«Cuando tu fervor se ha extinguido haces perdurar el imperio con tus gendarmes. Pero si únicamente lo pueden salvar los gendarmes, quiere decir que el imperio está muerto. … El que encarcela o ejecuta, ante todo duda de sí mismo. Extermina los testigos y los jueces. Pero para engrandecerte, no basta con exterminar a los […]
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El que encarcela o ejecuta, ante todo duda de sí mismo. Extermina los testigos y los jueces. Pero para engrandecerte, no basta con exterminar a los que te veían bajo.
El que encarcela o ejecuta es también el que echa sus faltas sobre otro. Luego, es débil.»
Antoine de Saint-Exupéry1
I
Cuando el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu «echa sus faltas sobre otro», y trata que la Knesset promulgue leyes que le permitan asesinar «legalmente» desde los niños palestinos que tiran piedras hasta el último palestino que se oponga a su delirios, y declara que el BDS2 es el terrorismo no-violento, significa que el gobierno del implantado Estado colonial de Israel ha iniciado el inevitable camino de su propia desaparición.
No digo con ello nada nuevo.
Recuerdo que después de la invasión israelí al Líbano, en 1982, el gran filósofo judío Yehoshua Leibowitz, esa gran figura científica y moral del judaismo contemporáneo, respondiendo a la pregunta que le formulara Sarit Yishai, y que fuera publicada en el semanario Haolam Haze, que dirigía el muy conocido dirigente israelí Uri Avnery, había vaticinado lo que pareciera comenzar a cumplirse:
«Lo que pasó en el Líbano, la masacre horrible cometida en los campamentos de refugiados es un paso suplementario en el proceso del suicidio del Estado de Israel.»
Y asumiendo la responsabilidad de la masacre, no echando faltas sobre otros, dijo: «Somos los responsables de esa masacre», y para terminar agregaba una frase lapidaria, complementaria del suicidio:
«La humanidad no tendrá opción, tendrá que destruir al Estado de Israel.»
Estoy seguro que ese gran hombre, si hubiera conocido los continuados ataques a la Franja de Gaza, interminables y fatídicos, sobre aldeas indefensas, cometiendo crímenes de lesa humanidad, imprescriptibles, no habría dudado en reiterar esta última frase.
Ya más cercarnos en el tiempo, Shlomo Sand y Gilad Atzmon, también advirtieron y previeron la desaparición del Estado de Israel.
El vaticinio para el futuro de la sociedad israelí, con que finaliza su libro, ese gran pensador que es Shlomo Sand, como él pareciera percibirlo, no difiere de lo que pronosticara Yehoshua Leibowitz:3
«Es dificil saber cuánto tiempo más los árabes israelíes, que representan el 20 por 100 de los habitantes del país, continuarán tolerando ser considerados como forasteros en su propia tierra. Ya que el Estado es un Estado judío y no israelí, cuanto más «israelizados» sean estos ciudadanos árabes en términos de cultura y lenguaje, más antiisraelíes se volverán en sus posiciones políticas, un hecho que de ninguna manera resulta paradójico.
¿Realmente es difícil imaginar que una de las próximas «intifadas» pueda producirse, no en los Territorios Ocupados de la Ribera Occidental sometidos a un régimen de tipo apartheid, sino que estalle en el mismo corazón de una etnocracia segregacionista o, lo que es lo mismo, dentro de las fronteras israelíes de 1967?
Todavía es posible cerrar los ojos a la verdad. Muchas voces continuarán manteniendo que el «pueblo judío» ha existido durante cuatro4 mil años y que «Eretz Israel» siempre le ha pertenecido.
Sin embargo, los mitos históricos que una vez fueron capaces de crear, con la ayuda de un buen puñado de imaginación, la sociedad israelí ahora son poderosas fuerzas que contribuyen a provocar la posibilidad de su destrucción.»
