En cuanto los Hermanos Musulmanes (HM) de Jordania dijeron que boicotearían las elecciones legislativas, previstas para este año, tras la aprobación de la reforma electoral en el Parlamento, el rey Abdulá II reculó inesperadamente y le pidió a la Cámara Baja que enmendara el documento. Los HM jordanos se sienten fortalecidos con la victoria en […]
En cuanto los Hermanos Musulmanes (HM) de Jordania dijeron que boicotearían las elecciones legislativas, previstas para este año, tras la aprobación de la reforma electoral en el Parlamento, el rey Abdulá II reculó inesperadamente y le pidió a la Cámara Baja que enmendara el documento. Los HM jordanos se sienten fortalecidos con la victoria en la elecciones presidenciales de Egipto del candidato de los HM, Mohammed Mursi, y el monarca parece tomarlos en serio. Aunque los escenarios difieren, la hermandad también cree dominar la calle jordana y lo cierto es que, aunque no está claro que cuenten con el apoyo de la mayoría, se trata del grupo opositor mejor organizado y el que tiene representación en el Parlamento, a través de su marca política, Frente de Acción Islámica (FAI). El monarca tampoco es ajeno a la estrategia desplegada e intensificada por la organización durante los últimos meses: acciones caritativas entre las clases más desfavorecidas, a imitación de la organización en Egipto, y el acercamiento al bloque palestino, que en Jordania supone más del 40% de la población.
La reforma electoral es el eje principal de las reformas políticas exigidas por los movimientos sociales en el marco de la Primavera Árabe. Es también el escollo que enfrenta a los grupos de poder por la definición de su sistema mixto (cada ciudadano tiene dos votos, uno con el que se elige por mayoría para las gobernaciones y otro de representación proporcional para una lista nacional). Según los opositores a la reforma, ésta favorece las candidaturas independientes y la representación de las tribus, porque las localidades pequeñas necesitan menor número de votos que las grandes ciudades para conseguir un escaño. En ese sentido, el movimiento islamista prefiere el voto por persona, confiado en que conseguiría el apoyo popular; tal confianza no se deriva solo del ascenso del islamismo en otros países árabes, sino del acercamiento del bloque palestino, apartado históricamente de la representación institucional en el reino. Ahora los HM y el monarca compiten por llevarse su apoyo.
El pasado 28 de junio, Abdulá II volvió a reunirse con el líder de Hamás, Jaled Meshal, y expresó públicamente su apuesta por la creación de un Estado palestino. El gesto de acercamiento ya se produjo en noviembre del 2011 cuando el rey jordano recibió en visita oficial a Meshal, por primera vez tras su expulsión en 1999. Este nuevo encuentro de junio ha sido utilizado por el rey jordano para recordar su apoyo la causa palestina, pese al tratado de Paz firmado con Israel, al mismo tiempo que se filtraban declaraciones que hacían hincapié en el derecho como ciudadanos que tienen los palestinos en Jordania (diferente según la situación y el origen, por ejemplo, los refugiado de Gaza no tienen derecho a voto ni derecho a trabajar en instituciones del Estado). La maniobra coincide con la publicación por los medios locales de la entrada y actividad de los HM en el más antiguo de los campos de refugiados palestinos de la capital, al-Husein. La hermandad trabaja puerta a puerta para ganarse la confianza de los refugiados. Esa manera de obrar responde a una nueva táctica para posicionarse al lado de los refugiados insatisfechos con sus condiciones de vida o de aquéllos que temen perder los beneficios económicos que han ganado durante estas últimas décadas. Paralelamente, se ha hablado de que los grupos salafistas han comenzado a trabajar en la misma línea; según recoge el periodista Tamer al-Samadi en Al Hayat, el Gobierno les habría instado a entrar en los campos para contrarrestar la labor de los HM.
A la vez que los HM ganan en confianza, crece la presión hacia el monarca y la organización ya no solo amenaza con movilizar la calle sino con «entrar en todos los rincones de Jordania», incluidos los campamentos de refugiados, para seguir alentando el descontento que exige reformas: una ley electoral representativa y un Gobierno elegido por el Parlamento en vez de por el rey. Pero en Jordania se plantean los mismos interrogantes que en otros países vecinos sobre el oportunismo de los islamistas, que enarbolan estos eslóganes, con la idea de que les favorecerá. La pregunta es si luego mantendrán las demandas liberales exigidas en la calle por los movimientos sociales o las organizaciones de izquierdas. No en vano, activistas jordanos y formaciones liberales e independientes se han separado de la convocatoria de los viernes para no mezclar sus demandas con la de los grupos confesionales.
Sin embargo, en las manifestaciones opositoras más significativas, como la del pasado viernes 29 de junio en contra de la reforma electoral, siguen confluyendo los ciudadanos en la calle, aunque algunos renieguen del liderazgo islamista. Además, como ha ocurrido en Egipto, el experimentado rol de asistencia de los HM con los sectores más desfavorecidos sigue jugando a su favor en un país sumido en una profunda crisis económica, con un déficit presupuestario de más de dos mil millones de euros.