Se está jugando bastante con los temas de la energía y, como el «timo de la estampita», cada cuatro días se repite. Vamos, que no hay duros a peseta y si alguien -algún «listo»- los encuentra, acaba pagando las pesetas a duro y a veces por simples recortes de papel. El Hidrógeno -dicen- que es […]
Se está jugando bastante con los temas de la energía y, como el «timo de la estampita», cada cuatro días se repite. Vamos, que no hay duros a peseta y si alguien -algún «listo»- los encuentra, acaba pagando las pesetas a duro y a veces por simples recortes de papel. El Hidrógeno -dicen- que es la energía del futuro, abundante, limpia, que no contamina y no sé cuantas cosas más, pero sencillamente, no es una «energía primaria» que sería lo importante, que es la clave.
Como en todas las trampas siempre hay una parte de verdad, pero también, la parte falsa y no aclarada. Es, «energía primaria», la que se obtiene directamente en un yacimiento; como petróleo, gas, carbón, uranio, etc. y, por provenir de un yacimiento, son «energías no renovables», pues en cuanto se agote el yacimiento, se acabó tal energía. También son «primarias», pero «energías renovables» la hidroeléctrica, eólica, solar y biomasa, principalmente.
El Hidrógeno no se encuentra libre en la naturaleza aunque sea el elemento químico más abundante y, su obtención, siempre dependerá del consumo de alguna de las «energía primarias» citadas. El átomo de Hidrógeno está presente en las moléculas de forma estable. Se habla del agua como «fuente inagotable» para obtener el Hidrógeno como combustible, pero para ello, es necesario «romper» la molécula y separar el Hidrógeno del Oxígeno. En este proceso, según los principios de la termodinámica, siempre se producirán pérdidas, en forma de rozamientos, calor, etc. de modo que por cada unidad de energía que obtengamos hemos de gastar algo más para compensar estas pérdidas. Después, a la hora de utilizar esta energía en cualquier tipo de motor o de artilugio, también se producirán pérdidas y, en la combustión del Hidrógeno volvemos a obtener agua, con lo que cerramos el círculo. Es decir, hemos partido del agua suministrándole energía para, al final, volver a obtener agua y menos energ ía neta, pretendiendo, que en todo el itinerario, no sólo no haya habido pérdidas en el proceso, si no que acabemos con más energía que la aportada inicialmente.
La segunda cuestión, y no menos importante, son las propias características del Hidrógeno. Es un gas extremadamente peligroso, incoloro, inodoro, auto inflamable y, explosivo en concentraciones en el aire del 4 al 74 por ciento. Es el más ligero de los gases, su baja viscosidad y peso molecular dificultan su estanqueidad, propiciando fugas de enorme peligro. Se comercializa en tubos o cilindros de 50 litros de capacidad a 200 atmósferas de presión. Para obtener la energía equivalente a un depósito de gasolina de 60 litros, necesitamos unos 20 tubos de Hidrógeno a 200 atmósferas. Con este peso, volumen y sus especiales características todo se complica. Un vehículo así, por razones de seguridad, no podría ser guardado en ningún recinto cerrado – garaje- y tendría serios problemas para atravesar túneles.
El Hidrógeno no es ninguna fuente de energía. Es muy caro de almacenar, de transportar y de utilizar, dada su peligrosidad. Es un gas bien conocido industrialmente y, por ello también, las exigencias rigurosas en su uso y manipulación. No hay duros a peseta, frente a las leyes de la termodinámica, que es tan «pesada» como la ley de la gravedad.
Las guerras y conflictos geoestratégicos son, principalmente, por la energía, por la que hay, y no por estos «inventos». No existe ninguna guerra del tipo «sangre por Hidrógeno», pero sí, por el petróleo.
Miguel Ángel Llana es ingeniero y diplomado en Empresariales