Y otro gran pensador judío, que abandonó para siempre su lugar de nacimiento, el Estado de Israel, el músico Gilad Atzmon, en un reportaje que le hiciera Silvia Cattori, con motivo del lanzamiento de su libro The Wandering Who?, reflexiona en la misma línea de pensamiento de Shlomo Sand, y dice:5
«Independientemente de la lucha palestina, Israel ya no podrá mantenerse. Es una sociedad malsana movida por una codicia implacable. Está a punto de explotar. El Estado judío ha ampliado la cuestión judía en vez de eliminarla. Y creo que es el momento propicio para admitir que puede que no haya una respuesta colectiva a la cuestión. Supongo que cuando los israelíes aprendan a querer a sus vecinos, la paz podrá prevalecer, con todo, cuando esto ocurra puede que también dejen de considerarse elegidos. Se convertirán en personas normales.»6
Y para concluir, sólo puedo hacerme una pregunta y hacerla extensiva a todos aquellos que no adhieren al proyecto colonial que originalmente pergeñara el imperio británico y que luego eclosionó en «una sociedad malsana movida por una codicia implacable»: ¿cómo y qué debemos hacer, desde aquí, desde la Argentina, para que todos los seres humanos, se «conviertan en personas normales», tal como sueña Gilad Atzmon, «aprendan a querer a sus vecinos» y puedan convivir en paz con todos ellos?
Sueño que compartimos, estoy seguro, todos los seres humanos que poblamos este planeta Tierra, nuestra única Madre Patria, la que como nos enseñara Mahtama Gandhi, no le pertenece a nadie en particular, persona o pueblo, así como el aire, el sol, las estrellas, el cielo y la lluvia, y los frutos que nos dona gratuitamente, así como aquellos que preserva en sus entrañas.
La Tierra es de todos pero de ninguno en particular. Debemos aprender a amarla y compartirla fraternalmente, como los hijos aman y comparten a su madre.
Suponer que una de las tantas deidades primitivas, Jhwh, adorada por un ínfimo grupúsculo en los inicios de las sociedades que comenzaron a formarse, en la región conocida como Canaán, como consecuencia del crecimiento poblacional, privilegiaría a ese grupúsculo otorgándole un pequeño territorio del planeta Tierra, en comodato y por toda la eternidad, y constituir ese hecho transcripto por ese mismo grupúsculo en una narración que pretende que es «sagrada», y, además, que todos los seres humanos que poblaron, pueblan y poblarán nuestro planeta Tierra, acatemos esa narración ficional, novelística, ficticia, reitero, siguiendo las sugerencias de Gilad Atzmon, pienso y siento que es una de las concepciones más ingenuas y desequilibradas que haya leído en mi vida.
Y por ello, como Gilad Atzmon: «Supongo que cuando los israelíes aprendan a querer a sus vecinos, la paz podrá prevalecer, con todo, cuando esto ocurra puede que también dejen de considerarse elegidos. Se convertirán en personas normales.»
II
Cuando las escuelas de un pueblo, los hospitales y las mesquitas son intencionalmente bombardeados, cuando un bloqueo estrangula su economía, cuando son privados de electricidad y de agua y cuando sus hogares y sus lugares de trabajo son arrasados brutalmente, no es de sorprenderse que ellos han de resistir y luchar contra aquellos que cometen esos actos. Con esta serie sumaria de ejecuciones de jóvenes palestinos, aparentemente sancionada por el Estado, no soreprendería que aquellos interesados en la justicia social y racial de Estados Unidos encontrarán estas historias profundamente perturbadoras, y familiares. Y las personas de conciencia actuarán. Podemos boicotear los productos de Israel, y a las instituciones académicas y culturales, desinvertir de las compañías que se benefician con las inversiones en Israel, y hacer un llamamiento por sanciones. Nosotros podemos responder a este llamado de solidaridad que emana de la sociedad civil palestina, del legístimo movimiento no violento, llamado BDS.
Haciendo eso nosotros estamos diciendo que el status quo es inaceptable y rechazamos seguir con él.
