babilonios y después por los romanos. Hace unas semanas, se celebró la fiesta alegre de Purim, cuando se relata en la memoria de la Biblia (y mítica), la historia del plan de aniquilar a todos los judíos en Persia, actual Irán. Plan que fue frustrado por una mujer joven, bella y sin escrúpulos llamada Esther. (Al final, fueron los judíos quienes mataron a todos sus enemigos, mujeres y niños incluidos).
La narrativa de la victimización sin fin está tan profundamente arraigada en la mente consciente e inconsciente de cada judío, que el más pequeño incidente desencadena una orgía de autocompasión que puede parecer bastante fuera de proporción. Todos los judíos saben que tenemos que estar unidos contra un mundo hostil, que el ataque a un judío es un ataque contra todos, que un pogromo en la lejana Kishinev debe despertar a los judíos de Inglaterra, que un ataque contra los judíos en Toulouse debe despertar a los judíos de Israel.
Lo que el asesino de Toulouse ha logrado hacer con su acto repugnante es enlazar a los judíos franceses y a los del mundo, aún más estrechamente, con el Estado de Israel. Estos lazos ya se han estrechado mucho en los últimos años. Una gran proporción de los judíos franceses son inmigrantes del norte de África que decidieron ir a Francia en lugar de ir a Israel, y por los tanto son feroces nacionalistas israelíes. Invierten dinero y compran casas en Israel. En el mes de agosto se oye hablar más en francés que en hebreo a la orilla del mar en Tel Aviv. Ahora muchos de ellos pueden decidir venir a Israel para siempre.
Igual que todos los actos antisemitas, esta vez Toulouse contribuye al fortalecimiento de Israel, y sobre todo al fortalecimiento del ala derecha israelí antiárabe.
Creo que el primer ministro palestino, Salam Fayad, fue muy sincero cuando condenó el atentado y, especialmente con respecto a la declaración del asesino de que quería vengar la muerte de los niños de Gaza. Nadie debe pronunciar el nombre de Palestina en la realización de un acto tan cobarde, dijo.
Me acordé de mi difunto amigo, Issam Sartawi, el «terrorista» palestino que se convirtió en un destacado activista por la paz y fue asesinado por ello. Una vez me contó que un dirigente francés antisemita, llegó a su oficina de París y le ofreció una alianza. «Yo lo eché» me dijo, «Yo sé que los antisemitas son los mayores enemigos del pueblo palestino».
Como se ha señalado muchas veces, el sionismo moderno es el hijastro del moderno antisemitismo europeo. De hecho, el término «sionismo» se inventó pocos años después de que un ideólogo alemán acuñara el término «antisemitismo».
Sin el antisemitismo, que envolvió a Europa a partir de las «Centurias Negras» en la Rusia zarista hasta el caso Dreyfus en la Francia republicana, los judíos habrían clamado por Sión con comodidad por otros 2.000 años. Fue el antisemitismo, con la amenaza de las cosas terribles que vendrían, lo que los llevó lenta e inexorablemente a la idea de que los judíos debían tener un Estado propio, donde serían dueños de su propio destino.
Los sionistas originales no tenían la intención de construir un Estado que sería una especie de Estado Mayor General de la judería mundial. De hecho, pensaban que no habría una comunidad judía mundial. En su visión, todos los judíos se congregarían en Palestina y la Diáspora judía desaparecería. Eso es lo que Theodor Herzl escribió y en lo que creían David Ben-Gurión y Jabotinsky Vladimir.
Si hubieran salido las cosas a su manera, no habría habido ningún asesinato antisemita en Toulouse, porque no habría ningún judío en Toulouse.
Ben Gurion se contuvo estrictamente de decir a los judíos sionistas estadounidenses los que pensaba de ellos. Los despreciaba absolutamente. Consideraba que un sionista no tenía por qué tener asuntos en cualquier lugar, sino en Sión. Si hubiera visto a Benjamín Netanyahu lamiendo los zapatos a los miles de «líderes» judíos en la conferencia del AIPAC, habría vomitado. Y es comprensible, porque esos judíos que aplaudían y daban saltos como locos, incitando a Netanyahu a iniciar una desastrosa guerra contra Irán, volvieron a sus cómodas casas y a sus ocupaciones lucrativas en los Estados Unidos.
Sus hijos angloparlantes van al colegio y sueñan con riquezas futuras mientras sus contemporáneos en Israel van al ejército y se preocupan de lo que puede pasarles a sus familias indefensas si realmente se produce la guerras contra Irán. ¿Cómo no vomitar?
Por cierto, la simbiosis entre los políticos estadounidenses y el lobby sionista produjo otra curiosidad esta semana. El Congreso de los EE.UU. aprobó por unanimidad una ley que facilita que los israelíes emigren a Israel para siempre. Ahora solo tenemos que comprar una pequeña empresa en Estados Unidos -por ejemplo una tienda de comidas selectas en un rincón de Brooklyn, por la mitad de precio que un apartamento en Jerusalén- para convertirnos automáticamente en residentes y ciudadanos estadounidenses.
¿Puede alguien imaginar un acto más antisionista que esta trama para vaciar Israel? ¿Todo por amor a Israel y los votos judíos?
Por supuesto los medios de comunicación israelíes aplaudieron esta nueva evidencia asombrosa de la amistad estadounidense con Israel.
Así que aquí tenemos a un asesino antisemita en Toulouse conduciendo a los judíos hacia Israel, y a un cobarde Congreso sionista de los EE.UU. incitando a los israelíes de nuevo al «exilio».
Cuando se fundó Israel pensamos que era el final de la victimización de los judíos, y especialmente de la mentalidad de victimas de los judíos.
Allí estábamos, un nuevo tipo de hebreos, capaces de defendernos con toda la fuerza de un Estado soberano.
El llanto infantil de la víctima pertenecía a la despreciable y detestable Diáspora, a las comunidades dispersas de indefensos judíos.
Sin embargo, el victimismo ha vuelto con una venganza, tanto como una estratagema política para todo propósito y como una actitud mental. Las armas nucleares de Irán, reales o imaginarias, le dan un gran impulso. Mientras Israel se encuentre en un estado de miedo, la mentalidad de un Segundo Holocausto no aflojará su control.
De día en día, Israel se hace más judío y menos israelí. Como se ha dicho, es más fácil sacar a los judíos del gueto que retirar el gueto de la mentalidad de los judíos. Sobre todo en un estado de guerra permanente. Así que al final llegamos a la misma conclusión que en todas las demás cuestiones: la paz es la respuesta.
Uri Avnery es un escritor israelí y activista por la paz en Gush Shalom y ha colaborado en el libro de CounterPunch The Politics of Anti-Semitism .
Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1332502252/