David Palumbo-Liu
Professor at Stanford University
Professor of Comparative Literature English
Siento que nadie ha expresado mejor y más profundamente la situación del pueblo palestino y comprendido el llamamiento del BDS lanzado por la sociedad civil palestina, que el profesor David Palumbo Lin, y por eso incorporo este texto esclarecedor en esta parte.
Igualmente haré algunas consideraciones con respecto a la sociedad israelí y, muy particularmente a sus dirigentes, con la convicción que gran parte de la misma no coincide con ellos, y es arrastrada a seguirlos por una propaganda sutilmente utilizada para convencerlos que las masacres que perpetran contra el pueblo palestino es el único camino a la supervivencia, desoyendo las advertencias y los llamados a la convivencia de los seres normales que hay en ella.
Porque solamente seres enfermos y paranoicos, no normales, como señala Gilad Atzmon, puede continuar atacando, con el más sofistacado de los armamentos y drones no piloteados, aldeas palestinas indefensas, con el absurdo supuesto de que ponen en peligro la vida de los habitantes del Estado de Israel.
Y en su desvarío, como es el caso de Benjamín Netanyahu, pretende tergiversar la historia y sostiene ahora que fue Amin al-Husseini, el mufti de Jerusalén, porque visitó a Adolfo Hitler, el verdadero responsable de la shoa, a la que como todos los ignorantes llama «holocausto», siguiendo la nominación que inventara otro fabulador como lo fuera Elie Wiesel. Por ello en un discurso pronunciado durante el Congreso Sionista Mundial en Jerusalén, Netanyahu aseveró que «Amin al-Husseini convenció a Hitler de llevar a cabo el asesinato de 6 millones de judíos».
Y lo único que le faltó decir es que el Mufti Amin al-Husseini convirtió a Adolfo Hitler al Islam y con ello hubiera travestido su discurso en una parodia, porque Al-Husseini fue designado para ocupar ese cargo por Herbert Samuel, confeso sionista y quién fuera el primer Alto Comisionado británico para Palestina
Pero la farsa continúa ya que ahora es que uno de sus ministros, Yuval Steinitz, desmintiendo al primer ministro Netanyahu, dice que Mahmud Abbas es el nuevo Hitler, como antes los fueron Gamal Abdel Nasser, el presidente de Egipto, Saddam Hussein, el presidente de Iraq, Yasser Arafat, el presidente de Palestina, y ahora Mahmud Abbas, quien reemplazara al asesinado Arafat, y que fuera elegido por los gobiernos de EE. UU. y el Estado de Israel, como su sucesor.7
Sin embargo el objetivo de Netanyahu no es Amin al-Husseini sino los palestinos actuales, las niñas y los niños que ya no le temen a la violencia del Tzahal, ni a la de los extranjeros colonos invasores, ni tampoco a la muerte, y se enfrentan contra esos jóvenes de entre 18 y 21 años, disfrazados de soldados, arrojándoles piedras o golpeándolos de frente en sus cuerpos, atemorizándolos. Son los soldados los que les temen a las niñas y niños palestinos, no estos a ellos.
Esas niñas y niños han superado el miedo y la muerte. Quieren vivir libres y morir libres, porque ellos eligen sus vidas y sus muertes, y desprecian la cobardía del opresor extranjero, que necesita esconderse dentro de los tanques, armarse hasta los dientes y enarbolar ametralladoras, fusiles, vestidos con armaduras para resistir los golpes de esas niñas y de esos niños palestinos.
Estas niñas y niños palestinos son y actúan como aquellos satyagrahis gandhianos que se enfrentaban a los soldados ingleses y no se detenían ante los golpes de los bastonazos que les propinaban, y caían unos tras otros con las cabezas ensangrentadas, hasta que las manos que empuñaban los bastones se cansaban de golpear, mientras que los jóvenes indios seguían avanzando, sin temor a la muerte que podría sobrevenirles.
Estos jóvenes palestinos como aquellos jóvenes indios han sobrepasado el sufrimiento y el miedo, que son «enfermedades del establo, hechos para el humilde rebaño». Y ellos, en esos enfrentamientos descubren lo esencial, aunque pueden sufrir y tener miedo, pero han encontrado la verdad de sus destinos y ésta los lleva a liberar a su Patria usurpada por el invasor extranjero.
El Estado de Israel no podrá matarlos a todos, ni podrá superar el miedo que poco a poco invadirá a esos soldaditos niños, y también a sus gobernantes, porque la valentía y heroicidad de los niños y los jóvenes palestinos los enfrentará con la disyuntiva final: el reconocimiento del pueblo palestino, y el diálogo honesto y beneficioso para ambos, o la masacre genocida de ese pueblo heroico.
Ya no será más seguir con el falso diálogo con una Autoridad Nacional Palestina, a la que después de tantos años de engaños y mentiras, con la complicidad de los gobernantes de Estados Unidos de América, un mediador deshonesto,8 han logrado domesticarla y la ocupan otorgándole el cargo de comisario para controlar y castigar las sublevaciones de su propio pueblo.
Y, además, como lo sostuviera alguna vez Edward W. Said, inevitablemente los palestinos en un futuro no muy lejano serán el doble de la población israelí, y en tal caso los judíos serán una minoría en un país denominado Estado de Israel.
Edward W. Said agregaba que los judíos no tenían porque preocuparse por ello, ya que son minoría en todas las naciones en que viven y lo han sido siempre, puesto que nunca fueron mayorìa en ningún país.
Hace poco un estadounidense judío, en un artículo publicado en el diario Haaretz, titulado «How Israel will be Destroyed Without One Shot Being Fired»,9 llega a las mismas conclusiones que Edward W. Said.
S. Daniel Abraham, ciudadano estadounidense de confesión judía, en un artículo publicado en Haaretz, señala que Sergio Della Pergola, profesor de Estudios de Población, y la mayor autoridad mundial en demografía judía e israelí, ha concluido que hoy mismo no hay mayoría judía en las áreas que incluyen a Israel, la Ribera Occidental y la Franja de Gaza. Y que, «de acuerdo a las proyecciones del profesor Della Pergola la tasa de crecimiento de los palestinos sobrepasa los nacimientos de judíos por lejos. Lo que significa que la mayoría árabe entre el Mar Mediterráneo y el río Jordán devendrá gradualmente más y más significativa.» Y agrega: «¿Podrá Israel sobrevivir como Estado judío cuando los judíos se conviertan en una minoría en su su propo hogar nacional?»
III
«Una de las lecciones que hemos aprendido en los últimos veinte años como palestinos, y creo que muchos israelíes también la han aprendido, es que militarmente ninguno de los dos puede ganar. Pueden masacrarnos, pero no van a librarse de todos los palestinos y no apagarán la llama del nacionalismo palestino.
Y viceversa, nosotros tampoco tenemos ninguna opción militar contra los israelíes.
Lo que hemos de tener es visión de futuro, hemos de encontrar una manera de incluirlos en Oriente medio basada en el respeto mutuo a las nacionalidades, el derecho a vivir dentro de fronteras seguras y estables, y coexistir de manera provechosa con los demás.»
Edward W. Said
Y ahora, para terminar quiero rescatar, como otras veces, uno de los textos más bellos que haya leído en mi vida, y que ha sido desde que lo leí, hace mil años, mi guía, y además, ayudado a comprender la naturaleza humana, tratando de reducirme al grado más ínfimo de mi ser, buscando la más profunda verdad que anida esperanzadoramente escondida en lo más recóndito de mi corazón.
Y, como señalara Blas Pascal «No te hubiera buscado si no te hubiera encontrado». Y la seguiré buscando hasta el último aliento.
No fue fácil encontrar ese texto y, además, comprenderlo, surgió inesperadamente de mis muchas lecturas, pero cuando lo leí por primera vez, y luego cientos de veces, buscando inspiración en ese texto, me ha ayudado a sentirme más humano, menos argentino, menos americano, menos atado a mi cultura, a mi religión, la que me legaron mis padres, y pude iniciarme y descubrir el desapego que busqué afanosamente en mis viajes a la India. Que aún no alcancé.
Por eso quiero incluirlo nuevamente en este pequeño escrito con la intención, ingenua si se quiere, de influir en todos aquellos que busquen su propia verdad en sus corazones, más allá de las fronteras que algunos seres humanos contruyeron y siguen construyendo para dividirnos, enajenarnos y dominarnos.
Fue Erwin Schrödinger quien expresara ese sentimiento de unidad y esencialidad de la naturaleza humana, e identidad sustancial con nuestra Madre Tierra, que nos coloca más allá de toda superficial y pasajera nacionalidad, etnia, religión o cultura, y lo expresó incomparablemente en el texto que me permito transcribir con la misma humildad con la que él mismo lo hiciera, sin apelar a ninguna revelación ni inspiración divinas:
«Según la forma ordinaria que tenemos de ver las cosas, todo esto que estoy viendo ha estado ahí durante miles de años antes de ahora, fuera de algunos cambios sin importancia. Dentro de algún tiempo, no mucho, yo habré dejado de existir, y esos bosques, esas rocas y ese cielo seguirán estando ahí más o menos igual durante miles de años después que yo haya desaparecido.
¿Qués es lo que me ha sacado de la nada de un modo tan repentino, a fin de gozar por tan corto rato de un espectáculo al que resulto absolutamente indiferente?
Las condiciones que han permitido que yo exista son casi tan antiguas como las rocas que contemplo. Durante miles de años, me han precedido otros hombres que se han esforzado, han sufrido, han engendrado, y otras mujeres que han parido a sus hijos con dolor.
Tal vez hace cien años estuvo aquí mismo sentado otro hombre, y como yo, estuvo mirando a esa luz feneciente reflejándose en el glaciar, sintiéndose entre nostálgico y sobrecogido en su corazón. Como yo, había sido engendrado por un hombre y había sido parido por una mujer. Había sentido penas y breves alegrías en su vida, como yo mismo. ¿Era alguien distinto de mí? ¿No era tal vez yo mismo? ¿En qué consiste mi yo? Qué condiciones fueron necesarias para que lo concebido esta vez fuera yo, justamente yo y no otro? ¿Qué significado científico claramente inteligible puede realmente corresponder a ese «otros»?
Si mi madre hubiese vivido con otra persona distinta de mi padre y hubiese tenido de él un hijo, y mi padre hubiese hecho otro tanto, ¿habría yo llegado a ser? ¿O es que acaso vivía yo ya en ellos y en los padres de mis padres, y así sucesivamente, desde hace miles de años? E incluso si fuera así, ¿por qué yo no soy mi hermano, o por qué mi hermano no es yo, o no soy yo alguno de mis primos lejanos? ¿Qué es lo que justifica el que nos empeñemos tan obstinadamente en descubrir esa diferencia -la diferencia entre mi propio yo y los demás–, cuando objetivamente lo que hay en todos es la misma cosa.
Al pensar y ver las cosas de esta manera, es posible que de pronto caigamos en la cuenta de la profunda verdad que alberga la convicción básica del Vedanta: no es posible que esa unidad de conocimiento, de sentimiento y de decisiones a la que llamamos el propio yo haya saltado de la nada al ser un momento dado hace apenas un poco de tiempo; más bien, ese conocimiento, sentimiento y decisión son en lo esencial eternos, inmutables y numéricamente unos y los mismos en todos los seres humanos, más aún, en todos los seres dotados de sensibilidad. Pero no en el sentido de que cada uno de nosotros sea una parte o una porción de un ser infinito y eterno, o un aspecto o modificación del mismo, como en el panteísmo de Spinoza.
Porque entonces seguiríamos topándonos con la misma pregunta embarazosa: ¿qué parte o qué aspecto soy yo? ¿Qué es lo que objetivamente me diferencia de los demás? No es eso, sino que, por inconcebible que resulte a nuestra razón ordinaria, todos nosotros -y todos los demás seres conscientes en cuanto tales– estamos todos en todos.
De modo que la vida que cada uno de nosotros vive no es meramente una porción de la existencia total, sino que en cierto sentido es el todo; únicamente, que ese todo no se deja abarcar con una sola mirada. Eso es lo que, como sabemos, expresa esa fórmula mística sagrada de los brahmanes, que es no obstante tan clara y tan sencilla: Tat twam asi, tú eres eso. O también lo que significan expresiones como: «Yo estoy en el este y en el oeste, yo estoy encima y debajo, yo soy el mundo entero«.
Podemos, pues, recostarnos sobre el suelo y estirarnos sobre la Madre Tierra con la absoluta certeza de ser una sola y misma cosa con ella y ella con nosotros.»10
Es nuestro mayor anhelo, nuestra mayor esperanza, que algún día la implantada sociedad israelí, cada uno de sus habitantes, israelíes, palestinos, judíos, cristianos y musulmanes y otros, aprendan que su única identidad es la de ser seres humanos y que, como tales, deben convivir fraternal y solidariamente.
Y para ello deberán aprender también a no hacer caso de esos dirigentes, enfermos y paranoicos, de un lado y de otro, que los llaman a combatir por una tierra que nos les pertenece a ninguno, y que, pretendiendo basarse en supuestos textos sagrados, escritos por otros seres humanos y atribuidos al dictado de divinidades inexistentes, que se revelaron en esos supuestos textos sagrados, los incitan al odio, y al combate en el cual perderán sus vidas, volviendo al único lugar que no les pertenece, esa misma tierra a la cual pretendían defender, y que los recibirá en su seno del cual surgieron intempestivamente, como dice Erwin Schrödinger, y sin comprender por qué.
Y, además, comprender que en un universo de miles de millones de galaxias, agujeros negros, mundos paralelos, materia oscura, antimateria, y lo impenetrablemente desconocido, no hay pueblos elegidos ni tierras prometidas.
Notas
1 Antoine de Saint-Exupéry. Ciudadela. EMECE Editores. Buenos Aires, 1951, p. 290.
2 BDS es un llamamiento de la sociedad civil palestina que significa Boicot, Desinversiones y Sanciones al Estado de Israel, dirigido a las sociedades civiles de todo el mundo. Acusar al BDS de «terrorismo no violento» seguramente conmoverá a Mahatma Gandhi, allí donde se encuentre.
3 Shlomo Sand. La invención del pueblo judío. Akal. Madrid, 2011, p. 346.
4 En la edición en inglés Shlomo Sand indica «four thousand years», esto es, «cuatro mil años», que la edición en castellano modificó, poniendo «miles de años».
5 http:/www.rebelion.org/noticia.php?id=136320
6 Para entender por qué Gilad Atzmon utiliza la frase «Se convertirán en seres normales», es necesario leer el libro de Israel Shahak El fundamentalismo judío en Israel, de próxima aparición en la Editorial Canaán. Y si no lo transcribo es porque pienso y siento que es una de las concepciones, producto de la ignorancia (avidya), más inútil y desequilibrada que haya leído en mi vida.
7 Ver Saad Chedid. Mahmud Abbas y sus vínculos con los sionistas fascistas. Rebelion.org.
8 Naseer Aruri. El mediador deshonesto. El rol de EE.UU. en Israel y Palestina. Editorial Canaán, Buenos Aires, 2006.
9 S. Daniel Abraham. «How Israel will be Destroyed without one shot Being Fired. » Haaretz, January 06, 2013.
10 Erwin Schrôdinger. Mi concepción del mundo. Texto tomado del libro editado por Ken Wilber Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Kairós. Barcelona, 5ª edición, pp. 149-50.
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